Algo en tu Pestaña

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Loryann

Cuando llegué a casa de Marie, el chico todavía no llegaba y me enfadé. Fue muy difícil convencer a la tía Clara y tengo hasta las siete para maquillarme y hacer la sesión de fotos. Pero mi amiga es buena para inyectar optimismo diciéndome lo bella que me vería; y que al final podría llevar las fotos a mi clase de modelaje; y eso, me entusiasmó.

Marie pasaba brocha tras brocha sobre mi rostro, luego lápices y esponjas coloreando mi rostro realzando mis rasgos más notables, y ocultando mis defectitos. Aquí y allá. Ya casi estaba lista, cuando la madre de Marie la llamó de que un amigo la buscaba.

—¡Por fin! —exclamé.

El chico subió a la habitación con mi amiga y él se quedó como congelado al entrar y verme. Curioso, esta vez estaba peinado y su camiseta de Rammstein con vaqueros negros, no lo hacían ver elegante, pero al menos estaba limpio. Era un chico raro, pero no feo... No mucho.

—¿Te vas a quedar ahí mirándome? — le dije para que se moviera.

Si no fuera por su talento, ni le dirigiría la palabra a este científico loco.

—Algo anda mal —dijo. Tuerce la cabeza mientras me mira y me sentí extraña. Sus ojos eran profundos, muy observadores.

—¿Qué? —pregunté impaciente.

—¿Podemos ir afuera? —contestó.

—¿En serio?

—Ven —dijo y salió de regreso.

Tal vez era uno de esos genios incomprendidos. Porque en realidad yo no le comprendía y mi amiga Marie tampoco pues, se encogió de hombros justo antes de ir tras él. Y por supuesto que yo les imité.

Afuera, el sol de la tarde pintaba el cielo de anaranjados y amarillos. Uno que otro auto cruzaba por la calle y este chico Alex se acercó al árbol frente a la casa de Marie. Lo tocó y miró hacia la copa de este. Segundos después, me hizo señas para que me acercara.

—Bien — me dijo —. Apóyate del árbol y mira hacia esa rama.

—¿Qué pretendes?

—Tomar una buena foto —replicó —. ¿No es eso lo que quieres?

No quise perder tiempo y obedecí. Marie se mantuvo atrás para no interrumpir. Miré la rama y posé, él se alejó y luego de varios segundos no escuchaba nada de la cámara, por lo que comencé a impacientarme.

Miré por el rabillo del ojo y estaba ahí parado, con la cámara en su cara, pero no hacía nada. Enojada volteé a verle y entonces me tomó la foto por sorpresa.

—¿Qué haces? —pregunté alterada.

—¡Silencio! —dijo con tono autoritario como si estuviera concentrado. Volvió a acercarse para decirme —: Vuelve a mirar a la rama.

—Pero...

—Vuelve a mirar a la rama —insistió y yo a punto de explotar del coraje, obedecí —. Esta vez, no parpadees.

Me parecía extraño todo aquello, pero hice lo que pude para sostener la mirada. Se me hacía difícil, sentía que parpadeaba y él aún no tomaba la foto. Suspiré por el esfuerzo de tratar de mantener los ojos abiertos, sin parpadear. Entonces tomó la foto.

—¿Qué es lo que haces? —pregunté muy enojada. Nada se me parecía a lo que había visto en otras sesiones.

Por respuesta me mostró el resultado.

En la primera foto aparecía junto al árbol mirando a la cámara con semblante muy serio. Las luces, el color, la expresión. Realmente era una foto de modelo y estaba bella.

Ladrón de Besos(Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora