Hielo o fuego [Saga Centenari...

By NaiaraRuz

36.9K 3.3K 590

Por primera vez en un milenio los ciclos centenarios de poder vuelven a estar en marcha. Dos mundos volverán... More

Nota de la autora
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Epílogo
Nota final

Capítulo 29

453 48 2
By NaiaraRuz

Ian

 Recorríamos la costa. Más de semana y media andando sin descanso. Tenía los pies llenos de ampollas y me dolían las piernas a rabiar. No había hecho nunca tanto ejercicio como en esos días y me estaba pasando factura. Erick estaba ausente la mayo parte del tiempo y era bastante incómodo. Tanto que no hacía nada más que quejarme para sacer algo de conversación. Eso tampoco le gustaba. Cada vez que lo hacía me nombraba de alguna forma a Cassandra para que me callara.

Eso era lo que menos necesitaba. No quería pensar en ella más de lo necesario ni en lo que podrían estar haciéndola ahora mismo, o en lo que nos hizo ella a Rubí y a mí. Rubí lo superaría más pronto que tarde. Jude solo había sido una atracción adolescente, con Erick todo era distinto. Cada vez que hablaba de él, podía ver su futuro juntos reflejado en sus ojos.

Para mí era más complicado. Cassandra seguía siéndolo todo para mí y había sido lo bastante estúpido durante mucho tiempo por pensar que yo también lo era para ella. Llegué a pensar que me tenía algo de cariño a pesar de toda esa creciente frialdad. Me había costado derribar sus muros, pero al final pude conseguirlo. Se abrió, dejando que entrara dentro de su mente. Vi todo aquello lo que la preocupaba y la asustaba. No era un alma oscura como todos pensaban, simplemente era un poco más difícil de ver después de todo lo que había pasado. No era resplandeciente como la de Emma, ni intensa como la de Rubí, pero para mi no había nada igual. Encajaba perfectamente conmigo, aunque fuéramos radicalmente diferentes.

En este mundo ya no pude alcanzarla. Se volvió a cerrar en banda. Ya no eran solo muros lo que debía sortear, sino una gran muralla de brillante y liso diamante. Preciosa, pero imperturbable. Ya no quería pasar tiempo con nosotros, solo con Jude. No había dejado de quererla a pesar de todo y estaba seguro de que seguiría haciéndolo el resto de mi vida.

No iba a obligarla a estar conmigo y seguía enfadado por lo que había pasado, sin embargo, no podía dejarla sola y menos de esa forma. Llegaríamos, las rescataríamos y después, bueno, ya veríamos lo que pasaría.

—Mira.

Erick señalaba un punto distante con una sonrisa de oreja a oreja. Seguí su dedo y pude ver aquello que le había puesto de tan buen humor. Tan solo una pequeña mota en el horizonte cubierta por una nube gris como si viviera en una tormenta perpetua. Le miré, haciéndole una pregunta silenciosa. Él asintió, habíamos llegado.

—¿Cómo llegaremos hasta allí?

—Ahora tendremos que adentrarnos en el bosque, dirigirnos un par de kilómetros hacia el sur e ir a puerto Gorrión—explicó, aún con emoción en su voz.

Por ahora conocía alguno de los nombres que integraban el mundo de Erick. El regente del territorio era Zenón, uno de los cinco y esclavo de Morriguen. Tuvimos que ir con más cuidado según cruzamos la frontera.

Decidimos esperar en la playa y recorrer al día siguiente lo poco que nos quedaba de camino. Era lo mejor si teníamos que escondernos. Dejamos las mochilas medio vacías en la arena y me quité los zapatos mientras Erick se ofrecía a buscar algo que comer. Yo no sabía hacer nada de eso, así que era más bien un peso muerto para el príncipe. No le servía de mucha ayuda, ni si quiera para encender un fuego.

Me quedé pensativo, mirando el punto que me había señalado, esa pequeña isla en medio del mar. Habría solo unos cuantos kilómetros, pero lo sentía como el infinito. Necesitaba verlas y comprobar que estaban bien.

No me sacaba de la cabeza la sensación de estar abrazado a Cassandra, con su pelo haciéndome cosquillas y su pecho moviéndose al compás del mío. Pensar en no volverla a ver, en no poder probar sus labios ni si quiera una vez, hacia que me ardiera la sangre. Me sequé un par de lágrimas de las mejillas cuando vi a Erick acercarse con un poco de comida.

