Impure© | Shawn Mendes

By respectstyles

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❝¿Quién diría que el hombre más severo e imperturbable de la empresa Fairchild podría llegar a ser el castiga... More

IMPURE©
CAST + PLAYLIST
IMPURE'S VIDEOEDIT
01. "Shawn Mendes"
02. "Bienvenido a la empresa"
03. "Manzana mordida"
04. "Invitado"
05. "Ruth Gallagar"
06. "Mentir y alejarse"
07. "El viaje" (parte I)
08. "El viaje" (parte II)
09. "¿Aceptas entonces?"
10. "Poco hombre"
11. "Demasiada imaginación"
12. "El tipo de hombres"
13. "Un cambio"
14. "Débil orgullo"
15. "Gran potencial"
16. "El amor es una tontería"
17. "Alterego"
18. "Desconfianza"
19. "Niñerías"
20. "Sospechas"
21. "Pequeñas heridas"
22. "Demasiado"
23. "Terriblemente placentero"
24. "Ajeno"
26. "Bomba de tiempo"
27. "Caos"
28. "Bésame" (parte I)
28. "Bésame" (parte II)
29. "Decisiones personales"
30. "Verdades"
31. "Niñita"

25. "Gélido"

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By respectstyles

Shawn's POV

La dura suela de mis zapatos negros resonaba por los pisos relucientes de Fairchild, dándole suma presencia a mi persona, y esto se podía corroborar por medio de las falsamente disimuladas miradas de las secretarias y personas ubicadas en la sala de espera principal, incluyendo algunas miradas desde las salas de conferencias.

Todos me observaban como si supieran algo que yo no, o como si yo supiera algo que ellos no saben y quieren averiguar.

Cada quien tenía su manera de definir a un bicho raro, claro. Quizás para ellos un bicho raro sería alguien que posee información que ellos no, o viceversa.

Cualquiera que observara con atención la manera en la que las miradas caían sobre mí como lluvia tormentosa pensaría que es por lo bueno que soy en mi trabajo pero, conociendo bien el concepto de las miradas, sé que no es así.

Mis pies se giraron decisivamente en cuanto estuve cerca de la entrada a la oficina se Joshua, puesto a que él había sugerido que le hiciera entrega yo mismo de todos los recibos de pago de este mes. Odiaba el hecho de hacerlo, porque para eso hay un gran número de empleados, y yo soy como un segundo rey en esta empresa, sin presumir.

Las veces que él no había querido así era por razones simples, como que quería indagar conmigo sobre algo importante, pero esta fue sin razón.

—Te sugiero que olvides eso de estarme tratando como tu sirvienta personal, no me presto para...

Me detuve al girarme de la entrada y percatarme de que no estaba aquí, lo único que había era un montón de cajas que parecían haber sido revisadas aquí, puesto a que todas se encontraban en el suelo entreabiertas.  Eran alrededor de cinco cajas del mismo color y tamaño.

Sostuve el manojo de papeles en mi mano derecha y me apresuré para dejarlos sobre el escritorio sin dejar de lado mi expresión de confusión, como si hubiese visto a la estatua de la libertad en bragas.

¿El por qué de mi confusión? Estos paquetes tenían fechas de entrega desde hace tres meses atrás y, además, todo este tipo de cosas quedaban archivadas en el almacén ubicado en la planta baja, justo detrás del estacionamiento privado.

Sentí la punta de mis dedos picar en cuanto toqué las alas de una de las cajas y la abrí sin dudarlo, observando una gran cantidad de lienzos con cierta pintura plasmada en ellos.

Pero eso no fue lo que más me descolocó.

Sino que todas las pinturas de esa caja eran similares, por no decir iguales.

De pronto me apresuré en revisar el resto. Las pinturas en cada caja eran diferentes, pero en cada caja habían varias copias de la misma.

¿Acaso Joshua no vendía las pinturas originales?

Joshua tenía una gran cantidad de negocios con personas de otros países, como India, Tailandia, Japón, Eslovaquia, y muchos más, por lo que no sería molestia para él distribuir una copia en cada país o, si es posible, en cada uno de los tres continentes, proporcionándole así ganancias indefinidas.

Ante mi deducción solté de golpe la pintura, dejándola dentro de la última caja y recobrando mi postura en cuanto escuché la puerta abrirse, revelando nada más ni nada menos que al dueño del edificio.

Un edificio que cada día parecía tener más pinta de cenicero.

—Supongo que supones que debiste haber tocado antes de entrar —sus pisadas se dirigieron hacia su asiento, sin apartar su mirada de mí, como si tratara de descifrar algo en mí que no lograba encontrar.

Y eso me satisfacía.

Me crucé de brazos alzando una ceja, observándolo desde mi altura.

—Nunca te he tocado la puerta.

De sus labios escapó una suave y amarga risa. Se sintió como si quemara mis tímpanos por más que el tono que usó fuese bajo.

—Pues, deberías aprender a hacerlo.

—No creo que deba ser el único en aprender a ser educado —sentí un ligero ardor en mi garganta cuando pronuncié aquellas palabras —. Los jóvenes no somos los únicos que deben ser corregidos —golpeé su escritorio captando aún más su atención en cuanto tomó los papeles entre sus manos, dándome una perfecta vista de su lujoso reloj negro —, los viejos como tú también necesitan un poco de valores.

Sus ojos parecieron analizar mis facciones, incluso sentí como estos entraban en mis pensamientos tratando de mirar por donde iban mis palabras. Pero los apartó, como si no hubiese encontrado nada.

Como siempre.

O eso parecía.

Relamí mis labios girándome dispuesto a dejar de sostener su estúpida mirada de autosuficiencia que estaba comenzando a hartarme de sobremanera. Pero sus palabras me detuvieron en seco.

—Te recomiendo que dejes de caminar sobre el lado frágil del hielo, porque cuando este se quiebre por completo, la corriente te arrastrará con tanta fuerza, Shawn, y escúchame bien —escupió con firmeza, causando que me girara para observar sus mirada gélida y sombría tratar de pisotearme, mientras yo le dedicaba un gesto despreocupado —, no habrá nada que pueda volver a colocarte en el lado sólido del asunto, nada.

Me giré de nuevo, mirándolo por encima del hombro. —A eso, Joshua, se le llama arriesgar.

—Arriesgas demasiado.

—Es mi especialidad —respondí con firmeza, caminando a paso firme hacia la entrada.

Era tan putamente irritante que, de ahora en adelante, cada vez que me pida traerle personalmente los documentos me excusaré como niña de preparatoria.

—Y Shawn —me volvió a llamar, causando que lo observara desde el poco espacio entre la puerta y yo —, es esa la razón por la cual te quiero dentro.

—Cómprate un reloj de arena —escupí sarcásticamente —, así podrás contar cuantos granos quedan para que ya no esté dentro de tu bola de cristal.

Cerré la puerta con tranquilidad, no sabía quien estaba llevando la batuta en el asunto, pero cada vez que discutía con él sentía que me quitaba un peso de mis hombros.

Pero ese peso volvía cada vez que los ojos de Isabella tomaban posición.

Y no era que estuviese enamorado de ella, porque el amor era el factor menos importante y necesario en mi vida.

De sólo pensarlo, me causaba jaqueca.

Era el gran peso que cargaba con tener que engañarla, y no me importaba demasiado hacerlo, incluso ese tema estaba comenzando a aburrirme, agregando que esos sentimientos de aburrimiento se convertían en algo diferente cuando lograba desahogarme con ella, cuando mi boca soltaba palabras e información que no debía revelar.

Ella tocaba mi punto más débil sin siquiera intentarlo, y eso comenzaba a desesperarme, empezaba a provocar que me cuestionara sobre mis acciones después de haber estado seguro de cada una de ellas.

Incluso, me hacía sentir lástima por ella, y si yo tomo la decisión de aplastar a alguien lo hago sin más, sin remordimientos, sin pesos que cargar, sin granos en el culo.

Ella me había hecho involucrar sentimientos indebidos, pero sin duda entre ellos no estaba incluido el amor o el aprecio en lo absoluto.

De eso estaba totalmente seguro.

Lo peor de todo, es que la necesidad de tenerla cerca era uno de esos sentimientos que estaban en juego, y siempre había un pequeño sentimiento de arrepentimiento sobre el hecho de defenderla tanto, o bueno, no siempre, sino justo ahora.

No entendía como su vida parecía chocar tanto con la mía, se suponía que no debían afectarme sus asuntos personales.

Soy jodidamente patético.

Y fue ese instante en que una sonrisa se me escapó cuando la vi sentada en mi escritorio al llegar a mi oficina, cambiándome el pesado humor de una vez por todas y jugando con mis acciones de nuevo, por lo que pasé el seguro a la puerta y caminé en su dirección.

En ocasiones ella parecía estarme controlando. Ella creía manejarme a la perfección, pero lo que no sabía era que quien mantenía la dirección sobre ella era yo.

Yo definiría su futuro en Fairchild. Ella estaba en mis manos y no tenía ni idea de lo que eso significaba.

—¿Me acosas? —bromeé en cuanto ella bajó de mi escritorio, observándome desde su diferencia de estatura.

—Ya quisieras —susurró contra mis labios, su uniforme perfectamente ordenado cautivándome al instante en que su perfume y sus suaves manos también lo hacían mientras acariciaban mi abdomen sobre la tela de mi camisa negra.

Por más que sus labios se encontrasen muy cercanos a los míos, ella no se atrevía a juntarlos, por lo que coloqué mis manos firmes en su espalda baja y cambié de posición con ella, quedando yo apoyado al escritorio y ella entre mis piernas. Fue inevitable no juntarla más contra mi cuerpo.

Su nariz rozaba dulcemente con la mía, causando que sintiera una corriente tentadora consumirme.

Pero lo que más me sorprendió no fue que se alejara unos centímetros de mi rostro sin hacer nada, sino su rostro confundido, y más que confusión fue como si hubiese recordado algo.

—¿Qué pasa, Bella? —me atreví a preguntar sin parar de acariciar sus caderas sobre la tela con mis pulgares.

Entonces el miedo también tomó posición en sus facciones.

—¿Por qué no me habías mencionado nada sobre tus padres adoptivos?

Okay, faltaban cinco votos más para que pudiese actualizarles otro capítulo, pero como yo las quiero mucho lo subí antes.

Ahora sí, +55 votos y actualizo.

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