Experimentaba un zumbido en los oídos, sentía que el mundo había dejado de girar por un momento.
Yo estaba tirada en el suelo mientras que mi cuerpo expulsaba varios litros de sangre cada segundo.
El dolor se había detenido por un instante pero aún así no podía moverme, estaba petrificada, quizás por el miedo y el asombro de terminar de recibir varias puñaladas.
─¡Muevanse! ─podía escuchar a Roxanne gritarle a las chicas mientras las arrinconaba amenazandolas con el cuchillo.
A estas alturas el 'arma' de Jane no serviría para nada, habíamos perdido la batalla.
Me sentía como si estuviese bajo los efectos de la hierba, sin embargo sabía perfectamente que era mi cerebro enviando una alerta roja notificando la falta de oxígeno debido a la pérdida de sangre.
Estaba desorientada y temblaba de frío.
─¡Olivia, por favor, resiste! ─la voz de Victoria daba vueltas en mi cabeza.
Intenté tomar aire con fuerza y tratar regresar mi mente a la realidad.
Giré suavemente mi cabeza y enfoqué mi vista sobre las chicas, estaban en un rincón mientras que esa hija de puta les apuntaba con el cuchillo directo al rostro.
─Debes hacerlo, no puedes morir ahora. ─escuché una voz angelical romper las masas de aire.
Centré mi atención en la persona que hablaba y abrí los ojos por completo al descubrir de quién se trataba.
─¿Mamá? ─musité confundida.
Negó con la cabeza.
─Estás alucinando, querida. ─respondió mientras se acercaba mi y me tomaba suavemente de la mano.
─Llévame a casa, por favor. ─le supliqué mientras sentía una lágrima escapar de mi ojo.
─Iremos a casa en un instante. ─se detuvo─. Pero primero debes acabar con esa perra de allí. ─agregó señalando a Roxanne.
─Tengo miedo, mamá. ─confesé con voz temblorosa.
─Estás perdiendo mucha sangre, Olivia. ─dijo mientras observaba mis heridas─. Si no llegas al hospital pronto sabes lo que ocurrirá contigo. ─me explicó.
─¿Voy a morir? ─le cuestioné.
La pelirroja asintió.
─No quiero morir. ─comencé a sollozar.
─Has matado a más personas que la maldita peste negra en Europa. ─tomó aire─. Tú eres la verdadera pandemia, Olivia. ─añadió.
Me quedé en total silencio escuchando las palabras de una alucinación que había tomado forma de mi madre.
─¿Qué pasa si jodes con la abeja reina? ─mencionó.
Tomé aire con fuerza.
─Te asesinan. ─respondí.
De inmediato y con una fuerza impresionante me deslicé a un lado de una de las mesas con plantas de verduras.
No soy estúpida, tenía un puto plan B, siempre lo tengo.
Deslicé mi mano por debajo de la madera y gracias al cielo allí estaba lo que buscaba.
Mi maldita glock con el silenciador puesto.
Me puse de rodillas y mientras me incorporaba procedí a sacar el seguro de la pistola.
Tenía el corazón a mil, la adrenalina invadía mi torrente sanguíneo nuevamente haciendo que el dolor se desvaneciera.
─Ganaste la guerra pero sin embargo olvidaste un maldito detalle. ─mencioné mientras veía a Roxanne girarse sorprendida─. Yo siempre gano las putas batallas. ─fué lo último que dije antes de finalmente jalar del gatillo y que una bala saliera disparada del arma y atravesara sin problemas la cabeza de Roxanne.
Sólo se escuchó un suave chillido que produce el silenciador.
El cuerpo de Roxanne cayó de rodillas al piso, se mantuvo en esa posición por un par de segundos y finalmente su cadáver se desplomó.
Algunas gotas de sangre salpicaron sobre los rostros de Victoria, Jane y Nash las cuales observaban la escena totalmente estupefactas.
Suspiré aliviada, el problema se había terminado.
El peso sobre mis hombros se desvaneció y mi cuerpo perdió nuevamente las fuerzas haciendo que me desmoronara por segunda ocasión.
─¡Olivia! ─exclamó Victoria la cual se acercó corriendo en mi dirección a toda velocidad.
─¿Qué mierda hacemos? ─demandó saber Jane mientras examinaba la escena sorprendida y asustada al mismo tiempo.
─Metanla al agujero, como habíamos planeado. ─dije sin fuerzas.
─¿Dónde carajos está Skyler? ─habló Nash totalmente enfurecida.
El dolor se hacía nuevamente presente tras la reducción rápida de adrenalina en mi cuerpo.
─Creo que voy a morir. ─mencioné observando fijamente a Victoria.
─¡No! ─exclamó mientras se colocaba de rodillas a mi lado─. He visto cosas así en televisión y sé cómo solucionarlo. ─contestó.
Pude apreciar a la pelinegra despojarse de la camisa y colocarla sobre mis heridas.
─Dicen que sólo vale la pena vivir si alguien te ama. ─dijo mientras hacía presión con su camisa sobre las cortadas para intentar detener la hemorragia─. Y sólo tú me has hecho sentir amada, Olivia. ─añadió mientras que sus ojos se cristalizaban y comenzaban a inundarse en lágrimas.
Podía sentir un nudo formarse en mi garganta.
─Las chicas gansters no lloran, Vicky. ─mencioné mientras con mucho esfuerzo estiraba mi mano para limpiar sus ojos.
La pelinegra soltó una breve risa en medio del llanto.
Truenos y relámpagos caían del cielo sin clemencia, el viento parecía estar a punto de levantar la huerta por los aires con nosotras aún estando dentro.
De repente la puerta se abrió de golpe.
─¿Pero qué mierda pasó aquí? ─fue lo primero que pronunció Skyler en cuanto sus ojos se toparon con mi cuerpo casi marchito.
La rubia corrió de inmediato en mi dirección, traía algunos galones de ácido consigo y no sólo eso, venía acompañada de alguien más.
─¡Olivia! ─exclamó Zyad en cuanto me vió.
─¡Llama una puta ambulancia! ─le gritó Victoria al pelinegro en medio de las lágrimas.
─¡Carajo! ─Zyad estaba impactado, no podía procesar lo que sus ojos veían.
─No hay tiempo, primero deben deshacerse del cadáver. ─comenté haciéndome la fuerte.
Si yo moría al menos ellas aún tendrían la oportunidad de escapar de la prisión.
─¡Mierda, Olivia! ─vociferó Victoria─. ¡Te estás desangrando, no quiero que mueras! ─dijo rompiendo en un terrible llanto.
─Zyad, pide una ambulancia por radio. ─le pedí.
El pelinegro asintió.
─De acuerdo, iré de inmediato. ─podía verlo en su mirada, estaba tan jodidamente asustado que ni siquiera se tomó un segundo para preguntarme qué tal estaba o tomarme el pulso.
─Rápido, el cadáver. ─señalé el cuerpo sin vida de Roxanne a un lado de la habitación.
Pude ver a las chicas saltar de inmediato a obedecer mi orden.
Victoria no se despegaba ni un instante de mi lado.
Pude ver a Skyler, Jane y Nash levantar los restos de la chica y dejarlo caer en la tumba que habían cavado el día anterior.
─¿Y ahora? ─demandó saber Jane.
─Tomen los galones y cúbranse las narices. ─les advertí.
El olor puede llegar a ser tóxico.
─Deberán esparcir el líquido uniformemente por todo el cuerpo, debe quedar empapado. ─les expliqué.
Las chicas asintieron y procedieron a bañar el cuerpo de Roxanne en ácido sulfúrico.
El aroma era jodidamente fuerte, tanto que los ojos se me cristalizaron de inmediato.
El sonido que realizaba el ácido al hacer contacto con la piel era simplemente increíble, eso sumado con el olor a putrefacción era como freír una enorme croqueta humana cubierta de mierda.
Aún tenía el arma en la mano así que como pude hice un agujero en la arena donde estaban plantados los tomates y procedí a esconderla allí.
─Quiero que te quedes con esto, Vicky. ─le pedí mientras me metía la mano en la cintura y me sacaba la navaja mariposa─. Será un recuerdo de mi parte. ─mencioné.
─Dame eso. ─dijo tomándola y arrojándola bajo una de las mesas cubiertas por maleza─. Sólo nos trajo problemas. ─añadió.
─Mierda, ya está todo listo. ─mencionó Skyler sacándome de mis pensamientos.
─Deben cubrirlo con arena, luego coloquen la madera encima. ─les ordené.
El trío de chicas corrió de inmediato por un par de palas.
Mis párpados se sentían cada vez más pesados y mis ojos comenzaban a cerrarse.
─¡No, no, no! ─exclamó Victoria mientras me tomaba entre sus brazos─. No cierres los ojos, vamos, quédate conmigo, cariño. ─suplicó.
La pelinegra comenzó a sollozar nuevamente.
─Estamos casadas legalmente, quiero que te quedes con todo lo que tengo, podrás comprarte una casa en la playa y tener un lindo auto nuevo. ─le pedí mientras sentía retorcijones en el vientre.
─¿De qué hablas? ─frunció el ceño─. ¡No quiero tu dinero, Olivia! ─exclamó─. ¡Te quiero a ti! ─añadió.
Podía sentir mi corazón romperse en mil pedazos.
─Te adoro. ─mencioné acercándome a ella y dejando un fugaz beso sobre sus labios.
De repente comencé a toser y sangre comenzó a salir de mi boca.
Cerré los ojos y una vez que lo hice no pude abrirlos más.
Podía escuchar lo que ocurría a mi alrededor pero es como si hubiesen desconectado mi control remoto de este videojuego llamado 'vida'.
─¡Olivia! ─podía escuchar a Victoria.
Tranquila, sigo viva.
Era lo que repetía una y otra vez en mi cabeza.
─¡Carajo! ─gritó─. ¡No te dejaré morir! ─exclamó.
Pude sentirla colocarse de pies y posterior a eso levantarme como si fuese un bebé.
─¡Resiste! ─me suplicó.
De repente pude percibir gotas de lluvia cayendo sobre mi, Vicky me llevaba en busca de ayuda y tuvo que atravesar el patio con mi cuerpo en sus brazos mientras que del cielo caía un diluvio.
─¡Auxilio! ─escuché su voz romper las masas de aire a todo pulmón.
No me dejes morir Vicky, te lo pido.
─¡Por favor, ayudenla! ─exclamaba sin parar.
─¡Vamos, subanla a la camilla! ─escuché una voz masculina.
De repente mi cuerpo fué puesto sobre algo suave.
Habían llegado los paramédicos.
─¡Deben salvar su vida, por favor! ─pidió la pelinegra.
─Lo lamento, usted no puede subir a la ambulancia. ─dijo uno de ellos.
─¡Maldición! ─exclamó Vicky.
Joder, cariño, no me dejes sola.
─¡¿Por qué?! ¡Jesucristo! ─gritó con desesperación─. ¡Dios, si eres real y estás allí escuchándome! ─estaba rezando─. ¡Por favor, no la dejes morir, te lo suplico! ─añadió.
De repente un sonido de alarma comenzó a sonar y una voz masculina habló a través de un megáfono.
─¡Todas las reclusas a sus celdas! ─ordenó la persona en el parlante.
─¡Rodriguez! ─exclamó un hombre─. ¡A tu puta celda, ahora! ─le ordenaron.
─¡Es mi chica, por favor, déjenme ir con ella! ─suplicó la pelinegra─. ¡No escaparé ni iré a ningún otro lado, lo prometo! ─añadió.
─¡A tú celda! ─pude sentir gritos, seguramente Victoria estaba forcejeando con el oficial.
─¡Sueltenme! ─vociferó mi novia.
Sí, estaba peleando.
─¡Olivia! ─mencionó mi nombre mientras su voz se quebraba en llanto─. ¡Olivia, te amo! ─fué lo último que le escuché pronunciar antes de perder el conocimiento por completo.
Yo también te amo, Victoria.