27. Nadie es quien dice ser

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BAX

Una fresca sensación hizo que se despertara. Tardó unos segundos en adaptarse a la poca iluminación de la habitación en la que estaba. Era amplia y olía a madrea recién lustrada, solo eso sabía. La decoración no era nada que conociera y más allá de la ventana todo lo que logró distinguir fueron altos árboles con ramas mezcladas unas con otras.

Había sido secuestrado. Theo resultó herido intentando evitar que se lo llevaran y él no tuvo oportunidad de correr o siquiera de moverse después de que alguien lo tomara del cuello y le pusiera una tela húmeda con un olor que lo dejó mareado antes de desmayarse.

Quería pensar que se trataba del mismo día. No sabía si porque ya se había encontrado en esa situación antes o porque esta vez sus dos padres estaban en la misma ciudad y a él lo habían capturado en un lugar público, pero se aferró a la idea de que su familia estaba buscándolo en ese momento.

Y quien sea que se atrevió a secuestrarlo no podía ser más que un idiota sin instinto de supervivencia.

No solo era su familia, ahora también estaba Razvan... antes Allan Black, la persona más terca e inteligente que pondría a la ciudad patas arriba para salvarlo.

Así que, cuando la puerta de la habitación, frente a la cama, se abrió, él esperaba de pie cerca de la ventana, con los brazos cruzados y una expresión despreocupada. Pese a que en su interior no podía evitar que creciera la espina del temor y el nerviosismo.

Podía imaginar que se trataba de un secuestro por dinero, por los trabajos de sus padres era fácil señalarlo como el objetivo más fácil para llegar a ellos.

—Creí que dormirías un par de horas más, pero me equivoqué —dijo Morgan García, la pelinegra que trabajaba para su padre en la agencia, quien a esas alturas debía haber revelado sus verdaderas intenciones.

—Me agrada descubrir que yo no me equivoqué cuando te llamé víbora en mi mente —respondió Bax, se alejó de la ventana abierta y emergió al balcón.

Afuera, el viento era tan fuerte que su cabello se echó todo hacia atrás y su rostro quedó descubierto.

—Di lo que quieras, lo único que tienes son palabras que no significan nada.

Ella lo siguió al exterior y se detuvo junto a él cerca del barandal.

—Y aun así aquí estás, hablando conmigo —evidenció Bax. Aun no sabía si Morgan trabajaba para alguno de los padres biológicos de Razvan, actuaba sola o para alguien más. Pero no iba a darle el gusto de preguntarle.

Lo que menos le convenía en ese momento era actuar preocupado. Aunque lo estuviera.

—Estoy aquí porque debo vigilarte, es todo —aseguró ella.

ImpurosWhere stories live. Discover now