Capítulo 10 (parte 3)

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Me levanto rápidamente de la cama y recojo la ropa de camino al baño. No sé porqué pero una estúpida sonrisa se dibuja en mi cara sin venir a cuento de nada. Estoy pletóricamente feliz. Parezco una niña con zapatos nuevos.

Al encender la luz del baño y mirarme al espejo mi sonrisa se borra de golpe. ¿Qué coño? Tengo toda la cara manchada de rimmel y el pintalabios esparcido por una de mis mejillas. Mi pelo es un desastre. "5 minutos." La voz de Christian aparece en mi mente siendo consciente de que tengo que moverme ya. Abro el grifo y me lavo la cara rápidamente quitando todo el exceso de rimmel y pintalabios de mis mejillas. Me seco la cara dejando la toalla de todos los colores posibles, menos blanca. El pelo lo dejo por imposible, estoy empezando a odiar ese descontrolado flequillo. Me pongo rápidamente los calzoncillos y la camiseta al paso que camino aceleradamente hasta la puerta que me indica Christian.

Abro la puerta y allí se encuentran esos dos dioses griegos que espero que me follen cuanto antes posible. Tengo miles de orgasmos que imploran por salir de dentro de mi.

James se encuentra corriendo en la cinta con un pantalón corto negro. El sudor resbala por su espalda de una manera deliciosa. Me gustaría lamer su espalda.

Unas palmadas enfrente de mi cara me despiertan de mi ensoñación. Christian me sonríe ampliamente y yo me me deprimo, no me gusta hacer ejercicio.

—¿Podemos empezar con esto cuánto antes? Quiero comer ya.— digo tapándome la cara.

—Cielo, ¿por qué no dejamos que el Señor gruñón haga ejercicio y yo te ayudo mientras tanto?— la voz de James me pilla desprevenida. Veo que ha bajado el ritmo y poco a poco está caminando hasta que se baja de la máquina. Agarra una toalla y se limpia el sudor que perla su cara. Me relamo los labios. ¿Cómo he tenido tanta suerte para que dos hombres como ellos se fijen en alguien como yo?

—Alba vive en un continuo estado de estar cachonda. Siempre dispuesta para nosotros, ¿verdad?— susurra Christian cerca de mi oído rozando mi cintura.

Contengo la respiración unos segundos sintiendo su caricia. Esta no dura casi nada ya que se aleja rápidamente de mi y releva a James en la cinta de correr.

—¿Por qué no pones un poco de música?— exclama James dándome un iPod.

Muevo mi dedo indice por la pantalla intentando buscar una canción que me guste y en cuanTo encuentro una canción que me llama la atención pulso sobre ella. Bad Habit de The Kooks empieza a inundar la estancia a través de los altavoces.

Mis caderas se empiezan a mover sensualmente sin control. El ritmo de la canción es demasiado adictivo. Me muevo lentamente a mi alrededor levantando los extremos de la camiseta. Mis manos se dirigen a mi pelo, meciéndolo sensualmente. Unas manos se agarran a mi cintura y me dejo caer contra el pecho de James. Cierro los ojos dejándome llevar por el envolvente sonido. La boca de James de acerca a mi oído y el bello de mi cuerpo se eriza al escuchar como canta profundamente la canción. Nuestros cuerpos se rozan. Mi culo se restriega contra su polla. Los dos gemimos envueltos por completo en la canción y en nosotros mismos. Un ligero gemido se escapa de mi garganta. Me agarro a su antebrazo. Noto como sus músculos se contraen ante mi caricia. La canción termina dejándonos a ambos quietos. Empieza a sonar Sorry y los dos decidimos separarnos. Me giro y antes de enfrentarme a esos ojos azules que tanto me gustan, observo como Christian sigue corriendo sin haberse dado cuenta de nada de lo que ha ocurrido. Mejor, no creo que a Don gruñón le gustara.

—¿Podemos empezar?— digo mirando al suelo.

—Túmbate en la esterilla. — dice acompañándome.

Me tumbo al completo en la esterilla y noto como agarra mis pies.

—Para empezar necesito que hagas 50 abdominales.

—¿!QUEEEEEEEÉ!? ¿PERO TÚ QUIERES MATARME O QUÉ?— Chillo como si estuviera echando espuma por la boca.

—Quiero matarte... a polvos.— dice con voz profunda.

Levanto el tronco lentamente y consigo hacer el primer abdominal, no sin antes enseñarle el dedo del medio. Pone cara de ofendido pero veo como como está muriendo por reírse.







—No puedo más.— exclamo limpiándome el sudor que empaña mi frente.

Después de estar más de una hora haciendo ejercicio, siento como mi cuerpo ha llegado a su límite. Después de los abdominales vinieron las flexiones y cincuenta mil ejercicios más. Mis glúteos estaban molidos. Pongo las manos sobre mi cara y me quedo tumbada en el suelo. No soy capaz de levantarme. Nos encontrábamos James y yo solos en el gimnasio. Unos minutos antes Christian había recibido una llamada importante y aún no había vuelto.

—¿No quieres desayunar?— exclama James riéndose.

—Ahora mismo no creo que me entre nada.— digo haciendo un puchero.

—¿Nada? ¿Ni siquiera mi polla? — exclama sorprendido.

—Gilipollas.— exclamo dándole una ligera patada en la pierna.

Me sujeta las piernas a ambos lados de mis caderas y le miro sin entender. En sus ojos toda gracia ha desaparecido. Acerca su cara hasta mi coño y yo cierro los ojos al sentir como su nariz hace contacto con la tela. Pasa la lengua a través de el.

—Este gilipollas lleva una hora oliendo ese dulce olor proveniente de tu delicioso coño. Me pone muchísimo que estés cachonda a todas horas. Los tres somos unos jodidos depravados, cariño.— susurra sobre mi coño. Yo cierro los ojos. Ahora mismo estoy más que en el séptimo cielo.— Levántate antes de que te rompa los calzoncillos y me coma ese coño.— ruge.

—Yo voto por la comida de coño.— digo levantando una mano.

—Esta noche sí que te vas a ir escocida a dormir.— exclama por lo bajo. ¿Lo ha dicho para si mismo o para que le escuchara?

—¿Qué has dicho?— digo levantándome del suelo.

—Será mejor que te duches. Las estilistas vendrán en un rato y no creo que te apetezca recibirlas de esa guisa.— dice mirándome de arriba abajo.

—¿Tú no te vas a cambiar?— digo repitiendo sus movimientos.

—¿Celosa?—exclama pasándose una mano por la barbilla.

—¿Yo? Nunca.— digo mirándole enfadada mientras salgo por la puerta. Por supuesto que estoy celosa.

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