54| Primera Clase.

474 50 0
                                    

La castaña me observaba con detenimiento mientras que yo contaba cada detalle respecto a cómo había terminado en el hospital, claramente evitando minuciosamente mencionar información sobre el misterioso y lamentable asesinato de Roxanne.

─¿Y cómo fue que terminaste traficando drogas? ─me cuestionó─. Tu vida se escuchaba perfecta, ¿Por qué decidiste cagarte sobre todo eso? ─añadió.

Tomé aire.

─Mi tío estaba muriendo y le prometí que me haría cargo del negocio familiar. ─respondí─. No lo hice directamente por el dinero, creo que sólo me dejé manipular por ese hijo de puta. ─agregué.

De repente el auto se detuvo de golpe y mi cuerpo se estremeció en el aire.

─¿Por qué nos detenemos? ─pregunté nerviosa.

─Llegamos al aeropuerto. ─contestó Amaia.

De repente la puerta se abrió y tres sujetos enormes estaban esperando por nosotras.

─Muy bien, bajen con cuidado. ─mencionó uno de ellos. 

Me coloqué de pies y procedí a seguir la orden.

Hacía frío, en esta zona del país siempre nevaba durante gran parte del año.

Mi mandíbula tembló al sentir el viento helado envolver mi cuerpo.

Descendí de la camioneta y lo primero que hice fue observar a mi alrededor, estábamos en una enorme pista vacía excepto por el avión de tamaño descomunal que se encontraba estacionado a unos cuántos metros de distancia.

Amaia bajó de la camioneta y se posó a mi lado.

─¿Exactamente a qué lugar de Florida nos dirigimos? ─le cuestioné a uno de los tipos.

─No soy tu guía de turismo, sólo cierra la puta boca y no te muevas. ─contestó grosero. 

Coloqué los ojos en blanco.

Comencé a respirar con fuerza y cada vez que salía aire de mi boca parecía humo.

Los hombres iban uniformados y uno de ellos tenía entre sus manos una caja, de esta procedió a sacar una cadena con un candado en cada extremo, luego se acercó a mi y unió mis esposas a las de Amaia.

─Protocolo para reclusas de clasificación H, Slim. ─habló uno de los tipos.

De repente el hombre que me había atado a la castaña sacó de la misma caja un par de máscaras de pasta, estas tenían un grueso pedazo de elástico que haría muy difícil que me la pudiese quitar.

Pude ver al sujeto colocarme una de las máscaras y luego hacer lo mismo con la castaña.

─Es para que puedan estar seguros de que no morderemos a nadie. ─susurró Amaia acercándose a mi oído─. Es un protocolo para las reclusas más peligrosas. ─añadió.

Suspiré aliviada.

Sería un poco incómodo pero al menos podía estar cien por ciento segura de que alguna otra perra psicópata no clavará sus dientes en mi pellejo. 

─Bien, separen las piernas. ─ordenó uno de los uniformados mientras tomaba el detector de metales.

Comenzó conmigo, estaba limpia.

Luego siguió con Amaia y gracias al cielo la chica no llevaba nada escondido en el trasero o en la vagina.

─Todo listo, las últimas reclusas están aquí. ─mencionó uno de los hombres hablando a través de un radio─. Esperando señal para hacerlas abordar el avión, cambio. ─adjuntó.

INOCENTE © » 1M8.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora