Capítulo 11 (parte 2)

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Camino hacia ellos con paso vacilante y me siento en la alfombra. Ahora mismo no soy capaz de sentarme en medio de ellos. No confío en mi misma cuando les tengo tan cerca. Ellos son los únicos capaces de hacer que pierda la cabeza. Que se me nuble la vista.

Bajo la mirada hacia mis uñas pintadas perfectamente de color sangre. Yo había venido hasta aquí a hablar, no a pensar en lo que esos hombres podrían hacerme. Mis estúpidas mejillas se han teñido de color rojo. Ya las noto arder. Cierro los ojos y respiro de nuevo intentando calmarme. Internamente les agradezco que me dejen mi espacio para calmarme y que no me acosen a preguntas.

—Cuando... —alzo los ojos y por primera vez me enfrento a sus miradas. Ambos me observan atentamente expectantes a las palabras que saldrán de mi boca. Desvío la mirada hacia el regazo de Christian, donde un libro descansa. La mirada azulada de James está perdida detrás mía en las llamas. — Cuando me dijisteis que no hiciera preguntas, que me lo contaríais todo a su debido tiempo, ¿os referíais a... — inspiro una bocanada de aire y por fin reúno el valor suficiente para continuar.— ...a matar gente?

Un pequeño escalofrío recorre mi espalda sólo de pensar en lo que sus manos son capaces de hacer. Ambos se vuelven a mirar y observo como discuten entre ellos sin decir nada, sólo con sus miradas. Se conocen de sobra.

—Alba...— la voz de Christian me pilla desprevenida, por sus miradas sabia que él era el más reticente a querer hablar sobre todo este tema.— tienes que entender que jamas te haríamos daño. No a menos que tú quisieras. Ya sabes a que me refiero.— dice mirándome con ojos enternecedores.

Entrecierro los ojos intentando comprender a que se a querido referir con esto último y cuando levanta una ceja me sonrojo. Esa clase de perversión. Si ellos supieran.

—Sé que nunca me haríais daño, pero lo que hacéis no está bien. Matar a personas no es la solución a sea lo que sea que hagáis. ¿Es que no lo veis? ¿Estáis tan ciegos que no podéis ver la realidad? Vuestras manos están manchadas con sangre.— exclamo sobresaltada, notando la rabia y el miedo en mi tono de voz.

—No lo entiendes.— susurra James acomodándose hacia atrás en el sofá para estar más cómodo. No me gusta nada su actitud chulesca.

—Matáis a personas. ¿QUÉ SE SUPONE QUE ES LO QUE NO ENTIENDO? — sin darme cuenta una furia se apodera de mi ser y termino chillándoles desesperada.

Christian hace un amago de levantarse pero con mi mirada le indico que mantenga su culo en el puto sofá.

—Si os soy honesta ya no sé que creerme. Nada de todo esto tiene sentido. Es como si ya no supiera quienes sois realmente.— digo en voz baja.

—¿A qué te refieres?— pronuncia Christian, cauteloso.

—Os dedicáis a matar personas. Cada unos tenéis una profesión respetable.— James se cruza de brazos y aleja la mirada de mi rostro. Les dedico una sonrisa fría. —Christian, eres un jodido abogado. No puedes actuar cuando te venga en gana al margen de la ley. Te dedicas a actividades ilegales. Tu deber es ayudar a las personas, no a matarlas. ¿Qué estáis haciendo?

—Sólo queremos protegerte. — exclama James atravesándome con su mar.

—No necesito que nadie me proteja. Sé cuidar muy bien de mí misma.— digo con un deje de amargura en la voz.

Un silencio hace presencia entre nosotros, a pesar de la suave voz de Aquilo de fondo. Ambos me miran con tristeza. No quiero que sientan pena por mi. Esto es sobre ellos, no sobre mi.

—No quiero que sintáis que tenéis que protegerme. Mañana mismo me iré, así que no tenéis que preocuparos por volver a verme. Vuestro sucio secreto está a salvo conmigo.— susurro con un fuerte dolor que empieza a crecer en mi garganta.

—No te puedes ir.— sentencia James.

Se levanta del sofá y se pasa las manos por su revoltoso pelo mientras camina de un lado a otro. Christian y yo le miramos preocupados aunque éste seguro sabe lo que está pasando en estos momentos por la mente de su amigo. De pronto se para en seco y me mira directamente a los ojos.

—Alba, hay alguien que te está buscando y no va a parar hasta que estés muerta.— susurra ido.

Mi cuerpo se paraliza intentando comprender lo que acaba de pronunciar.

—No es verdad.— exclamo segura. Es imposible que alguien quiera matarme. No es posible. ¿O si?

—Tus padres han estado recibiendo amenazas a través de cartas. Hace un mes entré en el despacho de tu padre y ambos estaban desolados. Les prometí que te protegeríamos. ¿Por qué crees que tu madre te animó a que vinieras esta semana con nosotros? — dice mirándome dulcemente.—La fecha límite para darles algo que reclama la persona que te busca es dentro de cuatro días.

Mis ojos se llenan de lágrimas. Mamá. Papá. No quiero que les pase nada a ellos. A ellos, no. preferiría morir yo antes que ver como alguien les arrebata la vida. Mis ojos se llenan de lágrimas y escondo mi cabeza entre las piernas llorando desconsoladamente. ¿Qué se supone que querría alguien de nosotros? Si no quiere de dinero, ¿qué es lo que busca de mi familia? Sólo me quiere hacer daño a mi, no a nadie más. Eso por una parte me alivia. No quiero que le pase nada a mi familia. Moriría por ellos con tal de que ellos sobrevivieran.

Me quedo callada por unos minutos encajando las piezas que faltaban para ver con claridad el puzzle. Ahora entiendo porqué todo el mundo insistía tanto en que viniera. Me engañaron todos.

—Estamos siguiendo la pista de la persona que te busca.— la voz de James rompe el silencio y yo aparto la cabeza de mis piernas para verle con claridad. Las lágrimas decoran mis mejillas.— Esta tarde encontramos a alguien que sabía algo, pero no quiso hablar. Prefirió morir antes que confesar para quien trabaja. Sucia rata. — exclama de mal humor sentándose de nuevo en el sofá.

—No quiero escuchar nada de eso.— susurro cabizbaja.— Es como si no tuvieras sentimientos.

—Los perdí hace demasiado tiempo. Tanto que ya no recuerdo lo que era sentir algo por alguien. — exclama con voz dura pero en sus ojos veo ¿tristeza? Cómo si echara de menos ese sentimiento. Sus ojos me dicen la verdad que sus labios no son capaces de pronunciar.

Los tres nos quedamos inmersos en un profundo silencio. La música hace rato que paró de sonar hasta dejarnos a cada uno con nuestros propios pensamientos. Observo a ambos detenidamente. Tienen un aspecto cansado, casi como si se estuvieran dando por vencidos.

—Todo fue una mentira, eh? — digo alzando una triste sonrisa que no alcanza lo que siento realmente en mis ojos.

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