13. Ojos rosas

40.2K 2.7K 188
                                    

Anduve aprisa por los oscuros y largos corredores de la mansión con el único objetivo de encontrar a mi secuestrador. Aún tenía ese sentimiento de acoso picándome en el cuello; ese que me tocaba para ocultar lo que no había pasado la noche anterior. 

La conversación con Rossette me había afectado; así que me sentía como una fugitiva de una gran prisión. Sabía que no tenía la culpa, pero al mismo tiempo, entendía que ayer debía de haber sido mordida para evitar que algo peor me ocurriera. El comprender que no muchos seres humanos sobrevivían aquí si un vampiro las desechaban, me llenaban de pavor. 

Divagando por la oscuridad, me puse a pensar en muchas cosas: era seguro que Alexander estaba muriéndose de hambre; así que era algo inevitable que ocurriera hoy. Entender que debía de hacerlo para sobrevivir me llenaba de un poco de valentía y me hacía querer ceder sólo por ahora.

Tragué saliva sabiendo lo que me esperaba y, aumentando mi miedo, seguí argumentando en silencio mi necesidad inmediata de ver a aquel vampiro al que no le interesaba mucho, pero que ocupaba para no morir en cualquier momento.

Giré por otro pasillo con ello en mente y con la esperanza de ver algunas escaleras que me llevaran al siguiente piso. 

No sabía realmente mi paradero, pero al menos mi lógica fue más fuerte. Por lo que pude ver durante el día, su habitación estaba en el última planta de la esa gran mansión, así que si seguía subiendo, debería de poder llegar hasta él. 

Ante mis pensamientos, aseguré mi éxito y di crédito a meterme por consiguiente, en lugares desconocidos para mí. Paso a paso, el pasillo me envolvió y segura de que encontraría pronto alguna otra escalera para seguir, imité mis acciones una y otra vez.

Los minutos pasaron volando, terminando por obvias razones por perderme en la total oscuridad. El largo pasillo sin fin podía apreciarte tanto atrás como delante de mí. Insegura por no encontrar esa puerta oscura, caminé más lento, mirando a todos lados con un ceño suspicaz.

No quería llamar la atención con mis pasos fuertes, pero estaba lista para correr de ser necesario. No sabía si Alexander me rescataría de nuevo, pero no quería darle la satisfacción de volver a hacerlo. Tomé con fuerza mi mano para darme más valor y enfrentarme así a esos corredizos infectados por vampiros deseosos de mi sangre.

¿Cómo rayos iba a salir de ese gran lío en el que me habían metido? No solo me habían convertido a ser, obligatoriamente, la esclava de Alexander; sino que iba a tener que dejar que el me mordiera de nuevo, esta noche.

Sabía que no era lo que quería porque dolía y mucho. ¿Pero habría otra manera? ¿Y si hacía algún trato con Alexander? Me mordí el labio sabiendo que no daría su brazo a torcer. Con lo poco que lo conocía, sabía que le gustaba ganar y tener la última palabra en todo.

Suspiré dándome por vencida, pero mientras viajaba en mis pensamientos por la respuesta que me atormentaba, un escalofrió recorrió cada parte de mi espalda. Sentí un frío tan helado recorrerme que pude darme cuenta que alguien estaba persiguiéndome. Mi corazón palpitó como loco, mi sexto sentido lo sabía. Alguien me observaba.

Tragué saliva temerosa y aunque desprotegida, me atreví a girarme para observar si estaba en lo correcto. ¡Y vaya que lo estaba! Casi al fondo del pasillo, más allá de la oscuridad, unos ojos yacían clavados en mi cuerpo. Siguiéndome desde lo más lejos, imitaba cuidadosamente cada movimiento que daban mis pequeños pies ya convertidos en gelatina.

El temor invadió mis pensamientos y, sin meditarlo claramente, aceleré mi caminata hasta convertirla en un trote que le advertía a mi acosador que quería huir de él.

La tensión invadió el pasillo con mi respiración acelerada. El corredor era alumbrado por velas tenues, por lo que todo se me hacía más lúgubre de lo que debía de ser. Las pocas ventanas del pasillo me mostraban el cielo nocturno y las estrellas tintineando a lo lejos me advertían que estaba en el peor lugar para estar perdida. Mis latidos aumentaron y entendí a la perfección que estaba en un peligro inminente.

Colores oscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora