El cadáver de la Sirenita [CO...

Oleh AxaVelasquez

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¿Te contaron la historia de una sirena obsesionada con un príncipe? Te mintieron. ¿Te dijeron que tuvo un fin... Lebih Banyak

Bienvenida y aclaraciones
Epígrafe
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Epílogo de una tragedia
Preguntas y detectives destacados
La masacre de Nunca Jamás

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Oleh AxaVelasquez

Es probable que te hayan contado la historia de una bruja malvada, es probable que te hayan mentido.

Úrsula, la llamaron, pero, ¿te hablaron de Agatha? No, porque las abuelas no son dignas villanas de un cuento, porque es más fácil que se crean la maldad dentro del corazón de una mujer libertina que se atreve a vestirse como quiere, que no le teme a proclamar que vive de la magia y que esta fuerza mística vive también en ella.

Agatha, la abuela de la Sirenita, seguía adolorida de haberse quedado dormida en aquellos asientos poco aptos de la sala de entrenamiento. Recordó lo frustrada que se sintió al despertarse, y lo último de se memoria fue aquel hombre que hubo aparecido repartiendo el té. Estaba segura de que la habían drogado, de otra forma no habría podido dormirse con la rabia que la consumía por dentro como termitas a la madera.

Ella no quería dormir, ella quería salir, buscar a su malcriada nieta cuando a esta se le haya pasado la idea de lanzarse por las escaleras de Atlantis y traerla de vuelta por las greñas rojizas a las que su abuela le pagaba el tratamiento para sentarla junto a su futuro esposo, engreído e irritante, pero famoso y millonario al fin.

Atlantis había zarpado de nuevo, nadie explicó el por qué del contratiempo, nadie habló de los problemas de luz. Se hizo como si jamás hubieran existido y se organizó una cena en compensación.

El salón de fiesta parecía sacado de un cuento de hadas que, una vez evolucionadas en el tiempo, decidieron abandonar los bosques, llevar su esplendor, su escarcha y la particularidad de su fauna a recorrer la magnitud del océano hasta concentrar su magia en aquel palacio marino de paredes tapizadas con pinturas de flora, corales y criaturas de la profundidad.

La gran escalera central tenía por pasamanos una baranda de la madera más pura, con grabados en oro que refulgían bajo el reinado de aquella luz blanquecina; los escalones, por otro lado, parecían cristales pulidos hasta ser transformados en espejos, a juego con las sillas que rodeaban las mesas circulares con manteles impolutos y utensilios de porcelana y plata.

Entre todo aquel paraíso, se alzaba un escenario con una cortina de fondo hecha de hojas de cristal con un tono ambarino que le daba un efecto otoñal al espectáculo; y sobre esa tarima, un grupo armado con los instrumentos más relucientes, capaces de emitir los acordes más vigorizantes.

Sí, todo un espectáculo onírico con figura de personaje de fantasía que estaba a punto de adentrarse en las lindes de un jardín gótico, y así, transformaría todo el cuento de hadas en una fábula de terror. Y todo porque en aquel escenario, en medio de aquella armoniosa banda, debería estar una pequeña Sirenita que no se dignaba en aparecer desde su escena la noche anterior.

Agatha tamborileaba con el frío tenedor sobre la mesa. No solo estaba molesta, estaba al borde de una crisis nerviosa. Sabía a qué se enfrentaría si quedaba mal por culpa de la desobediencia de su nieta, esa malagradecida muchachita.

Ni un castigo ni una fuerte reprimenda serían suficientes esta vez, habría que darle una lección severa cuyas consecuencias le recordaran el resto de su vida que no podía anteponer sus malcriadeces a las necesidades de la familia.

Para desgracia de Agatha, un hombre le silbó al otro extremo del salón para llamarla, lo que la puso en alerta.

Sin voltear, se hizo la loca y caminó en la dirección contraria, esperando que sus muchos años de vida la hicieran pasar por una anciana sorda, tonta y discapacidad capaz de provocarle lástima hasta la más feroz de las bestias.

No obstante, esto no le funcionó, ya que aquel hombre la alcanzó y con una mano sobre su hombro la obligó a darse la vuelta y mirarle de frente.

Sí, era él, quien menos quería que fuera.

Un ser humano promedio puede incordiar a muchas personas a lo largo de su vida y salir airoso, con poco menos de una mirada hostil o un enfrentamiento incómodo como consecuencia. Pero no a Poseidon, dueño de Atlantis, el hombre más poderoso sobre la magnitud del reino marino.

Agatha fingió una sonrisa mientras contemplaba aquellas cejas descoloridas y peludas, como un mutante entre ovejas y orugas -overugas, las llamó en su mente-, que le daban tanto asco como las lechosas iris azuladas de aquel anciano todopoderoso y fornido que no aparentaba sus ochenta.

-¿Me evita, señora Persè?

La mujer comenzó a retorcerse los anillos de los dedos con nerviosa, pero no dejó que su mirada vacilase y con el mentón erguido negó con la cabeza.

-¿Por qué lo haría, señor? Si más bien le buscaba para agradecerle por su hospitalidad. La manera en que resolvió todo el escándalo de ayer tan mágicamente...

-Sí, y la gente se merece una compensación. Compensación donde, por cierto, hay una función prometida.

Silencio. A veces la ausencia de palabras dice más que miles de estas.

-¿Dónde está su nieta?

-¡Oh! Lo que sucede es que ella... es bastante dramática. Le gustan las funciones a lo grande, así que tuvo la idea de tardarse para crear expectación. Quiere que el público la aclame. Es más... creo que es suficiente, debería ir a buscarla.

El hombre la estudió durante unos segundos con el rostro con expresión neutra, tan imposible de leer como la de un experto en poker. Cuando decidió que la anciana no jugaba, la tomó por el brazo y la arrastró lejos de los espectadores. La condujo a un pasillo alejado del salón, sin puertas de donde pudieran salir testigos inoportunos, y solo cuando la tuvo arrinconada, la pegó a la pared con su cuerpo haciendo de muro infranqueable.

-¿Juegas conmigo?

Aquel demonio del mar dio rienda suelta a su ira como las olas desatan su furia contra las costas durante un maremoto.

-No-no juego, ¿por qué dice algo así?

-Porque me está mintiéndo.

Agatha no respondió, había sido descubierta y confirmar su engaño como desmentirlo sería acarreante de un desastre que no estaba dispuesta a sufrir. Decidió quedarse inmóvil con la esperanza de pasar desapercibida ante la fiera, que la diese por muerta y concentrara su hambre en otro víctima.

-Tú y tu nieta son unas malagradecidas. Yo les di esta oportunidad, y así como la puse en la sima puedo hundirla. Así como le di un futuro a una de tus nietas, puedo condenar el de todas...

Le agarró el rostro por completo con una sola mano, gruesa, de agarre temible. Era una alegoría que no requería de mucho esfuerzo para su interpretación, le dejaba claro dónde la tenía, las diferencias de tamaño y poder, y que él, Poseidon todopoderoso, podía aplastarla con una sola mano si así lo quisiera.

Como para confirmar, pegó cráneo contra la pared. El primer golpe fue de impulso, el segundo por el rebote, y el tercero un medio de potente y efectivo desahogo.

-Nadie se burla de mí, Agatha Persè.

Sacó de sus pantalones algo que a Agatha le pareció con el primer vistazo que era una pinza de oro. Al verlo con más atención, reparó en las tres lanzas terminadas en punta de flecha. Parecía un tenedor, pero ella sabía exactamente lo que era: un tridente, ese que Atlantis tenía por logo y Poseidon como firma.

-¿Quieres que te cuente cómo sé que me mentiste? -Le agarró el mentón con un par de dedos con el fin de obligarla a mirarlo-. Porque solo me hablaste solo de tu Sirenita. ¿Y el príncipe, dónde lo dejabas? Ahí supe que no podías saber dónde estaba ella, porque no es la única que no aparece. Al príncipe tampoco se le ve desde anoche.

Eso no se lo esperaba Agatha. Su nieta repudiaba aquella unión más que a su vida, ¿por qué se estaría escondiendo con aquel hombre? Si fuese amor repentino, ni siquiera haría falta. Podían verse en público, iban a casarse en breve. Algo más estaba pasando, algo que escapaba de su capacidad de comprensión.

-Así que... -Poseidon levantó el tridente-. O haces que la parejita vuelva antes de que lleguemos al próximo puerto...

Sin terminar de hablar le clavó a profundidad cada una de las tres puntas del artefacto en el espacio que había entre el escote que levantaba sus senos y la clavícula.

-Las puntas están envenenadas con tinta del Rey Calamar, y el único con un antídoto en todos los barcos sobre todos los mares, soy yo. Así que... Agatha, intuyo que tienes unas dieciocho horas antes de que los efectos empiecen a paralizarte. Y si tú fallas, nunca olvides que tienes otra nieta a borde aquí, y que ella será la siguiente.

Se separó de ella con un cambio milagroso en su rostro. Ahora sonreí, y su porte era cortés y amigable. Satanás le pediría a Poseidon clases del arte de la manipulación de un rostro y el lenguaje corporal.

-Supongo que nos veremos pronto, ¿no, querida? Hasta entonces.

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Nota de una autora estresada:

Este capítulo estaba listo desde hace días, incluso avancé hasta el capítulo 9 luego de haber escrito este, pero Wattpad me lo borró y quise llorar apenas lo supe.

No quería tener que reescribirlo luego de que la descripción del salón de Atlantis me hubiese quedado tan mágica y hermosa, no sé si lo conseguí recrear, ojalá les haya gustado.

Ya ven, tenemos un Poseidon aquí porque no puede faltar un rey marino en una historia de mar, solo que aquí es un rey malvado. ¿Qué opinan de él y lo que pasó en el capítulo?

Este capítulo va dedicado a JoselynAlducin ya que esta belleza de lectora me hizo un hermoso obsequio de "Matar a Cenicienta" que compartí por Instagram y que amo con toda mi alma. Me hizo muy, muy feliz, y si me obligué a reescribir este capítulo y seguir la historia es porque este tipo de cosas no las puedo dejar sin agradecimiento.

Amor eterno a lectores como ustedes con sus comentarios que me suben el ánimo día tras día ♡

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