TRES ZIMMERMAN PARA UNA GREY...

By imwritercs

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Phoebe es exitosa en su profesión, más que feliz en su matrimonio, y pese a que Rose llega casi a los cinco a... More

Leer, por favor.
[PREFACIO]
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-EPÍLOGO-
UNA HISTORIA MÁS

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By imwritercs

¡Hey! Hola gente linda. He aquí un nuevo capítulo, que trae reconciliación incluida, espero que les guste, y nos seguimos leyendo. ¡Besos!
Cinthya.

Es bastante tarde cuando llegamos a casa. Paul estaciona el auto en su lugar, para luego salir y abrir la puerta del copiloto para mí, tiende su mano para ayudarme, le pido que espere un poco, me he quitado los zapatos en el camino. Sawyer se ha quedado en el restaurante a la espera de Björn y su hija, que feliz, no me tiene, decidimos venirnos antes, para evitar que las cosas se pusieran extrañas si viajamos los cuatro en el mismo auto. Bajo del auto con los zapatos en la mano, me duelen los pies. La única luz prendida es la de la sala, y una de las del pasillo de las habitaciones.

—Iré un momento con los niños, quiero avisarle a Danielle que hemos llegado para que se retire a su habitación.

—Traeré mis cosas de la otra habitación, te alcanzo cuando les deje en la nuestra. —Deposita un beso muy cerca de mi sien.

Es una sensación maravillosa, ni que decir, tenía una idea equívoca de como terminaría esta cena. Al tener a las dos arpías reunidas en un solo lugar, pues cabía la posibilidad de tener en manos la receta secreta para el desastre. Pero, por el contrario, salieron grandes verdades a la luz. Esta noche puedo quedarme tranquila, no solo por las confesiones de Chloe y la caída de la máscara de Jasmina, sino, porque es el fin de días de tristeza y soledad.

Me adentro en la habitación de mis niños, está iluminada solo con la lámpara de la cama de Rose, y los tres duermen a placer. Me acerco a Danielle para despertarle, lo hace un poco confundida, pero al verme, se tranquiliza. Tras darle las gracias por cuidar de mis angelitos.

Deposito un beso en la cabeza de ambos, aunque ellos duermen tan profundamente, que es palpable que no le sentirán, pero no es impedimento para darle una muestra del inmenso amor que siento por ellos. Paul entra unos minutos después, y tras hacer lo mismo que yo, me pide que le acompañe al jardín. Está loco, pero no puedo negarme.

Estando a nada de terminar de bajar las escaleras, la puerta de la entrada se abre dejando ver a Sawyer, que sostiene la puerta para dejar entrar a quienes le siguen, tras dejarles en la sal, nos dedica un asentimiento para volver a salir.

— ¿Me pareció extraño no encontrarles? Hasta que encontré a su guardaespaldas y me dijo que ya se habían venido. ¿Alguna emergencia?

—Tío, los niños. Es muy de nosotros verles antes de dormir, pero llegamos tarde, los dos ya rondan el quinto sueño. Siento no haber avisado que nos marchábamos, pero teníamos prisa. —Le explica él. Mientras me dedico a observar a Jasmina, que tiene cara de odiar a todos.

—Iré a arreglar mi maleta, nos regresaremos en el primer vuelo de mañana. Papá, ya he reservado para las seis. —Dice ella. —Buenas noches a los tres.

Pasa por mi lado casi tirándome, bromeo con que han sido las copas de vino y se ha ido de lado, sabiendo que lo ha hecho con toda la intención. Pero, no estoy dispuesta a seguir su juego, el pobre hombre no tiene la culpa del descontrol de ella. El tío Björn se despide de nosotros, planea dormir unas horas, le ha tomado por sorpresa la hora del viaje, pero se confiesa feliz de poder regresar a su casa.

—Acompáñame —dice mi amor tomando mi mano.

De solo pisar el escalón de salida, se siente el aire fresco que corre por el jardín.

—Está haciendo un frío cagante, Paul. —Murmuro quejándome.

Me mira, se quita la chaqueta y la deja caer sobre mis hombros. Parece muy decidido a mostrarme alguna cosa. Vaya, con la hora y el climita que no coopera. ¿Qué es de piedra o qué? Está aún más frío que cuando llegamos, ¿Habrá notado que traigo vestido? Voy a morir congelada. Nos acercamos a la parte final del jardín, donde hay unos árboles enormes, en primavera dan unas flores hermosas. Suelta mi mano y se hinca cerca del tronco de uno de los árboles, y tan pronto como hace eso, el sitio se ilumina.

No puedo creerlo, sonrío viendo lo que ha hecho. Me recuerda un par de cosas. Ha colgado las fotos de nosotros y los niños, como en el momento en que me pidió matrimonio.

— ¿A qué se debe esto? —pregunto con curiosidad.

Me mira y sonríe, se recompone para caminar en mi dirección. Se lleva las manos a los bolsillos y suelta un suspiro.

—Alguien me dijo que la mejor forma de expresar lo que se siente, es recordar lo vivido. —Sus manos, que están heladas, acarician mi rostro. —En cuanto has mencionado las alianzas, he sabido lo que debía hacer. No quería discutir más, y necesitaba tenerte cerca. Por eso he preparado esto, eran mi plan A, sin saber que habría un plan B que saldría a función antes de este. Que tú, eres todo lo que quiero en esta vida, cariño.

Me pican los ojos.

Que estúpida soy, siempre que doy inicio a los problemas, él es quien los soluciona. Las lágrimas recorren mis mejillas sin poder controlarlo.

—Mi amor, ¿Qué pasa? —pregunta preocupado.

—Soy terrible como esposa, pensé que esta noche sería igual a las otras. Incluso creí que nuevamente tendríamos algún disgusto por tener a ellas dos de cerca... juntas. Y tú pensaste en esto, que es muy hermoso, me encanta. —Me hago un morro. —Siempre me tomo las cosas con una actitud de mierda.

—Phoebe, te voy a lavar la boca con jabón y esponja. Estás terriblemente mal hablada. —Dice con dulzura en su voz. —Esa boca tuya, no digas más cosas feas y mejor, usémosla para algo más bonito.

— ¿Cómo qué?

—Esto. —Inclina un poco la cabeza, y me besa.

Lo hace con vehemencia. Me toma cosa de nada responderle, que yo también le deseo. Enrollo los brazos alrededor de su cuello, mientras sigue deleitándome con sus deliciosos besos. Estar entre sus brazos es lo mejor que me puede suceder en este momento. Descanso mi cabeza sobre su hombro,l.

—Entremos a casa, no quiero que te congeles aquí afuera.

Toma mi mano llevándome hasta la sala, me giro cuando se detiene tras de mí. Estoy a nada de preguntarle porque lo ha hecho, cuando le oigo decir:

—Préstame la chaquetilla un momento. —La retira de mis hombros y busca algo dentro de ella. Saca su mano en un puño. —Pon tu mano, Phoebe.

—Bien —murmuro dudosa, dejando la palma de mi mano hacia arriba. Abre la suya, y de la misma cae un llavero.

Miro lo que ha dejado, me gusta. Un llavero de la torre Eiffel, un poco más pequeño del que llevo en mis llaves de la casa, ese que él mismo me regaló. París representa algo hermoso en nuestras vidas. Me llama la atención la llave que cuelga de la punta del mismo.

—Me gusta. Está precioso, gracias. ¿A qué se debe? —Susurro, pensando en algo que haya ocurrido para estas fechas. 

¡Jodida mierda!

¿Qué demonios tengo en la cabeza? Renovamos los votos matrimoniales en un día como mañana, antes de que naciera Manuel. Vaya mierda de cabeza la que tengo. Por estar más pendiente de estupideces que de mi propia vida, olvido cosas como estas.

—Quería regalártelo, le he traído de Múnich. Pero con todo lo ocurrido, no había tenido oportunidad de dártelo, creo que es el mejor momento.

—Pídeme el divorcio —suplico apenada, ni siquiera puedo verle.

—Phoebe, tú sí estás loca. —Dice mofándose, no se lo ha tomado en serio, porque era broma. —No pasa nada, cariño.

—Lo olvidé, de verdad. Tengo mundo y medio en la cabeza, para colmo, por estar con mis tonterías. —Niega con la cabeza. —Lo siento, por no tener nada especial.

—No pasa nada. —Repite. —Este llavero, debes llevarlo contigo siempre, y con eso seré más que feliz.

—Se lo pondré a la llave de la oficina, se mirará hermoso. No quiero cambiárselo a las de la casa, porque tienen el otro que me diste, que también me gusta mucho. —Me mira, me mira y me mira. — ¿Por qué la llave? ¿Es para que pueda diferenciarlos? Pero este es más pequeño, y además tiene una llave. Mira, y una piedra.

Mi vista viaja de mi anillo a la llave, tienen la misma piedra o al menos se parecen.

—Granate, que simboliza fidelidad. —No puedo evitar mostrarle una sonrisa, y reiterar lo idiota que soy. —Además, abre algo muy significativo.

— ¿El qué? —inquiero confundida. ¿Qué va a abrir algo tan pequeño?

—La llave del llavero, no es una simple llave, tiene un secreto guardado. —Frunzo el entrecejo, ahora sí que no entiendo nada. De su bolsillo, saca sus llaves, y después unos segundos buscando, coloca entre sus dedos un corazón del tamaño de una moneda. —Tú tienes la llave de mi corazón, ¿Quieres probar?

Me llevo las manos a la boca, sorprenderme tres veces en menos de media hora, debe ser todo un récord. Lo coloca frente a mí, y con trabajo consigo poner la minucia de llave en la entrada. Le miro a los ojos, me hace un guiño y un gesto en su rostro que refleja misterio. Murmura que debo girarle para descubrir el secreto, lo hago.

—No, me muero, Paul —susurro, no paro de sonreír. — ¿Cómo conseguiste algo así en unos cuantos días?

—Mi padre y sus conocidos, una descripción rápida y entrega aún más rápida. Quería encontrar algo bonito, y lo hice, me han mostrado lo principal y yo he pedido los ajustes. ¿Te gusta?

— ¡Me encanta! —exclamo antes de saltar a sus brazos de un solo brinco. —Es lo más bonito que he visto.

—Oye —se queja fingiendo molestia. —Me voy a poner celoso de un relicario. Antes me habías dicho que yo soy lo más bonito.

—Eres un tonto, Paul. —Digo, y le beso los labios. —Ahora dime, ¿Por qué yo no tengo esa foto?

—Ah, porque me la ha pasado Theodore.

—Es de la fiesta en el jardín que hicimos para el abuelo Ray. —Recuerdo con melancolía.

—Sí, la ha tomado cuando estábamos con los niños. No sabía dónde ponerla, y he encontrado un lugar especial. —Me mira, tengo los ojos humedecidos. —No, Phoebe. No vayas a llorar otra vez, ¡Eh! Porque entonces, te haré cosquillas, y no lo quieres, ¿Verdad?

—No, no vuelvo a llorar en toda mi vida. La última vez casi termino con lumbalgia —expreso a modo de broma. Aunque no estoy tan lejos de la verdad, esa vez me atacaron Rose y él. Acaricio sus mejillas con mis pulgares. — ¿Sabes? Creo que te debo un regalo.

Me encargo de unir nuestros labios, besándole con deleite y pasión, con una entrega profunda. Como la primera vez, sus manos en mi espalda me transmiten sensaciones extrañas, como si una corriente recorriese mi cuerpo por completo.

—Paul —jadeo. Quiero detenerle, joder, que en la sala no.

Nuestra respiración es entrecortada, qué calor. Siento los latidos de mi corazón ir más rápido de lo normal. Mis pies abandonan el suelo, cuando sin avisar me carga en sus brazos, sube las escaleras rápidamente. Falla al tratar de abrir la puerta, río ante su gesto de fastidio. Se ve obligado a bajarme. Se encuentra con llave, él ha sido el último en estar aquí, es su culpa. Nos adentramos, me hace sentir ver su almohada nuevamente en su lugar. Su mirada libidinosa, me estremece, viene por más. Deja sus cosas sobre la silla y regresa a mí. Tomando mis labios con posesión, y cuando la habitación queda a oscuras, me deshago de su camisa dejándole caer al suelo, la calidez de sus caricias me hacer querer más, besa mi hombro, sus manos recorren mi espalda, lentamente baja el cierre de mi vestido, y con suavidad, le desliza por mis brazos, hasta dejarle caer. Saco mis pies del tumulto de tela en que habían quedado atrapados. Besa la punta de mi nariz, suele hacerlo cada vez que nos entregamos, es su punto de partida.

—Te amo —susurra contra mis labios. Aprovecho para desabrochar el botón de su pantalón, tengo prisa por sentirle.

—Te amo, mi amor. —Le beso mientras se deshace de mi sostén. Deja un camino de besos mientras baja para retirar mis bragas, haciéndome sentir el aire que suelta su nariz.

—No sabes lo mucho que extrañé tu cercanía, tus besos. —Me deposita con suavidad en la cama. —Eres preciosa, hermosa. —Le miro jadeante y excitada. Sus dedos juegan con mi centro, enarco la espalda, deposita un beso. Y continúa su camino, con sus labios rozando mi piel.

Su lengua acaricia mis pechos, pero parece no querer entretenerse demasiado en ello, puesto que sigue deslizando sus labios a través de mi piel. Sus besos se apoderan de mi control, no soy dueña de nada. Sus caricias confirman que soy completamente suya, amo a este hombre con la inmensidad del mar. Deja besos repetidos en mi barbilla, para luego tomar posesión total de mis labios. Mis manos viajan por sus brazos, quiero ser partícipe de esto.

—Te quiero por toda la vida a mi lado —murmura con la voz llena de excitación, perdido en el momento. Volviéndome loca con sus caricias, con palabras, teniéndole tan cerca.

Nuestra proximidad es apremiante, hay espacio para el aire, pero para nada más. Me besa en los labios, con sus manos sosteniendo mi rostro. Le escucho gruñir al introducirse en mi interior, haciéndome sentir plena, provocando una explosión de sensaciones infinitas. No para de besarme, mientras se mueve con suavidad, el movimiento de nuestros cuerpos se ve apenas con los rayos filtrados por la luna. Enrosco mis piernas sobre sus caderas para profundizar un poco.

—Eres mío, Zimmerman. —Sonríe sobre mis labios.

—Eres mía, Grey. —Contrapone. Acelerando sus movimientos, haciendo que me aferre a él.

El movimiento de sus caderas aumenta, y yo me permito acompañarle. Jadeo, mis uñas se deslizan por su espalda. Echo mi cabeza hacia atrás, relamiéndome los labios, mientras los suyos me buscan. Disfruto de cada caricia, de cada estocada, de un sinfín de emociones que no sabría explicar. Hace de esto, un momento único, añorable y digno de ser guardado para siempre.

Sudor.

Respiraciones aceleradas.

Jadeos y placer.

Gimo su nombre una y otra vez, necesito de él, pido más. Muchos te amo, se escuchan durante el acto, acompañados de nuestras respiraciones que se escuchan por toda la habitación, jadeos que no tienen control. Amor, mucho amor. Paul y yo siempre hacemos el amor, con estrega, y pasión, dejándonos claro que es nuestro momento, que ambos les disfrutamos, y que podemos ser uno solo. En la privacidad de nuestra habitación, la oscuridad que hace el momento mágico, y los dos, disfrutando uno del otro. Mi cuerpo convulsiona cada vez que se mueve sobre mí.

—Yo —jadeo entre besos.

Gira conmigo dejándome sobre él. Sus manos toman mi cintura, invitándome a continuar. Muevo mis caderas con lentitud, permitiéndonos disfrutar a ambos. Me inclino para besarle con fervor, entre movimientos, siento los espasmos formándose en mi interior. Con mis labios sobre los suyos, jadeamos, gemimos, suaves besos y caricias. Su respiración silbante, me permite saber que ha terminado, sintiéndole venirse en mi interior. Me libero, alcanzo el clímax junto a él. Y me dejo caer sobre su pecho.

Escondo mi cara en su cuello, con sus manos rozando mi espalda de una forma dulce y tierna. Cierro los ojos, percibiendo su aroma. Dejo un beso en su cuello. Me sostiene entre sus brazos, saliendo lentamente de mi interior.

—Me encantan las reconciliaciones. —Murmura divertido. —Son muy satisfactorias y gratificantes.

—Y agotantes también. Es mejor que cualquier ejercicio puesto por un instructor. Se quema mucha energía en el proceso. —Conforme digo eso, escucho su risa. —Y con esto, solo quiero informarte que tengo hambre.

—Phoebe, tenías que ser tú —dice con diversión. — ¿En serio?

—Que tengo hambre te estoy diciendo. Déjame, iré a la cocina para conseguirme algo, porque no es broma, Paul. Hemos pasado la media noche, básicamente no como desde ayer.

—Por supuesto, mi amor. Pero no tengas cuidado, yo te traigo algo. Quédate aquí.

—No, yo puedo. Mejor espérame aquí, ¿Puedo traerte algo?

—Lo mismo que tú decidas comer. —Deja un beso sobre mi barbilla. Me estiro cuan larga soy para alcanzar la lámpara y encenderle, pero no llego.

—A ver, alemán. Si no me sueltas no puedo moverme. Te pone tonto el sexo, ¡Eh!

—Me pones como idiota, tú. Dame un beso, sino, no sales a ningún lado.

—Que tramposo eres, mira que te lo doy porque tengo hambre. —Presiono mis labios sobre los suyos, se aprovecha y él le profundiza, como me encanta, no me quejo.

Me deslizo por la cama hasta llegar al interruptor y encender la lámpara de la mesita de noche. Si bien, no desprende gran cantidad de luz, ilumina lo suficiente para localizar mi pijama sobre el sillón de la entrada. Camino quitada de la pena hasta llegar a él, me empiezo a poner las bragas, cuando siento la incestuosa mirada de Paul sobre mí.

—Sucio, pervertido —gruño con tono de broma, giro y me percato de que sí me mira.

—Si ya toqué, ¿Qué más da si lo veo? —Responde tan pancho.

Le tiro el cojín, quiero parecer seria, pero su risa me hace reír. Salgo de la habitación, terminando de atarme la bata. Las luces del pasillo están encendidas, lo que no me sorprende, por la prisa llevábamos, no les apagamos. Me dirijo a la cocina, la luz también está encendida, y esos no fuimos nosotros. Al llegar al umbral me quiero retirar sin hacer ruido, no tengo ganas de hablar con cierta persona que ahí se encuentra. Pero es mi casa, y voy donde quiero. Me adentro sin prestarle mucha atención, siento su mirada al dirigirme a la nevera, para sacar algo de jugo, sirvo dos vasos y vuelvo a guardarle.

—Hablaste con Paul, ¿Verdad? —rompe el silencio. La miro, y regreso al mueble para sacar galletas del bote de los niños, de todos modos, yo las pago. Puedo comprarle más cuando vayamos por los uniformes de Rose. — ¿Es por eso que me ignoras? ¿Acaso temes de mí?

—No, Jasmina. Simplemente no me gusta hablar demasiado cuando tengo hambre, si te hace sentir mejor, te iba a decir buenas noches al irme. —Dejo unas cuantas sobre un plato, y coloco el bote en su sitio.

— ¿Te ha contado Paul que casi nos besamos en la cena? —se destapó la olla. Tomo aire y me contengo, no respondo. —Que maleducada eres, me dejas hablando sola.

—No tanto como tú. Aprende a comportarte como una mujer, y centra tu vida de una vez. ¿Qué ganas diciéndome esto? No tienes una idea de lo fastidiosa que eres. —Dejo los vasos sobre la bandeja. —Y no, Paul no me dijo nada. —En su rostro aparece una sonrisa de superioridad, pero que ya voy y la jodo yo. —Y no ha tenido que decirme nada, puesto que yo misma lo escuché todo. —Su sonrisa se borra, y la mía se hace grande. —Escuché que te ha rechazado.

—Si él no quiere, no va a suceder. Pero si él me deja, yo le hago saber lo que es estar con una mujer. Si lo quiere, aquí mismo se lo puedo dar. Soy mujer, él es hombre, quien quita y amanece en mi cama. —Masculla con una mirada retadora.

—Me sorprenden las cosas que dices, tú necesitas ayuda, estás loca de atar. Solo voy a decirte algo. —Le miro fijamente. —No es por querer ser grosera, pero Paul duerme en mi cama todas las noches, conmigo a su lado, y la compartimos como un matrimonio. Respeta mi matrimonio, a mis hijos, a mí y a mi casa, porque te recuerdo, el suelo que pisas, me pertenece, estás en mi casa, o más bien, el hogar de mi familia, donde vivimos mi esposo y yo con nuestros hijos, no lo olvides. No te ilusiones, porque volarás muy alto y el golpe al caer va a ser bastante fuerte.

Me siento mal diciendo estas cosas, pero ella no me deja otra salida.

—Míralo así, puedes quedarte con la casa, no tengo ningún problema con ello. 

—Con lo que tienes problemas es con tu falta de raciocinio y sentido común, estás muy mal, Jasmina. —Levanto la bandeja que tengo lista con lo que he de llevarme. Para mí, la conversación ha terminado. —Adiós. He de regresar a la cama con mi esposo, nos ha dado hambre, después de hacer el amor

—Pareces muy segura, pero si quiero, me meto en tu cama ahora mismo. —Suelto aire por la boca, me ha dejado estupefacta. Lo de ella es de psiquiatra.

—Jasmina, respétate y no insistas con algo que es imposible. Y desde ahora te digo, no trates de hacer nada, porque yo misma me encargo de hacerle saber a tus padres las locuras que haces, porque conociéndoles, estoy segura de que no te educaron así. El mejor ejemplo de ello es Sam.

—Mi hermana no tiene nada que ver aquí, además, somos medias hermanas, ni siquiera es hija de mi papá. Soy la única hija de mis padres, porque Sam es una cosa que mi padre fue muy bueno y acogió como suya. Y el otro, ese todavía tiene pulgas de el tiempo que vivió en la calle.

Parpadeo varias veces, ¡Mierda!

—Jasmina, ve por tus maletas, que nos vamos ahora mismo al aeropuerto. No me digas nada, que he escuchado lo suficiente, quiero que sepas lo mucho que me has decepcionado. Las cosas que has dicho, hablaremos al llegar a Múnich. No te atrevas a hablarme. —No puedo moverme del lugar en que estoy. Me pinchan y no sangro, de la impresión de escuchar al mismísimo Björn Hoffman hablarle así. Su tono de voz refleja enojo total.

—Papá, yo...

—Tú, nada. —Le corta. —Apártate de mi vista y ve por tus cosas.

Ella parece tan impactada como yo, no reniega, simplemente camina y hace lo que se le dice.

Es incómodo.

No encuentro donde meter mi cabeza ahora mismo, si me hubiese ido sin entrar, esto no habría sucedido. Simplemente le hubiese explicado a Paul que se me ha ido el hambre, pero no, siempre hago lo opuesto a lo que mi cerebro me dice.

—Phoebe, lamento lo ocurrido. Ahora mismo nos vamos de aquí,  entiendo tu actitud cuando estábamos cerca. No era con nosotros, sino con ella. Por favor, disculpa su impertinencia. —Niego con la cabeza.

—No ha sido culpa suya. Pueden quedarse hasta mañana que deban coger el vuelo, no tengo problemas con ello. Lamento que usted se haya enterado de esto.

—No lo lamentes, más bien doy gracias por poder quitarme la venda de los ojos que me cegaban de observar como es mi hija en realidad, y de que tiene un problema. Sam y Mel me habían comentado algo como esto, incluso Peter siempre me ha hablado sobre la mala actitud que ella le tiene cuando no estamos con ellos. —Lleva sus manos a mis hombros. —Regresa con Paul a la habitación, iré a terminar de arreglar mi maleta. Gracias por recibirnos aquí.

Le observo cuando se va. Inhalo y exhalo, no puedo creer lo que acaba de suceder. Apago las luces y me voy como una flecha con dirección a la habitación. Al entrar, dejo las cosas sobre el buró. Paul no está en la cama.

—Pensé que iba a tener que ir por ti —se mofa. Estoy patidifusa por lo vivido. Giro para verle, ya se ha puesto el pijama. —Phoebe, te ves extraña. ¿Qué sucede?

—El señor Björn sabe lo de Jasmina. Ella estaba en la cocina cuando he ido. Te juro que quise evitar un enfrentamiento, pero ella empezó a decir cosas que no debía, una cosa llevó a otra y terminó con él escuchándolo todo, incluso que a ella no le agradan sus hermanos. Dijo que se van a marchar ahora mismo. Me siento una terrible persona —digo parpadeando por las lágrimas que se asoman. —No creo que sea justo que se vayan a esta hora, aún falta para su vuelo. De verdad que no tengo problemas con que esperen aquí a que amanezca.

—Tranquila, cariño —murmura apretándome entre sus brazos. —Iré con el tío Björn para hablar con él.

No le dejo solo, le acompaño a la habitación donde está el señor Björn. Nos abre la puerta para dejarnos pasar, tiene el móvil en la mano, y por lo que escucho, habla con su esposa. En unos quince minutos, Paul consigue convencerle de se quede, al menos hasta que la hora de su vuelo esté más cerca. Él mismo se ofrece a llevarle, pero se niega a que sea así, yo ofrezco a que sea Sawyer quien les lleve, entonces acepta. Me despido de él con un abrazo, puedo ver la desilusión en su rostro, no es el final de viaje que esperaba. De regreso a la habitación, se me ha quitado el hambre. Me siento en la cama, con el edredón cubriendo mis piernas, se me escapa un suspiro.

—No te sientas mal, cariño. Cuando las cosas ocurren, es por algo. Era el momento de que se enterase de todo lo que sucedía, y es mejor, porque así podrán ayudarle. —Toma mi mano. —Ven aquí.

Me acurruco en su pecho.

—Me siento mal por él. Cariño, ella ha dicho cosas de hirientes de Sam y Peter, les llamó arrimada y pulgoso. Sé que los quiere a los tres por igual, tengo una sensación extraña en mi pecho. Soy culpable de que esté así.

—No, no. Si alguien es culpable, esa es Jasmina. Se ha equivocado mucho, se ha metido en el ajo* y ahora debe enfrentarse a las consecuencias de lo que ha hecho. —Deposita un beso en mi pelo. —Olvidemos eso por el momento. Ahora, quiero dormir contigo, así, con lo que extrañé hacerlo. Te amo, preciosa.

—Bueno —Levanto la cabeza para robarle un beso. —A dormir, mi señor Zimmerman.

—Sí, a dormir, esposa mía.





*Metido en el ajo: Una forma de decir que está en problemas.
Saludos.

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