El regreso de: Raphaela

By sofiadbaca

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[A LA VENTA EN AMAZON CON ESCENAS INÉDITAS] Raphaela vuelve a escena después de años de estudios y después de... More

IMPORTANTE
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By sofiadbaca

Dos días después de ese encuentro, desperté con un peso enorme sobre mi cuerpo, era como si mis huesos se hubiesen confabulado para pesar un poco más de lo normal. Suspiré al abrir la ventana y respirar el aire del exterior, sería un buen día para permanecer en casa y dedicarle un tiempo a escribir y quizá hasta dormiría una que otra siesta, durante la semana solía perder horas de sueño con tal de adelantar apuros de la empresa.

Bajé en traje de baño hasta la piscina y me quedé buen rato recibiendo el sol sobre mi pálido cuerpo, hacía falta que al menos tomara un poco de color. María me había llevado presurosa un plato con mis frutas favoritas y unos Waffles recién hechos, no le di importancia a la forma escurridiza en la que se escapó de mi mirada y se introdujo nuevamente a la cocina. María era una prodigiosa chef a la cual le debía mi vida puesto que me alimentaba diariamente, somos más amigas que otra cosa, así que me pareció rara la forma en la que se escabulló, aunque tomando en cuenta que el día anterior había permitido que Timothée Volker entrara a la casa a las tres de la mañana era una buena excusa para no querer verme a la cara por un buen rato. No le di más importancia de la que tenía y desayuné con la tranquilidad de mi libro y un buen día de sol, hice algunos largos hasta que de pronto mi teléfono sonó como desquiciado y por más que lo ignoraba, este no dejaba de sonar.

Con una mala cara salí a atender, pero lastimosamente perdí nuevamente la llamada y hasta ese momento me di cuenta que en realidad había perdido catorce y eran de diferentes personas, todos mis amigos cercanos, pero no dejaba de parecerme extraño. Marqué a Bárbara primero, quizá algo malo hubiese sucedido.

"¡Al fin!" eso fue lo primero que dijo Barb en cuanto contestó la llamada, "¡Te hemos marcado todo el día!"

"Lo sé, me acabo de dar cuenta que..."

"Cállate" pidió presurosa, "sé que no sueles meterte a redes sociales porque simplemente eres una rara en tú existencia en este mundo, así que te lo ordeno yo."

"¿Qué se supone que tengo que ver?"

"Oh querida, quisiera quedarme en la línea, pero voy de camino a tu casa para que no quieras tirarte del segundo piso, adiós, estoy ahí en quince."

Fruncí el ceño cuando cortó la llamada y me metí a lo primero que encontré para ver la famosa noticia que al parecer me estaba perdiendo. Bárbara tenía razón, era un total alivio que estuviera en camino, me suicidaría si no fuera porque quería ahorrarle todo ese papeleo a mi mejor amiga.

"¿Raphaela?" gritó la voz de mi rubia favorita.

"Bárbara... dime que sigo soñando."

"Lo siento linda, vine tan rápido como he podido, Olivia y Rachel vienen en camino, pero me dijeron que..."

"Esto... ¿La gente en verdad lo cree?" la interrumpí nerviosa.

"Bueno, en realidad eso no importa, la cosa es que ahí esta y habrá rumores tanto a favor como en contra."

"¡Eso no puede pasar! No a una CEO importante, menos a mí ¡Dios!" me quejé caminando de un lado a otro, lo que me permitió ver al resto de las chicas llegar y sentarse en los camastros como lo había hecho Bárbara quién incluso comenzaba a tomar de su margarita a pesar de que era temprano aún. "¿Qué voy a hacer?"

"Esto es malo" dijo Rachel, "no sabemos cómo consiguieron esas fotos, pero... ¿lo recibiste a tu casa a las tres de la mañana?"

"¡No he sido yo! ¡Fue María!" me quejé furiosa, ahora comprendía por qué no quería darme la cara.

"Lo encuentro bastante romántico" sonrió Olivia, ganándose la mirada aniquiladora del resto de nosotras. "Vale, lo siento, pero es verdad ¿A qué sí? Miren como dice esta nota: Los tortolitos de Monteangello parecen volver a las andadas, quizá nunca se detuvieron y tras seis largos años de separación es hora de entrar a escena y quizá no solo como novios de preparatoria sino como... ¡Prometidos!"

"Moriré, alguien ahógueme, sería una muerte trágica."

"Tranquilízate" me tocó la mano Rachel, "es un tema que quedará en el pasado pronto."

"Personas como yo no debemos tener tales arrebatos, dañan permanentemente la reputación y afectan las acciones de la empresa en la que trabajamos."

"A lo que Alek me dijo" interrumpió Bárbara, "la noticia cayó a la perfección a tu empresa Raphaela, parece que han comenzado el día con números verdes."

"¿Por qué razón?" fruncí el ceño.

"Una alianza con un Volker aseguraría el bienestar económico de la empresa" dijo Rachel, "eso siempre se ha sabido."

"Es una tontería" intentaba no explotar los oídos de mis amigas con mi lánguida voz, "esta empresa ni siquiera es mía, no le encuentro lógica alguna."

"Sí que la tiene" dijo Olivia, "porque Timothée la ha comprado y por todas partes están diciendo que lo ha hecho para complacer a su novia."

"¿Saben? Mejor lo mato primero y luego me asesinan ustedes."

"No" Bárbara me tomó del brazo y me sentó de golpe, "tenemos que ver cómo resolver esto de manera inteligente."

"Yo digo que tiene que ir a hablar con él" dijo Olivia, "¿Qué dice Matthew de todo esto?"

"Matthew..." dije en un suspiro. "Sí Timothée Volker compró es porque todos los accionistas decidieron a favor. Tuvo que haber estado a favor."

"No es como si fuera el mayoritario, por más que estuviera en contra, entra a votación y quedas fuera" explicó Rachel.

"Eso no importa" dijo Bárbara, "estoy de acuerdo con Olivia, tienes que hablar con él, pero no matarlo ¿vale?"

"¿Cómo podré calmar mi instinto?" dije perturbada.

"No lo sé, intenta con un calmante" sonrió mi amiga y se puso en pie. "En serio arréglate, sé dónde estará."

"¿Por qué lo sabes?"

"Todas lo sabemos" dijo Olivia, "estamos casadas con sus mejores amigos y Rachel lo es en sí misma."

"Timothée no se deja ver muy seguido" dijo Rachel, "quizá fueron a jugar tenis."

"No hay quizá en esa oración" dijo Bárbara, "están ahí."

Tomé aire hasta llenar mis pulmones y miré hacia el jardín, era un maldito, quizá eso era lo que había querido advertirme el día anterior y ahora tendría que verle la cara nuevamente. Suspiré cansada y quince meterme bajo las mantas a llorar como hace seis años, cuando ese mismo hombre me rompió el corazón y me dejó con la desazón de que podría volverme a pasar, que los hombres solo querrían usarme para llegar a un fin y yo no estaba dispuesta a ceder, en ninguno de los aspectos.

Me coloqué ropa deportiva y bajé a mi auto a sabiendas de que ya nadie estaría en mi casa para ese momento más que los reporteros que ya se juntaban afuera de mi casa, rodé los ojos, hacía mucho que no sentía aquella presión, pese a que mis libros habían tomado una popularidad considerable y me era normal salir y que me pidieran alguna foto o autógrafo, los paparazzi me habían dejado tranquila después del último estreno, una escritora no es una persona tan interesante como los son los artistas, a las personas les gusta saber de los artistas y no de lo que un escritor va a comprar al súper.

Coloqué unas gafas de sol antes de salir y sentir aquellos flashes en mi cara y esas voces atronadoras en mis oídos, con los años había perdido la practica en ignorarlos y mi cabeza parecía un centro de acopio de frases que interiormente contestaba, pero en el exterior, seguía caminando como si nada sucediese. Suspiré aliviada cuando estuve dentro del auto y logré arrancarlo sin asesinar a nadie.

¿Qué se supone que tenía que decirle? Mis amigas habían dicho que fuera a buscarlo, pero jamás me dijeron qué decirle.

Llegué al club deportivo de la gente prestigiosa y de alta categoría, seguro que allí irían todos esos pretenciosos, a veces yo misma venía a practicar aquí, pero me agrada más como queda de la otra forma, ellos siendo unos despilfarradores y opulentos magnates y yo una entregada y altruista mujer que solo veía por el bien de los demás, que no era mentira, pero claro que venía a estos lugares también.

"Señorita Ferrer" me dijeron en la entrada, "qué gusto volver a verla, ¿viene aquí a ver al señor Volker?"

"Fred, si no quieres que te de un golpe con la raqueta, no vuelvas a decir eso" dije enojada, pero bajé la raqueta, "pero sí y si le dices a alguien considera estas cuerdas rotas por tu cabeza."

El pelirrojo dejó salir una carcajada y asintió.

"Están en la cancha cuatro de tenis."

"Genial" asentí y caminé segura, conocía bien el lugar y no necesitaba que nadie me llevara.

En el camino quedé más que conmocionada de saber que todos los presentes en el club sabían de la noticia, se hacía cada vez más notorio por las veces en las que escuché entre susurros mi nombre o el de Timothée Volker, las miradas e incluso algunos apuntaban de la forma más indiscreta. No bajé la mirada e hice como si no escuché nada, ignorarlos era el mejor recurso que tenía, ojalá la gente dejara de vez en cuando los teléfonos y se enfocara en algo más que chismes. No me gustan las redes sociales, me quitan tiempo, veía algunas solo para ser conocedora de noticias, pero ahora todo se había confabulado en mi contra, el sistema que había inventado para no hacerme adicta al teléfono me quitó horas de vida y me las robó al colocarme en la misma frase junto con un Volker.

Llegué a la cancha cuatro, pero no lo vi, había mucha gente aglomerada en el lugar, pero en cuanto me veían me hacían espacio para que caminara, lo agradecía, pero sabía que era solo para tener más de qué hablar. Entré a la cancha y rebusqué entre las personas, pero antes de siguiera ver a Timothée, otro hombre llegó y me saludó con efusividad.

"Es bueno verla Raphaela Ferrer, me causa mucha satisfacción saber que las empresas de sus padres al fin contarán con una mente que sabrá manejarlas."

"¿Disculpe?"

"Oh, me refiero a usted, no al señor Volker, por supuesto. Sé que hace un extraordinario trabajo en SKH y me vendría bien que algo parecido sucediera en las empresas Van Wyngaarden."

El apellido resonó en mi cabeza y me hizo sentir que me desmayaría. No tenía idea de que las empresas de mi familia se encontraban mal, normalmente las veía en listas de inversiones y tenían buenos niveles en la bolsa, no entendía qué quería decir ese hombre.

"Raphaela" me tomaron de los hombros, "es bueno verte aquí."

"Matt" me volví hacia él, "¿Me podrías decir que es lo que está pasando?"

"Creo que no es conmigo con el que quieres hablar ¿o sí?"

"¿Dónde demonios está ese patán?" dije enojada y contenida, "¿Cómo es eso que compró la empresa?"

"Tampoco lo sabía hasta que nos pidieron asistir a una cita rápida, el accionista mayoritario quería vender."

"Hola Raphaela" dijo de pronto la voz que, para ese entonces, era como un martillo en mi cabeza.

"Timothée Volker, sabía que tu estancia aquí solo podía amargar vidas" dije enojada, "¿Por qué fuiste a mi casa? ¿Por qué asististe a la premier de ayer?"

Timothée sonrió de lado y elevó una ceja.

"Ahora si quieres hablar" asintió, "vale, lo acepto solo porque yo fui un patán antes."

"¿Antes? ¡Todo el mundo habla de nuestro inminente compromiso!" le dije histérica.

La mirada de Timothée se estacionó en la persona junto a mí, Matthew no parecía nada contento con aquello y yo apenas iba comprendiendo por qué, no podía creer que después de tantos años, esto volviera a mi vida y al parecer Matt pensaba lo mismo, puesto que antes de que volviera Timothée, no había notado un acercamiento de él hacía mí. Maldita sea, no era una competencia y yo no era un premio.

"Vamos, tenemos qué hablar."

Caminé junto a él, hasta ocultarnos en los vestidores. Me crucé de brazos y lo miré con una ceja levantada, esperando a que hablara, pero parecía tan complacido que ni siquiera se percataba de que hacía dos segundos que yo lo había golpeado fuertemente en la cara y para este momento me quejaba, no era buena idea darle con el puño cerrado a alguien.

"¿Estás bien?" sonrió tomándose la mandíbula con la mano y moviéndola para menguar el dolor un poco, "¡Maldición! Eres demasiado fuerte para ser una mujer."

"Dios, creo que me he roto por lo menos dos dedos" tomaba mi propia mano mientras salían lágrimas de dolor de mis ojos.

"Es mala idea lastimarse la mano para una escritora ¿A qué sí?"

Lo miré mal.

"Explícate ¿quieres?"

"¿En serio pospondrás ir al doctor por una plática?"

"No es cualquier platica. Sé que hiciste toda la faramalla de ayer por una razón, dime cual es ahora o te juro que te doy con el otro puño, aunque me despedace todos los dedos."

"Como tú quieras" se sentó y me miró expectante.

"¿¡Y bien!?"

"Cielos, te ves hermosa, siempre me gustó tu cabello corto, pero ahora tampoco se te ve nada mal Raphaela, la cosa es que eres bonita. Ya no usas nada de maquillaje, has de estar feliz de haberte curado de los problemas de la cara."

"No del todo, ¿quieres explicarte ahora?"

"Claro ¿qué parte?"

"Bueno, podemos empezar por los rumores, eso es lo que nos afecta a los dos de momento."

"Para bien" añadió, "incluso la empresa que acabo de adquirir subió en la bolsa por esos rumores."

"Vale, entonces hiciste esto por los números, pero gracias a ello mi credibilidad dentro de esa empresa cayó a cero. Soy la CEO y asegurar su bienestar no tendría que depender de estar o no con cierto hombre."

"No soy cualquier hombre, un Volker es un Volker."

