5| Swastika.

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La noche transcurría con calma, las chicas se fueron a cenar mientras que yo decidí quedarme en la celda, estaba acostada en mi litera mirando hacia arriba, mi corazón iba a mil, por primera vez en mi vida estaba sola, totalmente sola.

Las luces se apagaban a las diez así que sólo faltaban unos cuarenta minutos para que las reclusas volvieran a sus celdas. Esta es una prisión de mínima seguridad la cual te deja salir y entrar de tu habitación cuando se te dé la gana, si lo piensas bien eso es bueno pero a la vez es algo peligroso, cualquiera podría entrar a la celda en medio de la noche y asfixiarte con una almohada y al final del día nadie sabría quién te asesinó.

Mi estómago ruge, no había comido nada desde la mañana.

─Maldición. ─musité luego de sentir los retorcijones de mi cuerpo exigiendo algo de comer.

Me levanté de la cama y me puse los brazos en la cintura. ¿Qué debía hacer? no quería salir de la celda, es una lástima que en prisión no existiera servicio al cuarto.

─Muy bien, ya estás aquí. ─dije hablando conmigo misma─. Vas a salir, vas a ir al comedor, tomarás algo para comer y te sentarás a degustar la cena sin molestar a nadie. ─suspiré.

Intentaba armarme de valor mientras repasaba el camino hasta el comedor dentro de mi mente, por suerte María fue bastante clara en sus explicaciones de qué pasillos debía tomar para llegar hasta dicho lugar.

Me posé bajo el umbral de la puerta, decidida casi por completo a dejar el miedo que envolvía mi cuerpo y obligarme a aceptar que ahora este sería mi nuevo hogar.

─¡Muévete ya! ─exclamó una mujer con acento extraño que me observaba desde su litera en la celda de enfrente.

─¿Disculpa? ─pregunté confundida, no estaba segura si hablaba conmigo─. ¿Me dices a mi? ─interrogué.

─Sí, por supuesto que hablo contigo. ─contestó mientras se colocaba de pies y se acercaba a mi.

Estaba un poco nerviosa, me habló con tanta confianza que se me puso la piel de gallina. La mujer era un poco más alta que yo, su piel era blanca, tenía un peculiar tatuaje de estrellas a un lado del rostro y llevaba la cabeza rapada. La observé con rapidez y pude notar que tenía una pequeña esvástica nazi tatuada en el interior de la muñeca.

─Llevo media hora viendo lo que haces, y me preocupa. ─replicó.

─¿De qué hablas? Sólo estuve toda la tarde recostada en la cama. ─respondí.

─¿De qué prisión vienes? ─hizo una pausa mientras leía mi nombre en el gafete─. Olivia Carrington. ─mencionó.

Leí rápidamente la información en su identificación y me percaté de que tenía un nombre extraño, Viveka Schäfer, nacida en Berlín, Alemania.

─En realidad soy nueva, jamás había estado en la cárcel. ─respondí.

─¿Bueno, entonces qué te trae a este lujoso hotel? ─demandó saber mientras me examinaba con detenimiento de pies a cabeza.

─Drogas. ─confesé de golpe.

─¿Dónde te he visto? pelirroja, tu rostro se me hace familiar. ─preguntó con recelo.

─Tal vez en televisión. ─contesté entre risas.

Automáticamente sus ojos se abrieron como platos y para mi sorpresa su reacción y lo que dijo después fué bastante único.

─¡No bromees, perra! ─exclamó.

─¿Disculpa? ─fruncí el entrecejo confundida.

─¿Eres doctora verdad? ─demandó saber mientras me señalaba con felicidad y una amplia sonrisa iluminaba su rostro.

INOCENTE © » 1M8.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora