16. Extraños comportamientos

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No pude contestarle porque me tomó de la mano y volvió a caminar a paso rápido. Me dejé guiar guardando silencio, sabiendo, que por al menos esa noche, tendría que aceptar a su petición. No traería problemas y no hablaría si no me lo pedían. ¿De esa manera él me debería un favor, verdad? Le miré la espalda y luego observe su mano enlazada con la mía.

La luna llena se mostraba a todo su esplendor entre las ventanas y nuestras sombras se reflejaban en el corredor de aquella mansión estremecedora. Los dos yacíamos con un trote de flujo moderado pues en unas horas, seria por fin, la esperada media noche.

Alexander mostraba un rostro tranquilo y sereno que para diferencia mía, era todo lo contrario. Me sudaba la cara, estaba nerviosa y tenía miedo de lo que ocurriría en segundos. «¿Qué pasaría esa noche?» Esa era la pregunta del milenio. Era tan cómico que ya me lo hubiese cuestionado varias veces, pero nada. No podía adivinarlo y eso no lo soportaba. Necesitaba saberlo. ¡Quería saberlo!

Terminamos de andar por aquel corredor que nos guiaría entonces a las escaleras principales. Ahogándome entre mis preguntas, tomé con cierto miedo el respaldo de la grada y bajamos juntos al primer piso.

Era extraño que la mansión cambiase tanto al punto de la media noche. La casota parecía más viva que antes. Por las mañanas se semejaba a una casa encantada, abandonada; pero por el ocaso, a muy altas horas de la noche, era un hogar más. Lástima que estuviese llena de criaturas de mala fe que andaban por ahí en busca del rojo de la sangre.

Suspiré mientras daba el primer paso en el recibidor, viendo como la puerta me gritaba para que corriera tras ella. Me quedé un momento mirando los detalles grabados en la madera de caoba. Tan fina, pero a la vez escalofriante.

Cerré los ojos cuando me decía a mí misma del que no podía hacer lo que mi subconsciente me bramaba con fiereza. Yo ya estaba condenada a estar en este lugar. Encerrada como un pajarillo en una jaula hasta que pudiera volar libremente.

Una de mis manos tapó mi rostro. Si seguía pensando en aquello, seguro que lloraba.

—Nicole. —Llamaron mi nombre—. No pierdas el tiempo, andando.

Alexander estaba a centímetros de mi cuerpo, como quien supiese lo que estaba pensando. Tragué saliva mientras bajaba un poco la cabeza.

—Sí, vamos...

Caminé a un lado de él, presintiendo entonces como aquella mano grande y masculina encaba perfectamente en mi cintura. Abrí mis ojos con cierta sorpresa silenciosa, muriéndome entonces de la vergüenza. Mi rostro, inesperadamente, se había teñido de un color rojizo y, por primera vez, no pude encararlo. Quise pedirle explicaciones por sus actos, pero el tramo para pasar al comedor fue muy corto.

—Recuerda no llamarme Alex en la fiesta y más te vale no mirar a mis padres a los ojos. Es de mala educación hacerlo aquí.

—¿Tus padres?

Las puertas se abrieron al termino de mis palabras, dejando ver entonces que habían cientos de vampiros junto a lo que parecían ser sus mascotas. Tragué saliva con cierto miedo, aferrándome entonces al esmoquin de quien soltaba un gesto divertido a mi lado.

—Exagerada.

Lo fulminé con la mirada antes de poner atención a cada invitado del lugar. Se notaba la diferencia entre una especie y otra. Podía decir claramente quien era o no un ser de la noche. Las mascotas eran menos agraciadas y no hablaban, los vampiros simplemente se comunicaban entre ellos; algunos mirándonos, otros murmurando no sé que tantas cosas.

Hiperventilé, intentando enfocarme en cualquier cosa que no fueran los presentes. Mi mirada se fue entonces al centro de la habitación. El mesón que utilizábamos para desayunar por las mañanas había sido arreglado para la ocasión especial. El candelabro que colgaba en medio de la habitación brillaba en todo su esplendor con aquellas pequeñas velas que alumbraba el enorme cuarto. No pude evitar mostrar una cara de asombro al observar cada detalle que habían colocado, era tan diferente a cuando pasaba por la casa de día. Podía decirse que el comedor era la habitación más grande de la gran mansión exceptuando del recibidor, así que de cierta forma, era excepcional lo que habían conseguido en un par de horas.

Colores oscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora