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Habían pasado dos semanas sin que yo lograra estar del todo bien, había tenido que recurrir al dichoso psicólogo que me habían recomendado desde el primer día que visité la clínica y ahora parecía comprender un poco la situación, no hablaba con ninguno de mis amigos y mi celular había pasado a ser un aparato inservible al cual ni siquiera le prestaba atención por mucho que insistieran. Me había enfocado plenamente en el trabajo y de ahí, regresaba a casa sin ir a ningún otro lugar.

Entré a mi casa por la tarde aquel día, me recibió la total oscuridad y me sentí acorde con aquella triste invitación a mi soledad, la verdad era que la anhelaba cada vez que salía a trabajar en la mañana, solo pensar en regresar a mi cama me mantenía en pie el resto del día. Terminé de prepararme algo de comer y justo cuando me senté en la mesa de la cocina, mi teléfono volvió a vibrar insistentemente, miré unos segundos a la pantalla, no identificaba el número, lo cual podía significar que se trataba de algún cliente o proveedor nuevo.

"¿Diga?"

"¡Al fin!" se oyó la voz conocida de Bárbara, "ábreme la puerta, estoy aquí afuera."

"Te pienso colgar ahora."

"¡Vamos Raphaela! ¡Ábreme la puerta!" me quedé callada por un buen rato, "soy una mujer embarazada con cáncer."

Sentí un peso caer en mi estómago, suspiré y le abrí la puerta. Bárbara parecía cansada, estaba demacrada y tenía unas profundas ojeras, no parecía ser la mujer de siempre y, sin embargo, sonreía.

"Sé que me odias" asintió, pasándose al apartamento, "pero al menos quiero remediarlo, ¿puedo morir sabes?"

Sabía que Bárbara había adoptado esa postura desde hacía un mes, ella jugaba con la situación de una forma que nos hacía sentir a todos incomodos, pero al final de cuentas era su manera de lidiar con la situación y nadie podía contradecirla.

"No estoy para esto ahora Bárbara."

"Lo sé" se sentó en el sofá, "lo siento ¿vale? Jamás debí decirte todas esas cosas... pensé que sería una forma en la que no te sentirías tan mal, pero ahora comprendo que solo me hice pasar como una mala amiga, lo hice ¿cierto?"

"Sí."

Quizá Bárbara podía ser todo lo directa que quisiera, pero yo también lo era y no la dejaría pensar que no me había lastimado con lo que había dicho.

"Lo siento ¿vale? Puede ser que me haya vuelto más insensible" negó, "pero jamás pensé que en realidad hubiese pasado de esa forma, no creí que ese... idiota, pudiera pasarse contigo, ni siquiera sé que pasó en realdad porque no le has contado a nadie."

Suspiré, me dejé caer a su lado y le conté.

"Así que ahora perdí mi virginidad por una violación" sonreí sarcástica, "eso es un adiós muy cruel a todos mis sueños."

Bárbara me miraba muy seriamente.

"Esto... no contará como tu primera vez Raphaela" negó.

"Creo que no aprendiste bien en la clase de anatomía, esto no se puede recuperar."

"No, eso lo sé, pero ni siquiera debes recordar esto como algo que sucedió."

"Pero pasó."

"No, cuando tengas tu primera vez, será porque tú en serio lo quieres, elegirás a la persona pese a que sea la correcta o la equivocada, pero la elección será tuya."

Sentí como mi labio temblaba un poco y negué cuando sentí que mis lágrimas volvían a caer por mis mejillas de forma irremediable, mi amiga estiró los brazos y me acogió mientras ella también lloraba, sabía que ninguna de mis amigas había querido herirme, todas intentaban que no me sintiera tan asquerosamente usada como me sentía en ese momento, me conocían, sabían que si de alguna forma me daban un cierto poder en la situación, yo lograría no sentirme tan mal, pero la verdad era, que aunque yo hubiese querido, no habría logrado estar bien al día siguiente al no haberlo decidido a plena consciencia.

El regreso de: RaphaelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora