El Chico Limón | COMPLETA

By kesii87

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Blanca es una chica corriente, secretaria en el banco popular en un pueblo costero, con una vida planeada, ll... More

Sinopsis
PORTADAS
Personajes | Editado
CAPÍTULOS
Almanaque de Subida
Capítulo 1 - Tras el tiroteo | Editado
Capítulo 2 - De paseo por la Calle Ancha
Capítulo 3 - El camarero ligero de ropa.
Capítulo 4 - Quién no arriesga no gana.
Capítulo 5 - Un fin de semana en Sevilla
Capítulo 7 - Día de playeo.
Capítulo 8 - Uña y Carne
Capítulo 9 - Menta y Limón
Capítulo 10 - Pasión por el surf.
Capítulo 11 - Una llamada telefónica
Capítulo 12 - Paréntesis.
Capítulo 13 - Encoñada con él.
Capítulo 14 - Algo serio.
Capítulo 15 - Una charla productiva.
Capítulo 16 - Posibilidades.
Capítulo 17 - Disfrutar como una niña.
Capítulo 18 - Perfume.
Capítulo 19 - Amnesia.
Capítulo 20 - Reunión Familiar.
Capítulo 21 - Los locos.
Capítulo 22 - Un secreto a voces.
Capítulo 23 - Amigos con Derechos.
Capítulo 24 - Tenerife.
Capítulo 25 - Conexión Interdimensional.
Capítulo 26 - Acelerar el proceso
Capítulo 27 - ¿Qué es?
Capítulo 28 - El regreso de Juan Carlos
Capítulo 29 - Irracional pero real.
Capítulo 30 - Fumarse la pipa de la paz.
Capítulo 31 - El chico limón y su coche rojo.
Capítulo 32 - Dos mitades de un todo.
Capítulo 33 - Un perreo intenso.
Capítulo 34 - Un cumpleaños diferente.
Capítulo 35 - Vivir en un puto cuento de hadas.
Capítulo 36 - La boda de Susanita.
Capítulo 37 - El amor.
Epílogo.

Capítulo 6 - Como amigos

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By kesii87


Me adelante un día y les traigo capítulo ya, espero que les guste :D Ultimamente tengo muchos proyectos por delante, estoy escribiendo sobre una novela policíaca justo ahora, por eso estoy poco por aquí. Muchas gracias por su paciencia.

---


Al final no fueron a isla mágica, cosa totalmente normal, pues acabamos en la casa que Isaac había alquilado, bañándonos en la piscina. Bueno todos se bañaron, yo me quedé dormida en seguida, estaba agotada, había sido un día duro.

- Tengo una idea – comenzó Óscar, mientras desayunábamos al día siguiente - ¿por qué no nos vamos ya para Punta y vamos a la playa?

- Nosotros tenemos que volvernos pronto para Málaga – aseguró Chelo.

- ¿Y si pasamos el día en la piscina? – preguntó Isaac – no tenemos que dejar la casa hasta las ocho – aseguró él – el dueño es colega mío.

- Nosotras tenemos que ir a la casa en la que nos quedamos – comencé hacia Marisa – tenemos que recoger las cosas, la casa se supone que la dejamos a las doce.

- Quedamos a la una aquí, comemos algo, y de piscineo hasta las 7 – añadía Hugo, guiñándome un ojo, haciéndome sonreír.

- ¿Vais a cocinar vosotros? – pregunté, divertida. Su hermano estalló en carcajadas.

- Me salen de muerte las tortillas de patatas – aseguró él, haciendo que su hermano asintiese, pues sabía que era cierto – hago un par.

- Vale – aceptó Marisa – nos vemos aquí a las una – añadió, echándole una leve mirada a Isaac. ¿qué se traía con él? No lo entendía.

.

.

Fuimos a la casa, recogimos las cosas y de vuelta al otro lugar. Así que... Allí estábamos, frente a la piscina, admirando aquello, los chicos bañándose, excepto Hugo que se estaba duchando antes de entrar. Abrí la boca, idiotizada, admirándole. Llevaba un bañador ajustado, que le marcaba todo, y su cuerpo moreno era perfecto, sus abdominales y su pelvis. Mojado estaba incluso más apetitoso.

Él sonrió al verme así, para luego caminar hacia nosotras, deteniéndose frente a mí, al mismo tiempo que sacudía sus cabellos, mojándome.

Tenían puesta hasta música, y olía a carne asada, me percaté entonces de que no había nadie en la cocina, pero al volver a mirar hacia dentro, vi a una chica.

- Es una amiga de Isaac – aseguró - la hija del tipo que nos ha dejado la casa – insistió, para luego volver a mirar hacia mí - ¿has traído bikini? – negué, porque no tenía nada.

- Me he traído un body negro – aseguré, para luego sentir la mano de Marisa agarrándose a la mía – vamos a cambiarnos.

- Nos bañamos un rato antes de comer, ¿no? – preguntó Marisa, tiró de mí hacia el interior de la casa, saludando por el camino al baño a la chica de la cocina. Esa joven, tendrían unos 22 años, no más.

Cogí el body, y me lo puse, enseñándoselo a mi amiga.

- No se nota mucho que es un body, como es de licra, queda chulo – aseguró, pero señalé lo que me preocupaba – vale, se te ve un poco el pecho por ese lado, pero tampoco se nota mucho, Blanca.

- Tú siempre vienes con bikini por si acaso – me quejé, la odiaba, siempre tan precavida.

- Ya te dije que siempre hay que echar uno por si las moscas – añadió, haciéndome reír.

Nos metimos en la piscina con rapidez, justo después de ponernos las gafas de sol. Fue una suerte que Hugo estuviese en la cocina, pues no quería que me viese hasta estar dentro.

- ¿Quién diría que debajo de esa ropa sencilla que siempre lleva, hubiese ese pedazo de diosa? – preguntaba Sergio, mirando hacia mí, mientras yo posaba para que Marisa me hiciese una foto. Levanté os brazos, apoyándolos en la pared y miré hacia un lado. No me gustaba sonreír en las fotos, es lo que hace todo el mundo, me gusta lo diferente – Hugo – le llamó en cuanto el salió junto a Carla, la chica joven - ¿Has visto eso?

Él volvió la vista hacia mí, quedándose boquiabierto, sonriendo después.

Isaac cambió la lista de Spotify, puso una de reguetón, haciendo que comenzase a bailar, en el agua, divertida, mirando hacia Marisa, fijándome en que él acababa de meterse en la piscina. Estaba aún más guapos con sus gafas de sol. Sonrió al darse cuenta de que le observaba.

- ¿Qué edad tienes, Hugo? – preguntaba Marisa, él perdió la sonrisa, y miró hacia ella.

- 27 – contestó, yo ya lo sabía, me lo había dicho en el hospital. Era 6 años más joven que yo. Yo cumpliría 33 en septiembre. Y él los cumplió en mayo - ¿y tú?

- Seis más que tú – aseguró, mientras él asentía y volvía a mirarme.

- Igual que Blanca entonces – le dijo, dejándola sorprendida, pues ella no había esperado que lo supiese.

- ¿Hace una partida del "matao"? – preguntó Óscar, haciendo que nos diésemos cuenta de que el resto ya estaba allí dentro. Éramos justo 5 chicos y 5 chicas.

Nos colocamos, y Hugo sacó la pelota, lanzándosela a su hermano, pero antes de que me hubiese dado, me aparté. Reí, divertida. Agarré la pelota, y sonreí, para luego lanzársela a Hugo, él la agarro antes de que le hubiese dado, para luego intentar lanzármela, haciendo el amago, pero lanzándosela a Marisa, dándole en el brazo, matándola.

Ella se quejó, haciéndonos reír.

Saqué yo, la lancé y le di de lleno a Isaac, que estaba distraído mirando hacia Marisa.

- No ha valido, no estaba listo – se quejaba, haciéndonos reír a todos.

- No seas mal perdedor, anda – le decía Óscar – en este juego hay que estar pendiente.

Agarró la pelota e intentó volver a darme, pero la agarré en el aire, para luego lanzársela a Agustín, dándole de lleno, haciendo que este se quejase. Hugo la agarró y volvió a tirármela, pero la esquivé con éxito. Sonrió, y luego se fijó en Chelo, que acababa de lanzársela a Sergio y lo había matado.

Estábamos ganando. Hugo intentó matarnos varias veces, pero siempre a mí.

- ¿Por qué a mí? – me quejé, justo cuando volví a esquivarla – Tienes una fijación conmigo – sonrió, divertido, para luego observar cómo Chelo me lo pasaba, miré hacia Óscar haciendo el amago de tirársela, para luego lanzarla hacia el otro lado, dándole en el brazo, me miró molesto, pues justo acababa de matarle, y sólo quedaba su hermano. Que aprovechó que estaba distraída para matarme, me dio de lleno en el hombro, haciéndole reír a él.

- El que ríe el último ríe mejor – aseguró, para luego darme la mano para ayudarme a subir. Me subí sin su ayuda, empujándole, molesta, haciéndole reír, con más fuerza – sólo es un juego.

Sonreí como una idiota, su risa era preciosa, incluso me mordí el labio, haciéndole olvidar su risa, y fijarse en mí. Tragué saliva, mientras escuchaba a Chelo quejarse detrás, Óscar acababa de matarla, sólo quedaban Carla y él.

Miré hacia Marisa cuando la escuché reír, estaba ligando descaradamente con Isaac. Levanté las manos, escurriéndome el cabello, para luego despegarlo de mi cuello, pues me molestaba que se me pegase a la piel mojada. Lo recogí en un rollete en la cabeza, y miré hacia él, al mismo tiempo que mi teléfono sonaba sobre la mesa de plástico.

Caminé hacia él, lo descolgué y escuché a Juan Carlos al otro lado.

- Hola, cari – reconocí, mientras él me observaba, nuestras miradas se cruzaron en ese momento. Luego se marchó dentro y trajo las tortillas y los perritos calientes.

- ¿Qué es ese escándalo? ¿Dónde estás? – preguntó, preocupado.

- Estoy en Sevilla – aseguré – en casa de unos amigos con Marisa – respondí, sin explicarle demasiado, no quería preocuparle – vamos a comer aquí, y luego me vuelvo a casa.

- Ten cuidado – me dijo – eres demasiado confiada, y luego te la clavan por la espalda – él tenía razón, no creáis que no lo sabía.

- ¿Tú qué tal? – pregunté.

- Muy bien, ya mañana nos vamos a Brasil.

- Hugo, que pinta – escuché detrás de mí a Marisa, me fijé en las tortillas. Se me hacía la boca agua.

- Te dejo, vamos a comer ya, luego hablamos – colgué sin tan siquiera escuchar su despedida, y me marché a la cocina, detrás de Hugo - ¿te ayudo con algo?

- El agua y los refrescos – me dijo secamente, lo que hizo que le mirase algo confusa. Pues hasta ese momento estábamos bien. Cogí los refrescos y me marché, para luego volver a por los vasos, él estaba ligando descaradamente con Chelo. No debía molestarme, porque yo tenía novio, y él era libre. No había nada entre nosotros, y por supuesto, él y yo sólo éramos amigos, ¿no? Entonces ¿por qué lo hacía? ¿por qué sentía esa desilusión? ¿Esa opresión en el pecho?

Puse los vasos y los cubiertos, para luego sentarme junto a Marisa. El resto de la tarde estuvo distante, tonteando a más no poder con Chelo, hasta que terminaron enrollándose en la cocina, justo cuando pensaron que nadie los veía.

- Te lo dije – comenzó Marisa, junto a mí. Asentí, en señal de que tenía razón. Ella era como la voz de la conciencia.

- Óscar – le llamé, haciendo que dejase de prestar atención a lo que Carla contaba sobre su verano en la Costa del sol y mirase hacia mí, sin comprender – al final creo que voy a irme en autobús, no quiero molestaros ni nada.

- No pasa nada mujer, vente – me dijo, la razón por la que yo no quería ir con ellos era obvia, pero aun así no quería que se enterasen, así que asentí, como una tonta. Mientras Hugo y Chelo venían con las frutas y la nata, como si nada hubiese sucedido.

Agarré un par de cerezas y me las comí, estaban ricas. Sergio miró hacia mí, divertido.

- ¿Sabes hacer el nudo con el cabo? – preguntó. Negué con la cabeza, y él sonrió, para luego mirar hacia Hugo.

- Él sí sabe – aseguró, para luego llamar su atención – Hugo, haz eso del nudo – pidió, pero este negó con la cabeza, en señal de que pasaba del tema, y yo bajé la cabeza antes de que me hubiese encontrado con su mirada.

Cogí un par de fresas, y el bote de nata, eché un poco en la primera fresa, y comencé a saborearla. Estaban riquísimas, súper dulces. Me las terminé y me metí los dedos en la boca para chupeteármelos, olvidándome de que no estaba en casa.

Apoyé la planta del pie en la silla, para luego apoyar mi codo en la rodilla, echando la cabeza hacia atrás, riéndome de algo que Marisa acababa de decirme, sobre que ellos habían preferido pasar el día con nosotras en vez de irse a isla mágica. Era cierto.

Giré la cabeza, mirando hacia él, dándome cuenta de que él me observaba. Toqué el filo de mis paletas con la punta de mi lengua, con sensualidad, ni siquiera sabía lo que estaba haciendo. Él se lamió el labio inferior con la lengua, provocándome, haciéndome reír, de nuevo, mientras él sonreía. Cómo si todo volviese a estar bien entre nosotros. Pero yo aún tenía muy presente el muerdo que se había dado con Chelo, y la posibilidad de que todo no fuese más que un juego.

- Deberíamos estar pensando en recoger – comenzó Chelo, haciéndonos salir de nuestros pensamientos – son casi las seis.

- Ostia – se quejó Agustín – tengo que estar en Málaga a las ocho, vámonos ya.

Recogimos la casa, con rapidez, despidiéndonos de Chelo, Mario y Marisa que se volvían para Málaga, en la puerta de la casa. Carla también se marchó, agradeciéndole a Isaac que lo dejase todo tan limpio, y luego habló Oscar.

- Te ayudo con la maleta – me dijo – y nos vamos ya.

Él me ayudó a meterla en el maletero, con bromas sobre que tenía un muerto en el interior, haciéndome reír. Era más simpático de lo que aparentaba y tenía mí misma edad.

Sergio, Hugo e Isaac metieron luego las suyas, subiéndose al auto después.

Isaac conducía aquella vez, Hugo iba a su lado, por lo que Óscar y Sergio se montaron detrás, conmigo. La música de la radio sonaba en aquel momento, mientras hablábamos detrás.

- ... entonces el bar es sólo tuyo – me percaté, al escucharle hablar sobre cómo había tenido que gastar todos sus ahorros para dar la entrada del local – y la casa también.

- La casa era de mis padres, y luego pasó a ser nuestra – añadía, mientras yo asentía – bueno, y cuéntame sobre ti – él era amable, Óscar, mucho más de lo que pensé que sería – te viniste de Valencia con tu novio y comprasteis una casa aquí ¿no?

- Que va, la casa es de alquiler – contesté – comprar una casa aquí cuando es probable que en unos años estemos viviendo en otro lado...

- Entiendo, ¿y cómo van las cosas con tu novio?

- Bien – contesté, secamente, dejando a entender que no me hacía mucha gracia hablar de él - ¿y tú qué? ¿tienes novia?

- ¿Yo? Que va, me cuesta mucho confiar en la gente, he tenido varios chascos con las mujeres – aseguraba – pero tú me caes bien, pareces una buena niña.

- Demasiado inocente suele opinar la gente – añadí, haciéndole sonreír, para luego hacer un ruidito con la boca.

- Entonces tienes que tener cuidado, en este pueblo hay mucho aprovechado – aceptó, para luego prestar atención a su teléfono, que no dejaba de sonar – disculpa – dijo justo antes de contestar, y hablar con un colega suyo – Pablo, sí, ¿para cuándo lo necesitas?

Me centré en mi teléfono, y me percaté de que tenía un mensaje de Hugo, desde hace rato.

.-.

Hugo:

¿Dónde tenías escondido ese cuerpazo?

Yo:

No es para tanto.

Hugo:

Ni siquiera tienes ni idea de lo preciosa que eres, ¿no?

Yo:

Soy del montón, Hugo. Chelo es más de tu estilo.

Hugo:

Chelo está bien para un polvo de una noche. Pero tú eres demasiado para eso.

Yo:

No entiendo lo que quieres decir.

Hugo:

Tienes novio. Así que estás a salvo de mí.

.-.

Sonreí al leer aquello. Estaba bromeando. Cómo siempre.

.-.

Hugo:

El sábado no trabajo, ¿te apetece salir?

Yo:

¿Ya estás haciendo planes para el sábado?

Hugo:

Había pensado que podíamos ir a La Antilla. ¿Te apetece?

Yo:

¿Cuál es el plan?

Hugo:

Podríamos ir a la playa y a dar una vuelta. Sólo si te apetece.

Yo:

¿Con el bañador mojado a dar una vuelta?

Hugo:

Nos llevaremos ropa seca, nos cambiamos y listo.

Yo:

Lo pensaré.

.-.

No quería decirle que sí, a pesar de que me apetecía. Marisa tenía razón, yo tenía novio, y él sólo estaba jugando con fuego.


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