Capítulo 8 (parte 2)

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Christian sale del taxi y yo me apresuro a recoger mis revistas que había dejado en el asiento del medio bajo la mirada exasperante que me ofrece el taxista a través del espejo retrovisor. Me coloco el bolso en el hombro derecho y la puerta se abre apareciendo una mano de Christian. Se la agarro con fuerza y salgo del taxi, intentando no caerme con los altísimos taconazos. Me pregunto si Christian se habrá percatado que estas sandalias no son lo más cómodo para viajar, unos tenis hubieran sido una opción mil veces mejor. Cierra la puerta y ambos despedimos al taxista del que no era mi devoto fan, puede que halla sido por mi momento en la luna y mi lentitud para salir.

Ante ojos verdes aparece una imponente fachada de un edificio. Por lo poco que puedo apreciar al ser de noche es la elegante piedra que han escogido para construirlo. Se ven varios balcones, que tienen unas decoraciones que la escasez de luz no me deja ver con claridad.

En la enorme puerta de color negro del edificio lo que más resalta es el pomo dorado que la decora en el centro. Se puede leer en la fachada el nombre del edificio. "The Luxury" aparece también en letras doradas, y creo que el nombre no podría ser más perfecto por lo que rezuma cada parte del edificio.

Caminamos los pasos que nos separan de la puerta, y a esta altura es aún más enorme. La puerta deben tener unos 3 metros más o menos. Me siento muy pequeña. Christian saca una llaves de su bolsillo y tras unos segundos de probarlas, por fin una encaja y puede abrir.

Deja la puerta abierta y me invita a que pase. Mantengo la mirada fija en los escalones que hay para no caerme de bruces. Una vez que me encuentro dentro de la estancia me maravilla la luminosidad que esta desprende.

A la derecha se encuentra un mostrador donde un hombre deja el libro que estaba leyendo a un lado al percatarse de nuestra presencia.

—Monsier Christian .—y es la única palabra que entiendo ya que el resto no lo percibo de ninguna manera.

Christian le tiende una mano y de se dan un apretón momentáneamente.

Yo me acerco y le tiendo mi mano sonriéndole, es lo máximo que puedo hacer. Nos despedimos de él y nos dirigimos al ascensor. Este por suerte se encuentra en esta planta y no tenemos que esperar a que baje. Nos adentramos en el y Christian introduce una llave en la ranura. El ascensor al momento empieza a subir y yo me sorprendo, nunca había visto algo así, sólo en los garajes. Demasiada modernidad, me digo a mi misma.

Los dos nos colocamos contra la pared, y la tensión se palpa en el ambiente, pero no se lo voy a poner fácil. Esto será como yo quiera, no como a él le apetezca.

Siento su mano tocando mis dedos y me alejo a la otra pared del ascensor, desde aquí le puedo observar mejor.

Le sonrío encogiéndome de hombros, ante su mirada que arde de deseo. ¿Esta noche nos acostaremos? Por mucho que quiera hacerlo estoy demasiado cansada, sólo puedo pensar en tumbarme sobre la cama y dormir de un tirón hasta el día siguiente.

Las puertas se empiezan a abrir y veo en la pantalla que indica que estamos en el piso catorce. Ese es mi número favorito. ¿Será una casualidad?

Salimos del ascensor y aparece una espaciosa recepción, marcada por unas escaleras centrales que se dirigen a la segunda planta del dúplex. Dos gloriosas columnas de orden griego la acentúan. A su derecha hay tres grandes ventanales tapados con unas cortinas burdeos. Dos sillones se encuentran dispuestos en medio del segundo ventanal. El recibidor es enorme, demasiado grande, diría yo. Algunas plantas se encuentras dispersas por las esquinas, aunque a esta distancia no pueden apreciar si son reales o simplemente de plástico.

Mi PerdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora