Sam #PGP2021

By Mialroga_

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Un viaje a mi vida y a los amores en ella. Los llevaré a un pequeño recorrido en mi vida, a mi pasado, más co... More

Antes de...
Dedicatoria
Sinopsis
Introducción
Capítulo 1 - Un final inesperado
Capítulo 2 - Adiós a la Abadía
Capítulo 3 - Un inicio accidentado
Capítulo 4 - La familia siempre unida
Capítulo 5 - Nuestro cinco y seis
Capítulo 6 - Amigas inseparables
Capítulo 7 - Bahías de Huatulco
Capítulo 8 - De amores y bahías
Capítulo 9 - Siempre a tu lado
Capítulo 10 - Monte Albán
Capítulo 11 - Agua de horchata
Capítulo 12 - Mole
Capítulo 13 - Desafinados
Capítulo 14 - Sabor a mí
Capítulo 15 - Hierve el agua, Oaxaca
Capítulo 16 - Hogar, dulce hogar
Capítulo 17 - Gritos, regaños y desacuerdos
Capítulo 18 - Propuesta
Capítulo 19 - Ocho en punto
Capítulo 20 - Viaje Estelar
Capítulo 21 - Películas y hormonas
Capítulo 22 - Noche buena y lejía mental
Capítulo 23 - Muérdago
Capítulo 24 - La magia de las palabras
Capítulo 25 - Ángel
Capítulo 26 - Muñeco de nieve
Capítulo 27 - Casi de año nuevo
Capítulo 28 - Gracias
Capítulo 29 - Anticipación
Capítulo 30 - Querer y merecer
Capítulo 31 - Sin respiración
Capítulo 33 - Reacciones a nuestras acciones
Capítulo 34 - Dejarlo partir
Capítulo 35 - Celos cavernícolas
Capítulo 36 - Quédate
Capítulo 37 - Perfectamente imperfecto
Capítulo 38 - Detén el tiempo
Capítulo 39 - Casi una tormenta
Capítulo 40 - Primera plana
Capítulo 41 - Enfermero particular
Capítulo 42 - Sí
Capítulo 43 - Preparativos
Capítulo 44 - Nuestro
Capítulo 45 - Frío
Capítulo 46 - Golpes
Capítulo 47 - Tiempo
Capítulo 48 - Realidad
Capítulo 49 - Ellos
Capítulo 50 - Agosto en Londres
Capítulo 51 - Lágrimas
Capítulo 52 - Sin miedo a vivir
Para ustedes
Pequeño espacio

Capítulo 32 - Segundas intenciones

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By Mialroga_

Mi corazón dio un salto dentro de mi pecho y sentí que el mundo entero me daba vueltas.

— Chaparrita, ¿me escuchaste? —tuve que sacudir la cabeza para poder salir de mis pensamientos.

— ¿Uh?

— Que vas a caerte, te estás yendo de lado —me di cuenta de lo que hablaba, así que con su ayuda volví a mi posición original.

— Lo siento, no me di cuenta.

Como si Sirena supiera que había imaginado aquellas palabras, relinchó moviendo la cabeza de un lado a otro, demostrando que desaprobaba aquello. Una pequeña ráfaga de viento hizo que me estremeciera, iba bien abrigada pero siempre había sido una persona muy sensible al frío, pero lo amaba.

— Tengo una manta en la mochila —negué de inmediato, que él buscará la manta sería igual a dejarme a mi suerte con las riendas y con el control de Sirena.

Terrible combinación para alguien que apenas si se puede mantener correctamente en la silla de montar.

— No, no, estoy bien, descuida —regresé mi atención a todo lo que nos rodeaba —. Gabe, este lugar es realmente hermoso y de verdad puedo imaginarte montando a caballo con Nathan aquí —el sonido del agua comenzaba a escucharse más y más cerca.

— Cuando éramos adolescentes, Nathan y yo nos la vivíamos aquí. Nos gustaba escaparnos de nuestros padres para venir al rancho. Siempre he amado más el campo que la ciudad, y por lugares como este es que siempre voy a elegir la naturaleza.

Me quedé sin palabras al ver el hermoso claro que se encontraba frente a nosotros, no solo había un río con hermosas aguas cristalinas, también se encontraban unas de las más bellas cascadas que hubiera visto en la vida.

— Precioso, ¿verdad?

— No creo que exista una palabra precisa para describir este lugar.

— Te dije que iba a gustarte.

Hizo que Sirena se detuviera y bajo de un salto, no iba a negar que se veía divinamente sexy con esos jeans y su gorro vaquero, uno que Mason le había colocado apenas se acercó a él.

— Gírate con cuidado hacia mí, te ayudaré a bajar.

— Soy algo pesada para que me deje caer en tus brazos.

— Apenas si pesas un poco. Vamos Chaparrita, te sostendré. Confía en mí, no vas a caerte.

— ¿No la lastimaré?

— No te apalanques de ella y todo estará bien, tranquila, no se moverá. Cruza tu pierna izquierda hacia acá, como si montaras de lado —hice lo que me dijo —, estarás bien.

Me lancé hacia él con los ojos cerrados y rogando por no haber herido a Sirena, caí directamente en sus brazos, abrí mis ojos y pude ver una sonrisa hermosa con hoyuelos cerca de mi rostro, poco a poco me coloco sobre mis pies. Reacomodo mi gorrito y acaricio mis mejillas con sus pulgares.

— Voy a atarla. ¿Puedes tomar eso?

— ¿Seguro que no te di un rodillazo?

— Si me lo hubieras dado, estaría llorando sobre el suelo. Ya regreso.

Me entregó las mantas que estaban en el costado de Sirena y la llevó cerca de un árbol en donde la ató dejando suficiente espacio para que pudiera moverse. Cogí mi cámara de inmediato y me tomé la libertad de fotografiar aquella faceta de Gabriel, una donde no paraba de sonreír y mimar a la hermosa yegua; al notar lo que estaba haciendo me invito a formar parte de la sesión, coloqué el pequeño trípode para hacerlo más fácil y me uní a ellos.

Me sorprendió con un improvisado pícnic de frutas, emparedados, frutos secos y té.

— Espero que te gusté —me le quedé viendo con una sonrisa sumamente boba en los labios.

— Me encanta.

Volvió a sonreír luciendo tímido y las mariposas en mi estómago cobraron fuerza.

Charlamos por lo que parecieron horas, y conocí más de Gabriel Kendrick aquel día que en los meses pasados.

Descubrí que amaba los frutos secos, pero el sabor de las ciruelas pasas no era su favorito. Supe, gracias a él, que el bicho al que más miedo le tenía era a los saltamontes, y que por ningún motivo vería una película de terror un domingo por la noche, según él, porque eso significaría ir desvelado al siguiente día al trabajo, y seguramente sintiéndose paranoico.

Gabe también mencionó que poseía el gusto culposo de beber chocolate caliente hasta reventar, pero que en pocas ocasiones se daba aquellos momentos, y que, en su casa, la cual se encontraba lejos de la ciudad, disfrutaba de largas tardes de lectura con la naturaleza como acompañante y el sonido del río que pasaba en sus terrenos.

Ese día descubrí que Gabriel Kendrick poseía un corazón lleno de bondad, que amaba a los animales y que los animales lo amaban a él, y eso era obvio, pues Sirena no dejaba de buscarlo, de llamar su atención y de demostrarle cuanto amor poseía para él, y viceversa, y yo, yo me tomé la libertad de capturar cada pequeño momento de aquel día en fotografías, en mi mente y en mi corazón.

— Creo que tengo más bocadillos por aquí, no esperaba que se terminarán tan pronto.

Le eché un vistazo a los recipientes ahora vacíos. La culpa no era enteramente mía, él también poseía un apetito voraz. Sacó otro recipiente del morral y un puño de preservativos volaron por todos lados, arqueé ambas cejas un tanto sorprendida al ver aquello.

Gabe se quedó sin habla, se le tiñó la cara de rosa y se le crispó un ojo.

— Hijos de p... —masculló entre dientes —. De verdad lamento mucho esto. Yo no sabía que había... Voy a matar a Mason —se quejó con amargura mientras tensaba la mandíbula, yo finalmente pude comer mi bocado —. Chaparrita, te juro que no planeaba nada, quería pasar un buen rato, es decir, ya sabes, charlar, comer, disfrutar de la compañía el uno del otro...

Coloqué un beso en su mejilla, él se notó momentáneamente descolocado, le metí la última fresa en la boca y me di a la tarea de recoger los preservativos y colocarlos dentro de uno de los bolsillos del morral.

— Mira, son de sabores, este es de cereza y este dice que sabe a fresa —le presten especial atención a uno que poseía una extraña textura de ondas —. No tengo ni idea de qué se sienta con esto.

— ¿No estás molesta? —sonó incrédulo. Lo miré sobre mi hombro.

— Por los preservativos —negué con la cabeza dedicándole una sonrisa —. Me parece super lindo que tus amigos te quieran tanto para pensar en protegerte de esta manera. Habla de hombres bastante responsables y con sentido del humor —le mostré uno que aparentemente tenía cuernos —. Estos si los había visto en Alemania. Vamos, ayúdame a recogerlos. Un animal podría encontrarlos y si se los traga se puede morir.

Suspiro notablemente aliviado mientras me ayudaba con nuestra nueva labor. Al final los dos estábamos riéndonos como niños pequeños de los diversos sabores que nos rodeaban.

— Si te lo piensas bien, es como un cóctel de frutas. Este tiene sabor a mandarina, y este a guanábana. Ni siquiera sabía que los hacían con ese sabor.

— Dios —se quejó con amargura —, te juro que los voy a asesinar a todos.

Luego de un rato nos sentamos a observar el paisaje, charlamos un poco más sobre nosotros, tomé más fotografías y mime a Sirena tanto como me lo permitió.

— Si no hiciera un frío tan terrible, le pediría que se quitará la camisa —a Sirena no pareció gustarle aquello —. Tranquila muchacha, lo dije profesionalmente hablando. Le tomaría algunas fotografías por allá. El paisaje es hermoso y apto para una sesión en traje de baño. Él sería mi modelo, y tú también. Igual le quitaría los zapatos, me parece sumamente sexy un hombre con el torso desnudo y los pies desnudos, digo, y él se nota que tiene músculo bien trabajado debajo de la ropa.

Con esa idea en mente, tomé varias fotografías de Sirena como modelo, y con las cascadas de fondo la imagen quedó increíble, Gabe fue quien se ofreció como segundo modelo. Aunque no perdió la camisa, ni ninguna otra prenda de ropa, él y Sirena fueron, por mucho, los mejores modelos que hubiera tenido en la vida.

El sonido de un trueno a lo lejos movilizó a Gabe. El cielo anunciaba una inminente tormenta, y el final de nuestro tiempo aquí afuera.

— Tenemos que irnos ahora, o la lluvia nos alcanzará.

Guardamos las cosas y me ayudó a subir de vuelta a Sirena. El viaje de regreso fue lento y con toda la calma Gabe me mostró los alrededores, aunque parecía que la lluvia. Aunque parecía que la lluvia estaba cerca, supusimos que no llegaría antes de que nosotros nos pudiéramos a resguardo.

— ¿Qué tan malo sería una ducha al aire libre? —preguntó entre dubitativo y divertido, pero no pude decir mucho, pues la lluvia cayó sobre nosotros de manera casi violenta. Me encogí dentro de mi abrigo.

— ¡Está helada!

— ¡Carajo! —tomó las riendas de Sirena animándola a correr, me aferré a la silla tanto como pude, pero él se aseguró de que me mantuviera arriba y no en el piso —. Sostente bien, voy a hacer que vaya más de prisa.

Con los dientes castañeándome por el frío, y el violento movimiento al que no estaba acostumbrada, afiancé mi agarré sobre Sirena, intentando mantener los muslos relajados para no lastimarla. Mis manos comenzaron a dolerme, pero no dejé que eso me detuviera de mantenerme en mi sitio.

Pasaron unos minutos antes de que el miedo dejará mi cuerpo y la adrenalina diera paso a la risa, una que le contagié a Gabe, quien no dejaba de reír por nuestra desafortunada suerte para finalizar este día.

Nos relajamos lo suficiente para disfrutar de la lluvia, por helada que estuviera, pero no tanto para que Sirena terminara varada por el fango que se formaba en la zona en donde nos encontrábamos. Al llegar a la finca principal, Gabe hizo que Sirena disminuyera el paso.

— Bueno —dejó salir un suspiro —, lo intentamos, pero ahora estamos empapados.

— En realidad, no es malo. Siempre me ha gustado la lluvia —elevé la vista al cielo dejando que la lluvia me mojará el rostro.

— Tenemos que llegar a la casa o vas a resfriarte, además, cuando llueve por acá lo hace bastante fuerte.

Como si sus palabras fueran proféticas, la lluvia arreció mucho más causando que la sensación de diversión se volviera ansiedad y estrés.

— ¡Ay! —Me quejé cuando la lluvia golpeo fuerte sobre nosotros —. Duele.

— Es granizo —intentó cubrirme, pero entre llevar a Sirena por un camino seguro para los tres, y tratar de que yo me mantuviera sobre la silla, le fue imposible —. ¡Voy a acelerar, agárrate fuerte!

Para cuando llegamos a los establos estamos tiritando de frío. Mason se encargó de Sirena, y en las prisas por llegar a la casa, terminé cayendo sobre el fango y llevándome a Gabe conmigo. Desde los establos los hombres del rancho lucían sorprendidos por aquello, y por la reacción de Gabe al soltarse a reír.

— ¿Te has hecho daño? —negué intentando ponerme de pie, y fallando mientras continuaba riendo.

— ¿Y tú?

— Tampoco, pero vamos, hay que calentarte.

A tropezones logramos llegar a una parte de la casa que no había visto. Erkan se acercó para ayudarme y Kaan se colocó al lado de Gabe.

— Vamos niños, deben darse un baño o van a resfriarse —señaló Erkan dedicándome una sonrisa coqueta —. ¿Quieres que te ayude con eso? —señaló mi ropa mojada, Gabe apareció a mi lado rodeándome por la cintura.

— No, no quiere. Vamos, te mostraré dónde se encuentra la ducha.

Casi pude ver la burla en sus bonitos ojos color miel. Llegamos a la segunda planta, en donde se encontraban las alcobas. Pude vislumbrar que se encontraban vacías, a excepción de una.

— El baño está aquí, el agua ya está caliente. Te traeré algo de ropa.

— Gracias —tirité sintiendo el frío calarme los huesos.

— Ya regresó.

Salió del hermoso y elegante baño. Me permití admirarlo un poco mientras me quitaba la ropa. Al final entre a la ducha disfrutando del agua caliente. Dejé que el agua masajeará mi espalda un poco y luego me apresuré a salir. Sobre una cómoda había un pantalón de chándal gris y una suave playera de algodón negra, además de enormes calcetines de algodón y otros de lana. Aunque me quedaba enorme, me las arreglé para que los pantalones se quedarán en su sitio.

No tenía idea de hacia dónde caminar, así que terminé vagando hasta dar con las escaleras. Caminé por un largo pasillo admirando cada pequeño rincón de la casa. Era bastante grande, perfecta para acondicionarla como un centro de rehabilitación, y realmente hermosa.

El murmullo de voces me hizo desviar mi camino; las seguí esperando toparme con Gabe, o con alguien que me dijera en donde podría encontrarlo. Al final del oscuro pasillo se encontraba una puerta entornada, la luz del otro lado lograba colarse por debajo de esta.

— Entonces ella y tú no están saliendo —me detuve cuando escuché la voz de Erkan.

— No, ella es mi amiga —di un paso hacía atrás para evitar que pudieran verme.

— Amiga, así les llaman ahora. Amigas —se burló Kaan.

— Es mi amiga. Samanta y yo somos amigos, solo eso —remarcó Gabe.

— Pues tu amiga es hermosa —pinchó de nueva cuenta Kaan —. Deberías hacer algo por este, tu amigo y presentármela.

— Eso jamás va a suceder —la voz de Gabe había adquirido un tono áspero.

— ¡Oh venga!, soy soltero, ella es soltera. ¿Qué mal puede haber en eso?

— Que ella no es un juguete, es de hecho una persona muy buena, y no voy a lanzarla a la boca del lobo.

— Así que ya le hincaste el diente —puntualizó Erkan.

— No le hinque nada, es mi amiga, ya se los dije. Ella no es la clase de mujer a la que le hincas el diente ni nada parecido, así que modera tus palabras.

— Mujeres como ella valen mi mundo entero. Me presentaré yo mismo.

— No, no vas a hacerlo. Kaan, ella no va a salir contigo, o contigo. No la traje aquí para que alguno de ustedes se convirtiera en su pegoste personal, así que más te vale alejarte de ella o dejaré que Mason utilice tu cabeza como juguete para los perros.

Los dos hermanos intercambiaron miradas especulativas, intentando averiguar qué estaba sucediendo, yo me moría de nervios, y la culpa me carcomía por estar escuchando aquella conversación.

— Kaan y yo entendemos que es importante —intervino Erkan —, y entendemos que es una amiga especial...

— No, no es especial —sentí un pellizco en el pecho —, es decir, sí es especial, pero no de la manera en que lo has dicho. Ella es mi amiga, una amiga de verdad. Nosotros dos no... No hemos... Somos amigos, punto, y la tarjé aquí porque quería que conociera está parte de mí vida, que conociera la granja... bueno, que me ayudará con lo del centro y todo lo otro.

Se quedaron en silencio por unos minutos mientras él continuaba viendo con suma atención la taza que tenía frente a él.

— Sabes que ella pudo venir con Nathan si la trajiste por trabajo; digo, generalmente él se encarga de estas cosas y tú no sales de la oficina —continuó Kaan.

— Nathan estaba ocupado —defendió sonando molesto.

— Seguro, por eso que él me llamó ayer por la noche, para decirme que tenía el fin de semana libre y que tú habías hecho hasta lo imposible para poder venir aquí, con ella, tu amiga, a la que trajiste para que viera el lugar —intervino Erkan.

— Amiga a quien le presentaste a Sirena, tu favorita, aquella a la que no dejas que nadie monté. Y la llevaste al río, tu lugar especial, y ahora está dándose una ducha caliente mientras tú te congelabas el trasero en el baño de invitados — prosiguió Kaan.

— Samanta es mi amiga y no iba a permitir que se congelara en la ducha. Además, ni que fuera la primera vez que me ducho con agua helada.

— Hermano —se burló Kaan —, esa amiga suya es afortunada, porque Gabriel Kendrick le ha preparado la cena, él solito. Dios quiera que no la intoxiques, porque según recuerdo, lo único que sabe hacer en la cocina es hervir agua. Debes quererla muchísimo.

— Sí la quiero —mi corazón dio un salto mortal por aquello —, como una amiga, y sé cocinar. Y ya basta los dos, Samanta y yo somos amigos, así que dejen el tema.

— Y el hecho de traerla en esta época del año, justo este fin de semana cuando las personas que trabajamos en la finca no estamos completos, porque les diste el fin de semana libre con un día de anticipación; un fin de semana cuando las tormentas se tenían previstas y el que la casa solo es para ustedes dos es simplemente porque querías que tu amiga viera como llueve, y luego poder disfrutar de una caliente taza de chocolate frente a la chimenea no tiene ningún doble sentido.

>> Digo, a Kaan y a mí nos queda clarísimo que la has traído a conocer la finca para que te ayude a promocionar el futuro centro, y no es porque tengas segundas intenciones con esa hermosura latina cuyas curvas nos han hecho suspirar a todos. No, seguramente no hay segundas intenciones en tu proceder. 

( ͡❛ ͜ʖ͡❛ ) ¡¿Se la creyeron?!¿  ( ͡❛ ͜ʖ͡❛ )   

Todo su amor por la autora aquí. >>>>

¿Qué creen que Gabriel este a punto de decirle a sus amigos? >>>>

¿Creen que de verdad la vea como una amiga, o como algo más? >>>>

¿Les ha gustado el capítulo? >>>>

Abrazos para todos ustedes, nos leemos pronto. 

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