Inevitable (El juego de Elena...

By migomz

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Elena es una adolescente cuya ideologia intrincada sobre los hombres le hace desarrollar rechazo total hacia... More

Prólogo
Capitulo 1: Comienzo de la caída
Capitulo 2: Roce entre jugadores
Capitulo 3: Táctica defensiva
Capitulo 4: Peligroso acercamiento entre equipos opuestos
Capitulo 5: ¿Primer beso de amor?
Capitulo 6: Declaración comprometedora previa al juego
Capitulo 7: Comienzo del juego
Capitulo 8: ¿Que tú harías qué?
Capítulo 9: Jugada rápida
Capitulo 10: Segundo Strike
Capitulo 11: Cambio de posiciones
Aviso: ¡Una novedad!
Capitulo 12: Golpe bajo
Capitulo 13: Diferencias dentro del mismo equipo
Capitulo 14: Salida familiar
Capitulo 15: Y el imbécil queda en evidencia
Capitulo 16: ¿También tú?
Capitulo 18: Bases llenas
Capitulo 19: Home run
Capitulo 20: Primera vez
Capitulo 21: Intensiones secretas
Capitulo 22: Fuerte como goma espuma
Capitulo 23: "La charla"
Capitulo 24: Out
Capitulo 25: Cambio de estrategia
Capitulo 26: Reescribiendo las reglas
Capitulo 27: Tercer strike ¡Estás fuera!
Capitulo 28: El resultado se esclarece
Capítulo 29: Nuevo jugador
Capítulo 30: Un punto y el juego termina
Capítulo 31: Buen juego con ¿buen final?
Epílogo
Agradecimientos y una sorpresa

Capitulo 17: Hola a la vieja Elena

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By migomz

Me desperté temprano en la mañana con un sabor amargo en la boca y no, no era a causa del normal aliento matutino, sino a causa de saber que Regie y el imbécil jugaban el mismo juego y por supuesto que no me agradaba ya que era volver a caer con la misma piedra.

Salté de la cama para ir al baño, me aseé con rapidez y volví a mi habitación para colocarme mi ropa. Un jean sencillo, una blusa de tiros gruesos de tipo suelto de rayas blancas y verdes, busqué unas lindas zapatillas con detalles en plata y un collar largo de plata. Recogí mi cabello en una cola de caballo alta y supe que estaba lista.

Me sobresalté cuando mi celular vibró en la mesita de noche que tenía a un lado de la cama, me acerqué y abrí el mensaje.

De: Regie

“Buenos días.”

 

Hice una mueca al leer el mensaje, no sabía si responderle o no el mensaje, si lo hacía ¿qué le diría? No estaba de ánimos para hablarle así que simplemente tecleé una respuesta rápida.

Para: Regie

“Buenos días.”

 

Lancé el teléfono a la cama y me encaminé hacia mi closet, había guardado la pulsera y el collar que ambos hombres me habían regalado, les di una larga mirada intentando pensar en lo que haría con cada regalo, al del imbécil podría quemarlo o quizás lanzarlo a la basura y al de Regie… Bien, ese sería más difícil.

Miré a ambos simultáneamente antes de cerrar el cajón. Recogí mi bolso del suelo, metí mi celular en uno de los bolsillos y proseguí a bajar las escaleras sin mucho apuro.

—… Entonces me di cuenta de que teníamos mucho en común —Atajé a escuchar a mi padre.

—Cariño ¿no crees que deberías abrirte a Regie? Después de todo es el novio de tu hija —Defendió mi madre, yo suspiré.

— ¿Regie? Buen chico pero no tanto como Matthew.

Sin querer resoplé, él no tenía ni la más mínima idea de quién era el imbécil ¿acaso le hipnotizó o algo así? Quizás deba mantener a mi padre mejor vigilado.

—Sigue siendo el novio de tu hija —Le recordó mamá con tono firme—, y sería bueno que Elena sintiera tu apoyo.

—No le fuerces —Dije entrando a la cocina.

— ¿Ves? Nuestra hija conoce bien a su padre —Le arqueé una ceja y él me imitó.

Bien, no era bueno cuando tu padre era joven y resulta que tú tienes sus gestos que están perfeccionados en él. Resoplé de nuevo antes de robarle una tostada de su plato, esto era bastante normal por lo que mi madre le preparaba extra comida.

—No te preocupes por Regie mamá, de cualquier forma no dudará.

Me molestó que tanto mi madre como mi padre me miraron con ojo como platos e incluso papá se atragantó con el café que había intentado beber ¿ahora qué? ¿Remordimiento de conciencia?

— ¿No durará? —Preguntó mi atractiva madre antes de llevarse las manos a las caderas y lanzarle una mirada furiosa a mi padre.

— ¿Qué? No fue mi culpa —Se defendió él alzando sus manos.

—Te mantuviste ocupado con el otro chico ¿ves lo que causas Gerard?

Oh, mi madre estaba furiosa, sólo llamaba a mi padre por su nombre cuando lo estaba y eso me decía que era momento para darme un lindo paseo a otro lado donde no pudiera escuchar su sermón.

—Tenías que darle tu apoyo a tu hija, no fijar tu atención en el otro chico ¿qué clase de imagen le estas dando a Elena? —Le regañó con voz firme—. ¡Te lo dije! Sabía que debías tratar bien a Regie ¡oh! Pero estabas…

Y cerré la puerta principal acallando la voz de mi mamá. Opté por caminar un poco aquel día hasta la parada de bus, era nueva en la zona pero mamá se había encargado de mostrarme las rutas que me llevarían al instituto.

En el camino intenté concentrarme en lo que haría, era claro que no iba a seguir con lo que tenía con Regie, ya había caído demasiado bajo con un hombre, me había dejado engatusar ¡demonios! Se suponía que no volvería a caer en eso.

Me mordí mi labio inferior furiosa conmigo misma ¿cómo pude ser tan débil como para caer en el juego de un espécimen tan predecible? Supongo que elegí dejarme llevar por una cara bonita.

Estúpidos hombres —Susurré con desprecio mientras me bajaba del bus.

Caminé una cuadra corta para llegar al instituto, faltaban un par de minutos para que el día comenzara así que me tomé la libertad de ir directamente al instituto.

De pronto apareció ante mi vista a quien había tomado la decisión de odiar al igual que a los demás animales. Su angelical sonrisa quiso hacer efecto en mí pero me rehusé completamente a caer de nuevo en eso.

—Buenos días Elena —Me saludó con una sonrisa animada caminando a mi lado.

Le miré por el rabillo del ojo no queriendo tenerle cerca, era casi como si me fuera a infectar una enfermedad. Me aferré a mi bolso y con la frente en alto seguí caminando.

—Espera —Me detuvo sujetando mi brazo.

—Suéltame —Le advertí con voz distante, él arrugó el ceño.

— ¿Qué pasa?

Solté una carcajada sin alegría antes de mirarle con frialdad ¿qué pasaba? ¿Acaso de la noche a la mañana se volvió más idiota de lo que por naturaleza debía ser?

—Regie —Le sonreí con un tono dulzón fingido—, gracias por el rato pero ya no puedo perder mi tiempo.

Casi me creí su expresión de sorpresa o su posterior expresión de confusión ¡sí claro! Como si no supiera lo que realmente estaba pasando.

—No entiendo… ¿Por qué lo dices?

Tuve que respirar profundamente para no estallar a carcajadas ¿realmente estaba haciendo eso? No, no podía ser. Miré a los lados intentando encontrar al imbécil que quizás nos estaba viendo en aquel preciso instante y esperaba que yo corriera a los brazos de su amiguito para luego reírse de mí ¡ja! Por supuesto que no lo haría.

—Ya para —Le pedí con la misma sonrisa fría—, pierdo mi tiempo intentando hablar contigo, es mejor que vayas y hables con alguien que sí pueda entenderte.

El espécimen parecía tener un signo de interrogación en el rostro pero eso no me importó en lo absoluto y en cambio me volteé con ligereza para seguir con mi camino.

— ¡Oh! —Me volteé con rapidez—. El jueguito que comenzaste a tener conmigo se acabó.

Con una última sonrisa me giré y fui en dirección a donde sería mi primera clase. Por alguna razón sentía un molesto nudo en mi garganta, intenté aplacarlo pero se mostraba recio a deshacerse así que le dejé pasar.

—Hola amargada —Me saludó el imbécil interceptándome en uno de los pasillos.

—Mantente apartado de mí imbécil —Le advertí con hostilidad.

Seguí mi camino sin detenerme para verificar que él se había apartado de mí. Metafóricamente hablando sentí como los duros muros que había forjado hacía años volvían a alzarse y esta vez por ningún motivo les dejaría caer.

Durante las primeras clases sentía la mirada de Regie ¡arg! Era demasiado odioso pensar en su nombre, no tenía sentido malgastar mis valiosas neuronas en él así que simplemente le llamaré imbécil #2.

La hora de comer llegó así que me apresuré, no había mordido ni una vez la tostada de mi padre por lo que mi estómago me exigía que debía llenarle pronto.

Mientras llegaba a la cafetería sentí como mi bolso vibraba por lo que me detuve por un momento y lo abrí. La pantalla de mi celular mostraba el icono de un nuevo mensaje, incluso antes de abrirlo sabía de quién se trataba.

De: Regie

“¿Podrías explicarme qué fue lo que pasó?”

 

Alcé la vista buscándole, una incómoda sensación en mi mejilla izquierda me dijo que él estaba en esa dirección, cuando le encontré le di la mirada más fría con la que contaba, borré el mensaje y guardé mi celular.

Era bastante estúpido tener su número aún registrado pero sabía que ese no era el único mensaje que recibiría por lo que era mejor saber que eran suyos a caer en la trampa del número desconocido y responder, los hombres aman hacerse las víctimas pero la mejor arma con la que contaba era la amada ley del hielo, tanto rechazo terminaría por aburrirle y podría regresar a mi amada paz.

Elegí mi comida para luego proseguir a sentarme en una mesa cercana a la ventana.

—Hola amargada.

Por el amor de Dios —Susurré antes de apretar mis dientes—. ¿Tú de nuevo?

—Yo de nuevo —Dijo el imbécil con una sonrisa.

Respiré profundamente intentando calmarme completamente.

— ¿Qué esperas? Es hora de que te levantes de la mesa —Espeté mientras abría una botella de agua.

Una sonrisa de la diversión más pura se dibujó en su boca, yo le miré con rabia pues realmente no le quería cerca ¡si pudiera ya le hubiera empujado! ¡Arg! ¡Demasiado imbécil para mí!

—Así que Regie y tú... —Formó con sus dedos una tijera e hizo un gesto de cortar algo.

—No creo que eso sea de tu incumbencia ¡ya lárgate! —Su sonrisa se ensanchó.

—Supongo que siguió mi consejo —Me ignoró.

El nudo en mi garganta se hizo más grande y por un momento me sentí completamente capaz de llorar pero por supuesto que no lo haría ¡no volvería a llorar por un intento de humano! No volvería a caer en lo mismo, de eso podía estar completamente segura.

Desvié mi mirada del imbécil que seguía con sus comentarios que no eran más que estupideces, bueno ¿qué más podría esperar de un hombre?

Comí todo lo más rápido que pude y me levanté de la mesa, el imbécil dijo algo pero le ignoré de manera tan magnífica que su voz sólo fue un zumbido. Mi celular volvió a vibrar pero esta vez no me detuve a comprobar quién era.

El resto del día fue bastante monótono lo que me decepcionó un poco, aunque no tengo claro qué era lo que realmente había estado buscando, después de todo ya no tenía una distracción.

Mientras salía de la institución el nudo en mi garganta se apretó con fuerza por lo que mis ojos se humedecieron de un momento a otro, justo en ese momento el imbécil bajaba las escaleras de la puerta principal, corrí hacia él logrando sustituir lo que sea que fuera ese nudo en mi garganta por la verdadera rabia. Jalé por el brazo derecho al imbécil y fui directo a una de las paredes del instituto donde nadie pudiera vernos.

— ¡Vaya! ¿Quién diría que harías algo así? —Comentó él luego de que le soltara.

— ¿Por qué incluiste a Regie en tu juego? —Le exigí saber.

Sabía que era inútil discutir por aquello y pedir explicaciones pero una parte de mí lo encontraba necesario.

— ¿Por qué? Bien, no le forcé, él solo quiso entrar —Respondió él con demasiada simpleza.

Apreté los dientes intentando calmar mis ilusiones de quitarme mi collar para ahorcarle, quizás su cadáver iría bien con la decoración del salón de química.

— ¿Desde cuándo está dentro?

—Demasiadas preguntas —Se quejó cruzándose de brazos—. ¿Qué recibiré yo a cambio?

Me acerqué dos pasos hacia él y le examiné con la mirada. La verdad no sabía qué podría darle pero conociendo un poco su patética manera de actuar era claro lo que podría ofrecerle.

—Recibirás un beso —Ofrecí con frialdad.

—Dos y me corresponderás —Decretó con una sonrisa de suficiencia.

—Bien, entonces comienza a soltar la sopa.

—Estuvo dentro desde el principio —Respondió apoyándose de la pared—, tenemos una pequeña rivalidad y contigo en medio tuve la excusa perfecta para molestarle un poco.

Me indignó en demasía la manera en que él veía la situación, es decir, básicamente yo era un estúpido juguete que cuando llegara el momento sería arrojado a la basura.

« ¿Qué otra prueba quieres Elena?» me dije a mí misma.

El nudo volvió con fuerza pero me contuve, de ninguna manera yo le dejaría saber al imbécil que aquello me había herido de alguna manera.

—Espero sepas que eres un imbécil y espero te pudras —Dije dando dos pasos atrás.

—Que adorable Elena, me encanta cuando te expresas así —Me dio una sonrisa condescendiente.

—Ojala te pudras.

Me di la vuelta sintiendo que el nudo crecía más. Seguía sin poder terminarme de creer lo sumamente imbécil que había sido al dejarme llevar de aquella manera por ellos dos.

—Creo que hicimos un trato —Me detuvo.

— ¡Oh, claro que sí!

Me devolví con bastante rapidez, me acerqué con la intensión de besarle pero en el mismo proceso tomé impulso y le abofeteé con tanta fuerza que el sonido hizo eco a lo lejos. Él trastabilló hacia atrás hasta que la propia pared le detuvo.

—Vete al mismísimo infierno imbécil.

Y me volteé con la frente en alto. Mientras salía de nuevo al estacionamiento me topé con Regie que caminaba en mi dirección, le dediqué una mirada bastante fría para luego cambiar un poco mi rumbo.

Tomé un autobús a casa, no estaba preparada para enfrentar a mi padre, sentía que si le veía no resistiría el impulso de reclamarle el porqué de su atención excesiva a alguien como el imbécil y por supuesto decirle la verdad sobre quién realmente era él pero mamá ya debía de haberse encargado de dejarle en claro que yo era su hija y como tal debía apoyarme a .

Cuando llegué a casa noté que la camioneta de mi padre no estaba por lo que pude estar segura de que estaría sola un buen rato. Fui hacia la sala donde me dejé caer en el sofá sintiendo como el nudo en mi garganta no dejaba de crecer.

—Por ningún motivo vas a llorar por él, eso es para idiotas —Me dije a mí misma antes de suspirar.

Para entretener un poco mi mente opté por realizar todo los deberes que me había dejado cada profesor, odiaba tener que hacerlo pero era una buena manera de distraerme un poco del hecho de que ese molesto nudo seguía creciendo.

Cerca del atardecer alguien tocó el timbre, a esas alturas me encontraba en el suelo de la sala escribiendo animadamente signos matemáticos los cuales no comprendía en lo absoluto.

— ¡Ya voy! —Le grité a quien tocaba insistentemente el timbre—. ¿Qué comi…?

Mi lengua se quedó trabada en medio de la frase al ver a un imbécil #2 golpeado y un poco sangrante en mi puerta.

— ¿Qué haces aquí? —Le pregunté con molestia.

¿Acaso no le bastaba con jugar conmigo como para tener que aparecerse de semejante manera a mi casa? ¡Claro! A ellos poco les importaba.

— ¿Puedo pasar?

—Por supuesto que no, así que sería bueno que te montaras en tu auto y fueras a algún lugar lejos de aquí.

Y le cerré la puerta en su cara importándome poco lo que pudiera pensar de mí, él era un hombre y su opinión no tenía real valor para mí.

El timbre sonó cuatro veces seguidas sin dejarme dar ni un paso en dirección a la sala. Bien, él comenzaría a irritarme y no dudaría en descargar mi frustración en él.

— ¡Ya lárgate! —Le grité luego de abrir la puerta.

— ¡Déjame pasar en este preciso instante o tocaré el timbre tantas veces que los vecinos tendrán que venir para moverme de mi lugar! —Gritó en mi mismo tono.

Le miré asombrada por unos momentos pero por algún momento de colapso mental abrí lo suficiente para que pasara.

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