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Para este momento de mi vida ya me parecía normal que las cámaras se pararan frente a mí cada vez que salía de mi carro, llevaba más de tres meses viviendo en Londres y no había dejado de ser noticia puesto que primero me comprometí, después, lo disolví. No conforme con ello, me enfoqué plenamente a lograr que las empresas Van Wyngaarden rivalizaran con las Volker y tal parecía que lo estaba logrando, incluso me había metido en sus propias empresas y era socia de la disquera y la productora con apenas un pestañeo.

Muchos decían que era una mujer sin corazón, con hielo en las venas y maldad en la cabeza. Una mujer plenamente enfocada en su mundo de negocios que rechazaba cualquier contacto con lo emocional o sentimental, lo peor, era que comenzaba a sentirme realmente de esa forma y era un mundo tan solitario y triste que de vez en cuando, lograba superarme.

Lo único positivo que encontré fue regresar a Nueva York después de meses de una muy ocupada agenda de trabajo. Entre reuniones, eventos de caridad y compromisos, apenas había tenido tiempo de encontrar una casa donde vivir que no fuera un hotel. Para sorpresa de todos, me había mantenido en contacto por medio de celular y ahora esperaba que mis amigos me regresaran un poco de humanidad que Londres me había quitado.

El primer lugar que visité fue a Bárbara, mi fiel amiga que había actuado como contacto con el resto y por la cual se habían solucionado muchos negocios, inclusive uno con Alek, su marido. Llamé a su puerta un par de veces y esperé a que ella me abriera, pero me encontré de frente con la persona que menos esperaba.

"¿Qué haces aquí?" dijimos al mismo tiempo.

"Vine con Alek" dijo seriamente Timothée, "ahora que estás aquí, espero que no te moleste que me lo lleve un rato."

"Ese negocio está cerrado Timothée, ni siquiera lo pienses."

"¿De qué hablas?" frunció el ceño, "iremos a que se relaje, lo necesita."

"Sí claro, como si fuera a creerte."

Timothée se mostró confundido por unos segundos, para después abrir los ojos en comprensión y negar un par de veces.

"En serio que has cambiado Raphaela Ferrer, no te hace bien ser una mujer de negocios, te vuelve más fría y distante" me dijo mientras se introducía a la casa y llamaba a su amigo, "espero que no te conviertas en tu padre a quién tanto despreciaste o en mí a quién desprecias ahora. Aunque siendo justos, al menos yo sí sé que ocurre con uno de mis mejores amigos ¿puedes decir lo mismo?"

"¿De qué demonios hablas?"

"Ah, Raphaela" me abrazó Alek, "gracias, ella está arriba, está más irritable de lo normal así que tata de no alterarla."

"Está bien..." titubeé y miré a Timothée quién me miraba seriamente.

"Ven Alek, hablaré con Logan y Matthew para que nos veamos en el club."

"Vale" suspiró el hombre con una infinita tristeza.

Cerré la puerta y corrí hasta la recamara de Bárbara, donde la escuché vomitar sin parar, me alteré un poco y tomé su cabello que caía sobre su rostro enterrado en el retrete.

"¿Bárbara? ¿Qué sucede?"

"Raphaela... ¿en serio estás aquí?" vomitó de nuevo, "seguro te has topado con Tim..."

"Sí, se llevó a Alek junto con los chicos."

Bárbara se sentó en el suelo y recargó su espalda contra la pared, agotada.

"Eso le hará bien, estar lejos de mí por un buen rato."

"¿Por qué dices eso? ¿Qué pasa?" le limpié la boca con una toallita húmeda.

El regreso de: RaphaelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora