Fix Me {Leo Valdez}

By flyingbook

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Tres meses después de que Leo dejara Ogigia, sigue sin tener noticias de Calipso y se encuentra destrozado. P... More

Fix Me
1. La misión
2. Tamara se convierte en una dracanae
3. Alice Harries
4. Descubro las mentiras de mi madre
5. Niño de fuego
6. Cabaña de Hermes
7. Alguien muy especial hace su aparición
8. ¿Papá?
9. Alice resulta ser más asombrosa de lo que creía
10. La pequeña maldición de Afrodita
11. ¡Es sólo un pequeño gesto!
12. Decido ser honesto
13. Betty, la novia de Festo
14. Olivia Fletcher
15. ¿Celos?
16. Romperme la nariz me muestra la realidad
17. Meto la pata... de nuevo
18. Acepto la realidad, ¡esta vez va enserio!
19. Estúpido Leo
20. Campamento Júpiter
21. Ventis
22. Nunca dejen a Alice a cargo de una jeringa
23. Piper es la estratega más chiflada del mundo
24. Eres lento, Leo
25. Notre-Dame
26. No existen las pequeñas aventuras en Milán
27. Nos ataca un travesti
28. Título
29. Egle me... ¿salva?
30. Una extraña reunión
31. ¿OT qué?
32. El espíritu de un gran héroe nunca muere
33. Asclepio nos echa y... nos queda una alternativa
34. Viajes y charlas
Aviso
36. Inframundo y trajes de mal gusto

35. Conociendo a los Bossi

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By flyingbook

<Leo.>

—¿Y bien? ¿Qué estás esperando, niño de fuego? –me preguntó cruzada de brazos, mientras su pie repiqueteaba con impaciencia. Dioses, sentía que hacía años que no se refería a mí de esa manera.

—Déjame tranquilo. Está es una decisión importante –me defendí.

Rodó los ojos y se llevó un mechón de cabello suelto detrás de la oreja.

—Si no lo haces, lo haré yo –me advierte.

—¡No! Esto es simbólico, debo hacerlo yo…

—Por el amor de Dios, Leo –y con un resoplido, estiró la mano y oprimió el botón.

Meto las manos en los bolsillos y suspiro, abatido.

—Relájate, era solo un timbre –dice.

Sí. Estábamos “discutiendo” por quién oprimiría el botón de la casa de su familia. A Alice le daba igual, pero yo quería que sea importante, ¡son los Bossi! Esto era importante. Pero como ya sabrán, con el carácter complicado de mi novia, era difícil salirse con la suya. También, era bastante intimidante el tipo de casa que sus abuelos tenían.

Solo diré que su padrastro, Joe, no es el único lleno de dinero en su familia.

De inmediato, se escucharon unos tacones repiquetear justo detrás de la puerta. Tomé aire, y una mujer treintañera, idéntica a la madre de Alice –al menos por cómo la había visto en fotos- nos abrió la puerta. Dirigió su mirada primero a Al, luego a mí, y luego de vuelta a Al.

—¡Ali! –exclamó llena de alegría y la estrechó entre sus brazos- Come ti senti? Oh, è stato così a lungo! Si sono sempre più grande e più bella giornata! –luego se separó y murmuró con tristeza:- Sei quasi un adulto.

Alice ríe.

—Me encuentro bien, tía Donna. Gracias, tú también te ves muy bien –sonríe- Pero si no te molesta, para Leo sería más fácil hablar en inglés.

El color subió a mis mejillas. Rayos, estaba tremendamente avergonzado. Irrumpía en su casa y prácticamente los forzaba a hablar en otro idioma que no es el suyo.

Bueno, técnicamente, su tía nació en los Estados Unidos. Y sus abuelos vivieron casi treinta años ahí…

Donna me miró por segunda vez en el día, pero ahora me observaba como si acabara de darse cuenta de que estaba ahí.

—Tía, él es mi novio, Leo Valdez. Leo, ella es la hermana menor de mi madre, Donatella Bossi. –nos presentó.

—¿Y qué pasó con Bruno Ruspoli? Él es un gran chico –inquirió esta en respuesta. Alice abrió los ojos como si Donatella acabara de revelar la existencia de los ovnis.

Essere più rispettoso per lui, vi prego –le advirtió Al. O al menos eso sonó como una advertencia.

Me sentía como un idiota.

—Oh, lo lamento, muchacho –su tía me sonrió- No me hagas caso, suelo decir muchas tonterías.

—No pasa nada –me encogí de hombros.

—¿Y qué esperan? ¡Pasen, pasen! –abrió la puerta de par en par y entramos.

La casa entera parecía sacada de esas revistas con el hogar perfecto y todos esos muebles caros. Me quedé asombrado. No solo la casa, sino Donatella, su forma de vestir, su maquillaje, su peinado, todo gritaba “¡Hola! ¡Tenemos mucho dinero!”. En el enorme sofá, había un niño y una niña exactamente iguales, de unos nueve o diez años, cada uno utilizando un iPad. Su cabello era castaño, pero no casi rubio, como el color caramelo de Alice, solo simplemente castaño. Sin embargo, sus ojos eran verdes.

—¡Giana, Giustino, dejen de utilizar las tabletas y miren quién está aquí! –comentó Donatella en tono alegre. Los gemelos dejaron sus iPads a un lado y al ver a Alice, saltaron del sofá y ambos la abrazaron.

—Yo también los extrañé –dijo Al con una amplia sonrisa. Yo le sonreí de vuelta. Era asombroso ver lo feliz que era rodeada de su familia.

En ese momento, un hombre alto y corpulento apareció con una niña en brazos. Se acercó a Donatella y la besó.

Miele, i tuoi genitori dicono ... –luego vio a Alice y sonrió- ¡Ali!

—Tío Flavio, ¿cómo estás? –preguntó ella, supongo que para dejar claro que hablen en inglés. Una vez más, me sentía avergonzado- ¡Oh, mira como creció la pequeña Lunetta! –alzó los brazos, y el esposo de Donna le entregó a la niña. Miró a sus tíos- Está gigante. Siento que fue ayer cuando la abuela nos llamó diciendo que había nacido.

—Sí, llamar –repitió él, algo molesto- Seguimos insistiendo en que tú, Francesca, Sophia y Joe vengan para acá.

No sé si fui yo o Alice quién se sorprendió más. Y eso que ya me sentía bastante ignorado.

—Querido, ahora no –lo reprendió Donatella- Ya es casi hora de la cena y Ali trajo a su novio.

Flavio me miró y estiró su enorme mano.

—Un gusto, soy Flavio Di Staggio. Esposo de Donna –se presentó cordialmente con una sonrisa amable.

—Leo Valdez –dije algo intimidado.

Al se giró a verme, radiante.

—¿Quieres conocer al resto de la familia?

Repasemos: Donatella es la hermana menor de su madre, quien se casó con Flavio, y tuvieron tres hijos. Luego estaba el hijo mayor de Flavio, quien era de su primer matrimonio. Y, los abuelos de Al. Bueno, creo que lo tengo todo.

Ahora me encontraba en el patio trasero, tendido sobre el césped, removiendo inquietos los tornillos y las tuercas en los bolsillos de mis pantalones; mientras, Al se inventaba toda una historia para sus abuelos para que nos den un poco de dinero.

Eran una linda familia, unida.

—Eh, ¿eres el nuevo novio de mi prima?

Levanto la vista instantáneamente. Frente a mí, había un muchacho que quizás tuviese mi misma edad, o quizás sea más grande. Ojos azules y pelo oscuro. No se parecía en nada a Alice, ni siquiera los rasgos del rostro, y era bastante alto.

No eran técnicamente primos, puesto que ni siquiera estaban emparentados. ¿Existe la palabra “primastro”? Bueno, daba igual.

—Sí, soy yo –contesto.

Me examina con la mirada como si fuese un espécimen de laboratorio.

—No somos primos de sangre –comienza-, pero Donna ha sido una madre para mí, y conozco a Al desde que ella tenía dos años y yo cuatro. Y hemos pasado mucho juntos, así que naturalmente la protejo como a una hermana menor. También soy un buen amigo de Bruno, su ex.

Oh diablos, ¿acaso el Señor Papel Higiénico tenía a todos enamorados?

—Él la quiere de vuelta, y yo le debo un gran favor.

Fruncí el ceño. No me gustaba reaccionar violentamente, pero, ¿me estaba jodiendo o qué? No creía que hubiese otra manera de reaccionar.

—Mira, no sé qué pretendes pero… -comencé a decir, él levantó una mano para que deje de hablar.

—Cállate, ¿sí? –rodó los ojos- Detesto que me interrumpan. ¿Qué estaba diciendo? Ah sí, el caso es que me da igual. Bruno puede ser mi amigo, pero la familia es primero, y el bastardo le hizo daño a Alice. –me mira- Y tú, por otro lado, pareces inofensivo, casi como un puddle o un yorkshire.

—Vaya, gracias, me adula que me consideres un perro de bolso.

Se encoge de hombros.

—Mantendré a Ruspoli a raya –promete- Es un buen tipo, pero si quiere algo, no para hasta conseguirlo.

Enarqué una ceja.

—¿Y tú que quieres a cambio?

Ríe por lo bajo.

—Solo la felicidad de Alice. Ah, y quiero que sepas que si le haces daño, recuerdes que soy un italiano con muchos contactos. Y te juro que ni el océano que separa a los continentes se interpondrá en que te abra la garganta si eso pasa, ¿entendido? –no sabía en que momento su expresión cambió de persona amable a sádico demente.

Tragué saliva.

—Yo jamás la lastimaría. Antes muerto.

Vuelve a mirarme como si me estuviese examinando. Luego eleva un poco las comisuras.

—Muy bien. Me llamo Mattia, por cierto.

—Un gusto –le digo.

La cena transcurrió animada y alegre, suponía que aquello era lo normal entre ellos.

Seguía un poco nervioso por el asunto de Bruno, quiero decir, las clases comenzaban en dos semanas, y él y Al volverían a verse. Lo único positivo de la situación era que el Señor Papel Higiénico era un año mayor y por lo tanto, no estaban en el mismo salón. Sin embargo, eso no me tranquilizaba del todo.

Cálmate, Leo.

Lo importante era que Alice me quería, y confiaba en ella.

Podía vivir con eso.

Finalmente, cuando el atardecer llegó, Alice y yo nos despedimos de todos, y nos fuimos en taxi rumbo al aeropuerto. Volvíamos a tener la ropa del campamento y nuestras mochilas ahora estaban cargadas con más provisiones.

—Gracias –me dijo ella sonriente.

Me giré sorprendido.

—¿Por qué?

—Por soportar eso. Sé que son complicados y quieren dar esa imagen de familia perfecta, pero verdaderamente son buenas personas. Así que gracias por estar conmigo en esto –tomó mi mano y la apretó suavemente. Con el crepúsculo, sus ojos ambarinos estaban más brillantes que de costumbre.

—Nah, no fue problema. Además, me cayeron bien –me encogí de hombros- Los gemelos son divertidos y la pequeña Lunetta es realmente dulce.

—Noté que hablaste con Mattia –se mordió el labio- ¿Te trató bien?

Sonreí.

—Un amor de persona –bromeé. Ella se echó a reír.

—Perdona por no pasar demasiado tiempo contigo, tenía que discutir unos asuntos con mi abuela y además ponerme al día con todos.

Me incliné y besé su frente.

—Deja de preocuparte tanto, todo está bien, tonta.

Me golpeó el brazo, juguetonamente y miró extrañada por la ventanilla. Luego se inclinó hacia adelante algo confundida y miró al taxista.

—Eh, disculpe señor, pero está tomando el camino equivocado –le dijo. El hombre ni se inmutó.

—Al, déjalo hacer su trabajo… -comencé. Ella se giró hacia mí, frunciendo el ceño.

—No, conozco de memoria todos los caminos y atajos desde la casa de mis abuelos hasta el aeropuerto y viceversa –apretó los puños y volvió la vista al frente- y este no es uno de ellos. Señor, de la vuelta.

El taxista pretendió no oírla. Siguió conduciendo como si nada. Ahí fue cuando comencé a notar que ya no estábamos por las transitadas calles de la capital de Lombardía. Ahora era un barrio desierto y de muy mal aspecto.

Ella se giró hacia mí, y en ese momento, se trabaron las puertas y el conductor aceleró. Dobló bruscamente, provocando que me golpeara la cabeza con una de las ventanillas.

—¡Leo!

—Estoy bien –mascullé. No me había dado cuenta de que cerré los ojos hasta que volví a abrirlos y vi que íbamos directo hacia una gran pared de cemento.

Alice comenzó a lanzar golpes a su lado de la ventanilla. Luego a utilizar la daga. Era inútil. Y si usaba las flechas detonadoras, íbamos a explotar. Lo mismo ocurriría si yo lanzaba fuego. Gruñó y en un arranque de ira, le clavó la daga en el brazo grande y macizo del tipo. Él sólo se echó a reír y con una mano lo arrancó y lo dobló en dos, y de la herida, comenzó a brotar un líquido negro y espeso.

—Oh, tontos e ingenuos semidioses –se giró hacia nosotros, y sus dientes se transformaron en largos y afilados colmillos. Su piel se volvió escamosa y sus ojos ahora estaban inyectados de sangre. Volvió a reír como psicópata y en ese momento el auto se estrelló y todo se volvió oscuridad.

Gemí de dolor. Sentía un sabor metálico en la boca y mi cabeza me pedía ayuda a gritos. No sentía los brazos y mis piernas las sentía con un dolor latente. No tenía fuerza para abrir los ojos en su totalidad. Entreabrí uno con mucho esfuerzo y sólo había restos de algo metálico esparcido por todas partes. Todo estaba absolutamente destrozado y había un gran charco rojo y espeso a unos metros de mí. No podía moverme.

Un débil sonido salió de mis labios.

—A-Alice…

Logré distinguirla, junto a un neumático a unos metros de mí. Totalmente inmóvil y con su largo y sedoso cabello manchado de sangre, y sobre toda la cara. Una de sus piernas estaba en un ángulo extraño y no podía distinguir si respiraba o no.

El pánico se apoderó de mí. No podía moverme. No podía. No podía hacer nada.

Traté de arrastrarme, pero en el movimiento sentí que me ahogaba con mi propia sangre y traté de escupirla.

 Sin darme cuenta, la oscuridad volvió.

N/A: ¡Ojalá hayan pasado unas lindas fiestas! Y acá estoy yo de nuevo con este capítulo que espero que las deje mordiéndose las uñas. Comenten TODO lo que sintieron y si quieren insúltenme, desahoguénse, lo que quieran jajaj. No soy muy buena calculando pero creo que aproximadamente faltan cinco capítulos y termina esta historia. Creo que no va a haber segunda parte porque estoy escribiendo una historia original y ya tengo más de 15 capítulos y me gustaría seguir avanzando. No sé, ¿qué opinan ustedes? Ah, ¡y gracias por las +45,100 leídas!

Brooke.

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