85| El Fin de Algo.

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Un millón de cosas atravesaban mi cabeza en ese preciso instante, es que simplemente aún no podía analizar lo que terminaba de leer.

Sentí humedad en mi rostro, fue así que me acaricié la mejilla y descubrí que mis ojos se ahogaban en un mar de lágrimas. 

¿Cómo pasó? ¿Cómo es que nunca me di cuenta de nada?

Todo había sido una farsa.

Fui protagonista de una vil mentira.

Tomé el arma que reposaba sobre el tablero del auto y sin decir más descendí del mismo. 

Me temblaban las manos y me vibraba el cuerpo.

Mis pupilas se habían dilatado por completo y el corazón me palpitaba a mil por segundo.

Podía sentir la vena en mi frente contraerse con fuerza.

Caminé en dirección a ellas mientras el nudo que tenía en la garganta me impedía el paso del aire.

Victoria notó mi presencia y supo de inmediato que algo estaba pasando.

─¿Olivia? ─mencionó mi nombre confundida─. ¿Por qué estás llorando? ─me cuestionó.

Tragué saliva con fuerza y enfoqué a Amaia con la mirada.

─Sube al jet Vicky. ─musité mientras apretaba la pistola con fuerza. 

La pelinegra frunció el ceño.

─¡Sube al maldito avión Victoria! ─grité.

La chica bajó la mirada y sin decir más obedeció de inmediato.

Amaia me observaba fijamente y en completo silencio.

─Ven conmigo. ─ordené tras girarme sobre los talones. 

Di unos cuantos pasos y vi que ella no se inmutaba a caminar.

Me regresé y sin decir más le apunté con la pistola directo al rostro.

─¡Que muevas el puto culo Amaia! ─grité mientras me convertía en un mar de lágrimas. 

Pude verla tensionar la mandíbula para finalmente proceder a seguirme el paso. 

Caminé hasta unos cuantos metros, justo en medio de la pista de vuelo.

La castaña iba detrás de mi en completo silencio.

─¿Cómo pasó? ─solté de golpe bajando el arma.

─¿De qué mierda estás hablando, Olivia? ─me regresó la pregunta.

El cinismo en su voz me causaba tanto asco que por un instante me dieron ganas de vomitar.

Cerré mi puño con fuerza y sin decir más le desplomé un golpe en la boca tan fuerte que mi mano crujió.

El sonido del impacto rompió las masas de aire y luego de unos segundos un río de sangre comenzó a salir de su boca.

─Carajo...─musitó ella tras escupir una perla blanca en el suelo.

Fue allí cuando descubrí que le había tumbado un diente.

─¡Todo este tiempo me mentiste en mi puta cara! ─grité─. ¡No vengas a fingir demencia justo ahora! ─adjunté. 

Pude verla tomar aire con fuerza por la nariz y dejarlo escapar lentamente a través de su boca ensangrentada.

─Tuve que hacerlo. ─soltó de la nada.

─¿Tuviste que hacerlo? ─me detuve─. ¡¿Tuviste que hacerlo?! ─ repetí.

─No estaba dispuesta a pasar toda la vida encerrada en prisión. ─expresó.

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