27| Habanero.

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Luego de una calurosa plática entre mi madre, Cara y Victoria finalmente había llegado la hora de despedirnos.

─Muchas gracias por venir, espero que la próxima vez me avisen con anticipación. ─mencioné mientras me ponía de pies.

Vicky se levantó y procedió a deslizar su brazo por mi cintura, la miré de reojo y me percaté de que la pelinegra retaba a Cara con la mirada mientras que la rubia sólo la observaba con seriedad y ojos fulminantes.

─Hija, no olvides abrir el paquete, ¿De acuerdo? ─habló mi madre.

Asentí.

─Prometo abrirlo esta noche, mamá. ─respondí con una sonrisa.

Adalia se acercó a mí y en un acto de ternura procedió a dejar un suave beso sobre mi frente.

─¿Hay algún problema si te llamo más tarde? ─dijo Cara mientras se acercaba a mi con los ojos puestos sobre Victoria.

─Puedes llamarme cuando quieras. ─contesté con amabilidad.

─Me alegra saber que aún hay un poco de amor para mi aquí dentro. ─la rubia colocó su dedo índice sobre mi pecho.

Pude sentir el brazo de Vicky apretar mi cintura con un poco de fuerza.

─Bien, creo que es hora de irnos. ─mencionó mi madre.

¡Gracias al cielo esta pesadilla estaba a punto de llegar a su fin!

Cara tomó su bolsa y de ella sacó las llaves de su costosisima camioneta.

─Hasta luego, Olivia. ─la rubia se acercó a mí y con rapidez estampó sus labios contra mi mejilla.

La tensión estaba en el aire.

─Fué un placer conocerte, Victoria. ─añadió con cierta molestia al mencionar el nombre de la pelinegra.

─Igualmente, Sara. ─respondió Vicky con una sonrisa fingida.

─Es Cara. ─la corrigió─. Con C de Carolina Herrera. ─añadió.

─Sí, como sea. ─colocó los ojos en blanco.

Dios, parecen dos niñas de seis años.

La rubia miró al cielo y suspiró con fuerza.

─Adiós. ─me miró con seriedad.

Cara y mi madre caminaron a paso rápido hasta atravesar el umbral de la puerta y desaparecer de mi vista.

─Creo que las ahuyentaste, te tienen miedo, probablemente no vuelvan jamás. ─me dirigí a Vicky.

─Oye, lo sient... ─se intentó disculpar pero interrumpí sus palabras.

─Buen trabajo. ─solté de golpe.

La pelinegra me miró confundida.

─Eres una chica salvaje. ─dije acercando mi rostro al suyo─. Y eso me está enloqueciendo. ─le di un corto beso en los labios.

Sus mejillas se habían ruborizado.

─¿Quieres ir por algo de comer? ─cambió rápidamente de tema.

Asentí.

Había olvidado por completo que había dejado mi desayuno en la celda, sin embargo estaba dispuesta a compartir un poco de tiempo de calidad junto a Victoria.

Llegamos al comedor, estaba repleto de gente.

En cuanto la pelinegra atravesó el umbral el lugar quedó en silencio.

INOCENTE © » 1M8.Where stories live. Discover now