Inevitable (El juego de Elena...

Por migomz

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Elena es una adolescente cuya ideologia intrincada sobre los hombres le hace desarrollar rechazo total hacia... Más

Prólogo
Capitulo 1: Comienzo de la caída
Capitulo 2: Roce entre jugadores
Capitulo 3: Táctica defensiva
Capitulo 4: Peligroso acercamiento entre equipos opuestos
Capitulo 5: ¿Primer beso de amor?
Capitulo 6: Declaración comprometedora previa al juego
Capitulo 7: Comienzo del juego
Capitulo 8: ¿Que tú harías qué?
Capítulo 9: Jugada rápida
Capitulo 10: Segundo Strike
Capitulo 11: Cambio de posiciones
Aviso: ¡Una novedad!
Capitulo 12: Golpe bajo
Capitulo 13: Diferencias dentro del mismo equipo
Capitulo 15: Y el imbécil queda en evidencia
Capitulo 16: ¿También tú?
Capitulo 17: Hola a la vieja Elena
Capitulo 18: Bases llenas
Capitulo 19: Home run
Capitulo 20: Primera vez
Capitulo 21: Intensiones secretas
Capitulo 22: Fuerte como goma espuma
Capitulo 23: "La charla"
Capitulo 24: Out
Capitulo 25: Cambio de estrategia
Capitulo 26: Reescribiendo las reglas
Capitulo 27: Tercer strike ¡Estás fuera!
Capitulo 28: El resultado se esclarece
Capítulo 29: Nuevo jugador
Capítulo 30: Un punto y el juego termina
Capítulo 31: Buen juego con ¿buen final?
Epílogo
Agradecimientos y una sorpresa

Capitulo 14: Salida familiar

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Por migomz

Me senté de nuevo en la mesa dándole una mirada asesina al imbécil que no hacía más que sonreír en satisfacción, era claro que sabía lo que estaba pasando ¡ja! Era tonto pensar lo contrario.

—Espero estés feliz con lo que haces —Le ataqué apuntándole con el cuchillo, él se recostó en la silla y me dio una sonrisa engreída.

La sangre me hirvió mientras le veía masticar con lentitud como si para él aquello no fuera más que un chiste. ¡Juro que podía pararme en aquel preciso instante para ahorcarle! Él se lo merecía y no habría nadie sobre la faz de la tierra que me dijera lo contrario.

—Disfruto de verte Elena —Respondió él luego de un largo rato.

Miré a mi padre esperando ver comprensión pero él sólo comía como si nada estuviera pasando realmente, claro, a él poco le importaba Regie pues estaba muy ocupado idolatrando al imbécil que pretendía hacerme la vida imposible.

—No, no lo haces —Le refuté soltando el cuchillo.

— ¿Cómo puedes estar segura? —Preguntó apoyándose en la mesa estando un poco más cerca de mí.

— ¿De verdad quieres que lo diga frente a mis padres? —Le pregunté de vuelta con una sonrisa de suficiencia.

Pareció pensarlo por unos momentos.

—Acompáñame un momento, con su permiso Sr. Rogers.

—No hay problema —Le dijo mi padre con una sonrisa.

Salí detrás del imbécil, él me condujo hasta fuera de la casa, una vez ahí se cruzó de brazos y me miró fijamente por unos momentos.

— ¿Qué? Comienza a soltar la sopa, tú me trajiste hasta acá —Dije yo imitando su gesto de cruzar sus brazos.

—De ninguna manera ganarás esto —Me advirtió con voz seria.

Yo reí entre dientes, él era increíble (en una mala manera).

— ¿Ganar qué imbécil? —Pregunté dándole mi mejor sonrisa burlona—. ¿Acaso sabes a lo que juegas? —Él abrió la boca para decirme algo—. Oh no, no lo sabes ¡estás jugando un juego que no conoces!

—Eres tú quien no sabe qué es este juego —Refutó él sin perder su semblante serio.

—Entonces ¿podrías por favor  aclararme qué es este juego que estamos jugando?

—Podríamos llamarlo “¿quién cae primero?” —Dibujó las comillas.

— ¡¿Qué?! —Grité antes de estallar en risas.

« ¿Quién cae primero?» ¿De verdad yo estaba jugando a esto? Esto sí que es una total pérdida de tiempo.

Cuando menos me lo imaginé sus brazos estuvieron alrededor de mi cintura pegando mi cuerpo al suyo, las carcajadas se estancaron al final de mi garganta. Sus ojos verdes me miraban brillantes, no pude más que sentir terror por lo que él pudiera hacer.

— ¿Crees que es estúpido?

—Totalmente —Él sonrió como si estuviera esperando esa respuesta de mi parte.

—Entonces no te importará retirarte del juego —Bajó su mirada hasta fijarse en mis labios—, después de todo ya tienes a un hermafrodita de novio.

—No le digas así —Le exigí sin muchas fuerzas.

« ¿Por qué demonios no defiendo a Regie como debía ser?»

—Me odias por ser hombre ¿por qué no le odias a él también? —Arqueé una ceja puesto que no tenía sentido lo que él me decía.

— ¿Por qué debería eso importarte?

—Porque estás jugando sucio —Intenté alejarle pero él me apretó más contra su cuerpo.

—Ya aléjate idiota.

—Me gusta la cercanía —Su sonrisa no hizo más que irritarme—. No esquives mi pregunta.

—No tiene sentido que la responda, no es de tu inconveniencia el por qué Regie me gusta y tú no.

—Entonces él te gusta —Asentí con una sonrisa.

—Más de lo que podría decirte.

El idiota arrugó el ceño con fuerza como si no le gustara lo que estaba escuchando y eso definitivamente debía decirme algo pero al parecer toda yo se bloqueaba cuando le tenía así de cerca.

— ¿Qué pasa si te digo que tu noviecito es gay? —Preguntó  con seriedad pero yo estallé en risas de nuevo.

— ¿Qué demonios estás diciendo? Ya, en serio ¿no tienes alguna mejor excusa que usar? —Tuve que tapar la boca para callar mis carcajadas.

—Estoy hablando en serio.

— ¡También yo! —Le empujé con fuerza logrando alejarme.

—No conoces con quién estás.

Le miré de pies a cabeza sin poder creerme lo que él estaba diciendo ¿de verdad creía que yo tomaría en cuenta su comentario? ¡Sí que debía de estar delirando! Yo jamás creería ni una palabra que saliera de su boca.

—Ya vete imbécil —Le ordené con fastidio.

—La cena no ha terminado.

— ¡Oh! ¡Sí que lo ha hecho para ti! —Bloqueé su acceso para la entrada—. ¿Tú noviecita no te estará esperando? No es bueno que la abandones, puede que otro imbécil como tú te la quite.

No me gustó que él riera con tanta comodidad.

—No entiendes —Dijo él llevándose las manos a la cadera.

— ¿Según tú qué no entiendo?

—Yo no tengo novias Elena —Aclaró con una sonrisa—, sólo trofeos.

Le miré asombrada ¿de verdad era posible tal nivel de estupidez? Tenía que serlo.

—Bien, entonces vete con tu trofeo —Espeté entre dientes.

Cuando pretendía entrar para seguir «disfrutando» lo que quedaba de cena sentí como el imbécil cerró su mano en torno a mi mano derecha ¡me estaba tocando! Bien, esto fue demasiado lejos.

Cerré mi mano izquierda en un puño y le lancé un golpe que él supo esquivar, mi brazo pasó de largo a un lado de su rostro y por el mismo impulso del golpe me fui hacia adelante cayendo del pequeño escalón que había delante de la puerta, claro, el idiota me sostuvo pero quedé demasiado cerca de su… Humanidad.

—No sabía que caerías tan rápido —Comentó él con una sonrisa arrogante.

— ¿Sabías que eres un imbécil? —Pregunté con una ceja arqueada.

— ¿Sabías que eres una amargada? —Atacó él imitando mi gesto.

Resoplé molesta ¡por el amor de Dios! Realmente todo lo que se refería a él me irritaba. Le empujé con fuerza para buscar estabilizarme y alejarme al mismo tiempo, me repugnaba su sola presencia.

—No luches Elena, hay un lugar en mi repisa para ti —Coqueteó él antes de guiñar un ojo.

Hice una expresión de asco que salió desde lo más profundo de mi alma.

— ¿Estás demente? ¿Crees que yo aceptaría ser un trofeo para ti? —Le señalé con el dedo índice—. Preferiría quitarme las pestañas con cera antes de pensar en tener algo contigo imbécil.

—Puedo traer cera mañana si lo deseas —Arrugué el ceño no pudiendo controlar la furia que sentía hacia él.

Quise golpearle pero él fue más rápido y en un solo movimiento estaba pegada a su boca. Quería alejarme pero sus brazos se apretaron con fuerza a mi alrededor, odié que mi corazón latiera con semejante rapidez, no quería devolverle el beso pero esa parte estúpida de mí ignoró por completo mis deseos y en cambio manipuló mi boca para besarle. No, jamás admitiría que YO quería devolverle el beso, le odiaba lo suficiente como para no hacerlo.

Cerré los ojos intentando pensar en Regie pero no le encontré en ningún rincón de mi mente ¡oh no, por favor no! No, no lo diría, jamás lo diría.

Los gatos aparecieron pronto ronroneando y retorciéndose uno encima de otro. Las manos de imbécil acariciaron mis brazos haciendo que esa zona se erizara, intenté evitarlo pero había algo que tenía que reconocer por mucho que mi orgullo doliera: Mi cuerpo reaccionaba cuando él estaba cerca. « ¡Bien, lo dije!»

Pronto me dejó ir y yo me alejé de inmediato, una sonrisa de triunfo bailaba en su boca pero yo le fulminaba con la mirada.

—Te verás bien al lado de los trofeos más pequeños —Dijo mientras fingía tomar mi tamaño.

—Ya vete imbécil.

—Realmente me quieres Elena —Comentó él mientras yo me daba la vuelta.

— ¡Ojala se revienten tus llantas! —Le deseé mostrándole mi dedo... noble.

Entré a la casa con pasos fuertes, no quería comer, el hambre había desaparecido desde hacía mucho tiempo. Como era de esperarse papá se molestó por haber echado a su invitado especial pero poco me importó ese punto, él se merecía eso.

Subí a la habitación para intentar descansar. Los pensamientos respecto a lo que estaba pasando con Regie me acosaban causando un ligero dolor de cabeza ¿cómo es que decidí caer en esto? Las cosas eran demasiado fáciles cuando estaba sola, cuando odiaba a todos los hombres que existían, cuando sólo tenía que velar por mi bien ¿qué mosco me habrá picado?

Entonces también estaba esta situación con este imbécil que aparecía cuando menos lo pensaba ¡era insoportable! Y lo peor de todo es que se tomaba demasiado molestias, es decir ¿en serio? ¿Ganarse a mi padre para que éste le aceptara y así poder acosarme de más de cerca? Era demasiada molestia, era simplemente ridículo.

Claro, debía evaluar el hecho del beso ¡ash! Odiaba sus besos ¡simplemente los odiaba! Él no tenía por qué besarme y mucho menos yo tenía por qué aceptarlos pero no, cuando él lo hacía yo caía como idiota enamorada ¡ash! Cualquiera pensaría que él realmente me había ganado.

Sentí como una sonrisa se formó en mi boca y yo luché por borrarla pero no quería quitarse ¡estúpido imbécil!

Tapé mi rostro con una almohada y grité hasta que toda la frustración salió de mi cuerpo.

Al día siguiente me desperté antes de que el sol saliera, mejor dicho, salté de la cama antes de que el sol saliera. Las sábanas se enredaron entre mis piernas y por supuesto el suelo me dio un dulce beso mañanero.

Como pude me arrastré hasta el espejo cerca de mi cama y me miré. La tela arrugada de la sábana estaba marcada en mi mejilla derecha, mi cabello era un total desastre, sabía que pasaría mucho tiempo intentando desenredar la maraña de pelo que tenía.

¿Por qué me desperté? Bueno, por una sola razón: ¡Había cometido el peor error de mi vida entera!

—No tienes novio, no tienes novio, no tienes novio, no tienes novio —Repetí hasta que el sol salió—. Simplemente no puedes tener novio —Me miré al espejo—, Elena Rogers no puede tener novio.

En ese momento mi celular vibró en la mesa de noche que tenía al lado izquierdo de mi cama, me arrastré por el piso hasta alcanzarlo. Miré la pantalla viendo un mensaje de texto, mis dedos temblaron mientras lo abría.

De: Regie

Buenos días Elena, espero tu mensaje con la hora en la que debo estar en tu casa.”

Solté un fuerte grito y lancé mi celular hacia la cama. Esto no me estaba pasando, yo no había aceptado ser la novia de Regie, simplemente no podía ¡no podía!

Me acosté en posición fetal con los ojos abiertos e intenté pensar que todo estaba bien, que todo fue un estúpido sueño y que el mensaje que acaba de recibir había sido producto de mi imaginación.

Mi decepción fue increíblemente grande cuando una hora después mi padre entró a mi habitación regodeándose de que aquel día iríamos de picnic y que tenía media hora para estar lista, y que no olvidara avisarle a mi novio.

Nada era producto de mi imaginación, yo tenía novio y el imbécil nos acompañaría. La cera ahora no se veía tan mal.

Regie llegó a la hora pautada al igual que el imbécil, todos estuvimos de acuerdo en ir en la camioneta pues habría más espacio. Para mi desgraciada mala suerte mi asiento era en medio de mi nuevo novio y del hombre (si es que podría llamarse así) que más odiaba.

Regie y yo no habíamos cruzado palabras más allá de un simple saludo, él parecía un poco resentido por lo del día anterior pero le entendía perfectamente. Yo por mi parte quería desaparecer y no volver jamás, estaba en una situación que me había jurado a mí misma no caer.

En el camino mi padre miraba por el espejo retrovisor y nos daba una sonrisa lo que no arreglaba mucho mi día para ser completamente sincera. El imbécil pellizcaba mi brazo cada vez con más insistencia y yo estaba a punto de explotar, no me importaba abrir la puerta y lanzarle hacia la calle. Regie miraba por la ventana como si lo que hubiera en el exterior fuera espectacular.

Cuando llegamos a un parque a un par de horas de la ciudad (sí, mi tortura fue larga) casi empujo al imbécil para bajarme, error, sí le empujé y lo disfruté lo más humanamente posible.

Él arrugó el ceño en mi dirección y yo le di una sonrisa de suficiencia. Agité mi cabello en su dirección y caminé hacia Regie que para mi sorpresa me recibió con un abrazo que yo gustosamente devolví. Aquel día había optado por llevar el brazalete que me había regalado, necesitaba algunos puntos a mi favor.

—Supongo que allá está bien —Opinó mi padre señalando una zona con varios árboles.

Regie ayudó a llevar una cesta de comida mientras que sostenía una de mis manos, me gustó ver la sonrisa en su rostro mientras caminábamos a paso lento hacia el lugar donde pasaríamos aquella mañana y parte de la tarde.

Mamá tendió una gran tela de color verdoso oscuro donde dejamos todo, era algo típico de películas pero ella era aficionada a esas cosas, por ello papá había elegido algo así para aquel día. Regie se sentó a un lado del árbol y yo le acompañé manteniéndome recostada a su torso.

— ¿Por qué te marchaste tan temprano anoche? —Le preguntó mi padre al imbécil mientras mamá servía la comida.

El espécimen me miró y yo cerré mis manos en puños, estuve a punto de contestar la respuesta de mi padre por él, no quería más que dejarlo en ridículo.

—Recibí una llama de urgencia —Mintió el espécimen con una sonrisa intentando verse como un humano.

—Pensé que Elena te había echado —Dijo mi padre dándome una mirada de desaprobación.

—Oh no Sr. Rogers, no lo hizo, todo lo contrario, se mostró muy renuente a dejarme ir —Apreté los dientes con fuerza ¡él no había dicho eso! —, incluso insistió en que me quedara un poco más pero debía irme.

—Me alegra escuchar eso, mi niña es muy educada.

—Coincido con usted Sr. Rogers, además Elena se ha mostrado muy cariñosa conmigo.

—Es hora de que cierres tu boca —Le advertí al imbécil adivinando su juego.

Él me miró con inocencia como si lo que estaba diciendo no fuera mi condena.

— ¿No querías que lo supieran? —Preguntó él arrugando el ceño como si estuviera preocupado—. ¡Cierto! Ahora tienes novio y no debería decir lo cariñosa que eres conmigo, lamento mi atrevimiento Regie.

¡¿Por qué Dios?! ¡¿Por qué tuvieron que inscribirme en aquella institución?! No era justo, yo no tenía por qué lidiar con alguien como él.

—Sería bueno que te ahorraras ese tipo de comentarios —Le enfrentó Regie con voz seria.

El imbécil le dio una sonrisa triunfadora, perfecto, él tenía ganas de jugar con Regie.

— ¿Celoso Regie? No te estreses, sé que te quiere, yo no haría nada que ella no quisiera ¿cierto Elena? —Me preguntó.

La mirada de todos estuvieron sobre mí de inmediato y yo no pude encararles, había entendido a la perfección su indirecta, tenía impregnado el hecho de nuestros besos en cada letra. Sentí como mis mejillas se calentaron pero quería creer que lo que él había dicho no había tenido efecto sobre mí.

—Además yo respeto al Sr. Rogers —Le dio una sonrisa a mi padre—, si hubiera tenido la oportunidad no hubiera entablado una relación con su hija sin consultárselo.

Mi padre parecía brillar ¡era estúpido! ¿Acaso él no podía ver como el imbécil le estaba manipulando? Sentía que yo era la única que podía verlo.

—Elena y yo sólo tenemos una sana amistad —Me miró—, una amistad sincera así que no te preocupes Regie, yo no robaré a tu novia.

Sentí el «porque ya es mía» que no expresó y eso me hizo apretar con más fuerza mis dientes.

—Me alegra que lo digas, después de todo el Sr. Rogers no quiere que su hija salga con alguien de mala fama.

¡Oh perfecto! Esta salida terminaría mal, lo sabía.

— Tampoco creo que el Sr. Rogers le guste que su hija salga con un afeminado.

Miré a Regie esperando de alguna manera que se abalanzara contra el imbécil, al menos yo lo hubiera hecho. Me asustó ver una sonrisa sombría en la boca de mi nuevo novio.

—Tampoco lo creo y mucho menos que lo exhiba de la manera en que tú exhibes tu clara preferencia sexual —Tuve que reprimir una carcajada—. Supongo que Elena aceptó ser tu amiga porque tú le dejaste en claro tus gustos, de lo contrario dudo que hubiera aceptado ser amiga de alguien con tu fama, no la creo tonta.

Me recosté en el árbol con una sonrisa en la boca. Aquella salida había comenzado muy mal pero ahora me sentía a gusto de haber asistido. Me llevé a la boca un pedazo de lo que sea que mi madre hubiera preparado ¡ja! Sí que iba a disfrutar aquel día.

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