11. Rituales

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Corrí sin voltear atrás. Aquel pensamiento me había dolido tanto en el pecho que realmente no sabía ni que hacer. ¿Cómo era posible este escenario? Hace dos días no podía ver pero mínimo tenía mi libre albedrío. Hoy, podía ver los colores que tanto anhelaba, conocía gente desquiciada y bueno, había vampiros. ¡Claro, algo tan normal como respirar! ¿Por qué solo a mí la mala suerte se me echaba encima?

Había pasado ya bastantes habitaciones y cada vez que pasaba por una, podía observar a los vampiros alimentándose de sus mascotas o estas mismas pidiendo clemencia por una acaricia. Todo esto era imperdonable. ¿Yo era la única cuerda? ¿Dónde estaba la humanidad en este lugar? ¿¡Cómo era posible que cada persona estuviera tan desesperada, tan feliz, tan acostumbrada a todos estos tratos!?

Tal vez, por esto mismo, empezaba a odiarlos... y más aún a ese arrogante de Alexander quien me había dejado indefensa e ignorante sobre ese baño sin haberme dicho en dónde diablos estaba mi cuarto o qué carajos debía de hacer. Me había dejado a mi suerte y no sabía siquiera en dónde estaba para pedirle que me regresara a mi casa.

Así que, con toda la prepotencia en mi pecho, comencé a buscarlo aún incrédula. ¡Todo esto era irreal! Seguramente esto era una broma o un sueño. Debía de serlo. 

Respiré profundamente cuando pasé por los corredores y, sin quererlo, llegaba a las escaleras principales. Pensé casi al instante en dos opciones que definirían mi futuro: salir corriendo de esa casa por la puerta principal que se encontraba a mi derecha o subir las escaleras y enfrentarme a Alexander. ¿Qué hacer ante esta situación?

El pánico simplemente me suplicaba que corriera fuera de aquel lugar, pero mi sentido de inteligencia ya lo había razonado más detalladamente. Si salía corriendo, al fin de cuentas Alex se enteraría y cuando me encontrase, quién sabe que cosas tan horribles podría hacerme. Aparte, mis piernas simplemente se habían quedado paralizadas ante aquel razonamiento lógico y perturbante.

Miré hacia las escaleras que daban al segundo piso y fue entonces cuando me detuve. ¿Qué rayos estaba haciendo? ¡Corre Nicole, corre! Accedí ante mis propios pensamientos de supervivencia y entonces volteé de nuevo hacia la entrada. Me iba a escapar y pediría un raid o algo así, pero ni en sueños me quedaba aquí.

Sin embargo, cuando estuve a punto de correr. Ahí, frente a las grandes puertas de caoba, estaba una hermosa y delicada niña de ojos esmeraldas, la cosa más bella que jamás había visto. Sentí un aire frío que me hizo temblar. Su piel pálida contrastaba contra la oscuridad del pasillo. Traté de decir algo, pero cuando me sonrió, me detuve. Unos colmillos afilados y brillosos aparecieron en la escena.

Era un vampiro.

Mi reacción no fue del nada agradable. Retrocedí de ella aterrorizada. Subiendo obligatoriamente las malditas escaleras de las cuales pretendía escapar. Y mientras me trepaba en aquellos escalones, me giré hacia atrás, apreciando su silueta tranquila acercándose lentamente hacia mí, con una gran sonrisa de satisfacción en su rostro.

No tuve el valor para mirar atrás nuevamente ya que pensaba que si lo hacía, me toparía con su rostro mordiendo mi cuello, así que solo subí escaleras que no debía de subir y corrí por pasillos que no debía recorrer. Aceleré lo más rápido que pude porque sabía que la tenía atrás, persiguiéndome.

Era como si estuviésemos jugando al gato y al ratón, así que por eso apresuré el paso con nerviosismo, haciendo que hasta mi propio aliento me traicionara, ya que, cada que intentaba respirar, tenía un dolor intenso en la boca de mi estómago.

Jadeé ciertamente muerta del miedo, sintiendo como de pronto el silencio reinaba. ¿Cómo rayos había terminado aquí? Es decir, yo no quería nada de esto. ¿Dónde estaba  Alexander cuando lo necesitaba? Miré al pasillo indecisa, sin realmente pensar cada que ponía un pie en frente del otro. No sabía si la chica ya se había ido, pero sentía que en cualquier momento alguien me iba a atrapar.

Colores oscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora