Las notas de Lola | Malenavit...

By malenavitale

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El cuerpo de Lola es encontrado sin vida flotando dentro de una piscina. La policía no tiene pistas, y en la... More

Anónimo
Lola
Lola
Nina
Lola
Jano
Lola
Ámbar
Lola
Luca
Lola
Vera
Lola
Giovanni
Lola
Nina
Lola
Jano
Lola
Ámbar
Lola
Lola
Vera
Lola
Giovanni
Lola
Nina
Lola
Jano
NOTA DE LA AUTORA
Lola
Ámbar
Lola
Luca
Lola
Vera
Lola
Giovanni
Lola
Nina
Lola
Jano
Lola
Ámbar
Lola
Luca
Lola
Vera
Giovanni
Nota de la autora
El rastro de Lola

Luca

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By malenavitale


Estoy parado en el centro de la cancha y las pelotas vuelan alrededor mío, pero no me interesa salir herido. Escucho que algunos alumnos me hablan, aunque no presto atención a lo que dicen y simplemente asiento con la cabeza, formulando una respuesta automática para todos ellos.

Mis ojos se mueven con rapidez por todo el espacio. Observo a mis alumnos y me aseguro de no ver el rostro de ningún desconocido, así como también me dedico a estudiar cada rincón del inmenso gimnasio. No hay sombras detrás de las pelotas de vóley, tampoco debajo de las gradas y su única puerta está cerrada. Todo parece estar en orden, al menos por ahora.

Entonces recibo un pelotazo en la nuca y salgo de mis pensamientos.

Uno de mis alumnos se disculpa conmigo y corre a buscar su pelota, así que finjo una sonrisa y decido moverme hacia un rincón.

Intento centrar mi atención en el entrenamiento y en todos los chicos que están pidiéndome ayuda para diferentes cosas, pero simplemente no puedo. Todos mis sentidos están enfocados en controlar que no haya intrusos entre nosotros, que nadie se haya infiltrado para vigilarme, porque no pienso poner en peligro la vida de unos chicos inocentes.

—Formen dos equipos. El resto salga de la cancha y esperen su turno —anuncio en un grito, a lo que los chicos obedecen de inmediato.

A medida que algunos salen de la cancha y se acomodan en las gradas, yo los estudio uno por uno, asegurándome de reconocer todos sus rostros. Luego hago lo mismo con los que están en la cancha, jugando un partido. Y recién en ese momento consigo relajarme apenas un poco.

Apoyo mi cabeza contra la pared y cierro los ojos un instante.

La realidad es que no pude dormir ni siquiera quince minutos de corrido. Me despertaba exaltado y corría de inmediato a mi ventana, para asegurarme de que no haya nadie espiándome ni a mí, ni a Ámbar. Entonces pasaba más tiempo del necesario corroborándolo y, al regresar a la cama, a los pocos minutos volvía a repetir el mismo proceso.

En la madrugada pensé en llamar a Ámbar, pero no quería correr el riesgo de despertarla. Además, tampoco me sentí cómodo con la idea de preocuparla todavía más, así que me pareció mejor guardarme la paranoia para mí mismo.

Cuando sonó mi despertador, yo me encontraba parado a un lado de mi ventana, mirando hacia la calle. Y ahí fue cuando caí en la cuenta de que realmente no había podido dormir casi nada, todo por culpa de un acosador misterioso.

Saco mi celular para mirar la hora y, al bloquearlo, me cuesta reconocer al chico que aparece en el reflejo de la pantalla. Tengo unas notorias ojeras, la mirada bastante apagada y el pelo completamente despeinado, sin contar que mi ropa está desalineada; jamás lucí peor en toda mi vida.

— ¿De qué es el disfraz?

Entonces me exalto y giro violentamente, preparado para enfrentarme a lo que sea. Pero mi adrenalina baja de golpe cuando veo que solamente se trata de Elián, quien me observa con una sonrisita burlona en el rostro.

—Entiendo tu entusiasmo, pero el disfraz de zombi tendrías que reservarlo para la fiesta de Halloween del club —continúa, sin borrar la sonrisa.

Su comentario hace que emboce una débil sonrisa.

—No dormí absolutamente nada —le comento.

— ¿Insomnio?

Asiento con la cabeza, aunque yo sé que no fue así.

—Eso es porque estás muy estresado —dice, poniendo una mano en mi hombro. Entonces siento un cosquilleo en mi estómago y me alejo con disimulo de él—. Quizás tendrías que tener menos horas de trabajo, porque el profesorado, tus alumnos y tus propios entrenamientos están exigiéndote bastante.

—No voy a dejar nada —respondo, tratando de no sentirme nervioso—. Simplemente tengo que encontrar el modo de poder organizarme bien.

Y Elián se traga mi mentira, porque asiente con la cabeza y me da unas palmaditas en la espalda.

Como nota que estoy un poco desconectado, se hace cargo de mi clase, indicándoles a los chicos que es hora de cambiar los equipos. Yo me limito a observarlo en silencio, totalmente agradecido por su intervención.

Elián es el entrenador favorito de muchos, incluso el mío. Cuando recién había comenzado a trabajar en el club, hace unos dos años atrás, él se encargó de guiarme y de hacerme sentir como en casa. Realmente se preocupó por mí y no dudó en enseñarme todo lo que sabía –incluso algunos de sus trucos-, algo que siempre voy a valorar. Y no hay nada que anhele más que poder convertirme en alguien como él cuando sea mi turno guiar a los nuevos entrenadores, porque realmente es un modelo a seguir para mí.

Él se voltea a verme y noto que sus ojos marrones irradian preocupación. Entonces le enseño mis pulgares en alto y eso le sirve como confirmación de que todo está bien, por lo que me dedica una sonrisa y se mete en la cancha. Así que comienza a jugar con los chicos y yo lo miro con una mezcla de admiración y burla, por un lado porque sus movimientos son rápidos, limpios y precisos y, por el otro, porque me resulta gracioso el modo en el que su pelo negro se sacude cada vez que le pega a la pelota. Además, es realmente alto y su ancha espalda queda al descubierto debido a la musculosa que lleva puesta, por lo tanto, destaca mucho entre mis alumnos pre-adolescentes.

Cuando termina el entrenamiento, me acerco a él para agradecerle por su ayuda y su respuesta es unas palmaditas en mi espalda. Entonces, cuando creo que va a irse, se voltea y me dice:

— ¿Qué te parece si vamos al cine esta noche?

—Me parece bien.

— ¿No te molesta que nos acompañe mi hermana y una amiga suya?

Niego con la cabeza.

Aunque la realidad es que sí me molesta. Bueno, no es que su presencia me resulte molesta, sino un tanto incómoda. Elián una vez mencionó que ella estaba interesada en mí y, cuando organizó una salida grupal para que nos conozcamos, no sólo no conecté con ella, sino que me sentí incómodo toda la noche.

Pero le debo una a Elián y también necesito olvidarme del acosador, así que no tengo otra opción que aceptar la invitación.

Al salir del club, voy caminando directo hacia la estación, donde deben estar esperándome los chicos.

En el camino, intento relajarme, pero se me hace imposible no mirar por encima de mi hombro cada tanto, para asegurarme de que no haya nadie siguiéndome. También hago una vista panorámica cada media cuadra y me enfoco especialmente en los árboles, para confirmar que no haya nadie mirándome detrás de uno.

Cuando me encuentro con el grupo, me doy cuenta de que Ámbar tampoco puede dejar de mirar hacia todos lados. Y eso significa que no soy el único paranoico, lo cual no sé si me tranquiliza o me altera todavía más. De todos modos, ninguno de los dos toca el tema en voz alta, simplemente nos dedicamos a corroborar que no están espiándonos o tomándonos fotos.

Ahí es cuando Vera suspira irritada y dice:

—Me están poniendo nerviosa. ¿Qué les pasa?

Ámbar me mira con los ojos bien abiertos.

Por un segundo medito las palabras que pienso usar, probablemente porque tengo en mente inventarles alguna mentira. Pero quizás ellos son los siguientes o, en realidad, están siendo actualmente acosados y no lo notaron, así que es preferible que les diga la verdad para poner opiniones en común.

—Cuando se fueron ayer en la noche, Ámbar y yo salimos a sacar la basura y encontramos a alguien espiándonos.

Todos se quedan en silencio. Sus miradas irradian sorpresa y lucen como si se hubiesen esperado cualquier confesión, menos esa. Entonces entiendo que el acosador solamente fue detrás de nosotros dos y no comprendo por qué. ¿Qué tenemos de especial?

Y como si se tratase de un acto reflejo, Nina empieza a mirar hacia todos lados, probablemente checando que no haya nadie escuchando nuestra conversación. Jano no tarda en imitarla.

Mierda, les contagiamos la paranoia.

— ¿Están totalmente seguros? —pregunta Vera en un susurro.

—Le sacó fotos a los frentes de nuestras casas —responde Ámbar, imitando su tono de voz—. Así que sí, estamos totalmente seguros.

— ¿Qué motivo tendría alguien para espiarlos a ambos? —la pregunta de Giovanni hace que me encoja de hombros.

— ¿Y si está relacionado con el asunto de Lola y las notas? —sugiere Nina.

Entonces guardamos silencio un instante.

Estuve pensando en eso durante toda la noche, pero me parecía completamente absurdo. Es decir, Lola está muerta y, aparentemente, su asesino no tiene idea de que ella está comunicándose con nosotros. Por lo tanto, realmente no hay forma de que nuestro acosador sepa sobre Lola y nuestra investigación.

Pero quiere algo de nosotros, de eso no hay duda.

—Si alguien más está pensando en que su asesino está siguiéndonos las huellas, entonces creo que sería una buena idea empezar a salir armados —dice Giovanni, mientras que mira por encima de su hombro. Y su tono de voz preocupado nos da a entender que está hablando totalmente en serio.

—Dudo muchísimo que así sea —le responde Vera—, se supone que las notas son un secreto.

—Yo pensaría en lo que dijo Giovanni —Jano se encoje de hombros—. Aunque estemos convencidos de que Lola es quien envía las notas, no podemos descartar la posibilidad de que todo esto termine siendo una trampa.

—Recuerden que estamos intentando resolver un crimen, chicos. Es un asunto serio —añade Nina. Jano y Giovanni simplemente asienten con la cabeza—. Y mientras más avanzamos con la investigación, mayor es el riesgo que corremos.

No pienso admitirlo en voz alta, pero tienen razón.

Este asunto nunca fue un juego. El problema es que, en lugar de especular sobre los riesgos que íbamos a correr desde el principio, decidimos meternos en la investigación de lleno, sin siquiera haber pensado en la posibilidad de que el asesino nos descubra. Y creo que ahora es tarde.

De ahora en adelante tenemos que ser más cuidadosos, en muchos aspectos. Nuestra investigación tiene que ser un secreto entre nosotros y tenemos que intentar hacerla lo más cotidiana posible, para no levantar sospechas. Y para seguridad de todos, probablemente vamos a tener que hacer lo que sugirió Giovanni, porque ninguno de nosotros sabe cuándo puede ser tomado por sorpresa; así que tenemos que estar preparados.

Camino a los Bosques de Palermo, no solamente viajamos haciendo un silencio absoluto, sino que la paranoia es más fuerte que todos nosotros y vamos estudiando el vagón del tren en todo momento. Como vamos parados y el tren está realmente lleno, no solo se nos dificulta poder distinguir alguna conducta sospechosa, también nos sentimos desprotegidos. ¿Y si nuestro acosador se escabulle entre el tumulto de gente, mata a alguno de nosotros y escapa?

Basta, no puedo dejar que la paranoia me gane.

Pero no puedo negar que el vagón lleno sería la escena del crimen perfecta.

Cuando llegamos a nuestro destino, chequeo que todos estén en condiciones. Ámbar me mira con el ceño fruncido cuando me descubre observándola de pies a cabeza, pero simplemente le sonrío nervioso y prefiero guardarme la excusa para mí mismo. No creo que sea un buen momento para hacerlos entrar en pánico.

Lo primero que hacemos es caminar en dirección al Planetario, para tener una mejor vista de los árboles que lo rodean. Sin embargo, a los pocos minutos nos damos cuenta de que fue una pésima idea, porque los árboles no sólo tienen tamaños similares, sino que sus características son prácticamente iguales y no hay forma de diferenciarlos de ningún modo.

—Me pregunto cuánto tiempo habrá estado Lola pensando en el contenido de sus notas —gruñe Ámbar, mientras observa la arboleda con fastidio.

—De hecho —interviene Jano—, sus maldades eran instantáneas. Y estos enunciados indescifrables cuentan como una maldad.

A todos se les escapa una risita, menos a Giovanni.

Desde que mencioné el tema del acosador, parece más nervioso de lo normal. Cuando estábamos en el tren, sus ojos no paraban de moverse de un lado a otro y noté que tenía un leve temblor en la mano. Y ahora no podría decir si continúa igual o empeoró.

Entonces noto que Nina le da un apretón amistoso en la mano y le sonríe, como si estuviese intentando tranquilizarlo. Eso me hace pensar que ella sabe qué le está pasando a Giovanni.

— ¿Qué les parece si nos adentramos entre los árboles? —Propone Nina—. Quizás la nota está pegada en algún tronco.

—No creo que esté a la vista —responde Vera—, pero coincido en que debemos adentrarnos, porque estamos perdiendo el tiempo parados acá.

Y sin más, empezamos a movernos en dirección a la arboleda.

A medida que vamos acercándonos, pienso en las palabras de Nina y Vera. Yo tampoco creo que esté los troncos, pero quizás se encuentra sobre alguna rama, lo que significa que vamos a tener que mirar hacia arriba con muchísima atención.

Sin embargo, cambio de opinión cuando llegamos a nuestro destino.

Todos los troncos de los árboles tienen una nota blanca pegada.

—Esto tiene que ser un chiste —murmura Giovanni.

—Díganme que no soy la única que ve muchas notas —acota Vera, quitándose los oojos para limpiar sus vidrios.

—Resulta que sí estaba en los troncos —le digo a Nina.

—Pero no imaginé que iba a estarlo en absolutamente todos.

—Bien, hora de trabajar —anuncia Jano—. Revisemos todas las notas, hasta que encontremos algo relevante en alguna de ellas.

Entonces nos ponemos en acción.

Decidimos dividirnos en grupos de a dos para tardar menos, así que Ámbar y yo empezamos a buscar por nuestra cuenta.

Las primeras ocho notas que sacamos de los troncos están en blanco; a los chicos les pasa exactamente lo mismo, menos por una que agarra Vera que tiene forma de corazón. Continuamos arrancando las notas y encontramos algunas con dibujitos sin sentido, otras con rayones y muchas más en blanco.

Por un segundo se me ocurre pensar que quizás los dibujos significan algo, así que las separo de las que están en blanco y de las que tienen rayones sin sentido. Pero siento que lo hago en vano, porque no se me ocurre una forma de poder sacar un mensaje coherente de tantos dibujitos sin un significado en especial.

Dondequiera que esté, apuesto a que Lola debe estar muriéndose de risa al vernos correr entre los árboles, cargando una pequeña pila de notitas cada uno.

— ¡Encontré algo! —grita Vera.

Así que vamos directo hacia donde se encuentra ella y Giovanni.

—Es un nombre de hombre —nos anuncia—: Ignacio Ramírez.

Entonces nuestras miradas se dirigen a Ámbar.

Su primera reacción es soltar una carcajada, a lo que todos nos limitamos a observarla con confusión. Pero no tarda mucho en darse cuenta de que Vera habla en serio, le arrebata el papel de la mano y dice:

—Siempre supe que hice bien en dejarlo.


___________________________________

HOLAAAAAAAA

Quiero aprovechar esta nota para hacerles un breve comunicado: la semana que viene empiezo a estudiar para los finales de la facultad, así que lo más probable es que esté un poco ausente. Btw no voy a dejar de escribir, de hecho, voy a hacer todo lo posible para que la historia siga en pie. Pero solamente quiero pedirles a ustedes que sean pacientes con las actualizaciones.

Otra cosa: ¡gracias por el apoyo! No puedo creer la cantidad de views y votos que tiene la historia, es una completa locura, sobre todo teniendo en cuenta que comencé a subirla hace poco. Realmente son unos lectores increíbles y los quiero muchísimo.

Nos vemos en la próxima,

Male.

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