Hielo o fuego [Saga Centenari...

By NaiaraRuz

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Por primera vez en un milenio los ciclos centenarios de poder vuelven a estar en marcha. Dos mundos volverán... More

Nota de la autora
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Epílogo
Nota final

Capítulo 9

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By NaiaraRuz

Ian

No pude pegar ojo después de la discusión con Rubí. Estaba preocupado por ella y deseaba con todas mis fuerzas que entrara en razón, porque echaba de menos a mi hermana. No éramos hermanos de sangre, de hecho la mayoría de nuestros conocidos ni si quiera sabían que vivíamos juntos, nos gustaba ser reservados con ese tema. Sobre todo porque decir que sus padres me habían adoptado llevaba a la pregunta de por qué lo habían hecho. Esa historia no era algo que a la gente le gustaba escuchar.

Entendía como el que más que se sintiera desplazada. Pero su sensación iría menguando conforme pasara el tiempo y dejara de resistirse a sus nuevos instintos. Igual que nos había ocurrido a todos nosotros. Aunque lo nuestro fue distinto. Teníamos a gente en la que apoyarnos que estaba tan confundidos como nosotros.

Eso, sumado a que Rubí solía encerrarse en si misma cuando la tristeza la superaba, creaba el coctel perfecto para un estallido como el de anoche. Yo siempre le había dicho que podía contar conmigo para hablar de lo que fuera, pero no había manera. Era cabezota como una mula.

Si, me preocupaba por ella. Sin embargo, no podía dejar de lado mis propios intereses ni la vida que tenía ahora. Al igual que Rubí, estuvimos buscando respuestas los primeros meses, no solo sobre como salir de Maternas, sino de quienes éramos. Todo cambió muy despacio y no nos dimos cuenta que dejábamos de lado esa búsqueda por otros nuevos desafíos. Era como si nuestra propia sangre nos guiara hacia donde debíamos estar.

Ya era casi mediodía cuando la hallé escondida entre varios árboles. Sonreí al verla tan serena, apoyada contra uno de los troncos y los ojos entrecerrados.

—Hola, hola—saludé, con la voz más aguda de lo que pretendía.

Rubí abrió un ojo para volverlo a cerrar al instante, haciendo caso omiso de mi presencia. Me senté a un metro y dejé la cesta que me había preparado Emma entre los dos. Esa siempre había sido mi táctica estrella. Solo había una cosa que podía alegrar a Rubí en estas condiciones, y era la comida. Había conseguido reunir varias cosas, a pesar de que Emma insistía en que era suficiente con unos sándwiches.

—He pensado que te gustaría hacer un picnic—ofrecí, sacando fruta y bollos de miel de la cesta—, como los que planeábamos los sábados en casa.

Rubí observó la cesta y después a mí, y a la cesta de nuevo. Así continuó un par de veces hasta que por fin se decidió a cogerla para ver que más contenía. Nada más olerla oí como le rugían las tripas. A saber cuanto tiempo llevaba sin comer algo. No la veía presentarse a una comida desde ayer en el desayuno.

Metió la mano, sacando uno de los sándwiches. Comenzó a mordisquearlo sin mediar palabra. La imité, cogiendo un cuchillo y partiendo una de las frutas en cachos. Así estuvimos gran parte del tiempo, hasta que el sol empezó a retirarse. Como había intuido que no iba a ser fácil hablar con ella, me había traído mi bloc de dibujo para pasar el rato.

La imagen del castillo, con la luz del sol de media tarde alumbrándole cortaba la respiración. Ya no podía imaginar un mundo mejor a este. No echaba de menos el ruido de los coches, el metro a rebosar de gente todas las mañanas ni el centro de la ciudad con sus miles de tiendas. Aquel lugar solo me había traído sufrimiento, aquí tenía un nuevo comienzo por delante.

—Es horrible que encajes perfectamente en este sitio—comentó Rubí, como leyéndome la mente—. Mírate, con tu pelo rubio y tu piel bronceada, solo te falta una brillante armadura.

Dejé las hojas de dibujo a un lado, esperando que se hubiese decidido a hablar. Me giré unos centímetros, para mirarla de frente. Ella se colocó un poco más cerca. Nos miramos, con una disculpa silenciosa en nuestros ojos.

—A ti tampoco te sientan mal los vestidos—dije, fijándome en lo incómoda que parecía con tantas capas de tela encima.

Rubí me miró, levantando una de sus picudas cejas. Giró la cabeza hacia la gran estructura de piedra y por un momento pude ver como sus ojos se cubrían de lágrimas. No quería presionarla, así que aguardé hasta que ella estuviera preparada para contarme como se sentía.

—Ian, yo no pertenezco a este sitio—masculló—. Puede que penséis que si, porque tengo poderes, pero no soy nada más que eso ahora mismo. Sigo siendo la misma que hace seis meses cuando estábamos en casa. Jude y tú sois fuertes y podríais ser de ayuda en muchas cosas aquí. Se que nunca te ha gustado vivir allí después de lo que pasó, lo entiendo. Emma es una dama en toda regla, y sabe mandar. Cassandra es Cassandra así que no creo que le haya costado integrarse. ¿Y yo qué? Solo solo soy alguien que no puede controlar su ira, torpe y con muchísimos problemas para acatar ordenes de nadie. Solo os pondría en peligro.

—Allí no eras distinta.

—En casa no había reyes ni dioses malvados, Ian—suspiró con fuerza.

—Tu solo inténtalo, no huyas de lo que sientes por este sitio—propuse, mirándome las uñas con nerviosismo.

—Solo siento miedo—concluyó.

La conversación se estaba desviando y escapándose entre mis dedos como la arena. Me planteé varias opciones para salir airoso y que Rubí se diera cuenta de que este sitio de alguna forma también nos pertenecía. Las palabras nos la harían cambiar de idea, o sea, que daba igual todos los discursos que la soltara. Tendría que convencerla de alguna otra forma, pero no me gustaba tener que sacar mi as de la manga tan pronto. Me levanté, dejándola con la palabra en la boca y me adentré un poco más en el bosque.

—¿Se puede saber a dónde vas? —me preguntó a gritos cuando le di la espalda.

La ignoré. Busqué entre la hierba y los arbustos aquello que pudiera servirme para mi demostración. Para cuando volví, Rubí estaba en pie, con los brazos cruzados sobre su pecho y con una mirada asesina.

Abrí las palmas de las manos para enseñarle lo que había dentro. Me miró aún más desconcertada al ver la mariposa muerta entre ellas.

—Ian, sabes que te quiero mucho, pero todos los psicópatas empiezan matando animales pequeños.

La mandé callar con un gesto. Para mi sorpresa, ella obedeció. Cerré las manos, poniendo una encima de la otra, me concentré. Escuché los sonidos del bosque que me rodeaban y los dejé pasar a través de mí, convirtiéndome en ellos, llenándome por completo de la vida que circulaba por mi cuerpo. Unas cuantas gotas de sudor me cayeron en los ojos por el esfuerzo. Estaba inquieto, quería que todo saliera a la perfección. De alguna forma, la presencia de Rubí allí lo hacía todo más fácil.

Cuando mi límite presionó justo en las sienes abrí los ojos, dedicándole una sonrisa. Mis manos perdieron su fuerza y se dejaron caer a cada lado, dejando salir al animal, vivo. La mariposa revoloteó un par de veces entre nosotros antes de perderse de nuevo en el bosque.

Rubí se quedó muda, mirando al sitio por donde había desaparecido la mariposa. Abrió los labios varias veces como si fuera a decir algo, pero ninguna palabra conseguía llegar a salir por ellos.

—Vamos, di algo—le apresuré.

—¿Qué puedo decir? No tengo ni idea de lo que acaba de pasar.

—Es algo que llevo practicando un tiempo. Me parece que es un don, como los vuestros—expliqué—. Apenas puedo curar heridas la mayoría de veces. Es la primera vez que sale bien con un animal completamente muerto. 

De nuevo el silencio hizo su aparición entre nosotros. Mi poder era algo que ni si quiera yo entendía. Al utilizarlo actuaba por instinto, no porque supiera lo que estaba haciendo y no lo controlaba. Al menos no como lo hacían Jude y Emma. Era un sensación de añoranza y necesidad, algo tan básico como la necesidad de respirar. Rubí debía haberlo sentido también, estaba seguro.

—¿Lo sabe alguien más?

Negué con la cabeza.

—No creí muy inteligente contarle a nadie lo que me estaba ocurriendo. Tener la posibilidad de devolver la vida podría acarrearme muchos problemas si llega a los oídos equivocados—confesé—. Además, quería que fueras la primera en verlo. Para que entendieras las maravillas que podemos hacer aquí. A la gente que podríamos salvar.

—Lo entiendo.

Comprendió lo que llevaba días intentándola meter en la cabeza. Nosotros no nos alejábamos, sino ella. Debía comprender por que ninguno de nosotros deseaba volver ya. Habíamos perdido mucho, familia, amigos, sueños...Pero Rubí se había perdido a si misma en el camino y esa es la mayor tragedia que puede haber para alguien.

—Intentaré dejarme llevar—tartamudeó, sin convencimiento—, no prometo nada.

—Con eso me vale.

Nos acercamos hasta envolvernos en un abrazo. Uno que llevaba necesitando muchísimo tiempo. Seis meses era lo máximo que habíamos pasado sin estar juntos y me reconfortaba saber que todo había pasado ya.

—Tienes que contarme todo lo que me habéis estado ocultando—me recriminó.

—En su momento. No me corresponde solo a mí decirlo—la despeiné.

Volvió a sentarse bajo el árbol, cogiendo mis hojas para investigar los nuevos dibujos. En su rostro pude reconocer a la chica que había sido antes de que llegáramos aquí. No quise estropear el momento así que hablamos de cosas de casa. Algunas que no la hicieran recordar el dolor. Llegaría el momento en que sabría toda la historia, un momento no muy lejano, cuando estuviera preparada para escucharla. 

****

Hola hola! Aquí tenéis un nuevo capítulo! 

Me encanta escribir desde el punto de vista de Ian, porque es uno de mis personajes favoritos y el primero que creé, así que espero que os haya gustado entrar un poco en su mente. Su relación con Rubí hace que se me salten las lágrimas. Son adorables. 

¿Os ha gustado el capítulo? ¿Qué creéis que le ocultan a Rubí? 

Pronto lo descubriréis ;)

Nos leemos la semana que viene, NR.

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