Sam #PGP2021

Por Mialroga_

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Un viaje a mi vida y a los amores en ella. Los llevaré a un pequeño recorrido en mi vida, a mi pasado, más co... Más

Antes de...
Dedicatoria
Sinopsis
Introducción
Capítulo 1 - Un final inesperado
Capítulo 2 - Adiós a la Abadía
Capítulo 3 - Un inicio accidentado
Capítulo 4 - La familia siempre unida
Capítulo 5 - Nuestro cinco y seis
Capítulo 6 - Amigas inseparables
Capítulo 7 - Bahías de Huatulco
Capítulo 8 - De amores y bahías
Capítulo 9 - Siempre a tu lado
Capítulo 11 - Agua de horchata
Capítulo 12 - Mole
Capítulo 13 - Desafinados
Capítulo 14 - Sabor a mí
Capítulo 15 - Hierve el agua, Oaxaca
Capítulo 16 - Hogar, dulce hogar
Capítulo 17 - Gritos, regaños y desacuerdos
Capítulo 18 - Propuesta
Capítulo 19 - Ocho en punto
Capítulo 20 - Viaje Estelar
Capítulo 21 - Películas y hormonas
Capítulo 22 - Noche buena y lejía mental
Capítulo 23 - Muérdago
Capítulo 24 - La magia de las palabras
Capítulo 25 - Ángel
Capítulo 26 - Muñeco de nieve
Capítulo 27 - Casi de año nuevo
Capítulo 28 - Gracias
Capítulo 29 - Anticipación
Capítulo 30 - Querer y merecer
Capítulo 31 - Sin respiración
Capítulo 32 - Segundas intenciones
Capítulo 33 - Reacciones a nuestras acciones
Capítulo 34 - Dejarlo partir
Capítulo 35 - Celos cavernícolas
Capítulo 36 - Quédate
Capítulo 37 - Perfectamente imperfecto
Capítulo 38 - Detén el tiempo
Capítulo 39 - Casi una tormenta
Capítulo 40 - Primera plana
Capítulo 41 - Enfermero particular
Capítulo 42 - Sí
Capítulo 43 - Preparativos
Capítulo 44 - Nuestro
Capítulo 45 - Frío
Capítulo 46 - Golpes
Capítulo 47 - Tiempo
Capítulo 48 - Realidad
Capítulo 49 - Ellos
Capítulo 50 - Agosto en Londres
Capítulo 51 - Lágrimas
Capítulo 52 - Sin miedo a vivir
Para ustedes
Pequeño espacio

Capítulo 10 - Monte Albán

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Por Mialroga_

— Esto es... No tengo palabras.

Las dos estábamos sin aliento mientras intentábamos asimilar la belleza que teníamos frente a nosotras.

— Fue la capital indígena más importante de la región de los valles de Oaxaca durante el llamado periodo clásico 400–800 d.C. Cuando fue habitada por la cultura zapoteca.

— Sabionda —se burló.

— Tarada.

Nos detuvimos frente al Juego de Pelota Grande, tomamos algunas fotos mientras yo le hablaba sobre el lugar, ella atendía a cada palabra que salía de mi boca, un grupo de turistas se unió a nosotros y repentinamente me convertí en una guía de turistas gratuito, después de un rato el grupo se separó para dejarnos a ambas frente a la Gran Plaza.

— ¡Madre mía! Es gigantesco —sin que lo notará tomé varias fotografías de ella, me gustaban esa clase de fotografías, del tipo en donde una persona es tan natural que se muestra sin tapujos como realmente es —. ¡Ay Sam! Me han dado ganas de llorar —enjugó una lágrima y sonrió —. Te parecerá tontísimo, pero este lugar es tan majestuoso que siento que se me apachurra el pecho.

— No me parece tonto, yo siento lo mismo.

Las fotografías, videos, documentales, todo, todo lo que habíamos visto y estudiado no le hacía honor a la belleza de Monte Albán; poder verlo con mis propios ojos era una cosa totalmente diferente.

Nací en México, pero mis padres viajaron hacia Londres y toda mi vida había sido hecha allá. Papá siempre me contaba sobre las bellezas de México, su historia, sus costumbres y su gente. Desde pequeña había soñado con visitar cada pequeño lugar que pudiera de este hermoso País, y estaba dispuesta a hacerlo.

Terin corría de un lugar a otro, señalando, saltando, aplaudiendo y admirando todo lo que nos rodeaba, yo corría detrás de ella intentando inmortalizar en mi memoria y con mi cámara cada momento.

Construcciones de piedra gigantescas, esparcidas por todos lados, cada una más y más bella que la otra. Continuamos visitando por horas cada lugar que tenia para mostrarnos, nos quedamos observando fijamente El Patio de los Danzante; figuras picadas sobre la piedra con algunos grabados en la superficie.

— ¿Cuánto tiempo pudo haberles tomado hacer esto? Yo apenas puedo hacer una figura de plastilina medianamente decente para las maquetas de mis sobrinos.

— Eran arquitectos fabulosos.

— Eran artistas.

— Son hermosas, ¿verdad? —ella asintió.

— Tómame una foto al lado de las figuras.

Terin posaba al lado de cada una de las piedras cuando sentí un escalofrió que me hizo estremecer, a mi amiga casi se le salían los ojos de sus cuencas por lo que sea que estuviera viendo detrás de mí.

— No mames —soltó Terin bruscamente, enarque una ceja.

— ¿Quién te ha enseñado semejante palabrota? — sonreí burlona, pero ella no me devolvió la sonrisa.

— Hola damas —se me enchinó la piel cuando escuché esa voz.

Por favor, por favor, que no sea quién estoy imaginando que es.

Esperando que mi sentido del oído me estuviera jugando una muy mala broma, giré lentamente tan solo para toparme de frente con el cerebro de pomada.

¡Oh Pitao Cocijo! Envía a tus poderosos truenos y tu torrencial lluvia sobre ese cabeza hueca, y líbranos de él.

— Les sienta el clima de México.

Nos dedicó una sonrisa encantadora, achiqué los ojos inmediatamente.

Iba ridículamente vestido, como un explorador, aunque llevaba una gorra gris y lentes oscuros. A su lado había un hombre muy parecido en vestimenta y apariencia, pero el pelo del desconocido era completamente negro, contrarió al de neurona de gelatina, cuya cabellera era castaña clara.

Lucía ridículo, bueno, no se veía tan ridículo,

El hombre nórdico del estacionamiento estaba vestido totalmente de blanco, su atractivo rostro se encontraba decorado con una bonita sonrisa.

— ¿Qué haces aquí?

Haciendo hincapié en el tú, porque la presencia de los otros dos hombres no nos molestaba, Terin señalaba al bruto; el rostro de mi amiga estaba tan rojo que se le habían coloreado las orejas y el cuello.

— Señoritas, como ustedes, nosotros nos encontramos visitando este hermoso lugar —habló el hombre de pelo negro, dedicándole una sonrisa coqueta a mi amiga, ella arqueó una ceja.

— Ni lo intentes, galán, no eres mi tipo.

— ¿Y cuál sería tu tipo, preciosa?

Escuché a mi amiga resoplar a mis espaldas, pero toda mi atención estaba puesta sobre el cerebro de canica, el cual lucía complacido por mi actitud molesta. Gesticuló hermosa, yo gesticulé tonto, cosa que lo hizo reír.

— Para empezar, tienes un tilín entre las piernas —respondió Terin —, partiendo de ahí, no eres mi tipo.

Me tuve que tragar la carcajada que amenazaba con escapar de lo más profundo de mi ser, lamentablemente para el chico de pelo negro la sorpresa no pudo ser contenida, sus cejas se habían perdido debajo de la gorra que usaba; el señor distraído había fruncido el entrecejo, y el hombre nórdico ahogó una risita.

Después de un incómodo silencio el hombre de pelo negro finalmente recuperó su voz.

— Yo lo lamento mucho, no tenía idea de que ustedes dos son pareja.

La carcajada estilo morsa poseída por algún demonio que provino de mí descolocó aún más a los tres hombres frente a nosotras, causando que el hombre nórdico dejará salir una carcajada tan estridente que me hizo cosquillas en el corazón —mamá siempre me dijo que cuando uno ríe con el alma contagia de alegría a los demás—, el hombre nórdico definitivamente lo hizo con el alma, aunque rápidamente dejó de hacerlo cuando los dos hombres más jóvenes se volvieron hacía él.

— ¿No me diga que no te permiten reírte? ¿Él puede arrollar a inocentes motociclistas con su auto mientras se entretiene con... otras cosas y usted no puede ni reírse?

— ¿Entretenerme? —preguntó Don Lelo.

— ¿De verdad quieres que hable sobre lo que estabas haciendo en tu auto ese día?

Algo cruzó por su mirada, algo que me hizo dudar sobre lo que había visto aquel día. El golpe había sido bien macizo, pero yo no había imaginado a la rubia despeinada y al joven aquí presente desaliñado.

— No, yo no...

Se llevó la mano detrás del su cuello, a mis espaldas escuché a Terin suspirar, de reojo pude ver que mi amiga había desviado la mirada la franja de piel que quedó expuesta, mentalmente blanqueé los ojos, y me imaginé dándole un porrazo en la cabeza para que le entrará sentido común.

— Lo que sucedió ese día no es lo que parece —suspiré desviando la mirada hacía el Patio Hundido, yo no iba a desperdiciar mi día escuchando al cerebro de chicharo —. Es todo un malentendido —rodé los ojos hacía él.

— Uno que no debe ser aclarado, al menos no a mí —él suspiró llevándose las manos a los bolsillos de su pantalón.

— Yo creo que sí te lo debo, después de todo, te arrollé aquel día, y de verdad lo lamento muchísimo.

Honestamente no supe que decir, sus disculpas me daban lo mismo, lo que sea que tuviera que decirme sobre ese día no era ya mi problema; aunque recordarle que si bien podía divertirse con quien él quisiera, a la hora que él quisiera, en el momento que él quisiera pero que fura prudente no estaba de más, en su lugar no dije ni pío, ni el tampoco.

Nos quedamos en silencio viéndonos a los ojos, él, como queriendo continuar con la charla, pero sin atreverse, yo, como queriendo desarrollar poderes especiales, y lograr que la tierra se abriera y se lo tragará, pero nada de eso paso.

El carraspeo de alguien nos trajo de vuelta a la realidad.

— ¿Hacia dónde se dirigen ahora señoritas? —Cabellera negra rompió el tenso silencio.

— Lejos de ustedes —respondió mi amiga de inmediato, algo que hizo sonreír a la casi replica de don cerebro ausente.

— Eres una mujer encantadora. ¿Cómo has dicho que te llamas?

— Sedienta —respondió ella dando un gran sorbo de agua a su botella —, y me voy a apellidar precocida si no nos movemos. ¿Qué rumbo van a tomar ustedes? —cabellera negra señaló una dirección.

— Vamos hacía allá.

— ¡Oh!, que tragedia —ella se abanicó el rostro —, nosotros vamos en sentido contrario —les dio un guiño —. Que se diviertan.

Me tomó de la mano y comenzó a alejarnos rápidamente de ellos tres, pero no me perdí la sonrisa burlona del hombre nórdico, ni la cara de asombro del hombre de pelo negro, tampoco pasó desapercibido el guiño que me dedicó entrepierna inquieta.

— ¿Puedes creer que ese idiota esté aquí, y encima se atreva siquiera a dirigirte la palabra? —Ella resopló —. Anton debe darle otro golpe, quizá así se le acomode la única neurona que tiene en la cabeza.

— No creo que se lo acomode, más bien va a terminar de fundírsela —ella me sonrió.

— No va a arruinarnos el día. Vinimos por energía positiva y nos iremos de aquí cargadas de ella.

Vagamos por horas visitando cada rinconcito posible de Monte Albán, y en cada giro que dábamos podíamos ver a esos tres pasearse por todos lados. De vez en cuando el hombre nórdico nos saludaba a la distancia, nosotras le devolvíamos el saludo.

Llegadas las seis de la tarde dejamos el parque completamente hechas polvo; nuestros pies punzaban, nos ardían las piernas, estábamos empapadas de sudor y moríamos de hambre.

— ¿Qué tanta energía tienes para vaga un rato por las calles de Oaxaca?

— Bastante, creo que podría correr un maratón.

— Estás muerta, ¿verdad Roja?

— Totalmente. Por favor, vayamos al hotel y descansemos un poco. Tengo ampollas en las ampollas, y en algunos lugares en donde no imaginé que podría tenerlas. Además, creo que estoy rosada. Me arde allí abajo, y estoy usando calzones de algodón —me reí tomándola del brazo.

— Baño, comida y a dormir un poco.

Nos dirigimos a nuestro pequeño hotel en el centro de Oaxaca para hacer exactamente eso. Nuestros pies estaban hinchados y cada pedacito de nuestro cuerpo dolía, pero había válido cada segundo. Nuestro día había sido increíble.

Muchas gracias por sus lecturas, por sus votos y un agradecimiento especial a letzimonica comentar en la historia.

¿Conocen Monte Albán? 

He publicado algunas fotografías en mi Instagram para que lo conozcan, y les dejo dos panorámicas mal tomadas para que lo aprecien un poquito. 

¡Saludos desde México! 


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