Never Again [Editando]

By aa-maria

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Ellos podrían ser fácilmente el Cliché más perfecto que van a encontrar. Porque eso son. Pero también hablam... More

Never Again
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capitulo 42
Capitulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Epigolo
Agradecimientos
ATENCIÓN+Historia De Liover De Vuelta
Secuela Públicada

Capítulo 63

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By aa-maria

Seattle, Estados Unidos.

     —¿Donde estamos?— preguntó Liliana mirando el montón de casas que los rodeaban.

     —Cuando Sarah murió— Lili lo miro —, yo...— soltó un suspiro y detuvo el coche delante del garaje de una casa —Le prometí a su madre, la mamá de Matt, que el día que me enamorará, se la iba a presentar.

     —¿Por qué?— cuestiono Liliana con el ceño fruncido.

     —Porque Sarah le pidió que lo hiciera, que le diera la tranquilidad de saber que la mujer de la que me enamoré, era realmente una que me había hecho sentir mucho más de lo que ella me hizo sentir.

     —¿Y se supone que esa soy yo?— preguntó Liliana con una sonrisa divertida.

     —Contigo quiero un presente, y se ve brillante, además de prometedor—le tomó la mano —. Liliana, yo ame a Sarah, claro que lo hice, fue importante. Me hizo poner los pies sobre la tierra— le beso los nudillos y la miro a los ojo  —. Luego murió. Y llegaste tú, me iluminaste, me regresaste el sol. No sé si esto sea algo con futuro, Lili. Espero que si. Lo que si se, con total seguridad, es que eres la persona que escogería para amar.

     Liliana se quito el cinturón de seguridad, se inclino hacia él y le dio un beso, lo miró a los ojos en cuanto se separaron: —Te amo.

     —¿Vamos a conocer a la mamá de Matt?— ella asintió levemente y abrió la puerta de carro.

     Era una casa bien cuidada. Y se veía llena vida, como si de pronto tuvieran colores pintando por todo alrededor, ella llegó al lado de Oliver, y este entrelazo sus manos. Miró el camino de piedras y se lleno de valor.

     La puerta se abrió de inmediato, y un Matt bastante animado salió a darles la bienvenida. Su madre, en la ventana los veía. Sonrió. Miró la fotografía de su hija y luego la imagen que se reproducida fuera de la casa.

     —Estamos listas para conocerla, mi amor— coloco la fotografía donde correspondía.

     Salió de la estancia. Y los miro entrar al living. Liliana se notaba nerviosa y un poco incomoda. Y la señora de la casa hizo su aparición. Oliver la miró con una sonrisa, y ella se la regreso. Se dieron un abrazo.

     —Me alegra que vinieras— aseguró la señora —. ¿Me presentan a la joven? ¿O lo hago yo?

     —Si, mamá, ella es Liliana Stern— la mujer la examino con atención.

     —Es un placer conocerla— se estrecharon la mano —. Matt y Oliver hablan maravillas de usted, señor...

      —Seléne— interrumpió ella —. Llámame así.

     —Esta bien, Seléne— la mujer le dedico una sonrisa tranquilizadora.

     —Liliana, es mi novia—soltó Oliver tomándole la mano —. Pero bueno, eso ya lo sabe, Matt nunca mantiene su boca cerrada por mucho tiempo.

     —Es bueno verte feliz— aseguró ella —. Vamos a la estancia, quiero conocer a la Liliana de la que parece todos hablan.

     Ella los dirigió hasta el lugar. Era una estancia cómoda. Llena de iluminación gracias a sus grandes ventanas. Los sillones eran de colores pasteles, nada tenía colores oscuro. Como si la casa estuviera iluminada, solo por la lluvia de un arcoíris. Habían fotografías por todo el lugar, cuatro personas luciendo una linda familia feliz. Matt siempre riendo junto a su melliza.

     —Cuéntenme— pidió ella —. Quiero saber como ese cascarrabias termina enamorado.

     Era una señora agradable. Inteligente y con un aura llena de paz. Aún cuando perdió a su hija, parecía que había encontrado las mejores razones para seguir avanzando. Nunca hizo que Liliana se sintiera incomoda, al contrario, la recibió con los brazos abiertos. Y al mirarla a los ojos, observaba que aunque esté rota, encontró otras formas de seguir sonriendo esta vez con más fuerzas.

     —Para ella era importante que se enamorara— dijo ella cuando Liliana la ayudaba con unas bebidas —. Que volviera a sonreír. Me hizo prometer que me aseguraría que el se iba a enamorar.

