Miraculous: El Akuma Irrevers...

由 AlisonOropeza20

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Ella es Marinette. Una chica como tú o yo. Pero cuando el destino la llama para pelear contra las fuerzas del... 更多

Prohibido Ignorar
Prólogo: Misión Nocturna
Capítulo I: Día de Ensueño
Capítulo II: Pequeño Intruso
Capítulo III: No Toques a Manon
Capítulo IV: ¿Qué Pasa con Marinette?
Capítulo V: Vamos al Concierto
Capítulo VI: Atrapada
Capítulo VII: Ataque Sorpresa
Capítulo VIII: Plumas de Cuervo
Capítulo IX: ¿Es un Akuma?
Capítulo X: Irreversible
Capítulo XI: Invitación Inesperada
Capítulo XII: Una Sonrisa Siniestra
Capítulo XIII: El Ataque del Cuervo
Capítulo XIV: Primer Acto
Capítulo XV: Malas Noticias + ¡Nos vemos en la FILCDMX!
Capítulo XVI: Seamos un Equipo
Capítulo XVII: El Mensaje de Ladybug
Capítulo XVIII: La Decepción de Chloé
Capítulo XIX: ¿Cómplice de Ladybug? + ¡Nos vemos en la FIL de Guadalajara!
Capítulo XX: La Confesión de Marinette
Capítulo XXI: Akuma Nocturno
Especial de San Valentín | Una Tarjeta Para Tikki
Capítulo XXII: Revenge Bug + ¡Nos Vemos en la FIL del Palacio de Minería!
Capítulo XXIII: Revelando Secretos
Capítulo XXIV: La Respuesta de Plume Mortelle
Capítulo XXV: ¿Dúo Imparable?
Capítulo XXVI : El Cuartel General
Capítulo XXVII: La Promesa de Sabrina

Capítulo XXVIII: Escena del Crimen

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由 AlisonOropeza20


     Dos largas semanas pasaron sin novedades. Sin ataques. Sin personas akumatizadas. Sin que Revenge Bug apareciera para causar disturbios, y sin que Adrien pudiera justificar ante su padre ese deseo imperioso de escapar de su prisión.

Gabriel Agreste se negó rotundamente a permitir que su hijo asomara siquiera la nariz por los ventanales de su habitación. Luego del caos de Revenge Bug, del ataque de Plume Mortelle a la escuela y del diagnóstico desesperanzador del doctor que atendía a Chloé Bourgeois, Gabriel decidió que sólo Nathalie podría hablar con Adrien, desde el otro lado de la puerta.

El único consuelo que Adrien pudo haber tenido, fue conservar el móvil. Eso, si no hubiera estado demasiado preocupado por la situación en general. Sus pensamientos no podían inclinarse en la dirección positiva que Marinette sugería en cada mensaje de texto, en cada nota de voz, en cada videollamada. Era imposible. Adrien sólo mantenía la mirada fija en cada pantalla que tenía en su alcance, como si eso hubiera cambiado en algo. Tal vez, en el fondo, deseaba que alguna arrojada una buena respuesta. Una esperanza. Algo distinto a todos los comentarios de apoyo que llegaban al Ladyblog. Alya no había dejado que ninguno escapara sin recibir una respuesta. Tal vez, ella también esperaba lo mismo.

Ningún comentario parecía haber sido hecho por la persona a la que ellos deseaban encontrar. Y, si así había sido, era imposible descubrirla.

El ardor en su cuello comenzó a volverse insoportable al remontar el inicio de la tercera semana. Gabriel no parecía prestar atención a la manía que Adrien tenía de usar cuellos de tortuga con más frecuencia. Después de todo, las manchas enrojecidas no siempre aparecían con tanta intensidad. No siempre se marcaban con ese color púrpura en algunas zonas. No siempre daban la impresión de ser algo cancerígeno.

El encierro fue terrible. Tanto, que aquel lunes se levantó con el mal humor más intenso que cualquiera hubiera podido pensar que podía atacar a Adrien Agreste. Se levantó de la cama y arrastró los pies hasta el baño. Al mirarse en el espejo, descubrió lo que temía. Lo que vio venir desde el momento en que el ardor lo atacó durante la noche. Las manchas se esparcían por su cuello, como las marcas de un estrangulamiento. Ardían al contacto y soltaban pequeñas gotas de sangre. Sus ojeras estaban más marcadas que nunca. Sus ojos, irritados. Su piel, pálida. Su cabello empezaba a perder su brillo. Su mirada enloquecida desapareció sólo cuando se tomó unos segundos para respirar.

—Eso no se ve nada bien...

Recibió de mala gana la voz de Plagg. Sólo se dispuso a desnudarse para entrar a la ducha, deseando que eso no hiciera arder su cuello.

Cuando salió de la ducha, volvió a cubrirse con un cuello de tortuga. Se tomó su tiempo para secar y peinar su cabello, deseando que eso le devolviera un poco de vida. Lo único que consiguió fue sentir las náuseas que se transformaron en un vómito que lo mantuvo al pie del excusado por un buen rato.

Plagg insistió.

—Niño, no estás bien.

—Mi padre no puede saberlo —respondió Adrien—. Se pasará...

—Por supuesto que no puede. No podemos decirle que estás akumatizado, si no quieren que sepan quién eres tú.

—Plagg...

—Eso que tienes en el cuello sólo puede ser un akuma, igual que el que infectó a Marinette. Tengo que llevarte con el Maestro. Tenemos que decírselo a Tikki y Marinette. Si empeoras y el akuma llega a tu Miraculous...

—¡Estaré bien! No te necesito...

—Eso también lo está provocando el akuma. Tienes que salir de este lugar. El encierro te está enloqueciendo porque Le Papillion...

—¿Desde cuándo te importo tanto? Sería la primera vez...

Inconforme, Plagg sólo suspiró. Esbozó una expresión de fastidio. A pesar de que Adrien se negó, Plagg optó por seguirlo. Sería difícil decir si esa fue la mejor decisión que pudo tomar, o su más grande error.

Gabriel se sorprendió un poco cuando vio a su hijo aparecer en el pasillo. Logró mantener a Nathalie a raya, cuando ella quiso intervenir. Fue él quien dio un par de pasos hacia adelante para encararlo.

—Mírate... —se quejó Gabriel—. Cualquiera que te vea, pensará que has caído en las drogas y eso arruinará tu carrera.

—Quiero salir —espetó Adrien—. ¡No puedes encerrarme por siempre!

—Ya hemos hablado de esto —respondió Gabriel, manteniéndose altivo—. Es peligroso que estés afuera. Hubo un ataque afuera de la mansión. Plume Mortelle atacó tu escuela. Tus amigos siempre terminan involucrados o akumatizados. No voy a dejarte salir.

—Si me tienes aquí dentro, me volveré loco. ¡Quiero salir! ¡Necesito volver a las clases de esgrima!

—He dicho que no.

Gabriel pasó de largo ante su hijo, sin importarle que Adrien derribara ese jarrón al pasar en dirección contraria. Por el contrario, una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios cuando siguió andando, cuando escuchó a Nathalie decir que Adrien había escapado.

Nadie quiso detenerlo.

Al fin había llegado el momento de contraatacar.

Las dos semanas no fueron tan provechosas para Marinette, como ella hubiera deseado. Al menos, podía estar segura de que lo único que la llenaba de felicidad era saber que Revenge Bug no había vuelto. Eso no hizo que Alya dejara de ser tan aprehensiva cada vez que tenía la oportunidad. La idea de vivir una vida sin secretos parecía provocar más problemas que ninguna otra cosa.

Por suerte, la nueva vocera de Ladybug recibió información importante. La policía no se negó a que Alya y sólo quienes lo habían descubierto cruzaran el cerco que marcaba la policía con sus cintas amarillas. Ladybug estaba entre ellos, y cualquiera que la hubiera visto se habría dado cuenta de que algo había cambiado en ella. Algo en su mirada. Algo en su manera de mantenerse con los brazos cruzados. Concentrada. Analítica. Escuchando atentamente las explicaciones de Nathaniel, y del muchacho moreno de los ojos verdes.

—Estaba aquí —decía Marc Anciel, señalando esas extrañas marcas en la pared de ladrillos detrás de ellos—. Lo vimos sólo por unos segundos.

—¿A dónde se fue? —dijo Ladybug.

—Marc se quedó con él, mientras yo iba a buscar ayuda —continuó Nathaniel—. El oficial Raincomprix estaba en la otra esquina, pero...

—Desapareció —dijo Marc—. No sé... Él sólo... se esfumó...

—Marc fue a buscarme para decírmelo —asintió Nathaniel—. Cuando volví, ya no había nada. Sólo... la pluma. Por eso le escribimos a Alya.

Ladybug asintió. Con una mirada, le indicó al oficial Raincomprix que le entregara las evidencias. La primera bolsa contenía una pluma de cuervo que parecía ser de metal. Lo segundo, y lo que hacía que la sangre de Ladybug se helara, era el brazalete del Maestro partido a la mitad.

—¿Qué significa, Ladybug? —dijo Alya.

Ladybug suspiró. Por toda respuesta, miró a Marc y Nathaniel. Posó una mano en el hombro del chico pelirrojo y dibujó la sonrisa que París conocía tan bien.

—Gracias, Nathaniel. A ti también, Marc.

Eso pudo ser suficiente para los chicos.

Con un gesto de la cabeza, Ladybug le indicó a Alya que la siguiera para salir del cerco policiaco. Dejó que el oficial Raincomprix se encargara del resto, mientras ellas iban hacia la acera del frente y llevaban consigo las evidencias. Se mantuvieron cerca de la policía, como parte de un acuerdo implícito.

Como si el destino lo hubiera orquestado, no tardaron en ver a Chat Noir junto a ellas. Su transformación sin duda le ayudaba a mantener su aspecto habitual. Y, debajo de la máscara, Adrien realmente se sentía libre. Purificado. Incluso sabiendo que no podía permanecer así por siempre.

—Plume Mortelle tiene al Maestro Fu —anunció Ladybug, sin rodeos—. Estoy segura de que hay algo más en los alrededores, y espero que la policía pueda encontrarlo.

—¿Algo como qué, mi lady? —dijo Chat Noir.

—No lo sé... Plume Mortelle no quería a Wayzz, así que tuvo que llevarse al Maestro para conseguir el resto de los Miraculous... Tenemos que encontrarlos, antes de que Plume Mortelle lo haga.

—Pero a Plume Mortelle no le importó que Nathaniel y Marc encontraran a ese hombre —dijo Alya—. Esto es una trampa.

—Lo sé —respondió Alya—. Y sé que Plume Mortelle podría estar ahí si vamos a buscar el resto de los Miraculous, pero... Tenemos que ir. No podemos permitir que ella los encuentre.

—Yo puedo cuidar a Nathaniel y Marc, mientras ustedes van a buscar la caja —dijo Chat Noir—. Yo... no quiero volver a casa por ahora. Necesito aire fresco.

—Y necesitaremos también que alguien mantenga vigilada a Chloé, antes de que Coeur Brissé vuelva a aparecer —dijo Alya.

—Nos dividiremos —asintió Ladybug—. Alya, llama a Nino y vayan a vigilar a Chloé. Chat Noir, por favor, cuida a Nathaniel y Marc. Nos reuniremos en mi terraza, esta noche.

Todos asintieron. Alya y Chat Noir tomaron su camino, sin saber que el oficial Raincomprix encontraría aquello que sólo provocó más y más escalofríos que recorrieron a Ladybug de pies a cabeza.

La caja de un Miraculous oculta en un bote de basura.

Por supuesto, ella no era la única que lo sabía. Si Ladybug hubiera sido un poco más astuta, habría notado que un pequeño y emplumado centinela de Plume Mortelle la observaba desde una cornisa. Las mismas imágenes que el cuervo veía, estaban proyectadas frente a los cuatro sujetos que ocupaban ese refugio oscuro y siniestro. Aquellos que eran la única oscura y aterradora compañía de quienes estaban en las jaulas. Manon estaba hecha un ovillo, tratando de cubrir sus ojos de cualquier manera para no tener que ver a la mujer del abanico. El profundo corte sangrante en la mejilla de la niña hacía que no hicieran falta las explicaciones.

—Todo va conforme al plan —anunció Plume Mortelle—. Ahora sólo tenemos que asegurarnos de que todo suceda como es debido.

—Espero que este plan realmente valga la pena —dijo Le Papillion.

—Tu hijo es tan fuerte, que realmente necesita esta clase de motivación —continuó Plume Mortelle—. Marinette Dupain-Cheng fue mucho más fácil de akumatizar, puesto que nunca se había enfrentado a esa clase de ira. Adrien, sin embargo, está habituado a las decepciones. Es tu culpa que el akuma no pueda hacer efecto en él tan rápidamente.

—Chat Noir notará que se trata de una de mis ilusiones —dijo Volpina—. Tal vez, deba ir.

—Si vas ahora, ellos sabrán que Lila Rossi sigue trabajando para mí —le recordó Le Papillion.

—Pero, si ambas tenemos este poder para jugar con la realidad —sonrió Plume Mortelle—, tenemos que sacarle provecho. ¿Me harías los honores, Gabriel?

Le Papillion liberó al akuma. Volpina sonrió cuando Plume Mortelle comenzó a escribir en los aires. La sonrisa de Le Papillion creció mucho más. Detrás de él, el verdadero Marc Anciel negaba frenéticamente con la cabeza. Atado. Amordazado.

Consciente de que ni siquiera la aterradora presencia de Mayura podría ser capaz de igualar lo que sabía que estaba por ocurrir.

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