Capítulo 10 (parte 5)

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Cojo el móvil de mi bolsillo trasero y decido llamar por FaceTime a Emily. Hablar con ella siempre me pone de un humor fantástico.

—AlbaAAAAAAAAA.— Mi mejor amiga chilla histéricamente como si estuviera viendo a algún personaje famoso. Me desternillo mientras observo su rostro. Llamar a Emily siempre es una buena idea.

—Ahora mismo me siento como una famosa.— digo haciendo morritos.

—Ahora mismo estás tremendamente follable. Ese nuevo cambio de look te hace parecer una mujer peligrosa.— exclama mordiéndose el labio inferior.

Me pongo colorada de pies a cabeza. Ya estaba tardando en soltarme alguna perlita de las suyas. Sé que quiere acostarse conmigo, pero es mi mejor amiga. Por no mencionar que las mujeres son un jardín en el que nunca me gustaría aventurarme, me gustaban demasiado los hombres.

—Em...— pronuncio y como siempre no sé muy bien que responderle.

— Si me dejaras comerte el coño te volverías loca, y yo me volvería adicta a tus jugos.— se chupa un dedo lentamente y noto como mis mejillas arden por la vergüenza. Mi coño late ante la imagen que se acaba de recrear en mi mente. Suspiro olvidándome de eso. Nunca le contaré el efecto que han tenido sus palabras en mí.

—Ha vuelto.— suelto de pronto sin poder evitarlo. Deberías aprender a cerrar la boquita a veces.

—¿Quién ha vuelto?— suspira Emily frustrada. Esa no es la contestación que ella anhelaba. Se coloca un mechón detrás de la oreja y yo me debato entre si decírselo o no. Joder.— Es para hoy, señorita.— exclama metiéndome prisa.

—El Señor X.— digo en voz baja, pero por el gemido que emite mi amiga sé que me ha escuchado perfectamente.

—DIOS. Ojalá yo tuviera a un hombre así en mis sueños.— chilla con ojos de enamorada. — ¿Qué te hacia en este sueño?— su mirada perversa me asusta un poco.

—Me castigaba por no obedecerle. — digo mordiéndome el labio inferior.

—Soy toda oídos.— se recuesta en el sofá, expectante por mi respuesta.

—Me daba azotes, muy fuerte. Tanto que se me saltaban las lágrimas, pero... eso sólo hacia que mi coño se empapara cada vez más y más. Me decía que se la ponía muy dura y a mí me encantaba que me llamara pequeña zorra.

Decir esas palabras en alto provoca que una ligera humedad empiece a salir de mi coño.

—Así que al Señor X y a ti os va lo duro.— dice con una enorme sonrisa en la cara.

—Hay algo en él que me provoca hacer cosas que no debería.— exclamo avergonzada.

—El placer está en el dolor.

La voz de James nos pilla por sorpresa a ambas, y cuelgo la llamada como acto reflejo. Joder. Esto no puede estar pasando. Tierra trágame. James se encuentra recostado tranquilamente contra la columna de la entrada. No me gusta nada la manera en la que me mira.

—¿Qué.... qué has oído? — pronuncio nerviosa, rezando internamente para que no escuchara casi nada.

—Todo.— dice lentamente.

Trago saliva intentando una manera de explicarle todo esto.

—James...

—Ven conmigo, cielo.— dice extendiendo una mano en mi dirección y de pronto un escalofrío recorre mi cuerpo.

—No puede ser.— susurro en voz baja.— Eres.. eres...— No soy capaz de pronunciarlo en voz alta. Esto no puede ser real. No puede ser él.

Unos pasos apresurados se escuchan por el pasillo y un Christian enfadadísimo como nunca antes lo había visto aparece haciendo que todo lo que había pasado hasta este momento se desvanezca.

—¡Nos tenemos que ir! ¡Ahora!—ruge.

Sus chillidos me empequeñecen. ¿De qué está hablando? ¿Irnos a dónde? No hablan entre ellos, pero por la mirada que éste le dirige a James veo como comprende que está pasando en estos momentos. Y sé que yo no formo parte de ese plan.

—¿Adónde os vais?— pronuncio la pregunta lentamente.

—Alba, ahora no.— me espeta Christian dejándome inmóvil.— ¡Quédate aquí! No salgas de casa bajo ningún concepto.—James me implora con su mirada que no les desobedezca. Y por una extraña razón siento que estoy en peligro. Siento que ellos son peligrosos.

Caminan hacia el ascensor y esperan pacientemente hasta que este llegue a nuestra planta. Entre ellos susurran cosas que mis oídos no pueden llegar a escuchar. Cuando las puertas se abren ellos se meten dentro de el sin ni siquiera mirarme, sin darme ninguna explicación. Me acerco hasta las puertas a paso apresurado y cuando estas están a punto de cerrarse por completo veo como Christian saca de su chaqueta un arma y se la da a James.

Me quedo fría, paralizada. Sabía que eran peligrosos, pero para mi salud mental, no para otras personas. Me quedo unos minutos observando las puertas, deseando que todo sea mentira. Que aparezcan de nuevo a mi lado diciéndome que nada de esto es verdad. Pero espero, y espero, pero nada ocurre. Estoy sola.

Decido ir al salón y encender la chimenea. De pronto un frío se ha instalado en mi cuerpo dejándome desolada. Me siento en el suelo y observo como las llamas se mueven de una lado a otro, y a medida que crecen un poco de calor llega a mis huesos. Respiro agitadamente. ¿Qué van a hacer?

Un fuerte relámpago se escucha a lo lejos y observo como el cielo se empieza a oscurecer, al igual que sus almas.

Mi mente va a mil por hora intentando entender porqué los dos iban armados. Tiene que haber una explicación coherente para todo esto, ¿verdad? Pero en mi mente una palabra resalta a fuego por encima del resto. MATAR. Un escalofrío me envuelve todo el cuerpo dejándome los pelos de punta. Me abrazo a mi misma, intentando calmar mi respiración.

Una fuerte lluvia empieza a dejarse ver en las calles de París, y por una extraña razón mis lágrimas salen sin control de mis ojos. Llorando con la compañía de la lluvia no me siento tan sola. Dejo que mis lágrimas empañen mis mejillas sin molestarme en limpiarlas.

No sé cuanto tiempo permanezco en la misma posición. Todo a mi alrededor está a oscuras, excepto por las pequeñas llamas que aún siguen en la chimenea. Mi mirada está ausente entre las llamas. No quiero pensar en nada más. Ya no tengo fuerzas.

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