Natalia

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Alexander

Eran las dos de la madrugada en Tokio, Japón cuando mi teléfono sonó con Ride The Lightning de Metallica y estiré mi brazo para tomarlo. La mano de Keiko, se posó sobre la mía y negó con la cabeza. Volteo a verla y nos besamos.

—Tengo que hacerlo linda —le digo con un rápido y tierno beso.

La mujer se limitó a musitar unas palabras en su idioma y se recostó cubriéndose por completo como por despecho.

—¿Hola? ¿Qué me tienes? —pregunté sabiendo que era John el editor.

—Paris —respondió su voz al otro lado.

—¿Quieres que haga lo mismo que hice con la aguja de Tokio?

—Quiero que lleves tu trasero a Paris, sin atrasos. Allá se te dirá tu asignación.

Me parecieron raras las palabras de John. «¿Me dará la asignación al llegar? ¿Qué quiere decir con eso?»

—Tu vuelo sale a las once de la mañana hora de Tokio, llega temprano. Te envío el código de tu pasaje.

—Espero que esta vez en ventanilla.

—Fue un milagro conseguir el vuelo con tan poco tiempo. No hay nada seguro.

—Vale, estaré ahí.

Colgué sin más, y un par de segundos después el mensaje con el código sonó. Eran las dos de la mañana y ya había perdido el sueño; por lo que me volteé hacia Keiko y la abracé por encima de la colcha. Busqué su cabeza y en esta su oído.

—Tenemos nueve horas —le susurro —. Tú decides si quieres seguir durmiendo; o...

No se hizo ni de rogar ni de esperar. Se levantó y se posó sobre mí con su cuerpo desnudo, esbelto y de suaves curvas, me montó como toda una vaquera buscando enlazarnos; y una vez me tiene dentro, se dedicó a disfrutar de mi miembro con un ritmo genial.

Sus gemidos suenan como pequeños chillidos de un ratón atrapado, subiendo y bajando con, lo admito, mucha destreza.

A las siete de la mañana, me llevó al hotel y me esperó a que empacara mi mochila y mi equipo. Suelo viajar ligero y si necesito algo, lo compro en el lugar.

Para las ocho cuarenta y cinco, ya estaba listo para pasar las revisiones y me volteé para ver a Keiko una última vez. Estaba tranquila y me miraba con sus manos atrás. Nada garantizaba que fuera a haber algo más entre nosotros y esa idea me tenía algo nervioso, tampoco quería que se quedara con una mala impresión de mí.

—Escucha Keiko —mascullé buscando las palabras adecuadas para dejar una posible puerta abierta.

Pero la reportera me sorprendió apurándose a poner un dedo sobre mis labios.

—Todo muy bonito —dijo con su vocecita de soprano —. Pero si es destino; destino nos volverá a reunir.

Me dio un breve beso y sonriendo se apartó unos pasos, luego se volvió a dar la vuelta y se despidió sacudiendo la mano vigorosamente. Impresionado por la forma en que actuaba levanté mi brazo y correspondí su despedida igual. Ella se dio la espalda y caminó hacia la salida como si nada.

Que chica. Si era un truco de mujer para mantenerme interesado, puede que funcione. Aunque, cada vez que me quedo solo y necesito levantar mi ánimo; recurro a la foto que guardo en mi teléfono, de esos labios que no olvido.

 Aunque, cada vez que me quedo solo y necesito levantar mi ánimo; recurro a la foto que guardo en mi teléfono, de esos labios que no olvido

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Ladrón de Besos(Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora