31. Nunca nada dolió tanto

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RAZVAN

Roma, Italia

Si el dedo de ese hombre se deslizaba solo un centímetro a la izquierda todos estarían jodidos.

Recordó el momento en el que advirtió a Edoardo que confiar una tarea tan importante a uno de esos idiotas era riesgoso. Pero Edoardo no había querido darle la razón, por eso el edificio y media calle alrededor, volaría en mil pedazos.

Su segundo al mando hizo una señal para que le disparara.

Era la única opción. Si no lo derribaban activaría el explosivo.

—Ahora —insistió. Razvan maldijo internamente. No era la primera vez que asesinaba, no llevaba la cuenta, pero no disfrutaba repartiendo muerte. Tiró del gatillo con la mira puesta en el centro de la cabeza del idiota, justo entre los ojos.

El cuerpo cayó sin vida al suelo, el golpe fue seco, solo la sangre que brotaba del hoyo en la cabeza dejó ver lo que había pasado a aquel hombre. El explosivo, al que se aferró su mano hasta el último momento, terminó también rodeado por la sustancia viscosa.

Razvan se quitó el lente y bajó el arma. Más de una risa victoriosa se elevó a lo largo de la bodega, y el enfrentamiento continuó. El hombre del explosivo había sido solo una distracción.

—Subiré a la oficina —le informó el segundo al mando—. Cúbreme. Después iremos por un trago para celebrar tu nuevo cargamento.

Razvan asintió. Siguió a ese hombre y cumplió con la misión de esa noche, sin más contratiempos, como lo hacía desde dos meses atrás, cuando decidió dejar atrás la vida que William Dimitrov planeó para él y se fue a Italia con su madre.

Lo último que quería era celebrar que habían terminado con la vida de casi cincuenta personas. El cargamento que protegían era una ventaja sobre el resto de las familias. Hasta ese momento, y, desde que Razvan llegó, el puesto número uno pertenecía a los Velarde.

Hubiera preferido mantenerse al margen y al principio lo intentó. No le interesaba aprender lo que Ivanka y Edoardo hacían, no quería formar parte de ese mundo. Sin embargo, pese a que al dejar a los Dimitrov les demostró que estaba de su lado, Edoardo le pidió que entrenara y aprendiera el funcionamiento de la organización junto a él.

Fue así durante las primeras seis semanas, con tres diferentes misiones que consistían en los mismo; robar el contrabando de alguien más. La mafia italiana, y Razvan estaba convencido que en todo el mundo era de esa manera, se atacaban entre ellos un día y se embriagaban juntos al siguiente.

El poder no pertenecía siempre al mismo grupo, sino al que lograba mantenerse más tiempo a costa de las otras familias.

Cada vez desbloqueaba un nuevo acercamiento a Edoardo e Ivanka. Vivía en la casa principal con ellos y la de esa noche había sido su tercera misión como líder. Se acercaba al momento por el que decidió ir a Italia en primer lugar; matar a William Dimitrov.

ImpurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora