Sangre. Hay mucha sangre. Todo el suelo es rojo. La calle poco iluminada. Escucho las sirenas. Pero mis sollozos los cubren. Está a mis pies. El tipo frente a mi trae una mascada y no logro ver su rostro. Él no abre sus ojos. La sangre sale como un riachuelo.
-¡TEO!- grite.
Mi respiración agitada, la luz de la luna logra colarse por la ventana, la cual no recuerdo haber dejado abierta, pero el gélido viento hace que la piel se me erice. De nuevo esa pesadilla o más bien ese horrible recuerdo. La puerta se azota ante mis ojos y mi tía entra desesperada, su rostro denota preocupación.
-Ana, cariño- mi tía me abraza con fuerza. Esa noche se repite una y otra vez en mi cabeza. Cada noche es igual- Ya paso cariño, tranquila- me da pequeñas caricias en el cabello, tratando de relajarme.- Estamos aquí, te vamos apoyar- mi tío me observa, se nota el pesar y la pena en su mirada. Están preocupados, por mí y yo fui tan estúpida.
Dormí muy poco, mis ojos me pesan pero debo continuar. Anuncio que ya me voy a la escuela y mi tío se ofrece a llevarme, pero me niego. Me dice que llegue temprano y no me desvié. Asiento y salgo camino a casa de Gisela. Han pasado tantas cosas, que me siento tan agotada.
-Ana- me abraza, cree que con ese gesto me consuela, pero hace que me presione más el pecho. Ha evitado el tema durante semanas y la conozco, sé que se muere de ganas de saberlo todo, pero no estoy lista. -No crees que es lindo-
-¿Qué? ¿Quién?-
-No me escuchaste-
-Lo lamento. No prestaba atención. ¿De quién hablabas?-
-Los chicos de la universidad, los del equipo de futbol-
-No les preste mucha atención, pero creo que tú se las pusiste por mí-
-¡Ana!- me reprende y se pone roja como su cabello.
-Te vas a camuflaje si sigues sonrojándote así-
-Ya basta, me da mucha pena que lo digas de esa manera- Esa es mi amiga, a pesar de tener esa apariencia tan extrovertida, es dulce y cariñosa. Se avergüenza y puede que sea un poco tímida en ocasiones, a pesar de que trata ocultarlo tras esa sonrisa coqueta que siempre tiene en el rostro.
-Ok. Ok. No diré mas, pero te seré sincera no me interesan los chicos por el momento-
-Ya paso mucho tiempo- me estremezco y giro a verla directo a los ojos- Lo siento, no era mi intención, salió-
-Déjalo- niego.
-Ana no te molestes conmigo. Soy tu amiga y me preocupas, lo sabes-
-Nos vemos más tarde- me encamino a mi clase. Solo faltan unas semanas mas y termino el bachillerato, estoy lista, lista para la universidad.
Doy gracias que mi tío solicito su traslado a esta ciudad y eso me dio mejores posibilidades de entrar a la carrera que deseo y espero lograr mi meta. En el transcurso del día me la pase sumergida entre proyectos y trabajos, para poder elevar mis calificaciones. Los profesores se han comportad comprensibles ante todo lo que me ha pasado y creo que ser una alumna estrella ante sus ojos me ha dado una oportunidad de continuar, aunque debo de admitir que he deseado tantas veces tirar la toalla. Llevo días sin visitar a mamá y la verdad eso me preocupa. ¿Papá? El sigue en el centro de rehabilitación, casi muere por el coma etílico, pero logro librarlo y mi tío lo interno, con esfuerzos el accedió a recibir la ayuda que necesitaba. Mi hermano, no sabe nada, gracias a que mis tíos han considerado mi deseo de no contarle lo ocurrido sobre nuestro padre, porque seamos realistas a él no le importa. El zumbido que emite mi celular sobre la mesa de la biblioteca me saca de mis poblaciones.
Te veo en las gradas, Princesita
Son sus únicas palabras, no sé que quiere ahora, le pedí tiempo y no se porque ha venido a molestare, en un momento tan turbio. Guardo mis cosas a velocidad supersónica y me apuro a salir camino a las gradas. Se que si no me presento será peor. Al llegar puedo distinguir su silueta, siempre tan perfecta, pero con ese vestido rojo ceñido al cuerpo que la hace ver mas vulgar de lo que realmente es, sus labios de color carmesí intenso y sus cabellos dorados, la hacen ver como un fantasma. Al percatarse de mi presencia, se saca el cigarrillo de entre los labios y expulsa el maldito humo sobre mi rostro al estar frente a ella, tengo ganas de dar varias arcadas y vomitar en su vestido de fantasía, pero me limito o esto se pondrá peor.
-¿Qué quieres Perla?- le inquiero con desdén a la rubia oxigenada con los senos mas falsos como su sonrisa.
-Me mando el jefe-
-No tiene otra cosa que hacer más que jode-
-Cuida tu boquita Princesa. Solo quiere verte esta noche en el bar-
-No puedo y él lo sabe-
-Si, pero ya te la has apañado para escabullirte en otras ocasiones. Quiere verte ahí hoy por la noche, ya sabes que no tiene mucha paciencia-
-¿Y si no voy?-
-Pues- pasa sus uñas por mi rostro, es tan grotesca- las cosas se podrían poner feas, recuerda a tu novio- dice con ironía y mucha, pero mucha malicia al mencionarlo.
-Ahí estaré. Ahora desaparece de este lugar, no encajar-
-Claro, soy demasiado mujer para estar entre pubertos-
-La verdad yo diría que es vergonzoso ver a una mujer de 55 años vestirse como una chica de 23- frunce el ceño- adiós arpía- corro dentro de la escuela, logro escuchar como me grita maldiciendo mi existencia y que se las cobrara caro.
Después de mi encuentro con la zorra de Perla, muy pocos ánimos me quedan de regresar a realizar los demás deberes. Cuando estoy de camino a casa, recuerdo que no volví a ver a Gisela en todo el día y eso es muy raro, ya que se ha empeñado a estar pegada a mi como una sanguijuela. No me juzguen la adoro, pero en ocasiones no sabe detectar cuando quiero estar sola, por mas que se lo digo. Al ir por las calles, solo con la música retumbando en mis tímpanos, no puedo evitar sentir ese escalofrió de los últimos días, giro para ver los alrededores, pero las calles están solas, algunos carros pasan, pero el transito es igual, pero la sensación de ser vigilada sigue, puede que el imbécil de Sebastián tenga a sus monos tras de mi como antes, pero se ha mantenido muy tranquilo y eso me inquieta. Tratando de controlar la maldita paranoia que me cargo, llego a casa por fin, creo que este es el único lugar en el que me podre sentir bien. Ingreso con la puerta que mis tíos me dieron, pero el silencio es abrumado, la penumbra dentro de la casa es escalofriante. Llamo a mi tía varias veces, pero sin obtener respuesta. Es raro, ya que ella siempre esta en casa, cuando sale me avisa y la nunca deja la casa en penumbras. Me encamino hasta el salón, para poder ir a la cocina y preparar algo para comer, ya qué si mi tía no está, quiere decir que probablemente o no hay comida o me dejo algo en el microondas. Todo está oscuro y decido prender la luz. El estruendoso grito me sorprende y sobre salto.
-¿Qué carajos les pasa?-
-Esa no es la expresión que esperábamos Ana-
El lugar tiene globos de colores llamativos por toda la sala, hay serpentinas colgadas del ventilador de techo. Mi tía tiene una gran sonrisa en el rostro y a su lado mi tío tiene una expresión similar, junto a ellos varios compañeros de la escuela y Gisela, los compañeros a tratar de matarme de un infarto. Veo el pastel que sostiene en las manos mi tía con dos velas del numero uno y el ocho, marcando y haciéndome recordar que hoy es mi cumpleaños. Maldición es mi cumpleaños, mi maldito cumpleaños numero dieciocho. Abro los ojos sorprendida y todos comienzan a corear el ya tradicional Feliz cumpleaños a ti. Mi expresión a de ser un maldito poema, ya que estoy abrumada, pero mas que abrumada, horrorizada con la idea. Salgo corriendo a mi habitación y el grito de Gisela llamándome sobre sale entre todos. Me adentro en el cuarto y me meto bajo las sabanas.
No. Por favor que esto sea una maldita pesadilla me digo a mi misma una y otra vez apretando los ojos, añorando despertar en cualquier momento. Gisela golpea la puerta levemente y me llama. Se escucha preocupada, angustiada podría ser una mejor descripción. Estoy echa un ovillo y murmuro una y otra vez Tengo diecisiete. Tengo diecisiete, en espera de que ese deseo sea haga realidad.
-Ana- Gisela a ingresado a la habitación, ya que estúpidamente y por el pánico no coloque el seguro de la maldita puerta- ¿Qué pasa? ¿No te gusto la sorpresa? -me destapo y me levanto como un resorte, la mira sorprendida y me pregunto si en algún momento presto a tención a mi trágica existencia.
-¿Qué si no me gusto la sorpresa? No es evidente Gisela, estoy aterrorizada, dime que es un sueño, dime que me están jugando una broma de pésimo gusto y que tu la confabulaste, te ruego que me digas que esto es mentira- ruego, casi apunto de soltar en llanto por el miedo que me provoca escuchar su respuesta.
-Ana, no entiendo- se sienta sobre la cama a mi lado- Queremos que la pases bien, que te animes y siendo tu cumpleaños-
-Ese es el maldito problema Gisela. Que es mi cumpleaño. Y no cualquier cumpleaños, cumplo dieciocho años ¿sabes lo que significa eso?-
-Que puedes beber sin que te reprendan-
-¡Gisela!- saco mi celular y abro el mensaje de esta tarde- léelo y mira de quien es- ella lo hace y abre sus ojos.
-¿Para que te busco la bruja de Perla?-
-Venia de paloma de mensajera-
-Esa de paloma no tiene nada-
-No cuando el mensaje viene del mismísimo demonio- abre los ojos sorprendida y creo que se le saldrán de sus cuencas oculares
-No. No se supone que te dejo tranquila. No se había aparecido desde desde-
-Desde lo de Teo. Pero ahora manda a la bruja de Perla y me dice que quiere verme hoy, y después de eso- señalo al exterior de la puerta- comprendo porque diablos me está llamando-
-No vayas-
-Que no vaya. Que fácil ¿no?-
Me siento abrumada, mi vida es una mierda. Estoy condenada a una vida de mierda. Y hacer lo que el maldito de Sebastián quiera. Ya le pertenezco. ¿Cuándo cumplir dieciocho años se volvió una pesadilla?