32. Una última vez

31.5K 2.2K 94
                                    

Bajé del auto, entusiasmada por lo que venía. Los colores habían vuelto, y eso me ponía de muy buen humor. En todo el rato, me había dado cuenta de que el cabello de Blake era rojo como la sangre y sus ojos esmeralda hacían muy buena combinación. Como había dicho mi acompañante, el pueblo en cual apenas habíamos aparcado, no había estado demasiado lejos de donde merendamos.

—¿Ves? —Sonrió—. Te dije que no estaba tan lejos.

Me volteé a ver a quien recién había conocido hacía ya un par de horas. Era divertido verle con esa mueca de superioridad que no le quedaba pero para nada.

—Ya, lo siento —solté de pronto—. Creo que no debí decir que no te creía... me retracto de mis más horribles pecados.

Di una pequeña reverencia mientras escuchaba una carcajada a mi lado. Blake, a pesar de ser en si un desconocido, parecía agradable. Era de ese tipo de personas extrañas, que con solo verlas, sabes la buena amistad que va a formarse. Era patético, pero así lo sentía. El destino me estaba abrazando después de haber perdido a una gran amiga.

—Bueno, pequeña. —Blake se dirigió a mi después de darle un vistazo al panorama—. Te dejo escoger, ¿alguna preferencia?

Me quedé pensando claramente a lo que se refería. Por la poca comida que había digerido, podía asegurar que la sangre masculina me atraía bastante. Aaron había tenido una sangre exquisita, pero los tóxicos de las drogas me habían mareado bastante. ¿Sería mejor si escogía a algún hombre mayor? Recordé el sabor salado del leñador, justo cuando Giselle y Rogelio me habían interrumpido con la desagradable sorpresa.

—Adolescentes —Acerté a decir—, creo que eso es lo que me gusta más.
—Nada mal, princesa. —Sonrió—. Te gustan las cosas finas.

Le miré con cara de pocos amigos, sabiendo que se estaba burlando de mí.

—Era broma, era broma —soltó, jugando—. ¡Quita esa cara!

Hice un puchero, pero con una sonrisa de mi boca y varios sarcasmos de su parte, comenzamos a caminar por entre las calles del pueblo pequeño, semi abandonado, que parecía dormido entre las tinieblas de la noche.

—¿Cómo haremos para encontrar a alguien? —Susurré—. Esto está más muerto que yo.

Blake esbozó una sonrisa medio triste por lo que decía; creo que no entendía como yo podía decir aquellas palabras tan fácilmente  y al decir verdad, yo tampoco lo hacía. Es decir, hacía poco más de dos días que yo estaba viva. Era una humana con sangre de verdad. Mi corazón latía en ese entonces y ahora... digamos que necesitaba de aquel líquido que antes era mío para poder vivir.

La realidad era esa. Yo era un vampiro, pero no me sentía como uno. Era como si simplemente hubiese obtenido poderes extraordinarios porque aún y a pesar de que me habían convertido, los ojos aún me pesaban y aún sentía lo que era tener sueño.

—Nicole —escuché de pronto—. Ven aquí.

Miré a Blake pararse en medio de la carretera, deteniéndose con una gran sonrisa en su rostro. ¿Qué rayos estaba haciendo? Cuando escuché el sonido del motor a varios metros acercarse, corrí hacia él.

Quien fuese que viniese por la carretera, tenía muy mala suerte esta noche.

Y es que, por estorbarle para poder pasar, el conductor tuvo que detenerse. Sonreímos al unísono justamente al ver lo que habíamos atrapado. La camioneta negra, que no muy grande, tenía como rehenes a una pareja de muchachos enamorados.

Y ese era mi problema. ¿Cómo hacer para que subiesen a dos personas desconocidas si el conductor ya tenía a su lado a una mujer hermosa? Pensé brevemente, antes de acercarse a la ventanilla con un sex appeal indescriptible.

Colores oscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora