Capítulo 10

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Ahí estás.

Con esa mirada de prepotente que tanto me gusta. Quieres que me desnude, pero hoy no quiero obedecer. Hoy quiero ser una chica mala y que me castigues como sólo tú sabes hacer.

Me tiras de la coleta y me acercas a ti.

—Vamos a jugar, pequeña zorra. —susurra tan lentamente que mis braguitas se empapan al momento.

Me empuja contra la pared. Está enfadado. Me encanta despertar a su lado oscuro. El que nadie conoce. Sólo yo. Fuera de casa somos la pareja más romántica que jamás os podríais imaginar. Pero de puertas para dentro, unos depravados. Nuestros gustos son poco convencionales.

—Me la pone muy dura que no me hagas caso. Pero aún me la pone más dura saber que vas a sufrir.

La humedad sale por fuera de las braguitas. Un mar entre mis piernas. Me arranca el camisón de encaje de un tirón. Le encanta romperme la ropa.

—¿Por qué coño llevas esto puesto?

Me tira de la coleta y me muerde el lóbulo de la oreja.

—Porque sé que eso hace que te enfades.

Susurro despacio. Pronunciando cada sílaba.

—Jodida zorra. Ahora verás.

Me agarra por la coleta y me lleva a rastras al salón. Me tira en el sofá y me pone a cuatro patas.

El rasgido de las braguitas se escucha en toda la estancia. Eso y su gruñido.

Me acaricia suavemente las nalgas. Sé lo que va a venir a continuación. No sé si estoy preparada.

Zas. Su fuerte azote me impulsa hace delante y un chillido se escapa de mi garganta. El señor X suelta un suspiro de satisfacción. Está encantado con su trabajo. Seguro que en mi nalga derecha está dibujada su gran mano. Esta mano que ahora escocerá, igual que mi culo. Zas. Zas. Zas. Pierdo la cuenta de las veces que su mano me azota. No lo aguanto más.

—Para.— Chillo.— No me gusta esto.

—¿Qué coño has dicho? ¿Qué no te gusta? Eres una jodida zorra y lo sabes. ¿Me puedes explicar que esta esta humedad? Si no te gusta, ¿por qué tus piernas están mojadas? Eres una mentirosa.

Me azota una y otra vez sin descanso. De pronto para. Solo se escucha su respiración agitada y mis quejidos. Tengo el culo en carne viva.

Me vuelve a agarrar de la coleta y me sienta en su regazo mirándole de cara a él. Un fuerte dolor me recorre de pies a cabeza.

Mis mejillas están cubiertas por lágrimas. Bajo la vista y veo mis piernas cubiertas por flujos. Salen sin control de mi coño. Me pongo roja. La vergüenza me invade. Estoy manchando sus vaqueros con mi placer. Me empiezo a restregar por la tela. Sus vaqueros me ponen muy cachonda. Su mano se posa en mi clítoris y tira de él. Mis ojos se abren de golpe y gimo de placer. No puedo apartar los ojos de su mano. Ésta desciende lentamente hasta mis labios. Mis fluidos salen a borbotones. Me mete dos dedos dentro. Los mueve despacio. Rápido. Despacio. Rápido. Despacio. Rápido.

—¿Te gusta, pequeña zorra? ¿Quieres probarte?

Sus ojos están oscurecidos por el placer. Esto es lo que nos gusta. Nuestros juegos. Asiento avergonzada, mordiéndome el labio inferior. Saca los dedos de mi coño y me siento vacía. Acerca sus dedos a mis labios y los introduce. Me agarro a su mano y los chupo desesperadamente, imaginándome que es su polla. Me gusta mi sabor, pero preferiría el suyo. O los dos mezclados. No me importa. Retira los dedos de mi boca y me pone de pie.

—Me voy a dar una ducha, he quedado para tomar unas cervezas.

Me da un beso en los labios y me guiña un ojo. Se va. Dejándome sola. Necesitada. Con un dolor en el trasero y entre las piernas. No puedo masturbarme. Se enterará.

Estoy jodida, pero no literalmente. Lo sé, una desgracia.

—¿Quién eres?— susurro bajo mirando el techo, esperando por una respuesta que nunca llegará.

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