19. Una infancia oscura

43.5K 2.5K 89
                                    

No pude cerrar los ojos. Alexander se encontraba dormido a un lado mío, abrazándome. Pensaba que quería hacerme tonta, que sólo pretendía estar dormido para reírse cuando le enfrentara de nuevo, pero por más que pensase que sus actos eran sólo una vil fachada, sus ronquidos parecían reales.

¿Qué no los libros de ciencia ficción decían que las criaturas de la noche no dormían? ¿Había sido engañado durante toda mi infancia por la tía Ágatha o esta era una prueba más de que Alexander no era un simple y común chupasangre?

«Tú y yo somos iguales, es todo. Sentimos la misma soledad y estamos enredados en un mismo destino».

Esas palabras saltaron a mi mente divagante toda la noche. ¿Soledad? No lo entendía. ¿De qué soledad hablaba? Podría ser que en ciertos tiempos me sintiera sola, pero casi siempre había tenido a Ana a mi lado. ¿Destino? Él había sido el que prácticamente me había obligado a estar juntos. ¿Tristeza? Eso podría ser pero, ¿y todo lo demás? ¿Qué éramos iguales? ¡Por favor! Él era un vampiro y yo, bueno, solo me habían mordido tres veces. ¿Sería que estaba convirtiéndome? Mordí mis labios, preocupada. Eso no podía ser cierto, sino, todas las mascotas ya serían parte de la familia Maximus.

Sonreí confiada por ese hecho, sabiendo que al menos no sería de su misma especie porque tenía mucha hambre.

No sabía que hora era, pero ya se veía el sol por la ventana. Alexander, por otro lado, no tenía signos para levantarse y eso me hacía sentir frustrada. Había sido una noche desgastante en la que no había dormido a pesar de sentirme pesada, pero él parecía indefenso dormido. ¡Qué dilema! Sabía que su rostro era hermoso, pero cuando estaba despierto, parecía un demonio en carne viva. No sonreía y no era amable. Era simplemente un vampiro burlón que quería molestarme cada que podía, pero que al mismo tiempo, me protegía cuando lo necesitaba; por esto mismo me sentía extraña.

¿Por qué me había traído aquí si no quería nada conmigo? 

Cerré los ojos respirando profundamente. Si realmente estaba dormido, entonces yo debería de hacer lo mismo, al menos de esta forma no pensaría en los rugidos de mi estómago. Accedí a mi loca idea y, sin importarme realmente si Alexander se levantase o no, me dejé caer al mundo de Morfeo, para que me diera consuelo en mis sueños.


.

Desperté, esta vez, con el atardecer en mis ojos y un dolor en el abdómen. Para mí, era muy raro que mis horarios se hubiesen corrido tanto. Antes me levantaba muy temprano, pero ahora sabía que vería siempre cuando el sol se escondiera. ¿Era mi imaginación o con cada día que pasaba, mis horarios se movían de a poco? Tragué saliva algo temerosa al darme cuenta que me estaba acostumbrando a realizar mis actividades diarias por la noche.

Me levanté intentando restarle importancia a aquel asunto, mirando a mi costado tímidamente. Alexander ya no estaba a mi lado. Una mueca de decepción apareció en mi cara. No sabía si lo hacía a propósito o es que estaba huyendo de mí. Esto era el colmo. Se acostaba conmigo toda el día y en el anochecer, ni siquiera me daba las buenas noches. Era fastidioso.

Bufé molesta al cambiarme, pero segura de que hoy sería el día en que descubriría los misterios que me faltaban por saber. Aunque no lo quisiera, Rossette sería mi presa del día de hoy.

Sonreí confiada antes de dejar cerrar la puerta tras de mí, metiéndome en pensamientos que eso era lo mejor. Caminé decidida con aquel pensamiento en mi cabeza. Si deseaba conocer a quien estaba intentando amarrarme de por vida, la investigación debía seguir. Mi curiosidad lo necesitaba, no podía negármelo.

Encontré las escaleras principales más rápido de lo normal. Lamentablemente, estaba comenzando a aprenderme el camino del comedor a la habitación de Alexander y viceversa.

Colores oscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora