Sam #PGP2021

By Mialroga_

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Un viaje a mi vida y a los amores en ella. Los llevaré a un pequeño recorrido en mi vida, a mi pasado, más co... More

Antes de...
Dedicatoria
Sinopsis
Introducción
Capítulo 1 - Un final inesperado
Capítulo 2 - Adiós a la Abadía
Capítulo 3 - Un inicio accidentado
Capítulo 4 - La familia siempre unida
Capítulo 5 - Nuestro cinco y seis
Capítulo 6 - Amigas inseparables
Capítulo 7 - Bahías de Huatulco
Capítulo 8 - De amores y bahías
Capítulo 9 - Siempre a tu lado
Capítulo 10 - Monte Albán
Capítulo 11 - Agua de horchata
Capítulo 12 - Mole
Capítulo 13 - Desafinados
Capítulo 14 - Sabor a mí
Capítulo 15 - Hierve el agua, Oaxaca
Capítulo 16 - Hogar, dulce hogar
Capítulo 17 - Gritos, regaños y desacuerdos
Capítulo 18 - Propuesta
Capítulo 19 - Ocho en punto
Capítulo 20 - Viaje Estelar
Capítulo 21 - Películas y hormonas
Capítulo 22 - Noche buena y lejía mental
Capítulo 23 - Muérdago
Capítulo 24 - La magia de las palabras
Capítulo 25 - Ángel
Capítulo 26 - Muñeco de nieve
Capítulo 27 - Casi de año nuevo
Capítulo 28 - Gracias
Capítulo 29 - Anticipación
Capítulo 30 - Querer y merecer
Capítulo 31 - Sin respiración
Capítulo 32 - Segundas intenciones
Capítulo 33 - Reacciones a nuestras acciones
Capítulo 34 - Dejarlo partir
Capítulo 35 - Celos cavernícolas
Capítulo 36 - Quédate
Capítulo 37 - Perfectamente imperfecto
Capítulo 38 - Detén el tiempo
Capítulo 39 - Casi una tormenta
Capítulo 40 - Primera plana
Capítulo 42 - Sí
Capítulo 43 - Preparativos
Capítulo 44 - Nuestro
Capítulo 45 - Frío
Capítulo 46 - Golpes
Capítulo 47 - Tiempo
Capítulo 48 - Realidad
Capítulo 49 - Ellos
Capítulo 50 - Agosto en Londres
Capítulo 51 - Lágrimas
Capítulo 52 - Sin miedo a vivir
Para ustedes
Pequeño espacio

Capítulo 41 - Enfermero particular

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By Mialroga_

— ¡Travis, Vladimir, el desayuno está listo! —Los dos gigantones asomaron la cabeza en la cocina.

— ¿Nos ha preparado el desayuno? —interrogó Vlad, mi guardaespaldas personal.

— Así es, nos he preparado el desayuno. Alto en proteínas, carbohidratos y grasas bien medidos, cero gluten y para los intolerantes, libre de lácteos—les entregué el plato tamaño extrafamiliar, ambos me sonrieron con ternura.

— Muchas gracias, Sam.

— Un placer, ahora coman muchachos, que están en crecimiento. Iré a llevarle esto a mi hombre.

Salí de la cocina dejando a los dos primos devorando su desayuno. Resultó que Vlad solamente tenía la cara de malo, porque era un grandote que rebasaba los dos metros con un corazón de oro, cabello rubio casi a rape y unos ojos divinamente azul celeste.

— ¡Achís!

— Salud —le retiré el termómetro y revisé su temperatura —. La fiebre cedió un poco. ¿Cómo te sientes?

Gabe llevaba dos días postrado en la cama secundario a amigdalitis aguda, gripe y una baja de glucosa terrible. Por indicación médica tenía que permanecer en reposo por ocho días, algo que lo tenía terriblemente estresado.

— Me siento mejor —habló con voz gangosa —. Muchas gracias.

— Tienes que comer algo, mi mocosillo —se carcajeó.

— Dios, no puedo creer que me enfermé.

— Suele pasar cuando respiramos, ya sabes, todos los seres vivos gozamos de adquirir enfermedades diversas a lo largo de nuestras vidas —resopló tomando asiento en la cama.

— Te amo tanto —sonreí colocando la bandeja de comida en su regazo.

— Te amo, y te amaré más si te terminas todo esto.

— La verdad no tengo apetito, la comida me sabe a cartón.

— Me duele que digas eso de mi comida —hablé con fingido insulto.

— No es tu comida, hasta la pasta dental me sabe a cartón.

Gabe no nos había hecho fácil el ayudarlo un poco con su reciente estado de salud, al principio se rehusó a descansar, pero la hipoglucemia lo había dejado fuera de combate, entonces supo que tenía que acatar las indicaciones médicas, o terminaría atado a la cama y sin derecho a opinar hasta que mejorará.

Emma venía a visitarlo durante las tardes, mi madre llamaba para saber cómo estaba, y yo me había mudado temporalmente a su casa.

Su teléfono comenzó a timbrar, él le dedicó una mirada casi soñadora, luego suspiró y siguió comiendo.

— Sabes que puedes recibir llamadas, no eres un prisionero de la gripe, pero si son de trabajo las desvías de inmediato con tus socios —el teléfono siguió sonando.

— ¿Puedes ponerlo en alta voz?, por favor.

Tomé el teléfono haciendo lo que me pidió.

— Gabriel Kendrick.

— Gabriel, soy Dakota. Me enteré de que estás en tiempo fuera.

— Estaré un tiempo en casa.

Lamento escuchar eso, nos privas de tu presencia. Escucha guapo, tengo lo que me pediste —los ojos de Gabe inmediatamente se fijaron en mí.

— Esto, Dakota, no...

Estoy segura de que le va a encantar, solo falta algunos detalles, pero los quiero consultar contigo antes de darlo por terminado.

Sí, yo te llamo apenas pueda —su tono denotaba nerviosismo.

Estaré esperando tu llamada, y felicidades. Recupérate pronto para poder verte. Besos.

La llamada terminó, devolví el teléfono a la mesita de noche y me mantuve calmada. No iba a ponerme celosa, no había razón para estar celosa.

Es una amiga de la familia —aclaró de inmediato —. Mamá y ella han sido amigas por años. Sus hijas solían molestar a Nathan cuando estaban en la escuela, y Nathan no sabía en qué dirección correr. Les gustaba mucho mi hermano, pero a mi hermano no le gustaban ellas. Ahora las dos trabajan en la corporación, y aunque los siguen molestando, él ya no corre despavorido —arqueé una ceja en su dirección, porque no había tomado ni un poco de aire para decir todo eso.

Me hubiera gustado ver eso. ¿Quieres dormir un poco?

No, no todavía —suspiro visiblemente cansado —, lamento mucho todo esto —arrugué la frente.

¿Lamentas el qué?

Que tengas que estar aquí, cuidando de mí a todas horas.

Yo no lo lamento, o es que no me quieres aquí —se mostró alarmado.

Yo te quiero aquí. De verdad te quiero aquí, pero...

¿Pero?

Bueno, es que no es divertido cuidar a un enfermo.

Nunca es divertido cuidar a alguien que no se encuentra bien de salud, especialmente si esa persona te importa tanto como tú me importas a mí. Verte cansado y haciendo muecas porque te duele algo me molesta mucho porque no puedo hacer más por ti; además, no existe otro lugar en el que me gustaría estar que contigo.

Eres la mejor novia del mundo.

Por supuesto, así que cuídame, porque te me voy.

Terminó su desayuno y lo dejé descansar. Se le cerraban los ojos de sueño. Me dediqué el resto de la mañana a preparar la comida para que estuviera lista y a revisar que él se encontrará bien. Había adelantado mucho de mi trabajo por las noches, así que no tenía otra cosa que cocinar y tratar de entender su lavadora, la cual parecía hecha especialmente para alguna película de ciencia ficción demasiado futurista.

Cuando terminé mis deberes fui a verlo, seguía dormido, pero era hora de su medicamento y de que comiera un poco más.

— Gabe, despierta —tomé su rostro entre mis manos, él suspiró profundamente —. Venga mi mocoso —abrió los ojos con lentitud —. Ahí están esas dos ventanas esmeraldas.

— Me morí y llegué al cielo —me aguanté la risa.

— Señor Kendrick, ¿acaso está coqueteando conmigo?

— ¿Está funcionando?

— Completamente —sonrió complacido.

— Entonces sí, estoy coqueteando contigo. Eres la mejor enfermera del universo entero.

— Hago mi mejor esfuerzo.

Lo ayudé a tomar sus medicinas y a comer un poco más, luego hizo sus necesidades, se lavó los dientes y regreso a la cama. Dos grandes círculos negros debajo de sus ojos le decoraban el rostro. Me quedé a su lado mientras volvía al mundo de los sueños. Dos horas después comenzó a quejarse, revisé su temperatura de nuevo y me alarmé al instante.

— Jesús, Gabe, estás hirviendo. Tenemos que bajarte la fiebre —lo sacudí enérgicamente, pero no abrió los ojos —. Despierta, Gabe, no puedo cargarte.

— Samanta, te amo Samanta —murmuró entre sueños.

— Vamos mocosillo, despierta —intenté bajarlo del colchón, pero parecía imposible —. Ayúdame un poquito, estás muy pesado.

— Samanta, quédate conmigo.

— No voy a ningún lado, pero tú si te me puedes ir si no te bajo la temperatura.

Le quité el pijama hasta dejarlo en ropa interior, corrí a abrir el agua de la ducha y ajusté la temperatura, no podía meterlo en agua helada, pero si fresca, eso le ayudaría mucho, cuando regresé a la habitación, él seguía en la misma posición en que lo había dejado.

— No voy a poder contigo.

— Permítenos ayudar.

Vlad apareció al lado de Travis, y aún con su envergadura, mover a Gabe les costó mucho trabajo. A trompicones lo metieron debajo del chorro del agua, eso lo despertó de sopetón.

— ¡Carajo! —intentó escapar del chorro del agua, pero Travis y Vlad se lo impidieron.

— No, no, quédate aquí —le ordené, se le doblaron las piernas de debilidad, pero entre los dos lo mantuvieron en pie. Los cuatro terminamos empapados.

— Quiero salir, está helada.

— ¿Puedes soportar unos minutos más?

Pregunté esperanzada, Gabe tiritó, pero afirmó, luego de un rato lo dejaron en el sillón de baño y salieron dejándonos a solas.

— Déjame quitarte esto —señalé su ropa interior empapada.

— Harías cualquier cosa por verme desnudo —se burló arrastrando las palabras, era como si estuviera borracho.

— Nunca me aprovecharía de ti, especialmente en un estado tan vulnerable.

— Te pido que te aproveches —negué con la cabeza

— Eres terrible.

— Y sexy —me ayudó a quitarle el resto de la ropa, le sequé el cuerpo y el pelo y le envolví una toalla en las caderas —. Deberías cambiarte, estás empapada y te vas a enfermar.

Me quité la ropa de inmediato y tomé una de sus camisetas de algodón, corrí a la habitación y cambié las sábanas rápidamente, luego lo llevé de vuelta a la cama.

— A la cama.

— Yo abajo y tú arriba —agregó burlón mientras me tocaba el trasero.

— No hay nada de eso hasta que te recuperes —le puse los calzoncillos.

— La idea es que me los quites, no que me los pongas. Ya me recuperé, mírame, estoy recuperado —finalizó con los ojos cerrados —. Eres un ángel. Mi ángel, Samanta.

Volvió a quedarse dormido en cuestión de segundos, su temperatura era la óptima y su estado de ánimo había mejorado bastante.

— Te amo —le susurré al oído — Muchísimo.

Besé su frente y luego corrí a ponerme ropa interior, porque no me gustaba andar por la vida con la flor al aire. Me puse una licra deportiva y un top, pero me quedé con la camiseta de Gabe, después regresé a su lado. Me dediqué un buen rato a jugar con su pelo, a verlo dormir y sonreír.

Le amo tanto.

— Ahí está mi cuñada favorita —Nathan se encontraba en el umbral de la puerta con una sonrisa en los labios y un gigantesco ramo de flores en las manos.

— Le van a encantar —arrugó la frente y luego hizo un gesto negativo con la cabeza.

— No son para él, a mi hermano le traigo mi dedo medio, pero está dormido, así que lo reservaré. Estás son para ti —las tomé y como extra recibí un beso en la mejilla.

— Muchas gracias. Están preciosas.

— ¿Cómo está el paciente?

— Está durmiendo, ha comido y tomado sus medicinas, pero llegaste tarde tuvimos un cuarteto en el baño. Travis, Vlad, Gabe y yo tomamos una ducha fría.

— ¿Sigue con fiebre?

— Sí, aunque le bajó más rápido esta vez. El doctor vendrá más tarde a verlo.

— Sam, no te he agradecido por todo lo que has hecho por ese cabezota de mi hermano.

— No tienes por qué hacerlo —negó tomando mis manos entre las suyas.

— No tienes una idea de lo agradecido que estoy de que llegarás a su vida, o quizá si la tienes. Llegaste para salvarlo, para salvarnos a todos

— Nathan no tienes que...

— Eres pura magia, hermosa. Travis tiene razón, llegaste a la vida de Gabriel para ponerlo todos patas arriba, le demostraste que la bondad existe fuera de la familia, ayudaste al abuelo a levantarse, hiciste que yo reevaluara muchas cosas y que me diera cuenta de que estaba desperdiciando mi vida haciendo nada.

>> Fuiste la bocanada de aire fresco que esta familia desesperadamente necesitaba y quiero que sepas que pase lo que pase de aquí en adelante, siempre podrás contar conmigo. Siempre tendrás un amigo a tu lado, te lo prometo.

— Gracias Nathan, tú también podrás contar conmigo siempre.

Charlamos un poco más hasta que se tuvo que ir para solucionar cosas del trabajo, Gabe se recuperó más rápido de lo esperado, estaba radiante, lleno de energía y rebosante de felicidad, yo no tanto.

— Esto es una cruel broma —me limpié la nariz —. Por Dios, mi cerebro se licua y está saliendo por mis narinas.

— Cállate —rezongó Terin mientras se deshacía en estornudos —. Trajiste el virus a esta casa. La deshonra, la desgracia, la tragedia.

Terin y yo estábamos recluidas en nuestro departamento porque la gripe nos había alcanzado. Llevábamos cuatro días terriblemente enfermas, así que nos paseábamos como un ente por el departamento mientras usábamos nuestros pijamas, la de hoy era una de Lucas Come Galletas.

— No fue mi culpa, tienes un sistema inmunológico de porquería —defendí mientras intentaba sonarme la nariz.

— Bruja ingrata, tú y ese sexy novio tuyo —regañó Terin lanzando otro papel con mocos a la basura.

— ¡Oh, cierra la boca! —tomé un gran sorbo de té —, quizá fuiste tú. Saliste tarde hace cuatro noches y dijiste que te picaba la garganta.

Ella jadeó indignada y me golpeó con un cojín mandándome al suelo, luego se reacomodó la capucha del Come Galletas y murmuró algunos improperios.

— ¿Estás bien? —preguntó mi hermano, me asomé desde el otro lado de la cama, Gabe y Anton estaban parados en el umbral de la puerta de la habitación de Terin.

— Estoy bien —esclarecí achicando los ojos en dirección a Terin —. Resulta que mi mejor amiga es una ingrata —Anton llevó la vista al cielo.

— Vas a tener que disculpar su comportamiento —agregó mientras entraba a la habitación —, se ponen todas roñosas cuando se enferman. De verdad, no existe peor paciente que ellas dos, y si escucho una sola queja de tu parte sobre la sopa, te juro que la muelo y te la meto con un tubo por la nariz —amenazó a Terin, quien ya hacia cara de asco a la comida.

— No me gusta la sopa de pollo.

— Y a mí no me gusta la ingratitud humana, y mira por donde, me la tengo que aguantar. Come —ella refunfuñó, pero no luchó contra Anton, no había hombre más necio en el universo que mi hermano.

— Gracias —Gabe se sentó a mi lado en el sofá.

— ¿Te sientes mejor? —le dedicó una mirada burlona a la maraña de pelo que llevaba en la cima de la cabeza.

— Mucho mejor. Muchas gracias.

— Vlad, Anton, Travis y yo vamos a ir a comprar suministros, nos acabamos la alacena. ¿Quieres algo especial?

— No, muchas gracias.

— Ya regresó, estoy a una llamada. Te amo —besó mi mejilla.

— Te amo —los dos salieron dejándonos solas.

— Se están llevando mejor —señaló Terin.

— Quieren matarse uno al otro —puntualicé con desgana.

— Ya se les pasará, Anton tendrá que aceptar que ahora Gabriel es parte de tu vida.

— Eso espero.

Terin y yo nos fundimos luego de tomar nuestra medicina, cuatro horas después desperté sintiéndome mucho mejor y con un gran apetito, pero primero necesitaba una ducha, así que la tomé. Me puse el pijama de Totoro y caminé hasta la cocina, las alacenas estaban repletas de suministros, sobre la barra había más fruta de la que podría comer una persona en semanas y el refrigerador no tenía una pinta muy diferente.

Como que se pasaron un poquito con las compras, pero por la cantidad de comida que ingieren ellos, supongo que está bien.

— No deberías estar levantada y mucho menos abriendo el frigorífico, solo pídeme lo que quieras y yo lo prepararé para ti —murmuró Gabe rodeando mi cintura desde atrás —. Dios, me encanta como hules.

— Me mimas demasiado, además, ya me siento mejor.

— La mujer de mis sueños no va a hacer otra cosa que descansar hasta que la gripe dejé su cuerpo —besó mi cuello causándome escalofríos —. Me gusta tu pijama, ahora ve a la sala, te llevaré lo que quieras allá.

— Solamente quería fresas. ¿Dónde está Anton?

— Dijo que volvía en la noche, que tenía que ver algo de la empresa. ¿Quieres las fresas con chocolate?

— Suena bien.

Nos pasamos la tarde viendo películas, bueno, yo veía películas, él revisaba algunos papeles y enviaba textos a su asistente personal mientras jugaba con mi pelo.

— ¿Todos tus pijamas son así de sexys? —solté una carcajada mientras él me ponía el gorro del pijama.

— No tengo un solo pijama que sea elegante. Mi mamá dice que una mujer adulta como yo debería de tener al menos un pijama de seda.

— Me gusta como se ven, van con tu personalidad —le sonreí montándome a horcajadas sobre él.

— Te tengo un regalo —arqueó ambas cejas mostrándose curioso.

— ¿Un regalo? —asentí recorriendo con una de las fresas sus labios.

— Sí —se mordió el labio visiblemente interesado.

— ¿Dónde está?

— Debajo del pijama.

Murmuré pegando mis labios a su oreja, él se estremeció. Dejé su regazo y poco a poco fui abriendo mi pijama para mostrarle de lo que hablaba. Se aclaró la garganta mientras se removía en el sofá.

— No sabía que te gustará la lencería tan increíblemente sexy.

— ¿No te gusta? —sonrió de medio lado.

— Me fascina como la haces lucir.

— ¿Entonces te gustó o no tu regalo?

— Chaparrita, no puedo aprovecharme de ti en este estado.

— Te pido que te aproveches, Gabe —respondí coqueta.

— Eso sería muy oportunista de mi parte —habló recorriéndome con la mirada.

— Me gustas siendo oportunista.

— ¿Te sientes mejor? —Gabe todavía no se movía de su sitio, pero el Sur de su cuerpo definitivamente estaba moviéndose un poco.

— Estoy aquí, intentando seducirte en un pijama de Totoro con la lencería más sexy que he tenido en toda mi vida. ¿Eso no te dice lo bien que me siento? —en un movimiento rápido se puso de pie y me colocó sobre su hombro —. Todo un cavernícola —hable entre risas.

— Te voy a dar tu cavernícola —gruño —. Yo hombre, tu mujer, yo encargarme de tu placer esta noche, tu disfrutar de mis atenciones.

— Eres el mejor enfermero particular de la historia.

— No tienes ni idea —cerro la puerta de mi habitación de una patada y juntos volvimos a ver las estrellas. 

Impresiones aquí. >>>>

Todo su amor por la historia aquí. >>>>

Todo su amor o sentimientos encontrados por la autora aquí. >>>>

Una palabra para describir la relación de estos dos aquí.>>>>

Infinitas gracias a todos ustedes por la oportunidad que le han dado a la historia. Gracias por dejar entrar a Sam en sus vidas. 

Agradecimientos especiales a AnnycsweetRubi-Yelir por comentar en la historia.

Todo mi cariño para ustedes, son los mejores lectores del mundo. 

¡Nos leemos pronto!

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