     —No conocí a su hija— la miro un momento —. Pero se que fue un ángel. Y que sigue siéndolo. Yo no estoy aquí para ocupar su puesto.

     —Lo sé— le tomo las manos —. Estas aquí porque lo quieres, tanto como él te quiere a ti. Se nota.

      —Aunque no crea que es fácil, a veces suele ponerse a la defensiva, cuando hablamos de Sarah— sonrió levemente —. Pero, creo que lo ha ido soltando poco a poco.

      —Así es, y un día simplemente será solo un recuerdo, y una cicatriz—miro a Matt y Oliver en la jardín, ambos reían —. La muerte de ella, los unió muchísimo. Oliver fue el pilar de Matt para poder salir adelante.

     —Se que fue duro para todos— ella asintió levemente —. Yo también sufrí cáncer, pero de pulmón. Era apenas una niña en ese momento.

     —Lo sé, Matt me contó— limpio una lagrima traicionera —. Me alegra que tu sí lo lograrás.

     Ambas salieron al jardín donde estaban los chicos bromeando. Era un día agradable pese a que Seattle aún se encontraba llena de frío. Matt sacó una pelota de basque y Oliver lo siguió hasta la canasta en el jardín y comenzaron a jugar.

     —A Oliver le gustaba dibujar— Liliana la miró —. Jugaba fútbol, pero le gustaba el dibujo. Solía pasar horas en el jardín con Sarah, ella hablaba por horas, no se como él no se harta de escucharla— soltó una pequeña risa —. Él estaba ahí sentando, con un cuaderno. Cuando ella murió, me entregó los dibujos. Se quedó con algunos, lo sé... Diana llamó esa misma tarde. Quemo todos los materiales en la chimenea. ¿Retomó el dibujo?

       —Yo...— Liliana la miraba sin saber que decir.

     —Veo que aún no habla de esa pequeña parte— le tomó una mano a Liliana —. Tranquila, lo dirá. Sólo debes darle tiempo.

     —Se que le interesa el dibujo— la mujer la miró —. De navidad le regalé una caja llena de materiales para pintar. Sólo no sabía que lo había dejado antes. Fueron pequeñas cosas las que me hicieron notarlo.

      —Si mi está retomando es buena señal, siempre lo será.

     Cuando estaba oscureciendo y el frío era mayor entraron a la casa. La mujer tomó a Oliver de la mano, y lo llevó escalera arriba dejando a Matt y Liliana despidiéndose en la estancia.

     —Esta vacía— dijo ella abriendo la puerta —. Ella dejo esto para ti. Dijo que denbia entregartelo cuando te enamoraras. Escribió sobre cada ocasión importantes, Oliver.

     —Gracias— ella miró la hora.

     —Se que aún faltan un par de horas, pero...— lo abrazo —feliz cumpleaños, se que seras muy feliz.

     Él le regreso el abrazo y sonrió. Miro la caja de madera en sus manos, tenía las iniciales de Sarah en ella, y dentro habían muchas cartas, todas a puño y letra. Él sonrió levemente. Y los recuerdos lo inundaron.

     —¿Qué sucedió?— preguntó su madre colocándose de pie —¿Cómo esta ella?

     —Ella, Sarah, ella— la palabras ni siquiera podían salir —... Murió, Sarah murió, mamá. Ella falleció.

     Y en ese momento su mente sólo podía observarla en la cama del hospital. Estaba pálida, y sus labios morados y resecos. No había rastro de cabello, solo su cabeza calva, ojeras bajo sus ojos cerrados y su piel pegada a sus huesos. Ella murió justo como no quería, enferma, por una enfermedad.

     Oliver no dejo que nadie se acercará. Subió a su habitación, y comenzó a romper todo a su paso. Todo lo que conseguía a su alrededor estaba en el suelo y hecho añicos. Sus padres intentaron abrir la puerta. Y Owen buscaba las llaves de la habitación por toda la casa. De pronto los gritos cesaron. Oliver cayó de rodillas al suelo y soltó un grito desgarrador. Su madre no pudo evitar llorar.

     —La tengo— Owen abrió la puerta y miro el interior —. Quédense aquí.

     Camino entre el desastre. Habían vidrios rotos. Fotos regadas. Los dibujos estaba en el suelo por todos lados. Miro a su hermano, estaba verdaderamente destrozado. Él se arrodillo junto a él. Le tomó el rostro y lo miró a los ojos. Azul contra azul.

     —Ella murió, Owen, me dejo— su hermano lo envolvió en un brazo.

     —Lo sé, lo lamento— lo abrazo con más fuerza —. Si pudiera quitarte ese dolor lo haría.

     —La vida es injusta, Sarah era buena, un ángel— se lamentaba Oliver —. No merecia morir, Owen. Ella no. Ella murio, me dejó. Nos dejó.

     —Lo sé, hermano, lo sé— lo abrazo con más fuerza —. Pero ahora Matt te necesita, necesitas ser fuerte.

     Oliver sacudió su cabeza ante el recuerdo y miró el camino de regreso. Liliana llevaba la caja entre sus manos. Y sobre esta, una caja de Starbucks que se habían detenido a comprar. Él se desvío y se dirigió al mismo parque al que había llevado a Matt hace un tiempo. Era hora de ver el árbol de cerezos. Miró la guantera y se aseguró de tener linternas.

     —¿A donde vamos?— preguntó Liliana.

     —Necesito un momento— ella asintió levemente, Oliver le tomó la mano y la entrelazo con la suya —¿Qué te tiene tan pensativa?

     —¿Por qué no me dijiste que dejaste de pintar?— él la miró un segundo antes de volver a mirar la carretera —. En navidad, te regalé esa caja llena de materiales para dibujar, porque la veías con anhelo, pero no dijiste que ya no pintabas.

      —Te lo dijo la mamá de Sarah, ¿no?— ella asintió —Vale, es verdad. Luego de su funeral, tome todo y lo queme. Solía hacer dibujos sobre medicina antes de conocer a Sarah, luego de conocerla comencé a dibujar a ella. Así que, cuando murió, solo lo dejé. No había inspiración. No tenía porqué seguir.

     —Pero el dibujo te gusta— él sonrió y asintió levemente —. ¿Por qué no me dijiste que lo dejaste?

     —Porque estoy enamorado de la medicina, Liliana— le beso los nudillos —. Y me gusta dibujar. Cuando tu apareciste en mi vida, de pronto me encontraba dibujando detrás de mis cuadernos sin siquiera ser consciente de que lo hacía. Y tú me pusiste una caja llena de cosas para pintar en las manos. Me regresaste eso que tanto extrañaba y no era consciente de ello.

     —¿Por qué no me dijiste?— repitió la misma pregunta.

      —Porque nunca tuve la necesidad de hacerlo— detuvo el auto en el estacionamiento —. ¿Por qué iba a decirte? Ya lo había retomado, no tenía porque decirte que lo había dejado en algún momento, solo debías saber que me gustaba dibujar.

     —Cuando se trata de Sarah, me dejas por fuera— él soltó un suspiro pesado —. Aún hay cosas que no me dices, que no me cuentas. Y he tenido que aprender por otros. Y me hubiera gustado que me lo hubieras dicho tú.

      —Estoy intentando contarte las cosas, Liliana— le aseguro —. Pero a mi ritmo, no al de los demás. Es una herida que cicatrizo, pero que me dolerá siempre. Y muchas veces, no sabré como contarte las cosas. Pero lo haré. Te lo contaré. A mi tiempo, sin presiones.

     —¿Y qué debo decirle a las personas cuando me lo digan?

     —Nada, no les digas nada— pasó las manos por su cabello —. Solo debes confiar en mi. Tú no eres ella. Nunca lo serás. Y te amo, te amo más de lo pude amarla a ella. Yo era solo un niño cuando ella murió, no sabía como lidiar con tanto dolor. Y estaba frustrado, y molesto con la vida.

     —Vale— ella miró el lugar —. ¿Qué diablos hacemos en un bosque a mitad de la noche?

     —Necesito estar aquí— abrió la puerta de auto y se bajo, lo rodeo y le abrió la puerta a Liliana —. No voy a dejarte aquí sola, vamos los dos.

     —¿Si sabes que existe el día? ¿La claridad del sol?— él la miro con diversión —Vale— miro el techo del auto —. Ahí te voy San Pedro.

     —¿Qué dijiste?— preguntó Oliver al oírle hablar el perfecto español.

     —Nada importante— él negó levemente y la miró con diversión.

     Oliver tomó las linterna, pero había ilusión en los senderos gracias a los faros. Al ser un bosque familiar, siempre lo mantenían bien iluminado. Saludaron al vigilante y siguieron su camino. Liliana llevaba las cajas de Starbucks, mientras Oliver llevaba la caja que le dio la madre de Sarah en sus manos. Y sus manos libres iban entrelazadas.

     Cuando llegaron al lugar donde Oliver tenía el árbol, ella leyó el cartel.

      —Lo puse hace unos meses con Matt, Sarah amaba los árboles de cerezo— explicó Oliver dejando la caja sobre la mesa junto a ellos, y le quito a Liliana las que tenía en la mano.

     —Son árboles muy lindos cuando florecen— él asintió levemente, abrió la caja, tomó un sobre y se lo extendió a Lili —. ¿Qué?

     —¿Puedes leerlo?— ella tomo el sobre —Lo siento, solo no creo poder leerlo sin determe a la mitad.

     Ella asintió. Lo abrió delicadamente ambos tomaron asiento en la mesa, bueno, Oliver. Porque él luego le tomó la cintura y la sentó sobre él. Ella miró el nombre del sobre:

      —Para cuando te enamores— susurro Liliana antes de dejar el sobre en la mesa.

     “Hola, Oliver:

     Cuando leas esto estoy segura que habrá pasado un tiempo desde mi muerte. Lo sé. Lo sé, porque sé que te cerraste al mundo, a las personas. Pero si estás leyendo esto, es porque mamá cumplió su promesa y se aseguró que estabas enamorado antes de entregarte estos sobres. Hice uno para cada ocasión importante de tu vida, espero que los leas.

     Y hola, novia de Oliver. Se que probablemente estés junto a él leyendo esto.

     Éramos una niños cuando estuvimos juntos. Unos niños inmaduros que creían en un final feliz. Le dije a Oliver un millón de reces que yo no era el amor de su vida, pero nunca me escuchaba. Supongo que ya se dio cuenta porque lo decía. En fin, no se mucho del amor, ya saben morí muy pronto como para saber si lo que sentía por él era amor real. Yo creo que si, pero quizás, si hubiera vivido un poco más, me hubiera enamorado de otra persona, quizás él sentimiento hubiera sido más intenso.

     Me alegra que al menos él, nos esté dando un final feliz. Espero que sigas pintado. Y que tu sueño de ser doctor ya esté apunto de cumplirse, o no cambiaras de idea en el camino. Serás un doctor increíble, un pediatra increible. Confío en ti.

     Espero que comparta todos tus sueños con la mujer que tienes a tu lado. Se que entenderá que a veces, querrás llorar por mi y gritar, y encerrarte en una burbuja, pero eso no será eterno. Te ira dejando pasar con los años. Y en algún momento, solo seré un recuerdo en su vidas. En sus vidas.

     No sé, si lo de ustedes sea un para siempre. De ser así, tengan una familia grande, Oliver y yo crecimos con hermanos. Y ambos entendemos lo importante de tenerlos. Espero que se estén felices. Háganse felices. Y luchen por ese amor que se tienen.

     Se que serán felices. Y van a reírse mucho. Van a discutir mucho también, pero se que siempre encontrarán el camino de vuelta. Vivan la vida como si cada día fuera el último.

Con amor, Sarah”

     Oliver sonrió levemente cuando Liliana doblo la hoja y la dejo junto al sobre. Él le dio un beso en la mejilla. Liliana la acaricio la mejilla y le limpio las lágrimas que corrieron por sus ojos. Luego le beso la nariz y le sonrió tiernamente.

     —Ella siempre será importante, muñeco— lo abrazo —. Procura recordarla con una sonrisa siempre.

     Liliana miró el reloj en su muñeca. Eran las doce. Sonrió. Se levantó de las piernas de él y sacó un pequeño pastel de la caja de Starbucks, le puso la vela y la encendio. Se ayudó con la mano para que la brisa no la apagará.

     —Cumpleaños feliz, te deseamos a ti, cumpleaños, Oliver, cumpleaños feliz— canto en español, Oliver sonrió ampliamente —. Feliz cumpleaños, muñeco. Pide un deseo.

     —Mi deseo esta justo delante de mi— él sonrió —. Aunque podría pedir algo más sobre nosotros— cerró los ojos y soplo la vela —. Cuando se cumpla te lo diré.

     Pasaron un rato más ahí. Y regresaron a casa. Se despidieron con un beso, y cada uno se fue a su propia casa. Para cuando el sol salió. Liliana se llevó a Oliver a dar vueltas por la ciudad mientras los demás dejaban listo el lugar donde le celebrarian el cumpleaños. Y cuando llevo la noche, Liliana lo llevó un restaurante.

      Él lugar estaba solo. Y les sacaron una foto justo entrando al restaurante. Oliver observo a Thalia sonreir y escabullirse entre las personas, él sonrió ampliamente. Liliana entró al reurante a oscuras.

     —¡Feliz cumpleaños, Oliver!— gritaron todos justo cuando las luces se encendieron un salía confeti por todos lados.

     —Feliz cumpleaños, muñeco— dijo Liliana con una sonrisa —. Me alegra estes en mi vida.

      —Y tú en la mía. Gracias.

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