☆☆☆Punto de Vista de Arabelle☆☆☆
Me llevé la mano al cuello y me froté ligeramente la garganta al sentir una sed seca y muy irritante en el fondo de mi garganta. Solo hace tan solo algunos segundos mis ojos todavía estaban cerrados. No recordaba en qué momento me había quedado dormida.
Parpadeé varias veces y miré alrededor de la habitación. Lo primero que noté fue que Corey no estaba acostado a mi lado y supuse que debía estar en la cocina o en algún lugar.
Me levanté de la cama y caminé por la alfombra de su habitación. El sol se asomaba por los bordes de las cortinas y proyectaba sombras sobre el piso mientras me dirigía hacia la puerta. La abrí y salí al pasillo, dirigiéndome hacia la cocina.
Una vez que entré vi a Mikey, Ivy y Jake pasando el rato. Mikey y Jake estaban apoyados en la barra e Ivy estaba sentada en una silla a un lado de la mesa con las piernas cruzadas.
— Hola, dormilona — saludó Mikey.
— Hola — respondí.
— Corey está en tu casa. Debería volver pronto, se fue hace poco más de una hora para ir a hablar con Reaver — respondió Ivy a la pregunta que me había estado haciendo, era extraño cómo lo había hecho.
— ¿Fue a hablar con Reaver solo? — pregunté, tratando de ocultar mi preocupación y ella asintió.
— Nos ofrecimos a ir con él, pero no quiso. Dijo que no se iría mucho tiempo. ¿Quieres un café? — inquirió y asentí.
— Si, por favor.
Se levantó, caminó hacia la cafetera que estaba en la barra y agarró una taza. Me senté a un lado de la mesa y me mordí el labio inferior.
— ¿Quieres que le ponga sangre? — consultó.
— Mmm no — repliqué y sacudí mi cabeza — No, gracias.
Ella asintió y procedió a llenar la taza. Recordando el dolor en mi garganta, me froté el cuello ociosamente. Luego mis dientes se clavaron en la piel de mi labio y me estremecí un poco cuando sentí un agudo pinchazo. Me pasé la lengua por mi labio, saboreando la sangre. Dejé de morderme el labio después de eso y la sensación en mi garganta empeoró.
— ¿Crema o azúcar? — preguntó Ivy, sosteniendo la taza entre sus dedos largos y pálidos.
Negué con mi cabeza y alejé la mano de mi cuello cuando ella colocó la taza en la mesa y se sentó frente a mí.
— Entonces — habló Mikey mientras tomaba un sorbo de café negro — ¿Quieres drogarte?
— No, estoy bien gracias — respondí.
— ¿Fumas? — preguntó.
— ...Aún no.
— ¿Bebes?
— En ocasiones.
— ¿Te drogas?
— Eh — me reí suavemente — No recientemente.
— Genial. Yo me drogaba en los años sesenta. Era un hippie total — declaró Mikey y Jake asintió.
— Es verdad. Tenía el pelo largo, escuchaba a The Beatles y a John Lennon y no se bañaba — comentó Jake, me reí ligeramente y Mikey asintió con la cabeza.
— Estaba totalmente metido en eso. Drogándome con LCD y escuchando "Lucy In The Sky With Diamonds". Haciendo campañas por la paz y toda esa mierda — dijo Mikey.
— Eso es genial — mencioné, sonriendo y tomando mi café.
— ¿Sabías que tengo un disco de vinilo firmado por John Lennon? — inquirió Mikey y mis cejas se alzaron.
— No.
— Lo tengo, ¿quieres verlo?
— Claro — repliqué y él salió de la habitación.
— Gracias a Dios que se cortó el pelo — comentó Ivy y Jake asintió.
Mikey regresó a la habitación y me entregó un vinilo con la firma de John Lennon.
— Wow — dije, mirándolo mientras lo sostenía en mis manos — Es tan asombroso. Él ha sido mi ídolo durante años.
— Aw, ¿en serio? — Mikey sonrió — Eso es genial. Él es mi ídolo también.
Le devolví el vinilo y él lo puso en la barra.
— Te gustan los Beatles, ¿verdad? — cuestionó Mikey.
— Claro que si — respondí — Son increíbles. Traté de hacer que Corey los escuchara, pero no le gustaron tanto.
— Hablando del diablo — comentó Jake, moviendo las cortinas de la ventana sobre el fregadero para mirar — Está de vuelta... y se ve enojado.
— ¿Está herido? — pregunté con preocupación y Jake sacudió la cabeza.
— No lo parece — replicó y suspire con alivio.
Escuché la puerta de un auto cerrarse y todos esperamos, escuchando mientras la puerta principal se abría y cerraba, y el olor a humo de cigarrillo entraba.
— ¿Qué te dije sobre fumar en la casa? — dijo Ivy justo cuando Corey entraba a la cocina, con un cigarrillo en la mano y sus labios con una mueca de desagrado.
— Vete a la mierda — replicó en un tono aburrido y me miró.
— ¿Mencioné que eres mi hermano menos favorito? — inquirió Ivy.
— Muchas veces. Salgan, necesito hablar con ella a solas.
Los tres salieron de la cocina. Corey caminó hacia mí, inclinándose para darme un ligero beso antes de acercar una silla y sentarse a mi lado.
— Te fuiste sin decirme — mencioné.
— Lo sé. No quería que intentaras convencerme de que no fuera — declaró y fruncí el ceño.
— Probablemente lo hubiera hecho. Entonces...
— Levantará la maldición por completo.
— ¿De verdad?, eso es bueno.
— Pero...
— Oh Dios — murmuré.
— Solo lo hará si te casas con él. Quiere ser el Rey — dijo y me quedé helada.
— ¿En serio?
— Realmente desearía que no fuera en serio — murmuró sombríamente, mirando a la mesa.
— ¿No hay nada más que él quiera además de eso?
— No — replicó.
— Bueno, no voy a hacer eso.
— No tenemos otra opción — me miró de nuevo con sus ojos llenos de emociones encontradas — O levanta la maldición y te casas con él por tu propia voluntad o él te obliga.
Tragué saliva, mirando hacia abajo. Me sentí mareada y estaba empezando a tener un fuerte dolor de cabeza.
— Entonces, supongo que lo haré.
— Supongo que sí — dijo en voz baja.
Levanté la vista y lo vi mirando hacia abajo. Me mordí el labio, entrelacé nuestros dedos y él me miró.
— Arabelle, ¿puedo ser tu esclavo? — preguntó y mis cejas se fruncieron.
— ¿Qué?
— Es la única forma en que podré quedarme a tu lado. No puedo casarme contigo ahora. Al menos si soy tu esclavo, aún te veré.
Mis dientes cortaron mi labio nuevamente.
— Supongo que está bien.
Apartó su mano de la mía, poniendo sus dedos en mis labios.
— Realmente tienes que dejar de hacer eso — mencionó.
— Lo sé — dije y una expresión pensativa apareció en su rostro.
— Déjame ver tus dientes — instó y le di una mirada perpleja.
— ¿Por qué?
— Quiero ver si ya tienes colmillos — respondió.
Apreté mis labios.
— Vamos, déjame ver — dijo mientras trataba de abrir mis labios con su dedo.
Sacudí mi cabeza, mirando su mano.
— No me muerdas el dedo — advirtió.
Estaba tentada de hacerlo y él se dio cuenta.
— Solo déjame revisar tus dientes — mencionó, tratando de hacerme abrir la boca.
Mordí su dedo, reprimiendo una risa. Se echó hacia atrás, haciendo una mueca mientras miraba su dedo sangrante.
— Te dije que no lo hicieras.
— Tu sangre sabe rara — reflexioné.
— Bueno, te dije que no me mordieras. Muéstrame tus dientes.
Suspiré, abriendo la boca.
— Oh, Dios mío — murmuró.
— ¿Qué? — pregunté, mirándolo de nuevo.
— Tienes pequeños colmillos, como colmillos de bebé. Son tan lindos.
Cerré la boca, viendo una pequeña sonrisa en su rostro.
— Genial. Mi única oportunidad de ser intimidante se ha ido — declaré.
Me crucé de brazos y él se rio suavemente.
— Todavía eres más fuerte que la mayoría de los humanos. Aún puedes ser intimidante.
— ¿Te intimido? — consulté y él sonrió.
— Un poco.
— Estás mintiendo — afirmé y él se encogió de hombros.
— Nunca te lo diré.