23| Bajo la Nieve.

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El clima estaba brutal, no podía evitar temblar del frío.

Mientras caminaba rumbo a mi celda uno de los oficiales apareció y me notificó que se llevaría a cabo una actividad en el patio, que debía ir a mi celda para colocarme el uniforme y luego salir al área de recreación.

Obedecí la orden y me dirigí a paso rápido rumbo a mi habitación.

Una vez allí me percaté de que Victoria y la desconocida ya no estaban, ni siquiera los restos de cristal que se habían quebrado en el suelo.

Busqué entre mis cosas y me puse el uniforme junto con las botas militares que usaba de costumbre.

Las palmas de mis manos estaban rosadas debido a la baja temperatura.

Decidí recogerme el cabello con una pequeña coleta para evitar que algunas hebras se cruzaran por mi rostro.

Salí nuevamente a los pasillos y me dirigí al área que me habían ordenado pero antes de salir una de las oficiales me dirigió la palabra.

─Hey, espera un poco. ─me detuvo─. Debes usar esto si no quieres congelarte allí afuera. ─comentó mientras me extendía una chaqueta gruesa y un gorro para el frío.

─Gracias. ─recibí las prendas sin problemas.

En cuanto me puse el abrigo un asqueroso olor pateó mis fosas nasales.

Era un extraño aroma a sudor y axilas mojadas.

─¡Carajo! ─exclamé─. ¿Acaso no lavan estas cosas? ─fruncí el ceño.

La oficial soltó una breve carcajada.

─O usas la chaqueta apestosa o te congelas el culo. ─contestó─. ¿Cuál escoges? ─rió nuevamente.

Coloqué los ojos en blanco.

─Bien, vamos, sal al patio. ─me ordenó mientras señalaba con la cabeza hacia el final del pasillo.

Asentí.

Sin decir una palabra me dirigí hasta donde terminaba el corredor y una vez allí procedí a abrir la enorme puerta frente a mi.

En cuanto giré la perilla el viento helado envolvió mi cuerpo.

─Mierda. ─musité en cuanto me percaté de que el lugar estaba cubierto de nieve casi por completo.

─¡Medusa! ─exclamó mi apodo una de ellas.

Era Gloria, mi amiga la hispana.

─Dímelo, chula. ─respondí en español.

Caminé en dirección a ella mientras miraba a todos lados para asegurarme de que Victoria no estuviese presente.

─¿Qué tal estuvo aislamiento? ─preguntó con una sonrisa.

La mujer se acercó a mí y me dió un vigoroso abrazo.

─Un poco húmedo. ─mencioné luego de recordar el momento en que tuve la mano de Vicky dentro de mis pantalones─. Pero ya estoy de vuelta. ─sonreí.

─Vi que te enviaron a una de esas celdas privadas. ─hizo una pausa─. Fui asignada para llevarte la comida mientras que María se recupera. ─agregó.

─¿Cómo está ella? ─fruncí el ceño con preocupación─. Rodríguez me contó todo lo que pasó aquel día. ─añadí.

─Está en su celda, le dieron reposo, los guardias dijeron que podía descansar por unos días. ─me explicó.

─Me gustaría agradecerle todo lo que hizo por mí. ─respondí con honestidad.

─Bueno, tengo que ser sincera contigo. ─suspiró─. Creo que debes agradecerle a Victoria, ella fue quien convenció a las chicas de armar todo el drama. ─siguió.

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