Sam #PGP2021

By Mialroga_

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Un viaje a mi vida y a los amores en ella. Los llevaré a un pequeño recorrido en mi vida, a mi pasado, más co... More

Antes de...
Dedicatoria
Sinopsis
Introducción
Capítulo 1 - Un final inesperado
Capítulo 2 - Adiós a la Abadía
Capítulo 3 - Un inicio accidentado
Capítulo 4 - La familia siempre unida
Capítulo 5 - Nuestro cinco y seis
Capítulo 6 - Amigas inseparables
Capítulo 7 - Bahías de Huatulco
Capítulo 8 - De amores y bahías
Capítulo 9 - Siempre a tu lado
Capítulo 10 - Monte Albán
Capítulo 11 - Agua de horchata
Capítulo 12 - Mole
Capítulo 13 - Desafinados
Capítulo 14 - Sabor a mí
Capítulo 15 - Hierve el agua, Oaxaca
Capítulo 16 - Hogar, dulce hogar
Capítulo 17 - Gritos, regaños y desacuerdos
Capítulo 18 - Propuesta
Capítulo 19 - Ocho en punto
Capítulo 20 - Viaje Estelar
Capítulo 21 - Películas y hormonas
Capítulo 22 - Noche buena y lejía mental
Capítulo 23 - Muérdago
Capítulo 24 - La magia de las palabras
Capítulo 25 - Ángel
Capítulo 26 - Muñeco de nieve
Capítulo 27 - Casi de año nuevo
Capítulo 28 - Gracias
Capítulo 29 - Anticipación
Capítulo 30 - Querer y merecer
Capítulo 31 - Sin respiración
Capítulo 32 - Segundas intenciones
Capítulo 33 - Reacciones a nuestras acciones
Capítulo 34 - Dejarlo partir
Capítulo 35 - Celos cavernícolas
Capítulo 36 - Quédate
Capítulo 38 - Detén el tiempo
Capítulo 39 - Casi una tormenta
Capítulo 40 - Primera plana
Capítulo 41 - Enfermero particular
Capítulo 42 - Sí
Capítulo 43 - Preparativos
Capítulo 44 - Nuestro
Capítulo 45 - Frío
Capítulo 46 - Golpes
Capítulo 47 - Tiempo
Capítulo 48 - Realidad
Capítulo 49 - Ellos
Capítulo 50 - Agosto en Londres
Capítulo 51 - Lágrimas
Capítulo 52 - Sin miedo a vivir
Para ustedes
Pequeño espacio

Capítulo 37 - Perfectamente imperfecto

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By Mialroga_

Cuando le confesé a Terin sobre lo que habíamos vivido Gabe y yo en su casa meses atrás, ella pareció haber enmudecido. Me puse nerviosa de inmediato por su reacción.

Sabía que Terin no estaba muy entusiasmada por la idea de Gabe y yo en una relación, tan lo sabía que decidí no volver a mencionar el tema en todo el día, sin embargo, esa misma noche ella se sentó a mi lado y finalmente me dejó saber su opinión.

— No quiero que te lastimé —soltó de inmediato —. No quiero que salgas herida, porque de verdad no creo que Gabriel sea alguien de relaciones a largo plazo —iba a tomar la palabra, pero ella me detuvo, así que permanecí callada —. Y aunque no estoy muy convencida con todo esto, sé lo feliz que él te hace —sonreí con timidez —. Puedo ver lo feliz que te hace, y eso es lo que verdaderamente importa.

>> Eres una adulta, Samy Sam, y conoces los riesgos, los pros y los contras. Conoces a Gabriel mejor que nosotros. Conoces sus fallos, y sus victorias, al menos las que te ha permitido conocer. Sé que serás prudente, que mantendrás los ojos bien abiertos.

>> Es bastante obvio que lo que Gabriel siente por ti es fuerte, profundo y también real, pero también es obvio que sigue teniendo los miedos que me has compartido. Solo te pido que seas prudente, que sepas llevar las cosas con calma —entrelazó nuestras manos —. Te quiero, y quiero lo mejor para ti, y espero no equivocarme, pero algo me dice que Gabriel, en este momento, es lo mejor para ti.

— Gracias Roja.

— Solamente te pido que me prometas una cosa —se tomó un momento para decir lo que le carcomía el pecho —. Prométeme que cuando las tristezas sean más que los momentos felices, no vas a aferrarte a algo que ya no funciona.

Suspiré desviando la mirada hacía la motocicleta que descansaba en la repisa de la sala.

"No sé cómo lo has hecho, pero hoy ya te llevo grabada en alma".

— Te lo prometo.

Y como si la vida se empecinará en demostrarle al mundo entero la idea tan errónea que tenían sobre Gabe, y las relaciones, el sonido del timbre se escuchó unas horas más tarde, anunciando la llegada de un paquete dirigido a mí.

La caja era blanca, tenía un listón de seda negro con dorado, al abrirla me quedé sin respiración. El contenido era una hermosa caja de madera color cereza, pequeños cuarzos blancos están distribuidos en los pétalos de varios tulipanes tallados en relieve, y justo en el centro había una de las frases que más amaba.

"Cualquiera en su sano juicio se habría vuelto loco por ti".

- Jane Austen

En el interior de la caja se encontraba el libro de Orgullo y Prejuicio.

Y así pasaron los días a su lado, cada día una nueva aventura, una nueva sorpresa.

Gabre no era muy aventurero que digamos, él era más del tipo de hacer cosas tranquilas, pero románticas, yo, en cambio, era un poco lo contrario. A mí me gustaban las aventuras un tanto extremas.

Él se había vuelto cómplice en mis locuras. El señor serio y formal definitivamente se había llevado una sorpresa enorme conmigo, una que supongo ni siquiera llegó a imaginarse.

— ¡No puedo hacer esto! —gritó mientras se aferraba hasta con el alma a su instructor.

— ¡Por supuesto que puedes! ¡No dolerá! —Le devolví animada.

— ¡¿No dolerá?! ¡Son más de cinco mil metros de altura! ¡¿Cómo eso no va a doler si esta cosa no se abre?! ¡Quedaré hecho mierda! ¡No te quedarán más que restos de mí! —tomó una gran respiración antes de continuar —. ¡Y dudo que queden restos!

Tomé sus manos entre las mías y lo invité a mirarme directamente a los ojos. El pobre estaba en pánico, y supe que traerlo no había sido una buena idea.

— ¡Sabes qué, tienes razón! ¡Regresemos y hagamos otra cosa! —sus ojos se llenaron de alivio, sentimiento que fue inmediatamente reemplazado por la testarudez que lo caracterizaba.

— ¡No soy un cobarde! ¡Voy a hacer!

— ¡Gabe, no tienes que hacerlo! —Le aclaré de inmediato, pero él ya había tomado una decisión.

— ¡No! ¡Yo haré esto!

— ¡¿Están listos?! —interrogó Sunder, el instructor de Gabe, uno al que parecía divertirle toda la situación, y quien ya se encontraba a sus espaldas, listo para la acción.

— ¡¿Estás seguro?! —Volví a preguntarle.

— ¡No, no lo estoy! ¡Pero al diablo, voy a hacerlo! ¡Confió en ti!

Mi instructor y el de Gabe nos repitieron las reglas a seguir, y al final, saltamos. Gabe parecía realmente disfrutar de esta nueva aventura. Al tocar tierra corrí hasta donde él se encontraba. Me lancé a sus brazos y esparcí besos en su rostro.

— ¡Eso fue increíble! —me estrechó en un fuerte abrazo y sentí su cuerpo estremecerse.

— Jamás en mi vida voy a volver a hacerlo —jadeó cerca de mi oído —. Yo no estoy hecho para este tipo de cosas —lo miré directamente a los ojos.

— Gracias por hacer esto —me sonrió con ternura casi palpable, y aunque seguía pálido, su semblante cambió por completo cuando lo besé.

— Te amo —esas palabras todavía hacían que el corazón me diera un vuelco dentro del pecho.

— Te amo —se le iluminó el rostro —. ¿Te divertiste?

— Es difícil de explicar lo que sentí allá arriba. Creo que fue una mezcla de pánico con arrepentimiento y un poco de... ¡Vaya! De verdad estoy haciendo esto y se siente genial. ¡Oh por Dios, voy a morir aquí arriba!

— ¿Estás listo para le segunda ronda?

Me dejó de inmediato sobre mis pies y reculó cuatro pasos elevando las manos en señal de rendición mientras negaba enérgicamente con la cabeza, yo me solté a reír mientras lo veía alejarse.

— ¡Será divertido!

— ¡Nunca más mujer!

Pasar mi tiempo con él, ya fuera en su casa, en la de sus padres o en el departamento era hermoso. Mi padre, aunque a regañadientes, había aceptado a Gabe más rápido de lo que hubiera imaginado. Anton era otra historia, pero cuando le conté sobre Gabe y yo, no reaccionó como me imaginé.

Mi hermano suspiró, me sonrió y me dijo:

— ¿Lo amas?

— Lo hago.

— ¿Te hace feliz?

— Inmensamente.

— ¿Te respeta?

— Siempre.

— ¿Vas a quererlo a él más que a mí? —llevé a Anton a mis brazos y lo abracé hasta que gruñó y luchó por su libertad.

— Te quiero, tonto.

— Y yo a ti, muchísimo. Me gusta verte así, feliz, brillando cual bombilla en Navidad.

— Gracias, Anton.

— No me des las gracias. Quiero lo mejor para ti, y sabes bien que cuando me necesites, o necesites que lo rompa en mil pedazos, solamente tienes que decírmelo.

En el trabajo Gabe era un cazador incansable. No tenía miedo de decir no, y de arriesgarse. Era duro, imparable y fiero, pero cuando estaba con su familia, conmigo, era un hombre dulce, tierno y amable.

Aunque la carga de trabajo que todavía llevaba sobre los hombros era terriblemente agobiante, y con el inicio del proyecto en el que Terin y yo nos habíamos embarcado a su lado, Gabe siempre tenía una sonrisa amable, y las palabras más alentadoras para todos los que lo rodeábamos.

Le gustaba hacer voluntariado, uno que, gracias a su discreción, la prensa no había descubierto, pero que me había compartido. A veces servíamos en comedores intentando dar algo a los más necesitados un poco de lo que necesitaban, otras veces asistíamos a hospitales para pasar tiempo con los niños; solíamos disfrazarnos de superhéroes, duendes o flores para hacerlos reír un rato.

Gabe era sin duda alguna, un tesoro invaluable.

Ocho meses pasaron volando a su lado. Compartimos fiestas, comidas, reuniones, compartíamos momentos, y comenzábamos a compartir sueños.

En mi cumpleaños me obsequió tulipanes de madera; todo un ramo de tulipanes de madera, en un jarrón de madera y cristal. Él era así, sus detalles siempre eran muy personales. Hechos con el alma y el corazón, y cada vez que yo alababa uno de sus detalles, él se mostraba tímido, pero feliz de mi reacción.

Tuve el pastel más increíble del mundo; mi mamá y mis tías habían tomado la esencia de México y la habían hecho comestible. El decorado representaba a los artesanos huicholes, también tenía una muñeca típica mazahua, una cámara fotográfica antigua y alebrijes.

Ese fue el primer día en que Gabe pudo darle de palos a una piñata, y aunque casi le vuela la cabeza a Anton con el palo, nada grabe sucedió. Al final fue Joseph, su padre, quien terminó por romperla, y ganar algunos dulces,

— ¿Te diviertes? —me abrazó desde atrás.

— Lo hago, muchísimo. Gracias por venir —arrugó la frente.

— ¿Por qué no vendría?

— Bueno, sé que tienes mucho trabajo importante por hacer —me volvió hacía él, acarició mi rostro y colocó un beso tierno sobre mis labios.

— No hay algo en este mundo más importante que tú y mi familia, y el trabajo nunca va a ser una excusa para no estar en los momentos importantes de nuestras vidas juntos —sentí que me derretía.

— ¿Alguien te ha dicho que eres maravilloso?

— La mujer de mis sueños —suspiré de inmediato —. La única mujer que hace de mi vida, toda una aventura. La mujer de la que estoy perdidamente enamorado.

Gabriel tenía las palabras correctas para hacerme sentir más grande que el planeta Tierra. Pero no eran solo sus palabras, también lo eran sus acciones.

El día de su cumpleaños le regalé algo que hice con toda mi alma, y recé porque no se tratara de un error. La fiesta fue privada, sus padres, su hermano, Travis, Terror y mis padres, los de Terin, Terin y Anton. Festejamos en casa de sus padres, y aunque su fiesta careció de piñatas, fue igualmente hermosa.

Mamá me ayudó a hornear un pastel de chocolate para él, él parecía encantado por el pequeño leñador gruñón dando forma a un troco viejo, mismo leñador que entraba a una caseta telefónica y se transformaba en uno de los CEO más importantes del momento.

— Es, sin duda alguna, el pastel más divertido que he tenido en mi vida.

Cuando todos los regalos habían sido entregados mi estómago estaba hecho nudos. Estaba nerviosa y rogaba porque mi obsequio fuera de su agrado.

— Espero que te guste —. Feliz cumpleaños —sonrió con alegría.

Lo abrió lleno de entusiasmo, Terin notó mi nerviosismo, así que se colocó a mi lado poniendo su mano sobre mi hombro. Cuando finalmente terminó de abrirlo la sala entera se quedó en silencio. La sonrisa en sus labios desapareció y mi corazón se desplomó a mis pies.

— Lo arruiné —jadeé avergonzada.

— Claro que no, Samy Sam —Terin me rodeó con su brazo.

— Gabe, yo...

— Es hermoso —susurró Gabe con la mirada clavada en su obsequio —. Es realmente hermoso —había lágrimas sin derramar en sus ojos y sentí como mi corazón se apretaba — Es...

Se incorporó dejando de lado el obsequio, me dio un fuerte abrazo el cual devolví. Nos quedamos así por unos segundos, lo sentí estremecerse en mi contra, pero no me moví, cuando finalmente nos separamos una lágrima solitaria logró escapar de sus bonitos ojos, la enjugué de inmediato.

— No quería hacerte sentir mal.

— No me siento mal. Samanta —volvió a sonreír, esta vez demostrando lo feliz que se encontraba —. Gracias, es un regalo increíble.

— Realmente lo es, cariño — la voz de Emma me hizo fijar mi vista en ella —. Es precioso.

Era una fotografía en blanco y negro de su abu Gab y toda la familia. Estaban reunidos en el jardín donde él había pasado tantos días, y donde fui testigo de cómo su semblante cambió poco a poco.

La había tomado en enero, y quería que esa fotografía reflejará el amor que esta familia sentían el uno por el otro. Todos estaban sonriendo aquel día, y nadie había notado que había capturado la imagen. Menos de una semana después Gabe la tenía enmarcada en su casa, justo al lado de otra fotografía donde solo nosotros dos nos encontrábamos, la que habíamos tomado en nuestro primer viaje a su rancho, una donde Sirena era definitivamente la protagonista.

A su colección de fotos se habían agregado varias de este año. Algunas con su familia, otras con sus amigos, y muchas más de nosotros.

Emma me había pedido una copia de la fotografía, y Travis también, por supuesto que se las entregué.

Los días pasaban, y los momentos a su lado se acumulaban en mi pecho, en mi memoria.

Una tarde en la que me encontraba trabajando en la campaña de Gabe, mi teléfono timbró, respondí sin revisar de quién se trataba.

— Orozco Ruíz. ¿Qué puedo hacer por usted? —la voz de una mujer llegó del otro lado de la línea.

— Sería bueno que revisarás tu correo.

Cortó la llamada inmediatamente. Fruncí el ceño y me pregunté de qué iba eso. La verdad es que no le di importancia y seguí trabajando tanto como me dio el cuerpo. Cuando el teléfono volvió a sonar, esta vez si revisé de quién se trataba, y sonreí de inmediato.

Gabe – Hola chaparrita. Te extraño.

Samanta Chaparrita – También te extraño. ¿Qué haces?

Gabe – Canalizando todas mis energías para no dormir en esta reunión.

Samanta Chaparrita – Pobrecito mío, te alegraré el día entonces.

Gabe – Adelante.

Samanta Chaparrita – ¿Cuál es el árbol más valiente?

Gabe – Ni idea.

Samanta Chaparrita – La palmera, porque duerme con el coco.

Gabe – ...

Gabe – Es oficialmente el peor chiste que he escuchado en mi vida, y estoy riendo mientras todos me observan.

Samanta Chaparrita – Me gusta tu risa, es linda.

Gabe – Gracias por el peor chiste del mundo.

Samanta Chaparrita – Siempre un placer.

Gabe – Tengo que prestar atención o van a sacarme de mi propia reunión

Samanta Chaparrita – Nos vemos pronto.

Gabe – Te amo. Un beso enorme.

Samanta Chaparrita – Te amo. Un beso de vuelta.

Nuestros viajes al rancho se habían vuelto una constante, y mi relación con Sirena mejoró mucho. Lamentablemente para Terin y para mí, el viaje anual se había pospuesto, pues la carga de trabajo era demasiada, pero ya estábamos planeando el del siguiente año.

Era consciente que Gabe no era perfecto, no existe ser humano en esta tierra que lo sea, y también que nuestra relación tenía altibajos, porque teníamos discusiones, nos enojábamos y dejábamos de hablarnos por un rato, luego nos reconciliamos, nos disculpábamos y seguíamos disfrutándonos.

Gabriel era perfectamente imperfecto, y eso me hacía amarlo cada día más. 

Inserte el peor chiste del mundo aquí. >>>>

Impresiones del capítulo aquí. >>>>

Infinitas gracias por tus lecturas, votos y comentarios. 

Si has comentado a lo largo de la historia, y no te he agradecido, por favor, coloca aquí tu comentario para que aparezcas en los agradecimientos. >>>>

Voy a dedicar capítulos a los los lectores que más participen comentando, es mi manera de agradecerles por tanto. 

¡Nos leemos pronto!

Todo mi cariño para ustedes desde Guanajuato.

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