"La fanfarronería no te queda" dije sarcástica.

"Como sea, de todas formas, estás despedida" se inclinó de hombros.

"¿Disculpa?" elevé una ceja y lo hice volver a sentarse con mi mano sana, "no tienes motivos para hacer eso, no he hecho nada para merecerlo."

"Claro que sí, una CEO no puede tener una relación amorosa con el nuevo presidente de la empresa."

"Es la gloria que no lo estemos" dije, "son rumores."

"Unos que aseguran eso y el vernos juntos en esa empresa simplemente no ayudaría para nada ¿no crees?"

"¿Por qué eres así conmigo?" me dejé caer en una silla, totalmente desmoralizada, "pensé que sabías que el patán habías sido tú, ¿por qué castigarme a mí?"

"En realidad, solo te doy un empujón hacia el lugar adecuado" dijo sin más, "creo que deberías hablar con tu familia después de seis años. Ya lo has hecho conmigo, ellos se merecen más consideraciones ¿no lo crees?"

"Qué pasa con mis padres" me interpuse en su salida. "Sé que conoces la situación."

"Quizá."

"Vamos Timothée, al menos puedes hacer esto por mí" elevé mis cejas, "por favor."

"Te lo diré si dejas que te lleve al hospital ahora, esos dedos no se ven nada bien."

Miré mi mano y noté la forma en la que simplemente no podía mover los dedos y acepté, al final de cuentas él tenía razón, no había forma de que permitiera que mis dedos no pudieran escribir. Ojalá no hubiera habido tanta gente cuando ambos salíamos en dirección a su carro y mucho menos cuando me abrió la puerta en el estacionamiento donde las cámaras volvieron a sacar su siguiente material.

"Tus padres están en vedaros problemas, Bruce no ha logrado controlar la situación y bueno Priscila nunca aprendió a manejarla. Eres su salvación, eso es todo, por eso no necesitas el empleo, tienes que encargarte de tus propios asuntos."

"¿Cómo lo sabes?" lo miré asustada.

"Nosotros siempre hemos querido comprar las empresas de tus padres Raphaela" me miró de soslayo, "al ser tan productivas, eso no cabía en la posibilidad de ocurrir, así que la idea era forjar un matrimonio y unir nuestras empresas, pero como sabrás, tampoco se pudo por ese lado."

"No seas cínico, me utilizaron."

"Sí, por decirlo de alguna manera" asintió, "la cosa es, que sigo interesado en cumplir con el sueño de mi padre antes de morir y ahora que los Van Wyngaarden van hacia abajo..."

"¿Piensas aprovecharte de la situación?" le dije enfadada, "Ojalá pudiera golpearte de nuevo."

"Soy un empresario, sabes que así son las cosas" se inclinó de hombros.

"No termino de creerte, las empresas de mis padres siempre han sido lucrativas."

"Eso hasta que pusieron a un artista a ser el dueño de ellas" elevó una ceja, "sabes que Bruce siempre quiso estudiar arte. Por más que se obligue a otra cosa, no es algo que le agrade y por esa razón los llevó a la ruina."

"¿Ruina?"

"Sí, los accionistas me están vendiendo en una cantidad bastante más baja de lo que jamás pensé, el único que no se rinde es tu hermano, pero todos saben que no está en plenas facultades mentales, aun así, es el dueño y nada se puede hacer..." me miró, "a menos que la hija prodiga regresé."

"¿Qué cambiaría yo?"

"Sabes manejar empresas, lo has hecho prácticamente toda tu vida y te gusta e incluso puedo confesar que eres lo suficientemente buena."

"Soy bastante buena" corregí.

"Aun así, no sería suficiente para salvar la empresa."

"No te sigo."

"Llegamos" me dijo, bajando de su auto y dando la vuelta para abrirme la puerta.

Bajé algo sobrecargada de información, Timothée no era de fiar, eso lo sabía, él simplemente quería cumplir con una meta y yo podía ser parte de sus peones para llegar, seguro que este hombre que caminaba junto a mí en muchas ocasiones se había disfrazado de peón para después quitarse el disfraz y salir con la espada de la reina para matar al rey.

"No se preocupe Raphaela" dijo el médico, "es solo un buen golpe, habrá que aplicar hielo un buen rato y seguro se pasará el dolor."

"Gracias" acepté la bolsa y miré a Timothée quién se enfocaba en su celular.

"¿Por qué dijiste que Bruce no está en todas sus facultades?"

Timothée levantó la vista hacía mí.

"Sí, te llevaré allá, no te preocupes."

Cuando Timothée me llevó al aeropuerto después de salir del hospital sentí como mi estómago se limitaba a encogerse y pedir a gritos un retrete para poder expulsar todos mis alimentos, había dicho que me llevaría con mi hermano y eso quería decir solo una cosa: Londres.

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