23. Desconcierto

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BAX

Cuando era pequeño le gustaba entrar a la oficina de su padre. Se sentaba tras el escritorio y fingía entender lo que leía en los papeles importantes. Daba órdenes y señala como si tuviera un equipo al que debía dirigir.

Hacía tiempo que no entraba para leer nada que se suponía no debía; desde que tuvo entre sus manos el historial de Allan Black y descubrió que su padre llevaría a casa a un fugitivo para convertirlo en su mano derecha.

La necesidad de saber lo que su padre le había pedido a Allan buscar esa noche, y que seguro Allan encontró y no le agradó, hervía tanto en su interior que no fue capaz de dirigirse a su habitación. Sus piernas lo llevaron a la puerta del estudio de su padre.

Tras él, desde el pasillo, escuchó pasos y en lugar de retroceder, abrió la puerta con cuidado y entró a la oficina. Se ocultó tras las estanterías al fondo, esperando no ser visto.

Allan actuó extraño con él antes, no sabía explicar cómo, pero lo notó en su mirada. Normalmente, Allan no evitaba mirarlo a los ojos cuando hablaban, y esa noche después de haber hablado con Will, lo hizo.

La puerta se abrió y sus padres entraron. Charles iba vestido con un pijama de seda negra y Will llevaba la misma ropa de antes, seguro había continuado trabajando.

—No podías esperar que no lo descubriera nunca —dijo Charles en tono monótono.

Bax se agachó hasta prácticamente quedar sentado sobre la alfombra, la única luz en el estudio provenía de la lámpara en el escritorio, sus padres se habían sentado uno frente al otro alrededor de la mesa de madera.

—De hecho, eso esperaba, se supone que no debía enterarse —respondió Will—. Toda la vida que Allan cree tener es una farsa... muy diferente a lo que debió ser, yo se lo arrebaté.

—Lo salvaste, Dominik, su historia no fue un cuento rosa, pero habría sido peor, él no sería el chico que es hoy...

Se cubrió la boca con una mano para acallar el sonido de sorpresa que se le escapó. Sus padres hablaban de Allan. Pero lo que decían no tenía sentido.

—Quiere que le explicaciones —continuó William. Por entre los espacios libres de la estantería alcanzó a ver cómo su padre removía su cabello rubio y lo apartaba de su frente—. Hablaré con él mañana mismo, después de que conviva con ustedes. Querían conocerlo...

—Me sorprendió —admitió Charles con su duro acento italiano—. Esperaba algo diferente, aunque su personalidad es parecida a la de ella, su apariencia es tan parecida a la de su padre que creí que lo tenía en frente.

—Ya lo habías visto, querido —recordó el hombre ruso, levantó la pantalla de la tableta frente a él y la giró hacia su esposo—. Pero sí, el parecido es impresionante. Agradezco que ahí termine la comparación. Allan es mejor persona gracias a lo que ha vivido.

ImpurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora