Hielo o fuego [Saga Centenari...

By NaiaraRuz

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Por primera vez en un milenio los ciclos centenarios de poder vuelven a estar en marcha. Dos mundos volverán... More

Nota de la autora
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Epílogo
Nota final

Capítulo 15

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By NaiaraRuz

Rubí

Entorné la puerta tras de mí y no me relajé hasta escuchar el <<clic>> que significaba que se había cerrado del todo. Jude seguía durmiendo, mientras yo me escabullía con los zapatos en la mano y el vestido de anoche a medio abrochar.

No me gustaba hacer algo así, pero no quería tener que pasar por lo que significaría despertarme junto a él. Llevaba varios años esperando a que llegase este día, últimamente ya solo por la curiosidad de que sentiría al acostarme con Jude. La respuesta no me había gustado en absoluto.

Pensaba que sería sensual, picante pero romántico a la vez, tomándonos nuestro tiempo. Ni se me había pasado por la cabeza que a penas me besaría o tocaría más de lo necesario, solo fijándose en lo que él sentía, en su propio placer. Supuse que después de todo el tiempo que habíamos pasado juntos, como amigos, tendría en más consideración mis gustos o como y cuando quería hacer ciertas cosas.

Me sentía culpable, no solo porque no me hubiera gustado, si no porque ahora, visto desde la perspectiva del día siguiente, sabía que lo había hecho por motivos completamente equivocados.

Recorrí el camino hasta mi dormitorio rezando para que nadie me viera y se diera cuenta de donde venía, aunque para ese momento todo debían saberlo ya. Dentro, me relajé y me di un agua para más tarde empezar a vestirme. Me enfundé unas mallas marrones y una camiseta blanca. Los vestidos que Emma había dejado en mi armario eran espectaculares, pero nada prácticos para el día a día.

Bajé hasta la cocina para conseguir algo de comer. La noche anterior apenas había probado bocado y mis tripas rugían como un león hambriento en medio de la sabana. Después de tomar prestado un par de dulces y una fruta, salí por la puerta trasera donde el día anterior habíamos tenido el entrenamiento.

Erick apareció en mi campo de visión. Estaba de espaldas, con el torso al descubierto y entrenando con un maniquí que parecía ser casero. La boca se me secó mientras observaba sus certeros movimientos. Admirando como los músculos se contraían y se relajaban cuando dejaba caer la espada a un lado. Me moje los labios, esperando que no se diera cuenta de mi presencia para disfrutar un poquito más de la vista.

Unas gotas de sudor rodaron por su cuello hasta llegar a la parte baja de la espalda. Podía sentir la energía contenida en cada una de sus células y como intentaba descargarla toda a través de los ejercicios. Sacudí la cabeza, recriminándome a mi misma por como estaban fluyendo mis pensamientos. No hacía ni dos horas que todavía seguía en la cama con Jude.

Lo que sentía al verle era inexplicable, y tan atrayente como la fuerza de un imán. Sabía que no era justo para él y tampoco para mí. Tenía que tener claro cuales eran mis sentimientos antes de arriesgarme a dar un paso más.

Antes estaba decidida a marcharme de aquí, por lo que no tenía sentido plantearme ese tipo de cosas. Pero ahora, un mundo muy diferente se habría ante mis ojos. Me hacía sentir viva y desear más de lo que jamás pensé que podría tener. Puede que la vida que buscaba no se encontrara allí, y no sabía quien me acompañaría en esa búsqueda o tan si quiera si quería que alguien lo hiciera. Sin embargo, hasta que no me aclarara y fuera sincera conmigo misma, no podía dar más falsas ilusiones, a ninguno de ellos.

—Buenos días—canturreé. Pareció asombrado de verme allí, su cuerpo se volvió a tensar e hizo lo imposible por evitar mi mirada—. ¿Crees que podríamos seguir con el entrenamiento de ayer?

No se inmutó. Siguió lanzando dagas al muñeco como si tal cosa. Vale que la de ayer no había sido la mejor decisión de mi vida. Pero no tenía ningún motivo para enfadarse conmigo y menos cuando todo lo que pasó fue porque me ardía la jodida sangre de ver como se reía con otra. Apreté los puños. Me coloqué justo en frente de sus lanzamientos.

—¿Y bien?

—Tu numerito de ayer dejó muy claro que no estás preparada para enfrentarte a la lucha física—y otra vez recriminándome algo que se activó en mi porque pensé que Cassandra le había hecho daño.

—No volverá a ocurrir.

—Si, lo hará, porque no tienes la cabeza fría—no entendía a lo que se quería referir con eso—. Además, ya es hora de que vayamos a ver a alguien que te ayude de verdad. Rezo porque el curandero de mi padre no le hay contado nada, podría usarlo en nuestra contra—espetó.

—No se me había ocurrido.

—Claro, es que hay que pensar muy bien las cosas antes de hacerlas.

Ya no estábamos hablando del curandero, sino de Jude. Tensó la mandíbula, pero yo no cedí, al fin y al cabo seguramente que él había estado con la morena toda la noche y yo no se lo estaba recriminando.

Cogió la camiseta del suelo y se la metió de un movimiento. Se frotó los ojos, como gesto de cansancio. Podía notar que ni si quiera quería que yo estuviera allí. 

—Vamos.

Me quedé a su lado en todo momento, sin decir ni una palabra. Sus zancadas eran tan grandes que prácticamente tenía que ir corriendo para seguirle sin quedarme rezagada. Bajamos unas escaleras, de las que no me había percatado hasta el momento y que llevaban al sótano. La humedad del ambiente hizo que la temperatura en esa zona del castillo hubiera bajado unos cuantos grados. Pocos segundos después comencé a tiritar. Después de un camino más o menos largo, rodeados de paredes mohosas, llegamos a una puerta de madera oscura y deteriorada por el paso de los años. Erick la aporreó varias veces.

La mujer de avanzada edad, Reny, que ya había visto varias veces en las reuniones del refugio fue la que nos abrió la puerta. Al contrario que los demás, ella nunca había parecido sentirse incómoda ni temerosa en mi presencia.

—Hola, Erick—habló, se notaba más cansada y mermada que la última vez que la vimos. Sus pómulos estaban más marcados y las ojeras de sus ojos habían tomado un color más negruzco— ¿Habéis venido a lo que hablamos?

Él asintió.

Reny se hizo a un lado para dejarnos pasar. Era un cuarto más pequeño que los que teníamos arriba y aunque se conservaba extrañamente seco, al contrario que el resto del sótano, no tenía apenas iluminación, además de tener libros y papeles por todas partes.

—Enséñaselo—me ordenó Erick.

No me apetecía quitarme la camiseta delante de nadie, pero no podía rechazar su ayuda, así que lo hice. Me cubrí el pecho según dejé la camiseta a un lado. A Reny claramente le daba igual, pero Erick se había dado la vuelta y se encontraba mirando hacia la pared.

—Yo diría que es una infección—su tono no sonaba nada convencido—. Ya puedes vestirte.

A penas había mirado mis marcas, actuaba como si hubiera visto aquello mil veces, sin embargo, se suponía que no sabía de lo que se trataba. Me incliné rápido a por mi parte de arriba. La mujer se apoyó en la mesa y le dio un trago a una petaca que llevaba colgada en la cadera.

—Entonces no será difícil de erradicar. Dale uno de tus brebajes y todos tan contentos—mencionó Erick.

—Podría hacerlo si fuera una infección física—aclaró. Los ojos se la cerraban, parecía exhausta—. Por si no es evidente, no, no es algo físico.

—¿Qué es entonces? —pregunté.

—Tus poderes. Han conseguido volverse en tu contra, porque tú has ido en contra se su propia naturaleza—me observó fijamente. Contuve el aliento, no quería derrumbarme—. No puedo pararlo, pero si ralentizarlo hasta que demos con una forma de acabar con ello.

Rebuscó en un joyero, lleno de botecitos pequeños de cristal hasta dar con los que necesitaba.

—Esto—al alargar el brazo para pasarme el envoltorio oscuro, creí ver algo por dejado de sus mangas. Unas líneas muy parecidas a las mías. La miré, pero ella mantuvo el semblante serio—, adormecerá tus poderes, por lo que también lo hará con lo que te hace daño.

Rompí la superficie dejando un saquito de tela al aire. Dentro habían varias botellitas, iguales a las que había visto dentro del joyero, con un brebaje no muy apetecible. Agarré uno y lo destapé, llevándomelo hasta la nariz, no tenía un olor demasiado particular.

Eché la cabeza hacia atrás dejando que el líquido irrumpiera en mi garganta. Quemaba. El sabor era bastante parecido al del alcohol, aunque peor, mucho peor. Sentía mis papilas derretirse al contacto con la sustancia.

Entonces paró, de un momento a otro se convirtió en una sensación de alivio inmenso y maravilloso. Mi cuerpo se relajó, a la vez que mi mente piso el freno al hilo constante de mis pensamientos. Todo el ruido de fondo que había permanecido en mi cabeza desde el momento en que desperté, se apagó de repente.

—Un regalo del muy humilde y considerado Nikolái—narró Reny, con sarcasmo—. Anula la magia. Algo que el rey no dejó de usar con su esposa desde que supo que estaba embarazada.

Erick no se sorprendió, debía tener una relación muy cercana con la anciana como para contarle todos los oscuros secretos de su padre y blasfemar de esa forma del que se suponía que era uno de sus dioses.

—Hay nueve botellitas más en el saco—prosiguió—, tendrás que tomarte una cada tres o cuatro días, según te encuentres, mientras buscamos una solución permanente. Hasta entonces, intenta no alterarte demasiado, las emociones fuertes activan la magia mucho más rápido.

Salí del cuarto prácticamente dando saltitos, hacia semanas que no me encontraba así de bien. Mi mal humor parecía haberse ido de vacaciones. Pude sentirme yo misma de nuevo. Erick me echaba miradas indescifrables de vez en cuando. Supongo que se hace raro ver una faceta de una persona que desconocías totalmente. Cuando me puse a tararear, subiendo las escaleras, divisé como una sonrisilla se escapaba de sus labios.

Para mi desgracia, esa paz no duró mucho. Jude se acercaba hasta nosotros con paso decidido, despeinado y con cara de pocos amigos. Erick soltó un bufido y se retiró unos cuantos pasos hacia atrás.

—¿Dónde estabas? Me he despertado y te habías ido.

Subió un poco más el tono en esas últimas palabras haciéndome pensar que no iban dirigidas a mí precisamente. El príncipe soltó una carcajada ahogada, como si le pareciera estúpido que Jude intentara ponerle celoso. Eso solo le cabreó aún más.

—He ido a hablar con Reny, por si sabía algo sobre lo que me está pasando.

—¿Y ha servido de algo? —dijo, suavizando el tono.

—La verdad es que sí. Me ha dado un liquido que anula mis poderes para que las líneas no sigan creciendo, dice que lo más probable es que sean ellos los que lo estén provocando—expliqué. Su cara cambió por completo.

—Lo que yo creo es que te ven como a una amenaza y quieren quitarte tus dones contándote la milonga de que así te recuperarás. ¿Has pensado que a lo mejor ahora eres así, que tu magia es esa y tu la estás rechazando?

—Prefiero no tener poder que estar todo el día cabreada, prefiero ser normal si el precio que tengo que pagar por ser especial es ser mala persona—concluí, con el semblante serio.

Entendía su desconfianza, pero ahora todos estábamos en el mismo barco. No iba a consentir que me dijera lo que tenía que hacer para ser alguien. Yo ya era especial, con o sin magia. Además, confiaba en Erick y él lo hacía en Reny, así que no había más que hablar.

Jude entendió que la había jodido e intentó cogerme de la mano. La retiré.

—Eres tú el que debería plantearse si realmente te intereso por quien soy y no por lo poderosa que puedo llegar a ser.

No miré atrás mientras me iba. Necesitaba dejar las cosas claras antes de que mi mente volviera a ensombrecerse. Había mejorado y no iba a dejarlo por nadie ni por nada. Erick y Jude se quedaron plantados por unos segundos en el recibidor, pero el primero se dio la vuelta poco después y salió al jardín a seguir practicando.

Sabía que la única que podía aconsejarme de verdad era Emma. También podría hablar con Ian, pero se ponía raro cada vez que le mencionaba el tema de Jude, no quería tener una charla con él de por que había hecho lo que había hecho anoche.

Agarré el pomo de la puerta de mi amiga mientras tiraba de él. Nada, estaba cerrada. Arrugué el entrecejo, ella nunca cerraba la puerta. La Akeru salió de su escondite al oírme. Toqué la puerta varias veces hasta que por fin escuché un ruido proveniente de dentro de la habitación.

No era un sonido que me esperara. Abrí los ojos sorprendida y a la vez algo divertida. Los gemidos se hicieron más intensos. Volví sobre mis propios pasos mientras la Akeru me miraba interrogante.

—Vamos, me parece que Emma tiene suficiente entretenimiento para le resto del día. 

****

¿Qué os ha parecido el capítulo?

Nos leemos pronto, NR. 

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