Me echó una mirada corta antes de sentarse a despellejar el animal. Lo hacía con total dedicación, con la práctica de un millar de veces. Además, siempre parecía hablar solo mientras lo hacía, moviendo los labios, pero sin emitir un solo sonido.

—No hace falta que escondas tus sentimientos—el comentario me pilló por sorpresa. Él no dejó de prestar atención a su tarea.

—Habló el señor corazón de piedra.

Era un poco injusto. Sabía que Erick quería a Rubí, puede que incluso más que él mismo. Pero no lo decía, no lo demostraba al mundo entero. Sus acciones hablaban mucho por él, pero cuando se trataba de expresarlo con palabras, parecía un perrito abandonado al que le habían obligado a bailar con un tutú.

Erick enarcó las cejas, soltando el cuchillo. Hundí más los pies en la arena, sintiéndome incómodo. No habíamos hablado nunca de una manera tan profunda.

—Y porque yo sea un lisiado sentimental, ¿Tú también debes serlo?

—No—suspiré—, las echo mucho de menos.

—Yo también.

—¡Pero tu tienes un reino, gente a la que proteger! —solté—Mírate, eres perfecto. Pero, ¿Qué haría yo sin ellas? Sin Rubí soy un completo desastre.

—Daría todo lo que tengo para estar con ella—contestó, pasándose las manos por la cabeza—No pensé que sería tan fuerte. Creía que, bueno, la geste se quiere, tiene hijos, como si fuera un ciclo que todos debemos seguir. Pero esto, el mundo se vacía cuando no está conmigo.

—Uau—me sorprendí—, quien diría que llevabas un alma romántica ahí dentro.

—Cállate.

Tranquilo, aún te comunicas mejor con los puños.

Nos reímos, ignorando por primera vez el peso que llevábamos a las espaldas. Él terminó de cocinar al animal y los dos pudimos disfrutar de una comida tranquila y llena de anécdotas sobre nuestra vida. Llevábamos bastante tiempo viviendo juntos en el mismo castillo. Yo le respetaba por ayudarnos y él me aguantaba por ser importante para Rubí. Pero esa noche conocí a un Erick distinto. Uno que no deseaba el poder, no quería nada más que tener una vida normal. Ya había tenido suficiente emoción. Yo le dije que si se había enamorado de Rubí lo único que no tendría sería normalidad.

También nombró a su madre. Le conté la historia de como la mía murió y le dije que mi familia pensó que había podido ocultármelo, pero lo descubrí, al fin y al cabo, las noticias eran públicas. Él no estaba demasiado sorprendido, así que presupuse que ella ya se lo había contado.

Ese fue nuestro punto en común. Dos niños huérfanos, los dos en contra de la voluntad de nuestras madres. Habíamos tenido más familia, pero sabíamos que no era lo mismo. Nadie podría nunca ocupar su lugar.

La conversación se fue apagando hasta que nos quedamos dormidos observando el cielo estrellado. No deseaba volver a casa. Se lo había dicho a Rubí en una ocasión y era totalmente cierto. Nada quedaba allí para mí, sin embargo, en este mundo virgen, había aún un sinfín de posibilidades.

A la mañana siguiente nos levantamos y recogimos lo poco que teníamos. Erick guardó la comida sobrante y la metió en su bolsa. No me había desperezado del todo cuando nos pusimos en marcha. El día se había levantado soleado, con buena temperatura. Era un alivio después de todos los días lluviosos. Solo unas horas más y estaríamos de camino a esa maldita isla.

El sonido de la multitud se fue acrecentando conforme nos acercábamos. El sol estaba en su punto más alto y hacía más o menos unas dos horas que nos habíamos levantado. Mi cuerpo empezaba a acostumbrarse a esos caminos. Mi estómago ya no rugía igual que antes y había aprendido a dejar todo a un lado mientras ponía todas mis fuerzas en avanzar.

Cuando llegamos a Puerto Gorrión no podía creérmelo. Miré a mi compañero, asombrado. No era para nada como me lo había imaginado. Pensaba que sería algo más bien sencillo, con un par de barcos en mal estado y tenderetes con comida a medio pudrir. Me maravillé al ver que era todo lo contrario, traía a mi mente las imágenes de un Zoco árabe. La gente se movía de un lado a otro, los colores vivos y vibrantes resaltaban bajo los tontos de los puestos y el aroma a especias inundando el ambiente. En ese lugar estaba todo lo que podías soñar y mucho más. Incluso sonaba una melodía proveniente de una enorme caja musical.

—Estoy flipando.

—¿Qué? —preguntó Erick, confundido. Aún le seguía costando pillar alguna de nuestras expresiones.

—No era lo que me imaginaba.

—Lo cierto es que yo tampoco lo recordaba así—comentó. Él ya había estado varias veces de viaje con su padre—. No te fíes. Puede parecer un bonito punto de encuentro, pero es un puerto pirata. Solo hay ladrones y asesinos.

Asentí con firmeza. Nos movimos entre la multitud para comprar algunas cosas que nos hacían falta. Armas, sobre todo. Erick me prestó parte de su dinero para que pudiéramos dividirnos. Tenía que poder defenderme. No estaba seguro si mi poder iba a funcionar en mi mismo y no tenía intención de averiguarlo aún.

De camino, me encontré con un pequeño puesto de libros. Me acerqué hasta allí con una idea brotando en mi mente. Más tarde retomé mi camino mientras colocaba las cosas dentro de la mochila. Cerca encontré una buena armería. Me quedé un buen rato observando los cuchillos hasta que Erick me encontró justo cuando acababa de comprar uno del tamaño de mi antebrazo. Tenía el mango de color negro y varios cristales incrustados. Soltó una carcajada al verme haciendo movimientos con él, pero no dijo nada. Fue la persona que tenía detrás la que no se cortó un pelo en dar su opinión.

—Vais a tener que ir encargando unas lápidas si pensáis enfrentaros así contra Morriguen.

Miré al príncipe con desaprobación por haberle contado nuestro plan a una desconocida. Me fijé en la chica. Era algo más alta que yo y tenía el pelo cubierto de rastas de colores. A parte de su espantoso estilo, era bastante atractiva.

—¿Y tú quién eres?

—La que te va a llevar hasta tu estúpida noviecita—me giré hacia Erick, apuntándola con el dedo.

—¿De dónde has sacado a esta imbécil?

—Esta es Olimpia. Una amiga de la infancia, buena en los negocios y aún mejor con la piratería.

—Pensaba que todos eran ladrones y asesinos—repetí sus palabras. La chica me hizo burla desde atrás.

—Y lo son, pero esta ladrona en particular tiene barco propio—se encogió de hombros. Olimpia me miró con suficiencia. Estaba claro que no era alguien en quien pudiéramos confiar.

—No me gusta.

—No podemos llegar nadando y ella es la única que está tan loca como para llevarnos.

La chica asintió alagada, pensando que aquello era un cumplido. Bueno, si eso era lo que tenía que hacer para salvarlas entonces lo haría. Total, solo eran un par de piratas. El verdadero demonio nos esperaba dentro de la isla. 

****

Continue Reading

You'll Also Like

147K 19.5K 68
Sinopsis Tras encender el gas para perecer junto a quienes codiciaban la fortuna de su familia, Lin Yi transmigró a otro mundo, ¡y estaba a punto de...
28.1K 1.6K 24
-𝐋𝐚 𝐜𝐡𝐢𝐜𝐚 𝐧𝐮𝐞𝐯𝐚 𝐞𝐬 𝐦𝐮𝐲 𝐥𝐢𝐧𝐝𝐚.... -𝐐𝐮𝐢𝐞𝐧 𝐞𝐬 𝐞𝐬𝐚 𝐜𝐡𝐢𝐜𝐚? 𝐄𝐬 𝐦𝐮𝐲 𝐥𝐢𝐧𝐝𝐚!★ -𝐄𝐧𝐭𝐫𝐚 𝐮𝐧𝐚 𝐜𝐡𝐢𝐜𝐚 𝐧�...
150K 14.9K 69
¿Qué ocurre cuando una mañana despiertas sin saber quien eres? ¿Estarías dispuesta a comenzar desde cero o buscarías respuestas? Megan no sólo tendrá...
6.2M 394K 22
Matt es un modelo de tan solo 18 años y también es un estudiante. Siendo estudiante y teniendo un trabajo su vida es lo suficientemente ocupada como...