ＤＲＯＧＡＤＩＣＴＯ
{❄️}
uno:
Él:
De alguna u otra forma, la actitud que había tomado Miguel Ángel conmigo, comenzaba a joderme de una manera inimaginable. Mis días no eran los mejores para que llegara éste con aires de Dios y quisiese cambiar mi estilo de vida de un día para otro; Ni en los mejores sueños del andaluz dejaría que me internara en un centro de rehabilitación, su paranoia estaba llegando demasiado lejos.
―Creo que te estas tomando atribuciones que no son tuyas, además este tema de mierda lo hemos tocado en varias ocasiones Mangel, y sabes con exactitud mi opinión ante eso. ―menciono de mal carácter, el sueño que me arrebató me tomaría días recuperarlo.
Al parecer, el de cabellos de tonalidad oscura, no se conformó con mi respuesta, puesto que, al poco tiempo, contratacó diciendo:
―Corrección, el único que ha opinado con respecto a tú enfermedad, eres tú mismo, ni siquiera cuando caíste en el hospital por una sobredosis permitiste que los doctores te atendieran como corresponde, ¿Adónde planeas llegar de esa forma? Por amor al prójimo hombre, no seas tan egoísta y deja de pensar solo en ti. Tienes familia y amigos que te aprecian.
― ¿Qué te parece si en vez de seguir tocándome los cojones te esfumas? Caías mejor con un par de gramos de mota en el cuerpo. ―le sugerí colérico, a sus muertos con esos cuentos y que un niño se los tragué. Solo una buena tía calmaría la rígida conducta del de gafas.
Un bufido emanó de los labios de mi acompañante, rodé los ojos para intentar volver a conciliar el sueño, le di la espalda sin más, no tenía ganas de seguir aquella conversación que no iba para ningún lado, sin embargo, una palabra en especial tocó mi ―ahora― indiferente corazón.
―El esfumarme como dices no servirá de nada, cuando el humo se disipe el jodido problema seguirá allí, carcomiéndote hasta la última gota de humanidad que poseas. Es por eso, que tu amigo, no puedo dejarte, ya que sé que, si yo estuviera en tus zapatos, harías lo mismo.
El silencio reinó en la habitación, no sabía ciencia cierta qué contestarle, me costaba ceder ante la petición, a mi manera de ver las cosas, no me sentía enfermo, si bien ya no comía como antes y mi sueño se veía perturbado, eran cosas mínimas, que no merecían la importancia que les daba Rogel.
―Cuándo es. ―me animé a preguntar sin mirarle a la cara, sentía mi vista perdida en aquellos puntos verdes que eran parte del cubrecama. Pestañeé algo incrédulo, de un momento a otro, se había nublado y de regalo, me dio un dolor a la altura de las sienes.
La información cayó por su parte, el día acordado para la cita era mañana y debía presentarme antes de las de las siete de la tarde, ya que era la hora en la que iniciaba la terapia. Era increíble como una palabra podía manipular tanto.
―De acuerdo... ―cedí por completo, al intentar sentarme sobre el colchón, lo primero que mis ojos enfocaron, fue la sonrisa conformista de Mangel.
«Cabrón»
Ella:
Había sido una larga jornada, y lo único que estaba escrito en mis planes desde que salí del consultorio, era lanzar mi cuerpo en uno de los futones que amueblaba el living de mi casa. Es por eso, que cuando introduje las llaves en la cerradura de la puerta principal, ansiosa giré del picaporte e ingresé a mi hogar, las luces se encontraban en su mayoría, encendidas, dándome la firme idea de que Travis ya se encontraba dentro.
No esperé mucho, a penas puse un pie en la vivienda, me deshice de aquellos tacones que mataban poco a poco mis pies, haciendo contacto con la cerámica, dejé que el frío que emanaban las baldosas invadiese por completo mis extremidades inferiores.
Me sentía aliviada.
Caminando sin prisa alguna, me aventé sobre el largo sofá siendo gratamente recibida por los acogedores cojines de tonalidad crema.
Al poco rato, escuché como unos pasos se acercaban.
― ¿Qué tal estuvo tu día? ―preguntó mi novio al mismo tiempo que se dirigía hacia mí.
Comenté lo obvio sin la necesidad de bordear la palabra desagradable, la cálida sonrisa que desprende de quien es mi pareja, me rehabilita. Añado a la plática los avances de mis pacientes, es ahí, donde el hombre toma asiento a mi lado, apoyándome sobre su pecho permito que me mime el cabello. Era todo tan tranquilo, hasta que saco el nombre que menos le gustaba al sujeto.
― ¿Te acuerdas de Rubén...?
Éste se giró y me vio confundido.
Su ceño se frunció al tiempo.
― "Ten enana, he traído el último té helado que quedaba en el casino, es de limón. Tú favorito." ―cita la frase más característica de quien fue mi mejor amigo, su tono al hablar me molesta. El que transformara un recuerdo tan lindo, en ironía me golpeaba con fuerza.
Todo el asunto dio comienzo a una ridícula discusión, donde mi pareja, ponía sus celos por sobre mi trabajo, los fundamentos que me señalaba eran tan débiles, que no lograba comprender su punto de vista.
El detonante a romper mi paciencia fue su individualismo.
―Lo sé, pero necesita ayuda... ―dije jugueteando con mis manos; No había forma de hacerle cambiar de opinión. En el período que ejercí mi carrera, jamás me puso "peros" de por medio, todo lo contrario, era uno de los primeros en alentarme en seguir desenvolviéndome en el área, por eso no podía comprender su actitud.
―Que la busque por otro lado. ―sugirió de manera simple.
Cuando intenté protestar, me interrumpió dejándome con las palabras al filo de mi lengua:
―Ya te lo dije.
Molesto, se puso de pie y abandonó su lugar a mi lado, no agregué nada, era echarle más leña al fuego, su ancha espalda siendo cubierta por una blanca camisa fue la imagen final que tuve de él, puesto su cuerpo se perdió en el trayecto a la escalera.
«Simplemente a veces creo que es un idiota»
Caí de espaldas en el ahora vacío puesto, mis párpados cayeron introduciéndome en un pronto sueño, el cansancio me había pasado la cuenta de sobremanera, el cómodo futón me abrazaba con sus blandas almohadilladas. Me hubiera seguido sumergiendo en tan relajante momento, no obstante, el sonar de mi móvil me desconcierto y perturbó el sueño.
Mangel
Llamada entrante
✖ IGNORAR | 📞 RESPONDER
Me tomó unos instantes estudiar la situación, aún adormilada, pero ansiosa, contesté sin titubear.
―Hola, ¿Lo conseguiste? ―sonreí― No, claro que no me he arrepentido.
Ya sentada, me inclino a observar si una figura masculina circulaba por los alrededores, cuando me percato que no es así, me relajo y prosigo charlando.
―Mañana, no hay problema, supongo que no le hablaste de mí... Me parece perfecto, buenas noches, descansa.
Cuando la llamada finaliza, una voz ronca irrumpe en el lugar, estaba de frente a Travis y no tenía ni la menor idea de hace cuanto estaba allí, mucho menos lo que había escuchado. A pesar de eso, decido pasar de él y dirigirme a la mesa del comedor, necesitaba planificar lo que vendría siendo la siguiente sesión.
― ¿Adónde vas? ―pregunta éste a mis espaldas; girando sobre mis talones, le di cara, fijándome así en que solo le cubría una toalla, la cual estaba sujeta a su cintura. Su torso deslizaba unas cuantas gotas de agua, de igual forma su cabello.
― Tengo que preparar las cosas para mañana.
―Bien, mientras no tenga nada que ver con Do...
―Oh cariño, ese es el problema, es que ya lo acepté. ―sonreí con un carácter angelical y para luego encogerme de hombros.
Mi nombre es coreado por todo el lugar, en un determinado momento me cuestioné si era posible que se llegase a gastar.
― ¡¿Qué pasa?! ―digo irritada, posando mis manos en mi cintura.
―No lo vas atender. ―sentencia indiferente.
―No eres nadie para exigirme nada, hay una línea que estás cruzando y te digo de inmediato que no me gusta, además... Sabes muy bien lo que significó Rubén en mi adolescencia. ―aclaro sin ganas de seguir discutiendo.
― ¡Claro que te significó para ti! Sí él muy imbécil siempre estuvo atrás de ti, parecía tu perro en vez de tu amigo. ―manifestó malhumorado.
―Estás siendo demasiado injusto, Travis... ―objeté desilusionada.
― ¿Injusto? ―preguntó con disgusto― Soy realista, que es muy diferente.
―Te guste o no... ―me acerqué a él― Lo voy ayudar, buenas noches.
Fue todo, la conversación murió ahí.
Martes, 19:12 p.m.
Era la segunda ocasión en la que regresaba a casa, sin embargo, al igual que la primera vez, mi visita era rápida, no era mucho lo que debía hacer allí, solo era dejar algunas cosas para rellenar la despensa, pero, no contaba con la presencia tan temprana del hombre con el cual compartía techo.
― ¿En serio? ―expreso molesta, mientras tomo las llaves del carro y mi bolso de la mesa de cristal.
El chasqueo de una lengua me hace llevar mi vista hacia él.
―Sí, ¿Además no viste a la hora que vas a salir? Son más de las seis de la tarde. ―reprochó sin más.
―Es trabajo, no es nada del otro mundo, ni algo que no hubiese hecho antes, mis pacientes no son malas personas, ¿Alguna vez llegué herida o moreteada? ―negó intentando mantener su orgullo― Pues no entiendo por qué te quejas.
―Te quiero aquí antes de las nueve. ―me advirtió.
―Lo siento. La terapia termina a las nueve. ―sonreí y cerré la puerta de la casa.
Entré a la consulta y la primera que me recibió fue Susana, asimismo me hizo entrega una pila de papeles los cuales terminé por llevar a mi oficina, los revisaría y llenaría más tarde sin falta.
Ya en mi oficina, abrí la computadora y me puse a chequear los correos de las personas que fueron mis pacientes. Mis comisuras no tardaron en elevarse al darme cuenta de que la mayoría de mis ex pacientes ahora tenían una familia, que simplemente consiguieron empleos en el cual se sienten a gusto o son felices luego del proceso de rehabilitación.
Era algo que reconfortaba el alma.
Mi celular suena y vibra, algo curiosa, desbloqueé la pantalla:
✤bandeja de entrada✤
「tienes un nuevo mensaje✉」
Mangel dice:
✎ ¿Está ahí?
Hace unos momentos✓
Respondo:
✎ ¿Rubén?
Recién✓
Mangel dice:
✎ Sí, lo he dejado afuera del recinto.
Ahora✓
Respondo:
✎ No, Susana no me ha avisado de nada, Mangel; de hecho, lo estoy esperando.
Ahora✓
Mangel dice:
✎ Mierda, será ridículo lo que te voy a pedir...
Ahora✓
Respondo:
✎ Crees que se escapó, ¿Verdad?
Ahora✓
Mangel dice:
✎ No estoy cerca de ahí, por favor, sal a buscarlo.
Ahora✓
Guardé en mi bolsillo el artefacto, salí de la oficina y Susana me preguntó sorprendida:
― ¿Adónde vas...? ―dejó de teclear en el ordenador, su mirada estaba puesta en mí. Sin darle tantas vueltas al asunto, confesé que la presencia de Rubén Doblas era primordial, ésta no se convencía del todo, ya que no era profesional que dejara a un grupo abandonado solo por ir a la siga de un muchacho que no se interesaba en lo absoluto en rehabilitarse. Susi podía llegar a ser realmente directa.
Suspira resignada.
―Te cubriré los primeros diez minutos, así que te conviene apresurarte.
En el entorno a mi consulta, solo se podía apreciar como la gente caminaba de forma tranquila por la vía pública, mis manos se dirigieron inconscientemente a mi cabello, ¿Qué tan complicado era encontrar a alguien en Madrid?
«Muy complicado»
«Lo sé, con un poco de suerte lo lograré encontrar»
«¿No crees qué podría estar en los callejones que dan atrás de tu centro?»
Comencé a correr, doblé a la esquina de la calle y me paré en ella, sin embargo, el llanto de un chico me detuvo, éste estaba escondiendo su rostro entre sus rodillas, me acerqué a él con un poco de miedo ante la idea que fuera un borracho, un ladrón o un viejo depravado de los que normalmente salen a estas horas.
Mis pensamientos se fueron a la basura.
― ¿Rubén? ―lo llamé sorprendida, al ver su muñeca adornada de su típica muñequera que él siempre solía usar cuando estaba en la escuela.
Él chico alzó su mirada y después de un largo tiempo, me volví a reencontrar con esos ojos avellanas, que cuando pequeña me cautivaron por tanto tiempo.
♥asdfghjklñ De verdad gracias por las 1OO leídas y eso que apenas llevo el primer capítulo♥
Me sorprende, enserio.
Gracias a las personas que votan, lo valoró mucho, pero adoro a la gente que comenta:3
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Sin nada más que decir: Nos leemos pronto♥
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//editado: 07.12.2017; 00:13 p.m.