11. Siamo rose e spine

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11. Siamo rose e spine

Ciudad de Nueva York

André estaba en la habitación de Logan, tirado con la espalda contra el colchón y los brazos tras su cabeza, escuchando al pequeño genio cibernétio quejarse sobre la rubia Ambrosetti y su terquedad.

- Cada segundo está más loca - masculló el ojiazul mordiendo su pulgar en evidente nerviosismo.

André rió, incorporándose y admirando al menudo chico. Lo notó estresado, con ojeras de varios días y hombros tensos. Sonrió al tener una idea.

- Acuestate boca abajo - Logan lo miró confundido, pero hizo lo pedido -. Quítate la camiseta - De nuevo Logan obedeció y se quitó la prenda celeste, dejando su espalda llena de pecas al descubierto. André se sentó en su espalda baja, comenzando a masajear cuello y hombros con delicadeza. Logan gimió agradecido -. Estás tan tenso. Necesitas dejar de pensar en la loca familia, en especial esa rubia - Tocó un punto entre los tendones y la base del cuello que hizo a Logan gemir más alto.

- Eres un... - Gimió otra vez cuando André fue a la mitad de su espalda y comenzó a hacer círculos tranquilizadores -... un maldito Dios en esto.

El chico musculoso rió entre dientes sin dejar de hacer su trabajo.

- Cuando mi prima Max se siente estresada también le hago masajes, y digamos que siempre  está estresada - Kahn se carcajeo cerrando los párpados, ronroneando ante los masajes del chico de manos milagrosas.

- El estrés es una de las desventajas de ésta familia. Ninguno mide las consecuencias de sus acciones, solo hacen lo que les venga en gana y salen inmunes, con el resto reparando todo el desastre que dejan a su paso - Confesó Logan, por primera vez hablando sinceramente sobre sus sentimientos. Owen era bueno escuchando, pero lo que más le interesaba era las chicas y poco la vida de su amigo ojiazul.

André detuvo sus manos un segundo y siguió cuando Logan se quejó aclamando su atención.

- Pero los quiero, ¿sabes? Son mafiosos pero... son la familia que nunca tuve.

Y era cierto. Su padre, Zu Yang Kahn, era un respetado empresario de Tokio que se había enamorado de una americana y ahora él dirigía una de las mayores empresas industriales de Estados Unidos y ella tenía su propio Bufete de abogados en Nueva York. Y con padres tan exitosos Logan de sentía insignificante. Cada logro importante para él pasaba desapercibido por ellos. Se sentía tan solo en su casa con sus padres trajando las 24/7, y siendo hijo único y un freak antisocial, su lista de amigos se reducía a uno, Owen. No era sencillo ser ignorado por los seres que lo habían traído al mundo. La falta de amor lo volvía un ser gris, mecánico e inhumano, por ello decidió irse en la manaña de su décimo quinto cumpleaños, sabiendo que sus padres habían olvidado la fecha nuevamente como el año anterior.

Lo que no sabía, era que esa manaña fue diferente, porque el Sr y la Sra. Kahn compraron un pastel de chocolate blanco esperando sorprender a su hijo, pero la sorpresa se llevaron ellos al encontrar su cama vacía con la ropa tirada por doquier.

Durmió en un motel por varios meses, viendo las noticias de su desaparición por todos los medios de comunicación y a sus padres dando recompensa por su búsqueda. Pero no se creía el repentino interés de la pareja, pues bien podía ser para atraer la atención de espectadores y abastecer sus negocios. Ya no confiaba en nadie que no fuese Owen y si mismo.

¿Dónde entra Alex? Pues en un juego de billar en un bar de mala muerte. Logan, (quien logró entrar al bar con ayuda de un poco de dinero), ya tenía en la quiebra a todos en la mesa y la rubia lo veía entretenida desde la barra bebiendo de su cerveza fría. En algún momento Kahn metió la bola 8 y su contrincante lo acusó de hacer trampa. Lo típico. Un par de golpes aquí y allá, cosas rompiéndose, gritos incitando la pelea, hasta que Alex vio al pobre chico con un labio partido y un corte en su ceja en el piso y decidió intervenir.

Bad Girls © (Sin editar)Where stories live. Discover now