Capítulo 8 (parte 5)

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Noto pasos entrando en la cocina. James viene cargando los platos y los vasos, junto a las cucharas. Christian viene detrás con la olla. Abre una de las puertas de la enorme nevera de acero inoxidable y la introduce. James mientras tanto abre el lavavajillas y entre los dos colocan todo. Cierran el lavavajillas y le pregunto a Christian por una cafetera.

Abre un estante y saca un cafetera Nespresso de color negro mate. Todo va a juego con la cocina. La coloca en la encimera y la enchufa. En uno de los estantes inferiores saca una caja de lo que supongo que serán las cápsulas.

—¿Me podéis esperar en el salón? Necesito pensar. — les ruego con la mirada.

—Está bien.— dice Christian . — Siéntete como si estuvieras en tu casa.

Los dos salen de la cocina dejándome a solas con la cafetera. Me agarro a la encimera y suelto un largo suspiro. ¿Dónde me he metido? Necesito unos minutos para pensar claramente. Una simple acción como preparar el café hará que me olvide de todo esto, al menos por unos minutos.

En lo estantes donde Christian sacó las cápsulas encuentro una bandeja de madera. No hay ninguna otra, así que tendrá que valer. La coloco en la encimara y en los estantes superiores encuentras tazas de café. Bueno, llamar a esto tazas de café sería un insulto. Unas preciosas tazas de porcelana de color blanco, están decoradas con una serie de dibujos en dorado. Cojo los platos que están al lado y la decoración dorada es igual. Coloco todo con sumo cuidado en la bandeja, las tazas de Versace son conocidas por ser muy caras.

Saco tres cápsulas del paquete y el resto las guardo en su sitio. Miro la máquina, supongo que no será muy difícil. Veo una jarra detrás de la cafetera y la desengancho. Me acerco hasta la nevera y agarro una botella de agua. La vierto hasta donde indica la raya. La vuelvo a colocar en la cafetera. Abro la tapa superior y introduzco la cápsula. Coloco una taza debajo y presiono el botón de encender. Repito el mismo proceso en las otras dos cápsulas y cuando termino las tiro a la basura. Busco el azucarero y lo coloco junto a las cucharas en la bandeja al igual que las tazas y salgo de la cocina con paso lento, no quiero que se ma caiga nada. No creo que le hiciera gracia que me cargara unas tazas tan caras. Dejo todo encima de la mesita de café.

Me siento en el sofá y veo como ellos están sentados enfrente de mi, al igual que cuando intentaron hablar conmigo. Observo como se echan azúcar y Christian echa dos cucharadas en la mía. Estaba acostumbrado, Emily y yo tomábamos muchas veces café con él en su casa.

Le doy vueltas al café y miro como la cuchara se mueve de un lado a otro. En cuanto miro el café pongo cara de asco. Me he olvidado de echarle leche. Espero que no esté tan asqueroso como parece. Miro mis pies y sin pensármelo dos veces me quito las sandalias. Mis pies me lo agradecen en el segundo que hacen contacto con el suelo. Muevo los dedos y veo pequeñas rojeces en ellos. No estoy acostumbrada a llevarlos tantas horas. Si no fuera porque estuvieran ellos delante mía me daría un masaje en los pies, pero no creo que sea muy higiénico tocar la taza después. Seguro que me mirarían asqueados. Agarro la taza y me cruzo de piernas encima del sofá, así estoy más cómoda. Suejta la taza con ambas manos sobre mi regazo viendo las pequeñas burbujas disipándose hasta los limites de la taza. Joder. Estoy nerviosa. Veo como la taza tiembla en mis manos. Intento relajarme. Relájate, Alba. Me digo a mi misma, pero mi cuerpo parece estar en otro mundo paralelo a este.

—Alba, ¿estás bien? Te tiemblan las manos.—observo como James mira mis manos. Ya lo sé. No hace falta que me lo digas.

—Si... no..., bueno si. Igual no, no lo sé.—digo atropelladamente y los dos se miran preocupados.

Doy un sorbo a la taza para tranquilizarlos y por poco tiro el café encima mía. Decido dejar la taza encima de la mesita. No quiero estropear el precioso tapiz del sofá sobre el que estoy sentada. Todo en esta casa tiene pinta de ser carísimo.

Mi PerdiciónWhere stories live. Discover now