45. Dos de la mañana

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Mi mirada seguía clavada en el cuerpo inerte de Blake, en como este no se movía y como su sangre empezaba a teñir la blanca nieve en roja. Rogelio sonreía, me apuntaba con su pistola y esperaba cualquier movimiento de mi parte para dispararme.

Respiré profundamente antes de posar mis ojos en él. Un cosquilleo me inundó el cuerpo al mirarle. Sentí cómo mi corazón me palpitó más fuerte y cómo la sangre me comenzó a hervir. Reconocí inmediatamente aquella sensación, pero a diferencia de antes, esta vez no tuve miedo. Esa emoción era la misma que había sentido en ese momento cuando había matado al perro de aquella mansión... la sed que me había hecho derramar sangre por doquier.

Recordé los hechos y aunque debí de haber mostrado un rostro atemorizado por mí misma, no pude evitar sonreír. Sonreír ampliamente por lo que ahora entendía. ¿Por qué quería comportarme como una humana como tal? Yo no era un ser humano ahora, es más, nunca lo había sido. ¿Por qué debería de tenerle lastima a alguien que anhelaba matarme? Respiré con lentitud sabiendo precisamente que al terminar esto, me lo comería. Nuestros ojos se conectaron casi al instante de terminar de pensar aquello. Rogelio tragó saliva al ver como mis ojos se tornaban tan rojos como la sangre que anhelaba salir ver de él. Se aferró con más fuerza al arma y como si aquello pudiera ponerle un límite a mi odio, se sintió más confiado al apuntarme aún más cerca.

—¿Tus últimas palabras? —Soltó con una voz temblorosamente afilada.

El frío pero blanco viento meneó mi cabellera castaña al igual que la de Rogelio. Nos habíamos quedado en silencio mientras mi sangre se hacia cada vez más negra y caliente. Cerré tanto los puños que hice que hilos de sangre brotaran de mí. Estaba enojada... más enojada que nunca antes.

La imagen de Blake deshaciéndose en mi pecho hizo que la venganza emanara de mi piel. Los gritos de ansiedad de la otra Nicole se lanzaron por dentro de mi mente casi instantáneamente. ¡Qué impaciente mujer! ¿Por qué gritaba tanto para que la dejase salir? Aún necesitaba un desquite. Deseaba matarlo yo.

Miré una vez más el cuerpo de mi mejor amigo tirado ahí en el suelo rojizo y también la pistola que estaba lista para dispararse. La ira se desató de mi ser, pero aquella emoción no se mostró en mi rostro. El sentimiento de cólera, lamento y dolor simplemente se quedó dentro de mí. Observé a ese cazavampiros con la mirada vacía que caracterizaba a Alexander Máximus y entendí entonces el por qué de su serio y frio ser: alguien importante había muerto frente a él.

¿Eso significaba que estaba tan dolido como yo? Intenté no romperme por dentro. Si lo que pensaba había sucedido eso solo representaba que Alexander se había aprisionado a sí mismo en ese cuarto azul oscuro por años. ¡Con razón no confiaba en mí cuando nos habíamos conocido! ¿Seguiría yo sus pasos? Inhalé aire con una parte de mí ya muerta.

Sí, nunca más confiaría en nadie que no fuese él. Alexander era el único ahora de quien podría aferrarme... solo si salía viva de este embrollo.

Sonreí intentando acordarme de aquel hombre que era dueño de mis pensamientos y más anhelados consuelos. Ahora entendía esa soledad a al que tanto se refería él. Hoy podía comprender el por qué no quería que viniera a proclamar mis memorias: Alexander no deseaba que muriera mi inocencia... que me transformara en él.

Quité mi sonrisa de mi rostro. ¡Demasiado tarde! ¿Inocencia? Reí por dentro al saberme culpable de lo que haría. La tonta Nicole iba a morir hoy.

Volteé a ver a Rogelio una última vez antes de comenzar a caminar lentamente hacia él. Como era de esperarse, la pistola fue accionada sin pensarse y las primeras balas terminaron en mi hombro. No me importó en lo más mínimo, es más, ni siquiera me pasó por la mente aquel sentimiento de dolor que pronto lamentaría. Seguí caminando hacia delante sin importarme nada más que no fuera cumplir mi propósito... el propósito de causarle el mismo dolor que yo sentía a Giselle. Mataría a su compañero con mis propias manos primero. Y luego, si es que podía, la mataría a ella a base de torturas inexplicables que ya la otra Nicole susurraba en mi oído.

Colores oscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora