EL MAESTRO

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Chūya era un Omega no marcado, que recientemente había tenido a su bebé, producto de un ataque de parte de un Alfa desconocido en un callejón durante una noche.

Si algo tenían los Omegas y que Chūya detestaba, era que no podían odiar a sus bebés, ni siquiera por la manera en que la mayoría eran concebidos: mediante abusos y en contra de la voluntad de los Omegas, aprovechando su necesidad de celo.

El doctor traía a una pequeña criatura envuelta en un cobertor, después de darle un baño y asearlo bien. Se aproximó a Chūya, y se lo entregó con mucho cuidado, mostrándole la manera en que debía sostenerlo. Chūya no tenía experiencia en cargar bebés. Tenía un sentimiento de miedo, temor, felicidad y enojo. No sabía bien qué sentía en esos momentos. Pero de algo sí estaba seguro, su bebé era un ser hermoso.

Con cuidado, sostuvo al pequeño bulto, descubriendo un poco su rostro, dejando ver la piel pálida con esas mejillas rosadas, y el color negro de su cabellera. Unas lágrimas corrieron por las mejillas del pelirrojo, quien besó la frente del niño con ternura y amor.

— Nakahara-san, recuerde que si no quiere cuidar de su bebé, está la habitación de bebés abandonados y donados al Orfanato, ahí encontrarán un hogar.

— No. En verdad quiero cuidarlo yo. Aunque es tan chiquito...

— Fue el más pequeño de todos los recién nacidos de hoy.

Respondió en médico.

— No me extraña. Si heredó los rasgos físicos de ese Alfa, era evidente que mi estatura la heredara de mí.

🍼🐣🍼🐣🍼

Año y medio después...

Osamu Dazai, un Alfa soltero que trabajaba como profesor en una guardería, esperaba la llegada del padre del único niño que quedaba en el lugar. Jugaba con él, usando bloques de construir.

— Ryū-kun, ¿quieres comer un pastelillo mientras llega mami?

Invitó amigable. El pequeño azabache se levantó de la alfombra en el suelo para ir hacia su maestro.

— ¡Shii! ¡Pash-teli-llo!

— Aquí tienes, Ryū.

Se lo entregó. Sabía que los niños no debían comer mucha azúcar, pero también sabía que Ryūnosuke no iba a terminarse ese pastelillo.

— Eshtá diico.

— Me alegra que te guste.

Se sentaron uno al lado del otro, disfrutando del postre vespertino hasta la llegada de Chūya, quien estaba trabajando como modelo en una agencia.

— Dazai-sensei. Perdone la tardanza. Le pagaré más por eso...

— Oh, no hace falta. Cuidar a Ryūnosuke no es un trabajo duro para mí. En realidad me gusta cuidar de él.

Dijo Dazai con una sonrisa. Ryūnosuke se puso de pie para ir hacia el pelirrojo y abrazar una de sus piernas, manchando descuidada mente con el betún de su pastelillo, el pantalón.

— ¡Ryū! M-Me manchaste...

— ¡Mami, te extañé mucho!

Chūya no podía molestarse con su hijo por algo tan simple, él lo amaba, Ryū era todo para él, su felicidad. Sin importarle quién era el alfa que concibió a Ryū.

Lo levantó en brazos y besó cariñosamente sus mejillas, sintiendo la mirada puesta en él de parte del maestro.

Se ve que son muy felices. ¿Vienen a cenar conmigo hoy en un restaurante de la ciudad?

— ¿Eh? ¿C-Cenar? No... Yo cenaré con Ryū en casa... Le preparo papillas y leche...

Respondió titubeando, algo nervioso. Dazai sonrió. Había sido demasiado directo y obvio con eso: estaba enamorado de Chūya, pero Chūya no se permitía ser amado. No con el temor de que si tenía una pareja iba a tratar mal al pequeño Ryūnosuke.

Entonces... ¿Qué te parece si voy a cenar con ustedes?

— ¿P-Perdón?

— ¡Shii! ¡Con nosho-tios shenshei!



Estoy trabajando, por eso sigo ausente en todos lados. Además tengo muchos proyectos escolares...

EL NOVIO DE MAMÁ [SOUKOKU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora