26)Rose, Mary y yo investigamos.

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26)ROSE, MARY Y YO INVESTIGAMOS. 

Después de encontrarme con "el acosador" corrí, corrí hasta casa de Mary hasta que mis fuerzas no llegaron a más. Corrí ansiosa por contárselo, por decirle que me habló, de que tienen a mi hermanastro y me ha dado una nota, dejando a un lado lo de Adam. Ese miserable no se merece ni que piense en él.

Cuando llego a la casa el corazón parece que se me va a salir del pecho de lo fuerte que late. Jadeo del cansancio por segunda vez en el día e intento respirar tranquilamente antes de entrar en su casa, aunque Mary me ha escuchado desde fuera y ha venido a abrirme. Me mira arqueando una ceja y mira a todos lados buscando algo.

—Debo pensar que estás así de cansada porque no has venido en bicicleta, ¿no?

—He... venido co... corriendo —digo, costosamente—. Dame... agua.

Me agarra de la muñeca y tira de mí hasta su lujosa y grande cocina. Me siento en un taburete que hay junto a la puerta, y cuando me da el vaso de agua me lo bebo de un tirón. Estiro la mano, tendiéndoselo, y me lo llena otra vez. Al dármelo de nuevo bebo más tranquila y mi respiración vuelve casi a la normalidad. Mary se sienta en el taburete de al lado, cruza las piernas y me mira silenciosa, esperando una explicación razonable sobre lo que hice después de dejarla sola, y, sobre todo, de por qué vengo así.

—He visto al acosador.

—¡No me digas, cabeza de chorlito! Yo también —dice, arqueando una ceja.

Niego con la mano y respiro hondo.

—No, digo que lo vi sobre las cuatro. Por cierto, ¿sabes que tu puta casa está a cuarenta y cinco minutos corriendo del parque central?

—Ese vocabulario —me regaña, aún con la ceja arqueada.

Le hago un corte de manga. No estoy para bromas.

—Sabes que cuando estoy cabreada suelto cualquier gilipollez que me viene a la mente.

—Sí, pero me gustaría que... No sé, ¿me dijeras por qué has corrido desde el parque central hasta mi casa y estás tan alterada? ¿Quizá?

Arrugo la frente y niego con la cabeza. Yo no estoy alterada. Estoy cansada y... dolida. Pero mejor dejémoslo en cansada.

—Pues, es obvio ¿no? Estaba ahí hasta hace cincuenta minutos —digo con tono de; es lo más evidente del mundo—, y vine, claramente, para contarte esto, a lo que por cierto, has cambiado de tema —muevo el cuello hacia los lados para estirármelo.

—Joder, pero si te he escuchados —se cruza de brazos—. Y bien, ¿qué quería de ti ese?

—Lo cogieron al final —Mary me mira sin saber a qué me refiero y miro al techo, rezando para tener suficiente paciencia y no saltar a la mínima—. A mi hermanastro, a Josh.

—Ahh, vale... —dice sin más, mirándome fijamente.

—Ni vale ni leches. ¡Por encima me ha dado esta nota! —se la tiendo—. Léela tú en voz alta, yo aún no puedo hacerlo.

—Pero ir a salvarle te pondrá en una trampa, Emilie, ¿te vas a arriesgar?

—Sí —digo, tajante—. Y además, aún tengo que seguir contándote el resto de la verdad —suspiro, resignada.

—Sí, sí, después. Ahora voy a leer esto —se aclara la garganta y primero la lee para sí misma, en la mente, cosa que agradezco muchísimo. Luego me mira y vuelve a mirar a la nota, carraspea y empieza a leer de nuevo—. Supones que serán los vivos los que tengan el poder de juzgarte, porque los muertos no tendrán derecho sobre tu alma... Tal vez te equivoques. Dirígete al cementerio a las ocho de la tarde, que te encontrarás una sorpresa... o dos. Y después, que sea lo que la suerte quiera.

La llamada del secuestro. (REEDITANDO&RESUBIENDO).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora