No confíes

By zugarbooks

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Rostros hermosos vemos, trastornos no sabemos... Sofía es una estudiante de la Facultad de Psicología, anhela... More

NO CONFÍES
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...
Prólogo
1. Una mirada peligrosa
2. Trastornos ocultos
3. Al igual que un gato aislado
4. Una cita equivocada
5. Matar es cómodo y sencillo
7. Rumores que perturban
8. Las palabras matan
9. Malas decisiones
10. La venganza sabe a sangre
11. Impulso
12. El asesino está a tu lado
13. Nunca confíes
14. Claro de luna
15. La paciencia de un buen cazador
16. Encuéntrame
17. Un plan siniestro
18. Amor enfermo
19. Análisis de muerte
20. El nacimiento de un psicópata
21. Ansiedad
22. Siguiendo el instinto
23. Cambio de planes
24. El mal está dentro de ti
Epílogo

6. No abras puertas que no conoces

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By zugarbooks

Sofía encendió el estéreo y sonó Blink-182 con What my age again. Cristian enloqueció de la emoción y comenzó a cantar junto a ella, quien lo miraba sorprendida de que supiera la letra.

Los dos se vieron un par de segundos y rieron en el auto, mientras se seguían reproduciendo las canciones.

Llegaron a una cafetería que estaba cerca del centro de la ciudad, Sofía aparcó el auto en la esquina y bajaron. Caminaban por la acera mientras platicaban sobre el colegio, en cómo él había llegado hasta ahí con esas buenas notas. Mientras ella le contaba que esa facultad era su sueño desde pequeña, al igual que ser psicoanalista.

Entraron juntos, se sentaron y platicaron un gran rato, hasta que ella reparó en la hora y vio que ya era bastante tarde. No acostumbrara pasar más de las ocho de la noche en las calles de la ciudad, y justo ahora estaba a punto de ser media noche.

No se lo podía permitir este tipo de cosas. En primer lugar, porque sentía que tenía que ocuparse de ella, de sus planes y del orden que tenía en su vida. Era su tiempo, era celosa con él, por eso amaba tanto su soledad y su monotonía. Aquella vida rutinaria de la que siempre se había rehusado a salir.

Desde siempre había sido una jovencita ordenada y muy planificada en cuanto a todo. Cada cosa que hacía era por horas determinadas, tomar el desayuno, el entrenamiento, las horas de películas o de permanecer en redes sociales. Siempre se dictaminaba en todo y se la pasaba poniéndose alarmas todo el tiempo. Así su vida había transcurrido con exactitud.

Sofía era una persona que no había tiempo para distracciones, así la había criado su papá. Impecable. Y, en segundo lugar, era peligroso, podían asaltarla o si pasaba algo con un neumático sería terrible aparcar sola a media carretera y sin luz. Sólo de pensarlo le aceleró el corazón y le dio un pequeño ataque de ansiedad.

Odiaba que las cosas se salieran de sus manos, que olvidara sus horarios y que estas cosas pasaran y más si era por un chico. Lo pensó y se recriminó por ello, ¿cuándo se había retrasado en llegar a casa sólo por salir con alguien? Nunca, se espetó. De pronto quiso salir corriendo, pero se contuvo.

Con la mirada clavada en ella, Cristian la notó preocupada, nerviosa, molesta. Él no sabía por qué, pero en un instante ella cambió el semblante y se tensó.

—¿Pasa algo? ¿Te sientes bien? —Preguntó Cristian en tono preocupado.

Es hora de irnos—. Dijo ella rápidamente—Se nos ha pasado el tiempo y tengo que llegar a casa a estudiar, lo he olvidado—. Decía mientras se levantaba de su asiento.

Nunca miró a Cristian, tenía la vista levemente hacía abajo, tratando de ocultar su molestia.

—Perdóname no me he dado cuenta—dijo, intentando conseguir que ella levantara la vista, pero no ocurrió. Así que, se apresuró a sacar dinero de la billetera y lo depositó en la mesa junto a una buen propia para el mesero que los había atendido amablemente.

Salieron de la cafetería y ella se preguntó si tendrían una segunda cita o esto sólo había quedado ahí, en si serían amigos o al fin tendría un novio formal. Odiaba sus cambios repentinos de humor, de pronto se sentía atraída por alguien y después el miedo lo hacía desechar todo. Se giró y vio a Cristian, seguía pensando que era lo más atractivo que se había acercado a ella y sonrió. Sólo pasó un instante cuando cerró los ojos y sacudió levemente la cabeza, se dijo que no tenía que pensar esas cosas, lo desecho. No quería idealizar nada, no era correcto. Siguió caminando y se fue directo a abrir la puerta de su Cadillac.

—Bueno, señorita, es hora de que vaya a casa—dijo Cristian mientras se acercaba a ella para darle un beso en la frente, después se reincorporó—Tengo que ir a la parada e irme a casa. Cuídate, ¿sí?

Se estremeció por el beso, le sonrió y asintió mientras se subía al auto. Antes de que arrancara el motor Cristian tocó la ventana con los nudillos, y ella la bajo de inmediato.

—¿Me prestas tu móvil? —le dijo Cristian extendiendo la mano, mientras sonreía cálidamente.

Sofía se quedó inmersa, observando aquel rostro iluminado por la luz de las farolas de la calle. Por un segundo se sintió estúpida, y de inmediato se reincorporó a buscar el móvil. Cuando lo encontró lo puso en sus manos sin decir una sola palabra.

Ella sabía exactamente lo que haría, le había pasado antes con otros chicos astutos a los que ella había dejado de hablar después de unos días. Pero, con Cristian no había problema, anhelaba que le hablase.

Él registró el número y se hizo una llamada desde el teléfono de Sofía.

—Listo. Así los dos estaremos en contacto—dijo sonriendo. Mientras le devolvía el móvil. Le dio dos golpecitos al auto y se hizo hacía atrás.

Sofía se quedó pensando que había sido muy astuto, se comenzó a reír y arrancó el motor dejando a Cristian atrás. Aceleró como sólo la noche se lo permitía.

"Adiós, autos. A un lado, policía de tránsito. Bueno, al menos por ahora", dijo, con una sonrisita en los labios.

Todos están ocupados haciendo quién sabe qué. Encendió el estéreo y cruzó toda la ciudad deprisa, bajó las ventanillas y se llenó con el aire frío de la noche que le calaban hasta los huesos.

La noche había refrescado, pero ella pensaba que sentir era bueno, aunque fuera frío. Eso la hacía sentir viva e incluso olvidarse de cualquier cosa que no la hiciera sentir bien.

El aire le evocaba paz y tranquilidad. Así se liberaba de aquella ansiedad que la carcomía de vez en cuando y que tanto odiaba. Aún no sabía controlarse, sin embargo, esperaba algún día poder hacerlo en su totalidad.

La mirada de Cristian se perdió con las luces traseras del auto, hasta desaparecer. Miró su teléfono y sonrió para sí. Qué fácil estaba resultando todo, pensó. Se reincorporó y caminó hacia el otro lado de donde estaba la parada de autobuses. Caminaría tres cuadras más, ahí rentaba un departamento con la identidad de Miguel, una identidad que había creado un par de meses atrás.

Él era un personaje tranquilo y bondadoso que ayudaba a sus vecinos cuando lo necesitaban. Se hacía pasar con los inquilinos por un estudiante de Mercadotecnia y como trabajador de medio tiempo en una central de abastos. Así que se dirigió allí. Nadie de su facultad conocía su casa.

Él a diferencia de Sofía, nunca era rutinario. Su vida era planificada constantemente. Cambia rutas, calles, identidades y casas diferentes. Cuando terminaba de servirle una identidad, quemaba los papeles y creaba otras. Tenía todo perfectamente calculado. Así que se apresuró a llegar a su departamento.

Todo el camino se mantuvo absorto en sus pensamientos, imaginando lo que haría con Sofía. Creando y deshaciendo imágenes en su cabeza. Se dijo que, en cuanto llegara a casa, crearía el mejor plan jamás antes visto. Esta vez nadie huiría de él. Haría todo con cautela para reaccionar antes de cualquier situación venidera. No permitiría que le pasara lo mismo de hace unos meses.

"Los errores se aprenden de una manera poco agradable, pero te enseñan que debes hacer daño antes de que alguien más lo intente contigo. Justicia anticipada". Se dijo a sí mismo.

Y entró a su departamento.

Mientras el viento le desacomodaba el cabello, Sofi no podía creer cómo había aceptado salir con un chico después de rechazar a medio mundo por doquier. No le parecía adecuado que al primer hola y la primera sonrisa cayera rendida a aceptar una salida, pero lo hizo, ahí estuvo.

En el fondo no se arrepentía de haberlo conocido, no creía en las casualidades y mucho menos en el destino, creía que las cosas se acomodan porque tú así lo predispones. Que las cosas pasaran así eran consecuencia de tus actos, eso era algo que se decía a diario.

Llegó a casa, aparcó el auto y se dirigió a su departamento. Había cámaras de seguridad y se encendieron las luces cuando ella se posó afuera mientras introducía la llave. Giró la cabeza hacía derecha e izquierda, estaba silencio y la oscuridad se tragaba los pasillos.

Las ventanas de los vecinos permanecían cerradas, era lógico, hacía frío. Sólo en verano solían mantenerlas abiertas, recordó. Pero justo ahora no era verano, en cambio todo estaba oscuro, no se veían luces dentro y no había ruidos siquiera de un televisor encendido. Era como si todos se hubiesen ido de viaje. Solo había silencio, uno que la aturdía en ese momento.

Creía que, a veces la soledad y el silencio no eran tan favorables cuando estaba fuera de casa, indefensa y en la oscuridad, expuesta a un sinfín de cosas aterradoras. Un escalofrío le recorrió por la espalda, pero no podía dejar pasar aquellos pensamientos que la embargaban.

"Sin duda, el miedo siempre vive aferrado a tu imaginación. Si no fuera por ello, ni siquiera me sentiría así", dijo para sus adentros.

Entró al departamento, pero sólo dio un paso, quedándose en la puerta. Palpó con la mano izquierda la pared hasta localizar el contacto y encendió la luz de la sala. Se apresuró a cerrar con llave mientras posaba su mirada en la oscura noche, llena de estrellas, mientras la temperatura bajaba más.

Por un momento, se detuvo a pensar en que, su fraccionamiento era un lugar agradable para estudiar, debido a su silencio y a que, la gente no era chismosa. Todos estaban inmersos en sus vidas, parecían que no tenían tiempo para los demás, incluso ni para ellos mismos y ese aspecto también lo hacía peligroso. Podrían estar tan inmersos en sus asuntos que pasarían desapercibido algún atraco, violación y un sinfín de atrocidades.

Se acercó a la ventana, cualquiera podría estar ahí afuera, escondido tras las sombras de los árboles, detrás del bote de basura o en el frío y oscuro aparcamiento, acechándola, sin que ella pudiese verlo. Podrían seguirla, asaltarla e incluso, entrar al departamento. Se giró hacía la sombra de los árboles y se estremeció.

Movió la cabeza repetidas veces en negación mientras cerraba los ojos, y se dijo a sí misma que eso era el resultado de ver tantas películas de terror y leer en repetidas ocasiones aquellas novelas de suspense psicológico y thrillers, a diestra y siniestra.

Se deslizó por toda la casa encendiendo las luces, y se incorporó a su habitación, se quitó los pantalones y la chaqueta. Se acercó a su ordenador y puso música, esta vez sonaron The 1975.

Comenzó a cantar a todo pulmón y se dejó caer en la cama, estuvo así un gran rato. Dijo que ya era tarde para estudiar y que mañana sin duda se reincorporaría a sus actividades. Sonrió porque después de todo había sido un buen día y estaba feliz, en ese instante sonó su móvil que estaba al lado de su mochila, lo tomó y era un mensaje de Cristian.

Espero que hayas llegado bien a casa, Sofi. Me encantó conocerte, espero verte mañana en la facultad. Buenas noches.

Cristian.

Sofi daba de vueltas en la cama. Estaba emocionada y sentía que tenía un zoológico en el estómago y que una especie de electricidad emanaba por todo su cuerpo, desde la punta de los pies hasta su largo cabello ondulado. De pronto reaccionó y se dijo

—No, no lo conoces y él no te conoce a ti, no crees ideales, no te hagas falsas ilusiones, ¿de acuerdo? —Se dijo a sí misma en voz alta y con tono de consejera estudiantil o como una mamá enfadada.

Sacudió la cabeza y dejó el teléfono a un lado, se levantó de la cama y fue por un vaso con agua, regresó tarareando "The robbers" de The 1975, se tumbó en la cama y se quedó profundamente dormida.

En la oscuridad de su habitación, Cristian se encontraba al lado de una mesita con la luz tenue y cálida. Luz suficiente para alumbrar aquel espacio y nada más. No le gustaba llamar la atención de los vecinos. Quería aparentar ser una persona normal que llegaba cansado a casa y únicamente se tiraba a dormir.

Aquello que alumbraba era una libreta nueva y común, tenía anotado un pequeño análisis del comportamiento de Sofía. Desde su pequeña manía por tocarse el cabello únicamente con la mano derecha y hacerlo hacía atrás. También jugarse los dedos de las manos cuando se ponía nerviosa y de mantener los pies inmóviles para procurar aparentar estar tranquila, cuando en realidad era todo lo contrario.

En otra hoja tenía una lista minuciosa de cosas que a Sofía le gustaba hacer, su gusto excesivo por el psicoanálisis, al igual que a él, pero en sentidos diferentes o más bien, opuestos.

Era un análisis a grandes rasgos, se basaba en muchas observaciones que tan solo había observado en cuestión de horas, aunado a aquel comportamiento de Sofía al final, una pequeña crisis de ansiedad, inseguridad y confusión en sí misma cuando no medía su tiempo y sus acciones. Esa manera en que tensaba el semblante cuando algo le molestaba.

—Pequeñas y grandes cosas, son lo mismo. Todo es importante si se trata de analizar, sobre todo si tengo que cazar—. Pronunciando las palabras de forma quedita como si alguien lo estuviese escuchando tras la puerta.

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